Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7.- Almendro.

Esos fatídicos dos días en la oficina antes del sábado habían sido una auténtica tortura, y había mantenido la esperanza de que una vez llegase el fin de semana podría despejar la mente. Así hubiera sido de no ser por Jin, su maldito restaurante y la infinidad de gotitas de pintura que había tenido que rascar del parqué. Lo único bueno que estaba teniendo ese sábado era la lasaña de espinacas y ricota que su hermano había preparado para cenar. Jin no tenía ningún problema en meterse con Italia a cada segundo que le era posible, pero bien que no dudaba en cocinar cada uno de sus platos. «Hipócrita».

Los hermanos se habían pasado el día trabajando solos porque Minji y Yeonjun se estaban encargando de comprar una cama plegable, además de las tareas de limpieza del apartamento. Hobi tampoco había podido pasarse en todo el día; ahora que había empezado a dar clase en el instituto privado que dirigía su padre era un poco más difícil para él sacar tiempo. Y esta súbita soledad a la que se habían enfrentado Jin e Ina había traído un interminable sábado de discusiones encadenadas sobre quién era más inútil de los dos. Habían pasado el día entero entre peleas sobre quién rascaba más gotas de pintura del suelo y quién había ensuciado más pintando. Pero en ese instante, en el que comían en silencio sobre la pequeña terracita de madera, la paz había vuelto a reinar entre ellos.

Jin acabó de comer un poco antes de Ina, y dejó el plato a un lado para apoyarse sobre las palmas de sus manos y respirar con calma. Aunque esa tranquilidad tan impropia en él duró más bien poco, porque al segundo siguiente le dio un codazo amistoso a Ina.

—¿Qué te pasa? —preguntó el chico mientras su hermana tenía la boca llena de lasaña. Ina frunció el ceño, dando a entender que no sabía a qué se refería—. Te has pasado el día entero con un humor de mierda.

Ina rodó los ojos y, una vez hubo terminado de comer, miró a su hermano con reproche.

—No sabía que tú habías estado cantando canciones de Disney y horneando galletitas precisamente.

—Mi excusa es que echo de menos a Minji, ¿tú cuál tienes?

—Que me caes mal —masculló Ina.

—Venga, cuéntaselo a tu hermano —insistió el mayor, repitiendo el codazo—. Estabas mirando las gotas de pintura como quien intenta adivinar el número de la lotería... Que, a ver, ya sabía que eres un poco rarita y eso, pero has estado más ida que normalmente, que ya es decir...

—¿Ida cómo?

—Ahí, metida en tu pedazo de cabezón.

Ina bufó y apartó la mirada de su hermano para evitarse la tentación de pegarle por el comentario que acababa de hacer. Se recostó sobre sus codos y se quedó mirando al cielo oscuro y nublado que se levantaba sobre el muro de piedra alrededor del jardín. ¿Debía decirlo? En realidad, ahora que estaban solos era un momento más o menos decente para soltar eso que llevaba carcomiendo su cabeza desde hacía unos días.

—Mamá y... él, ¿siguen relacionándose? —cuestionó en un susurro.

Dudaba que Jin fuera capaz de pillar a quién se había querido referir diciéndolo de una manera tan críptica. Pero cuando miró a su hermano y se lo encontró con los labios tensados y expresión seria, supo que la había entendido.

—No deberías preocuparte por eso —contestó sin darle importancia. Su tono y su expresión no tenían nada que ver, porque mientras que había intentado adoptar una voz despreocupada, su cara seguía mostrando un gesto severo que Ina no recordaba encontrar en él a menudo—. Espera un segundo aquí, he preparado tiramisú. No es por fardar, ya sabes que soy muy humilde... pero me ha salido para llorar de lo bueno que está.

Jin recogió los platos y, sin volverse para mirar la incredulidad en la cara de su hermana, se marchó a por el postre.

