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16

—Si estamos hablando ahora mismo es porque ya has conseguido mínimo una carta. ¿Solo tienes esa?

Alisa asintió, pero no pareció comprender su lógica. Quizá era porque ella no estaba tan familiarizada con aquel sistema, pero no tenía ni idea de cómo él sabía que ya tenía una carta a su disposición. El muchacho pareció ver la confusión en sus ojos. Carraspeó antes de hablar.

—Todos están obligados a jugar una primera prueba nada más recibir la carta de admisión al listado de prófugos del gobierno. De esta forma todo el mundo está en igualdad de condiciones al empezar y nadie tiene tiempo extra para prepararse —Alisa empezó a comprender. No había sido la única, todos pasaban por lo mismo, aunque cada uno vivía cosas distintas—. Los fuertes y astutos aguantan y los demás quedan... eliminados. Ya me entiendes. Se sigue ese protocolo para hacer algo de criba, aunque suele pasarla mucha más gente de la que te puedas imaginar.

Había visto muchas cartas esparcidas por todo el país aquel día en el televisor, por lo que suponía que habría muchos criminales en una situación similar a la suya y los organizadores de aquello al menos parecían dar suficientes oportunidades a todos. Aquello la hacía ver que había mucha más gente implicada en ello de lo que esperaba. Lo suyo había sido un error, pero le sorprendía que hubiese tantas personas que delinquiesen con un sistema penal como aquel.

Alisa se sintió tentada a explicarle a Harkan lo que tuvo que hacer ella, pero hablar de ello implicaba mencionar al hombre del sótano. No estaba segura de si el soldado querría seguir ayudándola después de saber que había matado a una persona, a pesar de haber sido en defensa propia. Tampoco de si debería contárselo tan a la ligera.

—No tienes que tener miedo —continuó el muchacho inclinando la cabeza hacia un lado mientras la observaba—. Iremos juntos con calma y si ocurriese algo yo estaré a tu lado. Sigo siendo un soldado.

Alisa no se había dado cuenta de que había empezado a toquetearse las uñas de las manos. Aquello denotaba el nerviosismo que iba creciendo en su interior. Harkan se dio cuenta de ello e intentó hablar lo más suave posible, a pesar de ser algo que no hacía nunca y le costaba. Si se dejaba controlar por la inquietud demasiado, no llegarían a ningún lado.

—Y si no lo consiguiésemos hoy no pasa nada. Por esto mismo prefiero que lo hagamos cuanto antes. Siempre tendremos más días para intentarlo, así que no te ofusques —añadió.

Alisa intentó sonreírle en agradecimiento, aunque la sonrisa se notó algo tensa.

—De acuerdo —le contestó, respirando profundamente. Se apartó los bucles oscuros del rostro.

—Aun así tienes que tener mentalidad de ganadora. Puede que en otro momento no dispongamos de tiempo suficiente para tomárnoslo con calma, nunca se sabe lo que podría pasar, así que siempre ve con la intención de ganar.

La chica asintió enérgicamente, enderezándose en el sofá, como si aquello pudiese mostrar su convicción. Harkan hizo lo mismo, se irguió en la silla, apoyando de nuevo la espalda en el respaldo. En comparación con ella, él era un experto en el tema. Todo soldado del ejército de corazones debía saber lo suficiente sobre aquello, sobre todo él, que pertenecía a una división superior a la del resto. En la central a aquellas pruebas las llamaban "Las fleishades ", que hacían referencia a Fleishán, antiguo demonio de la redención de la mitología vaystiana que juzgaba a los pecadores el día de su muerte. Harkan sabía que aquel nombre no había llegado nunca a la población civil, sino que se había extendido solo entre los altos cargos desde el día de su creación. No sabía si quiera cómo lo llamaba la gente común, pero la mayoría prefería no mencionar aquel asunto, como si fuese tabú. Si hablaban de ello, lo hacían a escondidas.

Sabía que Alisa estaría descolocada con todo aquello, por lo que pensó en presentárselo todo de una forma fácil y sencilla. Tampoco hacía falta ponerse técnicos, a decir verdad. Lo importante era decir lo necesario para que ella se sintiese un poco más segura ante la situación.

—Alisa —comenzó, de nuevo. La muchacha lo miró a los ojos—, la mayoría son juegos de búsqueda, aunque a veces algunos de los organizadores se ponen algo más creativos, pero no es lo común.

Su rostro estaba serio, pero Alisa podía ver la implicación que el soldado le ponía al asunto, intentando explicarle un poco cómo funcionaba todo con serenidad.

