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Capítulo 34

Las cosas en Mystbelle estaban lejos de calmarse, semanas después del funeral del Rey Anders los habitantes del reino seguían comentando sus teorías del que había ocasionado aquella tragedia, algunos todavía no terminaban de aceptarlo; aun aferrados a aquella posibilidad de que todo se tratase de una pesadilla.

Por su parte, Thomas se encargó de continuar sembrando desconfianza en los pueblerinos, haciendo comentarios sobre Vivianna que aunque en apariencia eran simples palabras casuales e inocentes, poseían cierta pizca de veneno para manipular a todo aquel que las escuchase. Mientras que ante la Reina hacia el intento de demostrarle que estaba dispuesto a apoyarle durante su duelo; a pesar de que sabía perfectamente que Vivianna no confiaba en él, podía incluso asegurar sin duda alguna que la mujer lo odiaba y que en más de una ocasión seguramente le había deseado la muerte o por lo menos había tenido sueños y fantasías al respecto.

Pero tenía que aparentar en todo momento, interpretar un papel y aferrarse al personaje cada minuto del día, no había oportunidad para descuidos o errores. Si desafiaba o discutía con Vivianna corría el riesgo de que algún entrometido lo escuchase o viese y la fachada de Príncipe perfecto se arruinase, tanto la Reina como él jugaban con sus últimas piezas de ajedrez, el tablero estaba del lado de cualquiera...si es que hacían los siguientes movimientos inteligentemente, aunque Thomas sabía que por el momento todo se encontraba de su parte, pero aun así no debía ser tan idiota como para subestimar a Vivianna, la Reina podría descubrir su plan y vencerlo en su propio juego si se descuidaba.

Era claro que la paciencia era algo en lo que debía trabajar, durante su estadía en Mystbelle continuamente actuó de manera impulsiva, el hecho de que las cosas las había realizado de manera apresurada contribuyeron a la mala impresión que la Reina tenía de él. A partir de ahora, tenía que ser precavido, pero sin demorarse demasiado; algo que sería otro error igual de grave.

Por suerte, la mayor parte del trabajo lo harían los habitantes de Mystbelle y todo parecía indicar que muy pronto el caos estallaría en el reino. 

Los miembros del consejo Real aun guardaban la esperanza de que antes de morir, el Rey hubiese conseguido dejar embarazada a la Reina Vivianna, sabían que las probabilidades eran demasiado bajas, pero también que una noticia de tal índole lograría perpetuar la paz.

Vivianna estaba segura de que no se encontraba en cinta, no notaba ningún cambio en su cuerpo que lo indicase, aun así había solicitado el diagnostico de un médico para despejar cualquier duda al respecto, evitaría chismes y falsas esperanzas.

Pero.

Aunque cuando el médico confirmó lo que ella ya sabía, dudó sobre si debía reservarse aquella información o decirlo, no era tonta y se percataba de lo que sucedía a su alrededor, estaba al tanto de los rumores y descontentos de sus súbditos, sabía que Anders durante el poco tiempo en que fue Rey de Mystbelle se ganó el aprecio de la gente, si la creían embarazada era posible que eso la protegiera de actos mal intencionados, por lo menos mientras el reino superaba la partida de Anders.

Algunas sirvientas habían sido testigo de la visita del médico e intuían por qué había acudido al castillo, no demorarían demasiado en esparcir el rumor de su supuesto embarazo.

Una vez que se sintiera fuera de peligro aclararía las cosas.

Si es que Dios le otorgaba el tiempo suficiente para hacerlo.

Unos golpes a la puerta de su oficina la hicieron reaccionar e impulsivamente sus labios pronunciaron la palabra "adelante", se había encontrado distraída y sin ánimos o energía, percibía aquel lugar solitario y lúgubre, los buenos recuerdos que habían sido capturados entre esas cuatro paredes se encajaban como cuchillos en su pecho; complicándole aún más el realizar su trabajo.

La puerta se abrió y por ella ingresó Thomas cargando en brazos al Príncipe de Mystbelle, seguía sin agradarle el hecho de que aquel hombre pasara tiempo con su sobrino, pero al menos había cumplido con sus órdenes de no sacar al niño del castillo, para prevenir que el bebé sufriese cualquier daño o el Príncipe de Südseen se lo llevase de Mystbelle para siempre. El bebé no sólo era su sobrino, el hijo de su hermana, sino que también el único que aseguraba que el reino continuaría en manos de su familia directa y no en las de algún pariente lejano y desconocido.

— ¿Puedo ayudarle en algo? — Cuestionó con frialdad.

—Tan sólo quería asegurarme de que estuviera bien — Respondió el castaño —. Sé que no le agrado y aunque ya me dijo que no necesita alguna clase de apoyo de mi parte, nadie debería atravesar por una situación así, solo.

