Capítulo 31
— ¿De nuevo Anders? — Cuestionó ella al verlo bebiendo de su taza de té — Si tanto deseas una taza de té deberías pedírsela a alguna de las sirvientas.
—Solicitas muchas tazas de té últimamente — Comentó el Rey escuchándose de lo más casual para que aquello no se prestara a malos entendidos o fuese percibido como un ataque por su esposa.
—Quizá no lo haría si mi querido esposo no se apropiara de ellos — Bromeó la mujer entre pequeñas risas.
—Pediré que traigan otro — Vivianna lo miró de reojo —, pero enserio opino que la cantidad de té que solicitas ha aumentado considerablemente estos últimos días ¿Hay algún problema que te gustaría compartir? — Preguntó el hombre.
—Pienso querido, que te estas volviendo paranoico — Opinó Vivianna — ¿La corona ya ha empezado a provocar estragos en tu cabeza, amor mío?
—Al parecer ha sido tu cabeza quien ha resultado afectada, puesto a que referirte a mí como "amor mío" no es algo que la Reina de Mystbelle acostumbre hacer — Hizo la observación obteniendo a cambio una mirada de reproche de la mujer —. No evadas mi pregunta, te lo pido ¿Algo está sucediendo?
—Nada nuevo, las mismas preocupaciones que de las cuales ya estas al tanto — Respondió ella restándole importancia —. Agradezco tu preocupación, pero estoy bien, tan sólo me disfruto te tomar té, además — Realizó una pequeña pausa —, sería preferible que me refugiara en cientos de tazas de té de menta en lugar de embriagarme y agotar todas las reservas de vino que tenemos en el castillo ¿No lo crees?
—No sería algo propio de una dama — Pronunció antes de darle un sorbo más a aquella bebida caliente.
—Créeme, si estuviese en grandes problemas que me provocasen una enorme angustia, la última de mis preocupaciones sería aparentar ser una dama — Dijo ella —, pero no es el caso, sin mencionar que no soy amante del sabor del vino.
—Siempre es bueno aprender nuevos datos sobre ti, aunque muchos dirían que las parejas tienden a conocerse antes de dar el sí frente el altar.
—No todos poseen ese privilegio, aunque creo que nosotros dispusimos de más tiempo que otros matrimonios y también tuvimos mayor elección y oportunidades que otras personas — Siempre reconocería que fue afortunada, puesto que pudo decidir con quién casarse, que a pesar de haber enviudado había recibido propuestas no del todo desagradables; como lo había previsto en un principio, no había sido forzada a casarse con alguien en específico y además de haber intercambiado correspondencia por un tiempo, pudieron convivir en persona poco antes del día de la boda, muchas personas de la realeza se conocían una vez en la iglesia —. En caso de que necesites oírlo, creo firmemente que jamás se termina de conocer a una persona.
—Entonces supongo que constantemente descubriré nuevos detalles sobre ti ¿Debo prepararme para recibir información un tanto...escandalosa? — Mostró un repentino interés, acercándose ligeramente hacia su esposa como si estuviese preparándose para escuchar uno de los más grandes secretos que ocultaba su esposa.
La Reina dio un paso hacia adelante, haciéndole creer que en efecto; compartiría información bastante interesante con él.
—En caso de haber algo de ese tipo, tendrás que aguardar y descubrirlo a su debido tiempo — Murmuró cerca a la oreja de su marido —. La diversión tiende a perderse si los secretos se revelan tan fácilmente ¿No crees? — Sonrió de manera traviesa — Y lo que menos deseo ahora es que mi esposo pierda el interés en mí.
—Le aseguro, mi Reina que eso es algo imposible. Usted está repleta de toda clase de sorpresas que no permitirían que alguien dejase de encontrarla fascinante — El hecho de que él se refiriese a ella de usted lejos de añadirle formalidad a la conversación, la asemejaban más a una extraña broma que sólo ellos encontrarían graciosa —. En todo caso, soy yo quien debería preocuparse de que la Reina de Mystbelle descubra que no estoy ni cerca a ser igual de interesante que ella y pronto encuentre a alguien más que si cumpla con sus expectativas.
