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Capítulo 19




Don.

Dos días después.

Hacienda de los Lobos, Italia.

—El Capo de Roma ha puesto excusas para distribuir el cargamento de heroína por su zona. Y el traslado de Sicilia ha sido un completo asco, los policías pillaron el barco cuando salían del país —explicó Luka, sentado en la silla al frente de mi escritorio —. No confían en ti, muchos te dan la espalda.

—¿Qué está pasando, Luka? —pregunté con los dientes apretados de la ira que contenía dentro de mí.

Hace escasas horas que estaba en mi país natal y todo era una mierda. Las entregas, los laboratorios llenos de policías que lo analizaban todo... ¡Me estaban jodiendo desde dentro! Y para rematar con mi puta mala suerte, Bianca no había aparecido. No daba señales de vida. Esa miserable rata rusa se la había llevado, pero toda la culpa era mía. Bianca no podía estar haciendo tratos con los rusos, conocía a ese tipo, pero sólo era un amor del pasado...

Su esposo.

Seguramente hayan escapado para follar delicioso.

Y tocará sus exquisitas tetas y las chupará haciéndola estremecer.

Disfrutará de ella como yo no lo hice.

Ella tuvo un hijo de ese hijo de puta. Ella ama a otro, no a ti. Ella nunca más volverá contigo.

Porque te odia, te desprecia, te quiere destruir por hacerle daño.

Nunca más tocarás sus curvas suaves, ni volverás a rozar sus labios carnosos con sabor a fresa.

Su fuego no consumirá tus ganas de llevarla a tu infierno.

El veneno de esa mujer...por Dios. Nunca volverás a probar ese dulce veneno que posee la mayor arpía que has conocido.

Ella nunca...

Bianca jamás iba a volver.

Nieto, deberías escuchar a tu consigliere. El chico tiene razón —mi abuelo Raffaello apareció en mi despacho pareciendo un alma de pasado—. Hablemos de nuestros asuntos, por favor, muchacho, déjanos hablar solos.

Luka me dio una última mirada y salió despacio de la habitación.

Cerré los ojos unos instantes antes de abrirlos de nuevo. Mi furia se iba agrandando a medidas que los segundos pasaban y no lograba saber nada de la mujer que casi hago mía. Me había hecho tan adicto a ella, que ya no podía vivir sin tenerla cerca. Era mi puta droga, que consumiría con demasiado gusto.

Me aclaré los pensamientos y pregunté:

—¿De qué quieres hablar?

El rostro envejecido de mi abuelo se frunció cuando tosió, encontró a tiempo una servilleta de papel. Su nariz sangró. Él ya estaba a escasos metros de la muerte. Melody y él, eran los únicos familiares en los que podía confiar ciegamente. Los demás eran escorias envidiosas.

—Las habladurías están perjudicando tu negocio, ¿así es como quieres que te recuerden? El Don que lo dejó todo por una simple chica. Las generaciones próximas te repudiaran, de hecho, nuestros socios de Sicilia ya lo hacen. Sabes las costumbres Giovanni, una vez que te cases no puedes serle infiel a tu esposa. La esposa son lo más preciado que tenemos. Si al menos quieres pasar una noche con alguna prostituta para saciarte, hazlo en secreto sin que nadie se entere.

—Yo no elegí casarme con Priscilla, abuelo. No fue mi elección —protesté —. No la amo.

—Pero así son las cosas, ya es demasiado tarde. Fue la voluntad de tu padre y no la cuestionaremos.

—Podría haber elegido mi esposa yo mismo...

Me interrumpió.

—Las mujeres son tu perdición, muchacho —aseguró escrutándome —. Pero a la única que tienes que cuidar y amar es a la que tiene tu hijo en su vientre. Esa es Priscilla, olvídate de la hermana, esa... ¿cómo se llamaba? ¿Blanca?

—Bianca —escupí.

—Cojones pues esa. Moriré pronto, Giovanni. Lo sé, al menos asegúrate de que tu rango y tu poder en la mafia siciliana es tan fuerte como la de nuestros antepasados.

—Me asegurare de que todos los problemas desaparezcan está misma noche —bramé al borde de la histeria —. En cuando a Bianca, ella vendrá aquí.

—¿Tú no escuchas? —se enfureció.

—No puedo seguir con esta conversación. Tengo negocios en Nueva York, encontraré a la chica y la traeré a la nueva mansión. No aceptaré objeciones —le aclaré con determinación.

Abuelo suspiró. Se rascó los cabellos canosos de su cabeza y suspiró de nuevo mientras me levantaba del escritorio avisando a Luka, para que preparara todo para mi marcha. Priscilla estaba embarazada, así que ya no tendría que tocarla nunca más. Por alguna razón, yo quería que mi hijo heredero estuviera dentro de Bianca.

Pero ella ya tiene su familia.

—Tu lascivia acabara condenando a la famiglia.

Que así sea.

🖤

Bianca.

Sede central de la DEA

Arlington, Virginia

Elijah me guio por diferentes pasillos, su presencia todavía me causaba escalofríos, pero estaba tan ansiosa de ver a mi padre. ¿Cómo podía estar vivo? Aquello era imposible. Por mi cabeza pasaba la idea de que podía ser una trampa. Literalmente estaba entrando en territorio de policías y agentes especializados en la droga. Yo la había visto de cerca y tenía relación con un Don poderoso de Italia.

Suspiré cuando mi ex se detuvo en una imponente puerta, una secretaría nos dio acceso y entramos al gran despacho de ese hombre. Lo primero que vi fue al General, sentado detrás de un escritorio pulido y limpio. A sus lados estaban dos caras familiares, parpadeé varias veces sin poder creérmelo.

Elijah tuvo que sostenerme porque casi caigo para atrás de la impresión.

—Bienvenida a nuestras instalaciones, Bianca Lamberdy —comenzó diciendo el General —. Tome asiento, por favor. Hay mucha información que debe saber en muy poco tiempo. El coronel, su padre, aquí presente se tomará el tiempo para explicárselo —señaló al hombre de cuarenta y nueve años, no estaba tan demacrado como el General —. Teniente Moretti, ayúdela a tomar asiento.

—Creo que está entrando en shock, General —habló el chico joven al otro lado.

Yo me quería desmayar.

—No puede ser —susurré —. ¡Mi hermano y mi padre están vivos! ¿Cómo mierda pasó?

Rechacé el brazo de Elijah. Papá dio un paso al frente.

—Todo tiene una explicación, siéntate —intentó calmarme.

—¡Papá! ¡Todo este tiempo nos mentiste, te hiciste pasar por muerto! Yo te vi —me dirigí a mi hermano Alessandro —. Estabas muerto. Lleno de sangre. Sin vida. Y ahora estás aquí, más vivo que yo.

Sollocé subiendo mis ojos ardiendo por las lágrimas que querían abandonarme, pero no lloraría. Había llorado suficiente.

El General se levantó de su cómodo y acolchado sofá.

—Todo era parte de una misión, Bianca. Tu padre y tu hermano son agentes muy prestigiosos de la DEA, llevan combatiendo con los mafiosos mucho tiempo. Tuvieron que fingir su muerte para proteger sus vidas y cazar a esos criminales. Debes escuchar con atención.

Respiré por la nariz muy enojada, al mismo tiempo sentía un alivio en mi interior. La mitad de mi familia estaba viva, ¿y mis lágrimas? ¿Quién me las devolvería?

—Quiero saberlo todo —más que una petición sonó como una exigencia.

Mi padre dio otro paso hacia adelante.

—Cuando te encontré perdida en la calle con tan solo dos años, no pude evitarlo y te recogí. Te llevé conmigo y te crie. Tu verdadera madre era una prostituta que había tenido relaciones sexuales con un sicario, ese mismo hombre la mató dejándote sola y desprotegida. El General—señaló al hombre más viejo, pero atractivo —, me propuso adoptarte, así que lo hice. Durante el tiempo la cosa iba bien, pero un hombre estaba intentado meterse en nuestras instalaciones y sobornarnos. Ese era Horacio Lobo. Para la misión, tuve que hacerme pasar por un narcotraficante de Los Ángeles para que aceptara tu casamiento con su hijo. Entonces todo ocurriría rápido, encontraríamos las pruebas suficientes para incriminarlos y meterlos en la cárcel a todos. Pero hubo un problema.

La información me cayó como un témpano de hielo gélido. Se me dificultó respirar, así que me senté en uno de los sillones escuchando atentamente a mi padre. Todo era parte de una misión, todo tenía sentido. Ese ser superior que me había comprometido con mi padre era el General. Mi padre era un coronel, mi hermano un cadete. Papá había estado infiltrado en la mafia. Creía que iba a explotar por tanta información.

—¿Qué problema fue ese? —pregunté con la boca seca.

Mi hermano Alessandro suspiró atrayendo mi atención.

—Mamá lo descubrió todo cuando hacía mis prácticas para entrenar con papá, era uno de los candidatos que podían llegar a entrar —explicó atropelladamente —. Ella quería contárselo al Don de Italia en ese momento, tuvimos que fingir nuestra muerte. Yo primero, después papá. Todo fue un teatro. Nos cambiamos de apellido después, por eso me llamo Alessandro Moretti.

No pude contener mis lágrimas por más tiempo. Exploté en sollozos. Sentí la calidez de Elijah en mis hombros, abrazándome.

—Por eso debías casarte con Giovanni Lobo y no conmigo, por eso salí de tu vida. Tu padre me lo contó todo cuando estábamos a punto de casarnos... —habló Elijah.

Lo empujé alzando mi cabeza y levantándome del sillón.

—¿Y ahora qué queréis de mí? Yo sólo era una muñeca que sería el cebo para Lobo. ¿Qué queréis?

Papá y Alessandro se quedaron callados. Fue el General quien atravesó la sala en mi dirección, me sentía traicionada por mi propia familia. Aunque no tuvieran mi sangre...

—Tu hermana Priscilla está embarazada, pronto la mafia italiana tendrá un heredero —aseguró el General —. Queremos que trabajes con nosotros, no tendrás el mismo puesto que los demás. Pero si te llevarás una beneficiosa cantidad de dinero, además, si quieres pertenecer a la DEA podemos ayudarte a conseguirlo pagándote los costes de todo.

Entrecerré los ojos. ¡Priscilla se había quedado embarazada! ¡De Don! Saber aquello fue como si me hubiera acuchillado en el corazón.

—¿Qué debo hacer? —pregunté seria.

El General sonrió.

—Te prepararemos antes de que te marches a Nueva York, irás al hotel donde se aloja Don y tratarás de seducirlo. Él tiene una tarjeta donde guarda todas las rutas que toma para desplazar la droga, también están los nombres de sus socios en Italia y parte de América. Tu deber es encontrar la tarjeta y volver lo más rápido posible. Iremos a por ellos en cuanto tengamos esas pruebas.

Era la oportunidad perfecta para arruinarle la vida a ése miserable. No desaprovecharía lo que me habían pedido. Giovanni Lobo era un cabrón que merecía todo lo peor. Y yo sería quien le abriría la puerta de la cárcel.

—Acepto. Con una condición.

Papá frunció las cejas.

—¿Cuál? —interrogó él.

—Después de que el Don termine en la cárcel, me daréis una nueva identidad y despareceré de vuestras vidas para siempre.

🖤



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