—Preferiría estar sola a disponer de tan mala compañía —Aseguró la mujer —. No quiero ni necesito su ayuda, su lastima o cualquier otra cosa que desee ofrecerme.

—Ha pasado mucho tiempo aquí encerrada — Comentó el Príncipe —. Me preocupa que este descuidando su salud o cometa algún tipo de locura.

— ¿Algún tipo de locura? Discúlpeme Alteza, pero no comprendo a que se refiere con eso — Dijo Vivianna —, sin mencionar que usted jamás se preocuparía por mi bienestar, a menos claro que eso le beneficiase en alguna forma.

Los ojos verdes de la Reina de Mystbelle lo observaron con firmeza, aquellos bellos orbes se tornaron intimidantes, con el único propósito de hacerlo revelar sus verdaderas y sucias intensiones.

—Pertenezco a esta familia aunque a ninguno de los dos nos fascine la idea — Habló Thomas nuevamente, arriesgándose a perder cualquier gramo de credibilidad que aun poseyera ante los ojos de la mujer —. Podemos ser un buen equipo, por el bien de Mystbelle, de mi hijo...y del suyo — Vivianna no dijo nada ante aquellas palabras —. Escuché el rumor de que el médico la revisó — Explicó —. Enhorabuena, imagino que fue algo que usted llevaba tiempo deseando y al menos tendrá algo que le recuerde al Rey Anders; que en paz descanse.

El instinto de supervivencia de Vivianna le advirtió que no desmintiera aquel chisme, era conveniente dejarlo creer que era totalmente cierto, Thomas era la última persona en la que confiaría, en esos momentos no debía confesarle lo dicho por el médico.

—Será una gran madre, de eso no tengo ni la menor duda — Dijo Thomas, encontrando un poco extraño el hecho de que la Reina permaneciera en silencio, pero rápidamente lo atribuyó al desprecio que ella sentía hacia él —. Le juro que la apoyaré en lo que usted necesite, una vez que el embarazo este más avanzado le será imposible realizar sus deberes y una vez que ese bebé nazca requerirá de todo su tiempo y sus atenciones, sin mencionar que le faltará una figura paterna durante su crecimiento, sé que soy la última persona en su lista a quien confiaría algo así, pero... lo intentaré.

—Si eso es todo lo que deseaba decirme, puede retirarse, tengo mucho trabajo que hacer — Habló con completa tranquilidad, sin mostrar emoción alguna en su rostro.

—Tan sólo Tommy quería ver a su tía, de igual manera pensé que la animaría un poco ver al niño — Vivianna suspiró resignada.

La mujer ordenó un poco las cosas sobre su escritorio antes de levantarse y dirigirse hasta dónde Thomas se encontraba para tomar en brazos a su sobrino.

El bebé pronto comenzó a jalar un pequeño mechón oscuro que se había escapado del peinado de su tía, mientras reía, Vivianna por su parte le arrebató con delicadeza su cabello de las manos, reemplazándolo con uno de sus dedos para evitar el llanto del pequeño.

Vivianna sonrió genuinamente, olvidando por completo que su cuñado se encontraba frente a ella.

—Será una madre asombrosa — Pensó Thomas —, sí es que se lo permito — Agregó en sus pensamientos.

Si la Reina daba a luz a un heredero a la corona, su hijo se convertiría en el segundo en la línea de sucesión al trono, si se hacía público que la Reina Vivianna podía tener hijos no tardaría algún otro hombre aspirando a convertirse en el que sería el tercer esposo de la Monarca de Mystbelle.

Ese bebé no arruinaría sus planes.

—La Reina Vivianna está en cinta — Aquella era la noticia que se esparcía por el reino y sus alrededores.

— ¿Estás seguro? —Algunos dudaban sobre la veracidad de esas palabras, pensando que quizá de ser verdad la misma Reina ya habría hecho público el anuncio de su embarazo.

—No se ha mostrado públicamente en un tiempo — Mencionó otro —. Mi mujer habló con nuestra vecina que tiene una amiga que conoce a una sirvienta que trabaja dentro de palacio, muy cerca de su Majestad y le ha comentado que el vientre de la Reina se muestra un poco más abultado, es una clara prueba de que está esperando un niño.

—Es una bendición, además de que al menos así perdurará el recuerdo del Rey Anders — Habló una mujer —. Yo recuerdo que cuando llegó a Mystbelle y comenzó a cortejar a la Reina, ambos parecían muy enamorados.

— ¿Una bendición? — Cuestionó otro incrédulo — ¿Cómo podría ser una bendición el hecho de que esa bruja dé a luz a un niño? Es obvio que ese niño sería un engendro del demonio, condenará a Mystbelle a su destrucción.

—El reinado de esa mujer ha traído muerte en su propia familia y será cuestión de tiempo para que la desgracia se apodere de todos nosotros, tenemos que deshacernos de ella, hacerla pagar por el daño que ha causado y evitar que continúe perjudicándonos a todos. 

El pueblo de Mystbelle creía firmemente que la Reina estaba detrás de las muertes que habían ocurrido dentro de la familia Real, así como también temían que el niño que esperaba fuese un mal augurio; algo que condenaría a todos a la miseria.

A pesar de las pequeñas interacciones que algunos habían tenido con el Príncipe de Südseen, habían constado de palabras en defensa de la Reina por parte del castaño; algunos consideraban al Príncipe demasiado ingenuo al confiar en la gobernante de Mystbelle, algunos se atreverían a considerarlo estúpido al no notar lo que ellos creían ver.

El pueblo se organizó, impulsados por el miedo se mostraron furiosos frente a palacio exigiendo que la Reina fuese condenada por sus supuestos crímenes; entre ellos la brujería, poco importándoles recibir una flecha en el pecho por parte uno de los guardias, de igual forma ya se creían condenados, sin nada que perder.

Así estuvieron por días enteros, mientras la Reina observaba aquel escenario desde una de las ventanas, atemorizada de salir, esperando a que algún milagro provocase que todo el enojo que se había apoderado de esa multitud se disipase, el consejo Real le había aconsejado que se abstuviera de dar algún discurso o declaración pública ya que eso resultaría contraproducente por el momento, después de todo, nadie allá afuera estaba dispuesto a escucharla ni iba en busca de una explicación; buscaban su cabeza.

Y no se conformarían con menos. 

La presión por parte del pueblo era enorme, los miembros del consejo y demás nobles se preocupaban en como eso perjudicaría a la economía del reino, así como también la relación con reinos extranjeros. Aquel problema debía solucionarse antes de que llegase a oídos de otros reinos y sus respectivos gobernantes viesen una oportunidad para invadir Mystbelle y apoderarse de él.

Varios negocios cerrados y completamente desatendidos, las calles por poco se encontraban abandonadas, puesto a que la mayoría se encontraba comprometida con el permanecer firmes fuera de palacio, no tenían intensiones de ceder ni tolerarían que la Reina Vivianna continuase en el poder.

— ¡Esto es inadmisible! — Exclamó el Conde — ¡Esto tiene que parar!

— Su Majestad debería abdicar antes de que nos arrastre a todos a la ruina — Dijo el Duque —. Ella no es apta para gobernar, es evidente que es incapaz de solucionar este problema ¿Qué se puede esperar de una mujer al poder? — Cuestionó.

Todos los presentes asintieron, estaban completamente de acuerdo con lo que el Duque opinaba.

—El pueblo no quiere que la Reina abdique a la corona, exigen que sea condenada por sus crímenes — Comentó uno de los miembros del consejo.

—Ninguno de esos crímenes puede ser comprobado, son simples supersticiones de esa gentuza — Intervino el Marqués —. Sin mencionar que uno de esos crímenes de los cuales se le acusa es el practicar brujería y si la llevamos a juicio estaríamos aceptando que eso es verdad.

—No comprendo él porque eso representaría un problema para nosotros — Volvió a hablar el Duque.

— ¿Qué no es obvio? — Replicó el Marqués — Condenarla por brujería tan sólo provocaría que creyeran real aquel rumor de que el fundador de Mystbelle vendió su alma al diablo para asegurar el bienestar del reino y todo aquel que sea descendiente de ese Rey, cualquiera que posea siquiera una gota de su sangre en su cuerpo sería condenado por brujería para erradicar lo que ellos consideran una amenaza para su seguridad.

—La gente está exigiendo que la Reina sea juzgada, hay que darle lo que ellos quieren y se calmarán — Opinó el Conde.

—Eso tan sólo sería temporal y no tardarían en buscar que todos ustedes corrieran con la misma suerte — Hizo la observación uno de los miembros del consejo.

—Es urgente tranquilizar a todos por el momento, después nos encargaremos de buscar una solución permanente — El Conde insistió en que esa era la solución más adecuada.

—No existen pruebas tangibles de que la Reina o alguno de nosotros practique esa clase de...ni siquiera soy capaz de decirlo — Comentó un hombre que hasta el momento se había mantenido en silencio.

—Dos esposos muertos, al igual que su propia hermana; es entendible que hayan llegado a tal conclusión — Apuntó el Duque —. También como el hecho de que fue extrañamente conveniente el que sus padres; los anteriores Reyes fallecieran de manera tan repentina.

—Sin embargo debo recordarles, que tras la lamentable partida de sus Majestades, la entonces Princesa Vivianna tuvo que casarse a pesar de que se oponía a ello — Habló uno de los miembros del consejo Real.

—O quizá eso quería hacer creer a todos — Dijo otro de los hombres que ahí se encontraba.

—Sólo hay algo seguro, tenemos que encargarnos de la Reina antes de que todo el pueblo se encargue de nosotros — Dijo el Conde. 

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