— ¿Su Majestad está sugiriendo que yo estoy manteniendo un romance con alguien ajeno a nuestro matrimonio? — Alzó una de sus cejas — Debo mencionar que no pondría en tal riesgo mi reputación ni mi matrimonio, tuve la fortuna de poder conseguir un segundo esposo, pero no tentaré a la suerte viéndome en la necesidad de conseguir un tercero, así que despreocúpese mi Rey, no tengo intenciones de faltar a mis votos matrimoniales, sin mencionar que me es difícil de creer que un hombre que valga la pena se prestaría a formar parte de una infidelidad.
—Querida, eres tan hermosa e inteligente que si te vieses en la necesidad de casarte una tercera vez, sólo un idiota dejaría pasar la oportunidad de cortejarte. Sin mencionar que posees un gran poder y un título de gran importancia.
—Estoy al tanto de que muchos se verían tentados por la corona, sin embargo creo que más de uno se cuestionaría si vale lo suficiente, es decir, algunos piensan que yo estoy detrás del fallecimiento de mi primer esposo, si algo te sucede a ti o si decides alejarte por algún motivo, se iniciarían toda clase de rumores y temores serían sembrados en las personas, por lo tanto no me sería tan sencillo como tú lo planteas.
—Tal parece que lo has pensado.
—Una debe considerar cualquier peligro que pudiese aparecer en un futuro, preparar sus opciones para no derrumbarse completamente — Se justificó —. Además, la vida me ha demostrado que una tragedia podría aparecer cuando menos se espera, tan sólo espero que Dios nos otorgue mucho tiempo, juntos y un descanso de malas noticias.
—Así será querida, ya lo verás.
—Ojalá estés en lo correcto — Sonrió la mujer.
Anders tosió nuevamente, algo que no pasó desapercibido por Vivianna; quien dejó la pluma sobre el escritorio con cuidado de que la tinta no se derramase sobre algún documento importante.
—Creo que deberías solicitar que trajeran al médico, estos últimos días tú salud no parece ser la óptima — Sugirió ella con genuina preocupación.
—Es un malestar en la garganta sin importancia, no es necesario acudir al médico tan sólo sería una pérdida de tiempo — Sinceramente creía que era algo muy lejos de ser algo grave y que pronto aquel malestar desaparecería por sí solo —. Despreocúpate.
—Lo haré si prometes que si esto empeora o no ves ninguna mejora acudirás al médico porque es posible que en esta ocasión te encuentres en un terrible error — Empezaba a tener un mal presentimiento con respecto a la tos de su marido, puesto a que había aparecido de pronto, siendo que el clima del reino no podría ser un motivo para ocasionarle alguna enfermedad estacional —. No quiero excusas, Anders — Habló con firmeza antes de que él se opusiera.
—Te doy mi palabra, esposa mía — Juró con una mano en su pecho con el fin de dramatizar y hacerla reír un poco para que se relajara —. Estoy muy seguro de que no hay nada de qué preocuparse, pero si eso te mantiene tranquila lo haré.
—Gracias — Murmuró Vivianna mirándolo con ternura.
Solveig por su parte se encontraba temblorosa, algo que le sorprendía nadie hubiese notado aún, sentía que todos a su alrededor sospechaban de ella o que sería descubierta en cuanto bajase la guardia.
Respiró hondo, repitiéndose en su cabeza una y otra vez que debía permanecer serena si no quería arruinar su plan, a pesar de que se cuestionaba constantemente si era lo correcto o si valía la pena el riesgo, pero al mismo tiempo sabía que podría ser un poco tarde para retroceder.
Ella miraba la alegría en el rostro del Príncipe de Südseen mientras él cargaba en brazos a su hijo, para la sirvienta era evidente que aquel bebé era su razón de vivir, el único motivo por el cuál continuaba en el reino, el último recuerdo que le quedaba de su difunta esposa y era justo el niño que la Reina quería arrebatarle.
La Reina Vivianna no tenía corazón si era incapaz de compadecerse de un padre amoroso y lo separaba de su hijo. No importaba lo mucho que ella necesitara o deseara un hijo, no tenía ningún derecho de arrebatárselo a alguien más.
—La noto muy pensativa, Solveig — Habló de pronto el castaño.
La joven se sobresaltó un poco, puesto que la voz del Príncipe la sacó de sus pensamientos y le recordó que estaban en una misma habitación.