—Tienes que pensar en ello como si jugases al escondite. Solo es un poco más peligroso... y es la carta quien se esconde.

A la chica se le escapó una carcajada nerviosa.

—No sé si eso me tranquiliza demasiado, pero está bien.

Harkan siguió hablando como si nada.

—En este tipo de pruebas suele haber tres grandes riesgos... —alzó la mano para ir haciendo gestos mientras hablaba. Levantó un único dedo, para luego ir alzando los demás consecutivamente— Primero, los otros jugadores; segundo, los agentes que patrullan; y por último, las trabas del propio juego —Alisa lo escuchó sin decir nada, totalmente concentrada en sus palabras y procesando todo con rapidez—. Los agentes no suelen estar en medio de las pruebas, pero sí están por las zonas de alrededor. Muchos ni si quiera saben que allí están ocurriendo este tipo de "actividades", de modo que siempre han que estar alerta...

La pantalla del televisor cambió en aquel momento, mostrando por fin un mapa de Veltimonde al completo. Alisa se sobresaltó, sorprendida porque ya fuese la hora de la transmisión. En la esquina de la televisión se veía perfectamente que ya eran las ocho. Harkan observó unos segundos el cambio de imagen que había sucedido en el televisor. Sin embargo, no se detuvo demasiado. Aprovechó que se tomarían su tiempo mostrando cada distrito para acabar de hablar. A fin de cuentas, el distrito trébol era el último.

—Cada carta tiene su dilema. No son regalos, por lo que siempre habrá algún tipo de dificultad u obstáculo al que enfrentarse, ya sea de forma física o emocional —le explicó. Alisa lo observó mientras hablaba, pero sus ojos inquietos se deslizaban de vez en cuando hacia la pantalla del televisor—. En cuanto a los jugadores... no son como tú. Son criminales de verdad, unos peores que otros. Lo mejor es no fiarse de ninguno y alejarse lo máximo posible —añadió. La muchacha hizo de forma inconsciente pequeños asentimientos con la cabeza. A Alisa no le hacía falta que él se lo dijese para tenerlo en cuenta—. Pueden ponerse violentos. Muchos pueden llegar a hacer cualquier cosa para salvar su vida.

—Supongo que también pueden robarte una carta después de haberla conseguido —le comentó ella.

—Exacto. Cuando consigues una carta, lo mejor es irse cuanto antes.

Callaron. En la televisión apareció por fin el distrito Trébol. Alisa supo entonces que seguían en Zurith al ver que Harkan no le prestaba atención a las cartas en Pranta. El mapa se centró en aquel momento en Zurith, donde aparecieron siete símbolos de cartas repartidos por la amplia ciudad. Las cartas eran variadas, la más alta era una jota de diamantes. Alisa la descartó casi al instante. Era preferible empezar por algo más bajo, y Harkan parecía pensar exactamente lo mismo. Tras haber visto todas las posibles ubicaciones y sus descripciones, el muchacho señaló una situada en la parte inferior de la pantalla.

—Empecemos por esta —propuso. Alisa, sin tener motivos para decirle que no, accedió al momento. El soldado sabía lo que se hacía, al menos mucho más que ella.

La carta en cuestión era el cuatro de corazones. Estaba situada en el sudoeste de Zurith, relativamente cerca del distrito corazón. Desde allí tardarían unos veinte minutos en llegar, aunque no estaba segura porque desconocía la ubicación exacta del apartamento. En la pequeña descripción de la carta había una calle y el nombre de lo que suponía que era un edificio. Las instrucciones eran claras y concisas: «Recupera la carta extraviada entre la mugre». A Alisa aquella oración no le dijo mucho.

No perdieron el tiempo. Cuanto más tardasen, más posibilidades había de que alguien consiguiese la carta antes que ellos. Alisa se cambió a la velocidad del rayo. Se vistió lo más oscura posible para poder pasar desapercibida entre las sombras y le dio un beso en la frente a Ciro a modo de despedida. El niño juró que no se movería de allí hasta que ellos volvieran.

Harkan se puso la gorra azul, tapando su espeso pelo marrón. Mientras bajaban las escaleras del edificio, Alisa le comentó a su compañero algo que le parecía de suma importancia.

—Si me pasa algo en cualquier momento... —expresó mientras bajaba los peldaños con rapidez— por favor, lleva a Ciro con el dueño del As de tréboles.

Sus pasos al descender con prisa por la escalera resonaron por todo el rellano del edificio. Harkan, que iba delante de ella, tardó unos segundos en contestar, pero lo hizo con firmeza.

