Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

58

Alisa podía oír perfectamente el ajetreo que había fuera desde su propia habitación. El delicado sonido de los violines no podía ser acallado por las gruesas paredes del palacio, al igual que el murmullo de la multitud. La clase alta de Veltimonde estaba allí, reunida en el amplio salón de baile y embutida en sus mejores galas, para celebrar la entrada del nuevo año en un baile que había prometido ser aún más concurrido que los anteriores gracias a la reciente coronación de Darko. 

Alisa, en cambio, estaba encerrada en su habitación. Desde que Cadel había cerrado su puerta aquella madrugada, apenas unas veinte horas antes, nadie más había venido a verla. Ni el guardia, ni Darko... ni siquiera Lynnete. Se había pasado toda la mañana tirándose de los pelos y odiándose a sí misma por tomar decisiones tan precipitadas. 

Si antes pensaba que su vida estaba en peligro, ahora lo tenía muy muy claro. Su sufrimiento era inminente. Ya lo había dicho Darko, se iba a asegurar de que recibiese su castigo. Y oírlo de aquella forma, pronunciado con tanto desdén, tanta rabia contenida... Se le estremecía el cuerpo de solo pensarlo.

Tirada en la cama, con las extremidades extendidas como una estrella de mar y el pelo ondulado esparcido por las sábanas arrugadas, llegó a la conclusión de que tenía que encontrar algo que la salvase de lo que fuese que estuviese planeando Darko.

Aislada en su cuarto y escondida del resto del mundo no iba a lograrlo, por lo que el primer paso era conseguir obtener un segundo permiso de salida. 

Si tan solo pudiese decirle a alguien lo que le iba a pasar, si tan solo consiguiese que alguien se acordase de ella y supiera que había estado allí para que Ciro y los demás tuviesen una mínima oportunidad de saberlo si le pasaba algo...

El estómago le rugió con fuerza y cortó el hilo de su cavilación. Alisa gruñó y se pasó la mano bajo la camiseta del pijama, acariciando su barriga hambrienta. No le habían dado de comer en todo el día. No sabía si aquello formaba parte de alguna forma de su venganza por drogarlo, o si realmente se habían olvidado de ella con todo el ajetreo por la celebración en el palacio, pero llevaba todo el día sin comer nada de nada y ya era la décima vez que su estómago exigía su parte.

Fue en aquel momento cuando alguien tocó a la puerta y apareció Lynnete, su ángel salvador, con el carrito de siempre preparado con un par de platos.

—Te traigo la cena.

Alisa saltó como un tigre de la cama y cogió el carrito con sus propias manos. Lo movió hasta acercarlo al borde del colchón y se sentó allí para utilizarlo de mesa. El menú de aquella noche estaba formado por un humeante plato de sopa que calentaría sus huesos y lo que parecía una pechuga de pollo bañada en salsa a la que Alisa no tardó en hincarle el diente. 

Lynnete la observó curiosa. Parecía tentada a sonreír, pero no lo hizo en cuanto recordó algo.

—Parece que la has liado pero bien.

Alisa sorbió la sopa con fuerza y pinchó un pedacito de pollo con el tenedor. Pareció pensar unos segundos antes de responder:

—Si me garantiza algo de seguridad, planeo hacerlo de nuevo.

Lynnete alzó las cejas.

—¿Enserio?

—Creo que jamás me había sentido tan valiente y tan asustada a la vez. O es por el hambre o ya se me ha caído algún tornillo.

La doncella bufó y echó un rápido vistazo a la habitación mientras la chica comía. Sus ojos se detuvieron sobre los cuentos que Alisa se había llevado de la biblioteca días atrás.

—No creo que pueda traerte de nuevo el televisor —murmuró—. No sé cuánto estarás aquí, pero parece que no van a ser solo un par de días así que te vas a aburrir bastante. Puedo intentar escoger algunos libros que sean de tu agrado, aunque no prometo que sean buenos. La verdad es que no suelo leer mucho y no tengo ni idea de literatura.

Alisa se metió un gran pedazo de pollo en la boca y masticó mientras la escuchaba. Con los carrillos llenos intentó sonreír y esperó a haberse tragado casi todo para hablar de nuevo.

—Gracias, Lynnete. Menos mal que hay alguien con corazón en este sitio.