El consejo que le había dado Jin era una auténtica mierda, y provocó justamente el efecto contrario, porque no conseguía parar de darle vueltas a lo mismo. ¿Quería saberlo realmente? ¿Debía importarle? No tenía muy claro cómo debía sentirse al respecto, pero sabía que, quisiera o no, le afectaba saber que él seguía ahí... por alguna parte... Aunque no supiera dónde.

Se quedó sentada sobre la plataforma de madera, rodeando sus rodillas con ambos brazos, y trató de dejar el tema a un lado. No iba a conseguir nada preguntándose mil veces lo mismo si no existía una sola persona que quisiera ayudarla despejando sus dudas, y puesto que el simple hecho de pensar en aclararlas por sí misma le daba escalofríos, lo único sano para su mente era dejarlo correr.

Bajó la vista del cielo y la posó sobre el pequeño arbolito que reposaba en un círculo de tierra removida. Jin le había explicado que era un regalo de su padre; un almendro sacado directamente desde el jardín de su casa.

«Solo parece que está marchito; es magia, ¿no? Si esperas a que su momento llegue... es espectacular».

Ina sonrió ligeramente, dejando que su cabeza cayera sobre sus rodillas mientras seguía absorta en observar el pequeño arbolito.

Si lo pensaba, ella ya no tenía que esperar a la primavera tal y como cuando era una adolescente. Ya había florecido. Su único problema era que le quedaban algunas ramas secas que debía cortar de raíz... solo eso.

Un fuerte soplo de viento hizo que la parte trasera de su corta melena se meciese hacia delante, e intentó imaginarse cómo esa misma brisa se llevaba toda su preocupación. Todos sus miedos. Todo lo referente a él. Tal vez fuera una tontería, pero una vez la corriente se esfumó se sentía mucho más en calma que hasta hace un momento.

—Hola.

El saludo la tomó por sorpresa; esa voz no era la de su hermano, y tampoco llegaba desde el interior del restaurante. Provenía del lateral del jardín que daba a la calle. Despegó la cabeza de las rodillas y giró el cuello para mirar en su dirección. Por un momento temió haberse imaginado que le había escuchado, pero ahí estaba...

Estiró las piernas por encima de la plataforma, dejándolas colgar sobre el desnivel que daba al césped, y se inclinó para mirarle. Incluso entre la penumbra del jardín, y a una buena distancia de su posición, Ina pudo reconocer su mirada; una llena de esa calidez que la había reconfortado tantas veces a lo largo de su vida.

—¿Nam? —No terminaba de creérselo, por eso quiso preguntar antes de hacer alguna tontería. Sin embargo, el chico asintió una sola vez, y eso bastó para que Ina se levantase de un salto, corriese por la plataforma y se tirase sobre él sin dudarlo.

El mayor la recogió entre sus brazos con mucha fuerza, emitiendo una risotada que hizo sonreír a Ina, aún con la cabeza enterrada en el hueco de su cuello. Había olvidado lo bien que podía llegar a sentirse un abrazo de Namjoon; lo pequeña que la hacía creerse entre sus brazos. La altura de Nam siempre había sido imponente, pero en ese instante lo notaba mucho más a causa de la manera en que sus piernas no llegaban a alcanzar el suelo. El mayor la tenía suspendida en el aire, fuertemente encerrada bajo sus manos, como siempre la habría abrazado... Como si no quisiera dejarla ir nunca.

El rostro de Namjoon se acercó a un lado de su cabeza, y sintió cómo el mayor apoyaba la frente sobre ella. En medio del silencio le escuchó inspirar y espirar de forma agitada, y no pudo contenerse por más tiempo:

—¿Por qué no me has cogido el móvil? —le reprochó sin querer la chica—. Te he estado llamando desde que volví, mucho antes de eso incluso, para avisarte de que venía, y no me lo has cogido ni una vez —refunfuñó, sonando más infantil de lo que pretendía.

—Lo siento muchísimo —susurró él.