—Esta todo en orden, no es mi intención agobiarlo con mis deberes sin importancia — Comentó rápidamente queriendo apartar la atención del Príncipe sobre ella —. Discúlpeme, Alteza.
—Sus problemas no son cosas sin importancia — Su voz se tornó dulce al igual que su mirada —. Estoy consciente de que constantemente pones en riesgo tu trabajo al traer a Tommy para que podamos estar juntos al menos unos escasos minutos.
La sirvienta sonrió tímidamente.
—Alteza, le prometo que muy pronto podrá pasar todo el tiempo que desee junto a su hijo sin que nada o nadie lo impida — Había puesto su plan en marcha, en cualquier momento la Reina dejaría de ser un problema y las cosas mejorarían notablemente.
— ¿Por qué lo dice? — Cuestionó Thomas con una mezcla de desconcierto y curiosidad por descubrir que se traía entre manos aquella jovencita — ¿Acaso está ocurriendo algo en el castillo? ¿Ha escuchado a la Reina mencionar algo al respecto? — Por la mente del hombre cruzó la idea de que posiblemente su Majestad había logrado quedar en cinta finalmente y por ello podría perder el exagerado interés que tenía hacía su hijo.
—No considero prudente compartir esa información por el momento —No quería involucrarlo, en caso de que ella fuese descubierta antes de que pudiese cumplir con la promesa recién hecha, el Príncipe no le había pedido hacer nada, ella misma había tomado la decisión y debía ser ella quien pagase las consecuencias en caso de que las cosas no resultaran tal y cómo lo había planeado —. Lo único que puedo decirle es que no pierda la esperanza, con favor de Dios la tormenta pasará rápido y todo esto será un mal recuerdo.
—Usted se trae algo entre manos, señorita Solveig — Aseguró Thomas.
—Nada por lo que deba agobiarse, pero si me entero de algo que lo involucre se lo informaré de inmediato — Dijo Solveig.
—Creí que su lealtad estaba con la corona de Mystbelle y por lo tanto para con los Reyes — Comentó el castaño.
—Mi lealtad esta con lo que es correcto y lo que hace la Reina está lejos de serlo — Respondió Solveig —. Alguna vez confíe ciegamente en que su Majestad velaba por el bienestar de Mystbelle, que era justa y era capaz de sacrificar su propia felicidad con tal de que el reino y la Princesa Genoveva estuviesen bien, pero últimamente...no estoy de acuerdo con las acciones que ha realizado.
—No somos nadie para cuestionar a la Reina Vivianna, es posible que no entendamos del todo las decisiones que toma, sin mencionar que lo que ocurre en su mente es un completo misterio, pero tal vez hace lo que considera correcto y lo mejor para todos.
Solveig no creía que eso fuese cierto.
—Alteza, es usted un hombre muy inteligente al que respeto completamente, la Princesa le tenía un alta estima; al igual que yo, sin embargo en esta ocasión está siendo un tanto ingenuo — Se atrevió a ser un poco impertinente al mencionarlo —, discúlpeme, pero debo aconsejarle que no baje la guardia, la Reina puede ser...
— ¿Peligrosa? — Completó la oración. Solveig asintió con la cabeza.
Thomas se contuvo de soltar una carcajada y hacer algún comentario sarcástico con respecto a ello, si bien no subestimaba a la Reina Vivianna y reconocía que era una mujer astuta, estaba muy lejos de considerarla peligrosa.
—Ella adora a mi hijo, quizá ella no sea mi persona favorita en el mundo ni yo la suya, pero es y será una excelente tía para Thomas — Habló con seguridad, buscando convencer a la sirvienta de que él no le deseaba ningún mal a su Majestad —. No quiero tener problemas con ella o dar pie a malos entendidos, como dije, es la tía de mi hijo y Genoveva querría que ellos convivieran, que por lo menos intentásemos ser una familia.
—La Reina no parece tener intenciones de darle una oportunidad de demostrarle que eso es lo que usted desea — Insistió la muchacha.
—Genoveva y yo no hicimos las cosas de la mejor manera; lo reconozco — Mencionó Thomas —. Gran parte de la culpa es mía y entiendo por qué no soy de su agrado, cometí muchos errores al cortejar a Genoveva, puse en riesgo su reputación en más de una ocasión, por lo tanto es casi imposible que la Reina confíe en mí.