La sopa fue el siguiente objetivo de la muchacha. Tras verla tomarse un par de cucharadas y disfrutar con el sabroso caldo, la doncella inclinó la cabeza y se acomodó junto a la pared, dejando caer la espalda sobre esta.

—Puedes llamarme Lynn —mencionó—. Así me llaman mi familia y mis amigos.

Alisa alzó la cabeza para mirarla. 

—¿Entonces me consideras tu amiga?

Las mejillas de Lynnete se tiñeron de rosa. Parecía avergonzada por lo que había dicho, como si de golpe se hubiese dado cuenta de que no eran tan cercanas, que quizá era la única de las dos que se sentía a gusto con la otra.

—Da igual, solo era una sugerencia —se apresuró a decir quitándole importancia. Sus ojos recayeron sobre la comida.

Las comisuras de la boca de Alisa se elevaron tras tomarse media sopa de golpe. Asintió varias veces, como evaluando la recomendación de Lynnete y dándole el visto bueno.

—Lynn —pronunció con suavidad—, me gusta.

La doncella pareció erguirse de nuevo, aún avergonzada pero ligeramente complacida. Alisa centró su atención en terminar la sopa y seguir con la carne, cuya salsa, que parecía ser de setas y algo más, tenía un sabor delicioso. 

Mientras tragaba y masticaba, siguió pensando en lo que la había perturbado hasta la entrada de la chica. Si tan solo alguien supiese que estaba allí...

Sus ojos se abrieron de par en par, como si algo la hubiese sorprendido, y Lynnete se tensó en su sitio por la extraña reacción de la joven, que estaba segura de que no debía ser por el buen sabor de la cena. 

Alisa, que creía que acababan de conectar dos cables chispeantes dentro de su cerebro, alzó los ojos hacia su sirvienta, aún consciente de la preciosa música de los violines de fondo. 

—Oye, Lynn —comenzó—. ¿Recuerdas que me debes un favor?

El rostro de Lynnete se volvió serio al presentir que la petición de la joven no le iba a gustar demasiado.

—Estoy empezando a arrepentirme de dejarte llamarme así —expresó tras cruzarse de brazos—. Por el tono que empleas, siento que hubiese sido mucho mejor recibir aquella bronca. ¿Qué es lo que quieres?

Alisa la observó unos segundos mientras buscaba las palabras para decirlo. Necesitaba que la doncella le hiciese caso, pero no quería sonar brusca y que aquello la echase para atrás. Aun así, fue lo más sincera posible:

—Necesito que me dejes salir.

La respuesta de Lynnete fue rápida e inminente.

—Estás loca.

Eso era un claro no.

—Por favor —le rogó la muchacha—. No voy a hacer nada malo. Simplemente voy a... dejar que me vean.

Lynnete soltó un bufido sarcástico. Sus mejillas se hincharon, no podía creer lo que estaba oyendo.

—Justo lo primero que te han dicho que no hagas.

Alisa retiró el carro que había entre ellas. Estuvo a punto de arrodillarse, pero no lo hizo.

—Piénsalo, no hace nada malo a nadie. Prometo no fugarme ni causar un alboroto —le garantizó. Ante la mirada escéptica de la joven, Alisa se vio en la obligación de justificarse—. Simplemente quiero que el mundo me vea. No quiero morir ni que me hagan daño, Lynn. Tengo un hermano pequeño que me está esperando y que no tiene a nadie más en el mundo. No puedo permitir que pierda al único miembro de su familia que le queda.

Lynnete pareció recular ante la mención de Ciro, del que no tenía constancia. Aun así, su postura seguía indicando que no estaba para nada de acuerdo con la idea que había tenido.

—¿Qué es lo que estás planeando? —la interrogó— Si no me cuentas lo que en realidad pretendes conseguir ni siquiera me lo pensaré. No estoy en la obligación de hacer algo como esto por un simple favor.

Alisa asintió repetidas veces, aceptando, aunque parecía estar recapitulando en su cabeza todo lo que había pensado y poniéndolo en orden.

—Vale, está bien —accedió—. Recuerdas que nadie puede verme porque si descubren que soy una criminal y que Darko no me ha ejecutado, la opinión pública puede echársele encima y todo se complicaría demasiado, ¿no?

—Así es.