—Hecho.

Alisa se subió por segunda vez en el coche del moreno. Esta vez pudo verlo un poco mejor y distinguió la pintura de color negro que lo adornaba. Ya dentro del automóvil, condujeron unos minutos en silencio. Esta vez iba sentada delante, en el asiento del copiloto. Allí delante no sabía hacia dónde mirar. Intentaba mantener la vista al frente o miraba por la ventana, pero a veces sus ojos se iban hacia Harkan, a quien no podía observar durante mucho tiempo porque aquella ausencia de ruido la ponía nerviosa, además de que le inquietaba que la pillase mirándolo. Harkan, sin embargo, parecía cómodo en aquel silencio.

Estaba inquieta. No solo por la situación, sino por lo que estaba por acontecer. Aquella noche en el sótano había quedado grabada como una mancha negra en su memoria. Era un recuerdo traumático, de modo que estaba guardado con llave en las profundidades de su mente, junto con otras experiencias crueles que el destino había decidido regalarle. Ahora le tocaba enfrentarse a un acontecimiento nuevo. La carcomía la inquietud al no saber cómo sería. No lograba acostumbrarse a todo aquello.

Se agarró el pantalón con los puños y rompió el silencio dentro del vehículo. Preguntó una de las muchas cosas que en aquel momento le pasaban por la cabeza, intentando distraerse.

—¿Los palos de las cartas tienen alguna especie de significado a la hora de las pruebas?

Harkan tardó en contestar. Alisa sintió que se pensaba mucho la respuesta.

—Oficialmente no. Aunque yo tengo mis suposiciones y es cierto que a veces suelen coincidir. 

Alisa se giró en el asiento, apoyando el hombro sobre el respaldo y mirándolo directamente, con todo el cuerpo hacia él para escucharlo. Harkan le dirigió una mirada rápida antes de volver la vista al frente.

—Repito que esto es cosa mía —insistió, para que no se dejase llevar por ello. Alisa alzó las cejas, haciéndole ademán de que continuase y se lo explicase. El muchacho suspiró—. En las que el palo es un trébol, la suerte suele ser un factor bastante influyente. Son pruebas más inestables para los que deciden participar en ellas. En cambio, las de picas implican un poco más de físico, sea en el aspecto que sea, y créeme que hay muchas posibilidades. 

—Mi primera carta fue un dos de picas —musitó Alisa al atar cabos en su mente.

—Entonces ya sabes de lo que estoy hablando.

Pensó en ello, en el enunciado que leyó. «Protege tu hogar de los ladrones y ganarás». El objetivo principal había sido la resistencia. Sí que cuadraba de alguna forma con la idea del físico. Alisa continuó mirándolo en silencio, aún sentada de lado, cosa que Harkan se tomó como una demanda para que continuara hablando. Muy a su pesar, le hizo caso.

—Las de corazones alteran las emociones. No tiene por qué ser algo drástico, lo más común es que sean cosas sutiles. Para mí son las más fáciles, aunque la mayoría no estará de acuerdo —Alisa lo observó como un cervatillo asustado. Él sería una estaca de hielo, pero ella era todo lo contrario. El corazón le palpitaba en la garganta con la más mínima emoción. Debió verle la cara de estupor, porque el muchacho continuó hablando, pasando a explicar el último palo que quedaba—. Las de diamantes reúnen todo lo demás. Es mejor meditar las cosas bien en estas. Desde mi punto de vista las más complicadas podrían ser las de tréboles, hay tantas variables que uno no puede confiarse.

Alisa asintió mientras volvía a mirar al frente. Lo único que tenía en la cabeza en aquel momento era que se dirigían a por el cuatro de corazones. Tampoco era un número muy alto, esperaba que no la hiciesen llorar.

Harkan se aclaró la garganta.

—Son simples hipótesis mías después de estos años sirviendo en el ejército de la Reina de corazones. En ningún lugar está escrito que esto sea así. Es simple información que te doy para que te hagas una idea —El chico apretó el volante mientras hablaba— De algún lugar habrán tenido que inspirarse los directivos para crear tantas pruebas distintas.

El coche se quedó en silencio por unos segundos. Harkan no supo si había hecho bien diciéndole todo aquello. Al no obtener respuesta alguna quedó aún más confundido, pero siguió mirando la carretera, sin desviar la mirada.

—Ahora estás hablando mucho, ¿es por lo que te he dicho antes?