—Dicen que en el amor y la guerra todo se vale — Pronunció aquella frase como si eso lo liberase de cualquier culpa o responsabilidad —. La Princesa lo amaba y finalmente parecía que había logrado todo lo que ella había soñado, yo pensé que las cosas serían distintas.
—Lo fueron — Aseguró Thomas —. Por un momento lo fueron y los escasos meses que pude estar junto con ella fueron grandiosos, pero no suficientes. Se marchó antes de lo que pensé y me parece tan injusto puesto que ella estaba más emocionada por el nacimiento de nuestro hijo de lo que yo lo estaba; debo admitir.
Solveig suspiró con algo de tristeza.
—Sé que usted la conoció mejor que yo puesto a que fue su dama de honor por años — Continuó Thomas —. Seguramente usted también sufrió su perdida y la extraña; todos la extrañamos — Intentó sonar comprensivo y entristecido al mencionar la muerte de Genoveva —. Afortunadamente mi hijo se encuentra con bien, no sé si hubiese podido continuar viviendo si los perdía a ambos aquel día. Espero ser el padre que él necesita y merece.
—Así será Alteza, estoy segura de ello — Y se encargaría de que nadie lo impidiera.
Vivianna se recargó en el marco de la puerta que separaba ambas habitaciones, observando a su marido mientras este tosía sin percatarse de la presencia de la mujer, su salud continuaba decayendo y le agobiaba el no poder encontrar una razón del porque había enfermado tan de repente.
Anders insistía en que no era nada grave, que se recuperaría en cualquier momento, sin embargo ella tenía un mal presentimiento; el cuál no desaparecía, verle así le recordaba a los pocos momentos de vida de su anterior esposo y eso no le daba consuelo alguno, sino que le añadía preocupación.
Rezaba en silencio por estar equivocada, que su marido mejorase cuanto antes y que él se burlase de ella por ser tan dramática y pesimista, sería posiblemente la única vez en que le encantaría estar equivocada.
Dio un paso hacia atrás a pesar de que deseaba acercarse a él, conversar con su esposo para convencerlo de que el simple hecho de beber té no sería suficiente para remediar su dolor de garganta y cualquier otro malestar que se había abstenido de comunicarle.
Simplemente su cabeza insistía en rememorarle el pasado, el tiempo en que Dorian había estado enfermo de gravedad y ella había tenido que estar allí, aferrándose a la esperanza de un milagro que jamás llegó.
Le había tenido aprecio a Dorian, jamás le hubiese deseado un mal y mucho menos la muerte, sin embargo a Anders le quería, era su mejor amigo, jamás había tenido una amistad o relación similar a la que ambos habían forjado, simplemente no podía verle tan enfermo.
Su título le exigía ser fuerte ante situaciones adversas y por años lo había logrado sin problema, había podido al menos fingir que todo estaba bien, pero con la reciente muerte de su hermana; de la cual aún no podía recuperarse del todo, sumado al estado de salud de su marido, simplemente era demasiado, más de lo que su cuerpo podría resistir y sabía que era cuestión de tiempo para que se derrumbase.
Quería llorar.
Quería desaparecer.
Cerró la puerta de la habitación despacio, con cuidado de no hacer ruido y alertar a su esposo de que lo había estado observando todo ese tiempo, ni darle a entender que su condición le había afectado, lo que menos necesitaba Anders en ese momento era preocuparse del cómo ella se sentía.
A pesar de que ya había oscurecido abandonó sus aposentos y recorrió los pasillos de palacio intentando no levantar sospechas de que algo malo estaba sucediendo, aunque el simple hecho de que ella se encontrase despierta era algo inusual y probablemente más de un guardia lo había pensado al verla, sin embargo agradecía que ninguno había intentado averiguar si algo le sucedía.
Caminó con el propósito de encontrar a algún sirviente para solicitarle que fuese en búsqueda del médico con discreción.
— ¿Reina Vivianna? — Escuchó la voz de la que alguna vez fue dama de compañía de su hermana y se giró ligeramente hacia su lado izquierdo; dónde la joven sirvienta se encontraba.
— ¿Solveig? — Cuestionó la gobernante, algo confundida con respecto a que aquella joven se encontrase despierta (al igual que ella), últimamente ella era la sirvienta a la que miraba con mayor frecuencia, pero le era extraño cruzarse con Solveig en un horario distinto al usual — Me sorprende verla despierta a esta hora — Habló con honestidad.
—Con todo respeto, yo podría comentar lo mismo respecto a usted — Dijo la joven — En realidad me demoró más de lo usual realizar la limpieza en una de las habitaciones, no quería dejar inconclusos mis deberes antes de retirarme a dormir — Justificó él porque se encontraba deambulando por palacio — ¿Puedo ayudarle en algo Majestad? — Se apresuró a ofrecer su ayuda en caso de que la Reina hiciera más preguntas.
—Sí ¿Podría encargarse de traer al médico? — Solicitó Vivianna — Sea discreta — Ordenó antes de que hubiese algo que lamentar.
— ¿Se siente usted bien? — Preguntó con interés, aunque un tanto desconcertada puesto a que a simple vista la Reina parecía gozar de excelente salud, aunque según sus cálculos ella debía haber empezado al menos a presentar síntomas de enfermedad, quizá había subestimado la capacidad de la Reina para ocultar cualquier malestar que la agobiase — Puedo traerle una taza de té si gusta.
—No hace falta — Rechazó el té —, me siendo bien, se lo aseguro. Es el Rey quien ha enfermado y aunque él insiste en que no es grave, preferiría asegurarme de ello, mas preferiría que esto no se supiera por el momento, es posible que él tenga razón y sea algo de poca importancia, lo que menos necesita el reino es preocuparse por esto, confío en que usted será discreta, Solveig.
—Así lo haré, Majestad — La sirvienta realizó una reverencia rápida y torpe antes de retirarse caminando con una velocidad mayor a la normal.
Mientras que Vivianna continuó con su recorrido sin un rumbo fijo para no volver inmediatamente a su alcoba, todo con el fin de mantener las apariencias.
La joven sirvienta había obedecido las órdenes de la reina y en ese momento el médico se encontraba atendiendo al Rey de Mystbelle, sin embargo ella no podía hacer otra cosa más que preocuparse mientras armaba toda clase de teorías en su cabeza.
Por semanas había estado añadiendo pequeñas cantidades del veneno que aquella mujer del pueblo le proporcionó a cambio de cierta cantidad de monedas al té de su Majestad, se había asegurado de que ella fuese quien recibiera la taza y en ocasiones la había visto de darle un sorbo, sin embargo no comprendía como es que quien había enfermado era el Rey y no la Reina.
¿Habían intercambiado de tazas en algún momento? ¿Había estado envenenando al Rey por error?
Eso no era lo que se suponía debía pasar.
Ella no tenía nada en contra del Rey Anders, no debía ser él quien resultase herido, tenía que detener su plan, quizá aún no era tarde y el mejoraría con el tiempo, después pensaría en algo mejor, una manera en que solamente la Reina podría resultar lastimada y no alguien más por error.
Pero le había prometido al Príncipe Thomas que las cosas pronto mejorarían para él, no podía decepcionarlo, no podía fallarle a la memoria de la Princesa Genoveva ni mucho menos impedirle al pequeño Príncipe de Mystbelle el tener un padre a su lado durante su niñez.
Se sentía responsable y lo peor era que ella misma se había involucrado, nadie le había pedido u ordenado que hiciera algo al respecto o participase en aquella problemática familiar.
Ella y su maldita necesidad de querer ayudar y hacer lo que consideraba correcto.
— ¿Y si culpan al Príncipe Thomas? — Aquella idea cruzó por su mente de pronto y permaneció allí, repitiéndose una y otra vez la posibilidad de que alguien concluyera que la enfermedad del Rey se debía a un envenenamiento y la Reina sin pensarlo culpase al Príncipe de Südseen.
Tenía que advertirle lo que estaba sucediendo para que se preparase en caso de que lo inculparan; no debía hallarse desprevenido.
Se apresuró en ir en busca del Príncipe para advertirle de lo que estaba sucediendo y de lo que podría suceder, a pesar de proponerse actuar con naturalidad, estaba segura de que no lo había logrado y aquello se verificó cuando tocó la puerta de la habitación del hombre y éste al verla supo que algo andaba mal, no sólo por lo poco común que resultaba el que Solveig se presentara frente a su puerta a altas horas de la noche, sino porque la expresión en su rostro anunciaba problemas.
—Solveig...
—Necesito hablar con usted — Lo interrumpió.
— ¿Ha pasado algo con Thomas? — Cuestionó, alarmándose al siquiera pensar en la posibilidad de que el niño estuviese en riesgo, puesto a que ese bebé era la única garantía que le quedaba de poder permanecer en Mystbelle, la última oportunidad que aún tenía para lograr obtener cierto poder en el reino, de ese niño dependía todo por el momento.
—No — Respondió rápidamente —. El Príncipe se encuentra bien, en perfecto estado de salud — El hombre suspiró aliviado —, pero el Rey... — Dudó mucho en cómo debía darle la noticia.
— ¿Qué está ocurriendo Solveig? — La apresuró a contestar de inmediato.
La joven volteó hacia ambos lados, temerosa de ser escuchada por alguien que anduviese cerca.
— ¿Puedo pasar? — Preguntó la sirvienta.
—No sé si sea apropiado, no deseo atentar contra tu honor — Dijo Thomas.
—Es importante — Insistió la joven, de inmediato se hizo a un lado invitándola a ingresar a la alcoba.
Una vez dentro, Thomas cerró la puerta y observó a la muchacha, quien se mostraba incómoda y aún insegura con respecto a si debía comunicarle lo que había hecho.
—Solveig...
—Príncipe Thomas, hice algo...malo — Habló finalmente —, un crimen en realidad — Agregó.
— ¿De qué hablas? Seguramente no es algo terrible — Le parecía difícil de creer que aquella joven fuera capaz de cometer alguna atrocidad —. Sea lo que sea, puedo asegurarle que tiene solución.
—Alteza, el Rey ha enfermado por mi culpa, no sé qué tan grave sea llegado a este punto — Dijo, dejando más confundido al Príncipe —. No era mi intención que el resultase lastimado, se suponía que la Reina...
— Envenenaste al Rey — Dedujo rápidamente.
—No era mi intensión lastimarlo a él.
— ¿Intentaste asesinar a la Reina? — Preguntó Thomas sin entender que la había llevado a tomar esa decisión.
—Ella es lo único que impide que usted este con el Príncipe, que tenga oportunidad de ser un padre... ¡Fue ella quien siempre intentó impedir que usted y la Princesa Genoveva estuviesen juntos! — Exclamó —. Se suponía que ella bebiera el té, parecería una enfermedad y nadie sospecharía, pero creo que...el Rey fue quien bebió al menos la mayoría de esos tés y ahora es él quien ha enfermado y no la Reina, pero quizá no sea tarde, es posible que el veneno no hubiese causado un daño irreparable aun y su Majestad mejore...
—Si él se mejora de pronto puede que más que un milagro, muchos crean y descubran que se trató de un envenenamiento — Su mente comenzó a idear un plan, aquella sirvienta ingenua había resultado ser más útil de lo que había previsto —, es tarde para retroceder, puesto a que si la Reina o alguien más descubre que intentaron asesinarla ordenará de inmediato que busquen al responsable, sería cuestión de tiempo para que te vincularan con el crimen.
— ¿Entonces sugiere que continúe envenenando al Rey? — No quería hacerlo, el hombre era benévolo, amable, no había hecho ningún mal...no debía ser él quien pagase por los errores de su esposa — No es correcto.
—Tampoco lo es asesinar a la Reina — Hizo la observación —. Tan sólo quiero protegerte, Solveig, así como también quiero que mi hijo este a salvo. La Reina incluso podría aprovecharse de esta situación para culparme a mí de intentar deshacerme de ella, entonces nadie se opondría a separarme de mi hijo, de este lugar...
—Pero la Reina es quien desea apartarlo de su hijo, ha querido que se fuera de Mystbelle desde un inicio...— Estaba convencida de aun cuando la Reina perdiese a su esposo, su postura no cambiaría y continuaría intentando sacarlo del mapa.
—Confía en mí, Solveig. Te prometo, que ella no será un problema — Colocó una mano sobre el hombro de la sirvienta —. Juntos lo lograremos.
Estaba a punto de llevar a cabo su mejor jugada; una que determinaría el destino del juego y lo haría vencedor; la Reina estaba perdida.
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