—Te juro que no voy a hacer nada que ponga en peligro la reputación del Rey —aseguró juntando las manos. La doncella apretó los labios—. Simplemente voy a salir allí y voy a bailar con un par de desconocidos. Me haré pasar por alguien, me inventaré algo. A fin de cuentas nadie sabe quién soy. Tan solo necesito que el mundo sepa de mi existencia, ni que sea unas cuantas personas, y así Darko no podrá deshacerse de mí.

Lynnete frunció el ceño.

—¿Y cómo estás tan segura de eso?

—Me comportaré como toda una dama. ¿Por qué motivo haría daño Darko a una señorita? —explicó Alisa poniéndose en la piel del resto. Luego continuó:— Y en todo caso, si me pasase cualquier cosa acabaría saliendo a la luz que era alguien a quien buscaba la ley y él no querrá eso. No tendrá más remedio que no tocarme. Al menos así garantizo que mi estadía en palacio no va a ser un viaje directo a la tumba, no sé si me explico.

La doncella chasqueó la lengua, profiriendo un ruidito de desaprobación aún con los brazos cruzados.

—Eres demasiado ingenua —concluyó ella—. Imagina que consigues esconder lo sucedido hasta ahora. De acuerdo. Pero luego podría acusarte de algo que no has hecho y acabar condenada igual.

—Pero aunque sea el rey, si me acusa necesitará algún tipo de prueba, ¿no? Si hay personas que me conocen, algo tendrá que demostrarles que la acusación del Rey tiene sentido. Y si yo me porto bien... no habría nada que pudiese usar...

Alisa empezaba a dudar de sí misma, no había pensado en aquella posibilidad, pero tampoco creía que fuese a ocurrir. Él tenía la autoridad máxima, sí, pero algo necesitaba para poder ejercer su poder sin ser cuestionado, ¿verdad?

Definitivamente, estaba empezando a frustrarse.

—No sé... no estoy segura.

La muchacha se levantó de la cama y dio un paso hacia su doncella, decidida.

—Es mejor esto que quedarme aquí sentada sin hacer nada, Lynn. Al menos lo estoy intentando.

Lynnete la miró con intensidad directamente a los ojos. A Alisa le dio la sensación de que estaba intentando ver a través de sus pupilas para descubrir qué había dentro de esa cabecita suya. Esperaba que llegase a la conclusión de que ayudarla no sería una mala decisión. 

Lynnete tenía un bonito corazón, era caritativa y escuchaba. También podía ayudarla un poquito más, ¿cierto?

La doncella suspiró, como si se rindiese, pero su expresión mantuvo a Alisa con el corazón en un puño, apretándolo instintivamente como si desde allí pudiese ayudarlo a bombear. 

El timbre de voz agudo de Lynnete se mezcló con el tono cansado y no demasiado seguro con el que decidió dar su veredicto.

—Cuando oigas tres golpes en la puerta espera veinte segundos y sal. Esa será tu señal.

La jovencita se abalanzó sobre la sirvienta y la apretó con mucha fuerza en un alegre abrazo. Un gritito de felicidad escapó de entre sus labios y Lynnete le dio un par de golpecitos en la espalda para que la soltase. 

—¡Gracias, gracias, gracias!

—Fingiré que estaba hablando con alguien y no me di cuenta de que escapaste —le dijo la doncella mientras Alisa la soltaba. Delante suyo, la joven escuchó todas las palabras que salían de su boca sin dejar de asentir—. Espero que esto no me perjudique a mi también. Si eso ocurre, ten por seguro que seré yo la primera que venga a arrancarte la cabeza.

—Por supuesto, lo que tú quieras.

Se quedó allí parada, aún sonriente por la repentina emoción de poder llevar a cabo su plan y tener a alguien de su lado. Lynnete hizo un gesto con la mano para que se moviese.

—Ve a vestirte, anda —la instigó—. Si quieres hacerlo debes salir ya. El baile empezó hace una hora.

—¡Ahora mismo voy!

La muchacha salió corriendo hacia la pared de armarios, empezó a abrir puertas y a mirar con ojos rápidos todas las prendas, aunque en realidad no conseguía fijarse en ninguna en concreto por los nervios. Lynnete casi se rio, pero estaba lo suficientemente preocupada por si misma como para hacerlo.

—Coge uno de los vestidos de la reina, alguno de ellos servirá para este tipo de celebraciones —entonteces la doncella habló en voz baja más para sí misma que para la muchacha—. Diablos... ojalá tuvieses ojos de sapo, así no me hubieses convencido tan fácilmente.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro