-Como dije mi nacimiento fue bastante... Peculiar, por decir lo menos. Comenzó a narrarme Alejandro, debo ser honesto al confesar que si o hubiera visto lo que vi durante toda su narración creería que este hombre delante de mi estaba totalmente loco de remate. Pero desgraciadamente lo que narrare pude verlo, sentirlo, olerlo, incluso lo saboree y hasta pude olerlo. No amigo lector, ni él esta loco ni yo tampoco lo estoy —Además si soy honesto conmigo mismo, no tengo la imaginación para idear algo tan descabellado—.

—...Nací hace varios siglos un dos de noviembre del año de mil setecientos sesenta y dos si quieres que sea preciso...— En este punto me vi tentado a interrumpirlo con mis preguntas pero, recordando su anterior regaño me abstuve de hacerlo, él desde luego pareció adivinar o leer mi pensamiento pues me informo que la peculiaridad a la que se refería al principio radica en el hecho de que Denise nació en mil setecientos sesenta y seis. Procedió a explicarme que aunque viajar a través del tiempo es teóricamente posible en la practica, es imposible para nosotros los seres mortales; habiendo solo dos formas de lograrlo, una es encontrando una fisura en el espacio-tiempo, aunque la desventaja es que no controlas a donde iras ni a cuando. La segunda opción radica en rogarles a "ellos" que te permitan viajar, pero aquello me advirtió es prácticamente imposible que ocurra.

Mi mente exigía saber que o quienes eran "ellos", y porque Alejandro parecía mencionarlos con algo de respeto; mas sin embargo él mismo corto de tajo mi interrogatorio antes de siquiera formular la primer pregunta prosiguiendo con su historia.

—Mi primer recuerdo no se trata de mi madre cargándome de bebe como cualquier otra persona podría asegurarte. Me aseguró él con la voz algo quebrada y una sombra de tristeza cubriendo totalmente su rostro; la sombra de la tristeza abandono su rostro con la misma rapidez con la que apareció y prosiguió su relato, explicándome que lo primero que recuerda es a un hombre —O algo con forma de hombre— de piel morena sosteniéndolo en sus brazos con una torpeza típica de quien lo hace por primera vez.

—Me cuido y crio ese hombre y su esposa durante mis primeros seis años de vida, recuerdo referirme a ellos como Erregea y Erregina; no tengo idea de si esos sean realmente nombres. Me explicaba Alejandro mientras la nostalgia lo envolvía como una  cálida manta; me conto enseguida que el hombre le enseño los cimientos de la magia, su funcionamiento, reglas, restricciones , etcétera.

La explicación básica que me dio Alejandro sobre que es la magia me pareció simplemente demasiado fantástica e irreal para ser verdadera. En sus propias palabras todos los seres vivos tienen dentro de sus cuerpos la innata habilidad de usar la magia pero, en el caso de los humanos esa habilidad se "pierde" conforme el individuo crece y madura; para bien o para mal unos pocos afortunados desarrollan la habilidad de usarla con el entrenamiento correcto. La magia como tal es una de las muchas fuerzas que rigen el universo, es tan abundante que compone el noventa por ciento de toda la energía del mismo.

Siguió explicando que la inmensa mayoría de las personas carecen de la mínima cantidad de voluntad para dominar la magia mas básica, pero aquellos que logran desarrollarla al nivel adecuado pueden lograr maravillas; y si no tuvieran la voluntad suficiente siempre pueden aliarse dos o mas voluntades para lograr lo imposible.

—También recuerdo que el lugar donde viví con estas personas era de una belleza realmente sin igual, siéndote honesto busqué en todo el globo un lugar de belleza semejante pero mi búsqueda fue infructuosa—Me explicó él con una mezcla de nostalgia y tristeza en su voz; también me conto que jamás vio a otros niños en aquel lugar y la única vez que pregunto la razón la respuesta lo inquieto "este lugar es solo para los elegidos, tú eres uno de ellos pero a los otros los conocerás a su tiempo".

—Ahora querido primo ya que conoces el principio de la magia te contare la historia de esta