Las palabras de la chica volvieron a descolocarlo una vez más. De nuevo, el soldado tardó en contestar a su pregunta. 

—No.

No volvió a abrir la boca en todo el rato.


*****


Hacía un par de minutos que habían llegado y caminaban por el asfalto. Alisa no recordaba haber caminado por un lugar tan desolador. Las calles estaban totalmente vacías y aún no era muy tarde, apenas eran las ocho y media. Las casas y edificios estaban llenos de enormes manchas negras de humedad, la pintura de estos se caía a trozos, y parecía haber muy poca vida en aquel barrio dejado de la mano de Dios. El lugar estaba bastante sucio y había poca vegetación pese a estar cerca de los montes que hacían de frontera. A lo lejos vio a un hombre pasar con un carrito lleno de trastos que pudo vislumbrar gracias a la luz parpadeante de una farola. Desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Supuso que debían estar en uno de los peores barrios de todo el distrito Trébol, era probable que fuese también uno de los más pobres.

Subían a paso moderado una calle algo empinada. Suponía que debían de estar cerca de su destino, pero Harkan no había pronunciado palabra alguna, por lo que se limitó a seguirlo.

Empezó a sentirse un poco mal. Quizá había ofendido el muchacho. Al fin y al cabo, había sido ella quien había preguntado. No estaba segura de ello, por lo que no sabía qué debía hacer. Además, no era el mejor momento para irritarlo. Necesitaba tenerlo de su lado por si algo malo ocurría. Comenzó a pensar cosas que decir para romper el silencio y la tirantez que había en el ambiente. Nada parecía lo bastante bueno, hasta que una pregunta vino a su mente y sintió verdadera curiosidad.

—¿Cuántos años tienes?

Harkan no pareció inmutarse. No dejó de caminar en ningún momento ni desvió sus ojos del frente. Parecía estar buscando el sitio de la descripción.

—Veintiséis.

Alisa se detuvo de golpe.

—¿Cómo? —contestó sorprendida. Su respuesta provocó que Harkan se girase para verla y también se detuviera. Al verla allí quieta alzó una ceja— No puede ser —Alisa aún procesaba la información—. Entonces nos llevamos ocho años.

Harkan dejó de prestarle atención al camino para girarse completamente hacia ella. Inclinó la cabeza hacia un lado mientras la observaba y se cruzó de brazos.

—¿Acaso importa?

—No, no —aseguró ella, avergonzada. Notó que sus mejillas se calentaban. Pensó que su reacción había sido algo exagerada, pero no se lo esperaba. Alisa corrió para ponerse a su altura mientras el muchacho empezaba a caminar de nuevo—. Es que pareces más joven. Ahora no sé cómo debería tratarte.

Harkan siguió avanzando por la carretera dando grandes zancadas. Sus ojos no la miraron, continuaron escaneando su entorno en busca del lugar al que se dirigían. Alisa no recordaba demasiado bien el nombre. El muchacho ni siquiera se lo había apuntado, había tenido suficiente con leerlo una vez. Debía tener una memoria prodigiosa.

—Me lo tomaré como un cumplido. Trátame como hasta ahora, no soy un viejo.

Alisa asintió, pero el soldado no le prestó atención. La chica deslizó sus ojos de sus pantalones tejanos a su cara. Le observó mientras caminaba, con la gorra haciéndole sombra sobre sus ojos metálicos. Estaba oscuro, pero no le hacía falta luz para confirmar que parecía más joven de lo que era. Desde la primera vez que lo había visto la noche anterior había supuesto que tendría como mucho veintidós o veintitrés años. Saber que era mayor que eso, de alguna forma le hizo sentir más protegida. No había explicación para aquello, pero así lo sintió Alisa.

Había estado caminando sin mirar al frente, observando a su compañero de reojo, y se detuvo cuando este así lo hizo. Harkan señaló con un movimiento de cabeza un edificio.

—Aquí es.

Era un bloque de pisos muy antiguo de color marrón rojizo. Tenía alrededor de unas cinco plantas y era bastante extenso, por lo que habría más de siete u ocho pisos por nivel. No se veían luces encendidas y desde allí tampoco se escuchaba ningún sonido. Alisa se planteó si estaría abandonado.

A los pisos se accedía por unas escaleras exteriores que daban a las entradas de cada domicilio. Mientras observaban la ancha estructura, Alisa captó un movimiento por el rabillo del ojo. Llamó la atención de Harkan agarrándolo del brazo, pero él también lo había visto. Una sombra oscura se movió en la segunda planta, saliendo de una de las viviendas.


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