—¿Por qué has tardado tanto en venir a verme?

—Lo siento —repitió Namjoon, con un deje de diversión que enfurruñó más a la chica.

—¡¿Algo de esto te hace gracia?! Porque estoy muy enfadada, Kim Namjoon, espero que seas consciente de la gravedad de tus actos.

Tras soltar una pequeña carcajada que se apagó sobre la mejilla de Ina, Namjoom tomó otra bocanada de aire y habló:

—Soy consciente, Innie... y de verdad que lo siento.

¿De qué servía otro reproche? Estaba enfadada, sí, y con razón: ella jamás le habría hecho esperar tanto, encima ignorándolo de una forma tan cruel. Pero, por otro lado, estaba ahí junto a ella, ¿no? Había vuelto a su lado por fin. Lo único que quería decirle en realidad era...

—Te he echado mucho de menos, Nam... —susurró sobre el oído del mayor—. Muchísimo.

Esperaba oír que él también la había echado de menos, pero el chico se quedó en silencio, apretándola más aún entre sus brazos. ¿Cómo se había permitido olvidar lo bien que se sentía un abrazo de Nam? La calma, el cariño, la seguridad. Desde pequeña había acudido a él cuando se sentía triste, y nunca había recibido más que comprensión y confort. Ahora, sin embargo...

—Lo siento, Innie. No he podido estar antes, y de verdad que lo lamento.

Quizás la razón de no poder sentirse reconfortada por ese abrazo estaba ahí: en la voz de Nam. En su tono áspero y ronco. En sus manos temblorosas... Retiró la cabeza de su hombro y le miró, esperando encontrarse con una sonrisa o un gesto de disculpa, pero cuando el mayor se separó de ella y clavó la mirada en sus ojos, Ina solo encontró un enorme nubarrón dibujado en ellos. Más grande y más gris del que nunca antes hubiera visto.

Iba a volver a reprocharle algo, cualquier cosa valdría, pero no pudo hacerlo una vez le miró. Los ojos de Namjoon brillaban como si estuviera a punto de echarse a llorar; Ina podía reconocer cómo se veían unos ojos tristes y vacíos, y quiso despejar ese nubarrón en cuanto lo observó en él... Aunque no supo cómo hacerlo. Por eso mismo se quedó ahí, mirándole en la cercanía que los brazos del chico mantenían. Una que se volvía más y más escasa cuanto más se acercaba a ella. Parecía que Nam estaba a punto de decir algo, puesto que sus labios se separaron, y debía ser algo realmente importante... ya que Ina sintió que el agarre del mayor a su espalda se volvió más intenso, pegándola mucho contra su pecho. Hace unos segundos ni siquiera sentía su aliento, ni el calor de su piel pegado a la cara, pero ahora podía captar ambos sobre el rostro, más y más intensamente; y aunque no sabía qué estaba pasando, no se apartó de él un solo milímetro. No hasta que se sintió caer el pequeño tramo que la separaba del suelo una vez Nam la soltó de sopetón.

—¿Qué pa...? —murmuró confusa.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jin. Ina giró sobre sus talones y se encontró a su hermano en el marco de la ventana que daba al jardín, sujetando dos platos de tiramisú. Namjoon le miró como si presenciase a un fantasma y no contestó—. En fin... —suspiró Jin—. Siéntate, anda, que te traigo un plato a ti también.

—Solo me había pasado a saludar, no hace falta —se excusó Nam. Parecía incómodo, puesto que no volvió a mirar a Jin mientras se revolvía el pelo de detrás de la cabeza—. Mañana trabajo y no quiero que se me haga muy tarde.

Como Ina ya había notado hacia dónde iba a esa excusa, enganchó a Nam de la mano y lo arrastró hasta el porche, obligándole a sentarse a su lado con un tirón seco.

—No te vas a ir a ningún lado ahora que has aparecido por fin —espetó decidida—. Bueno, cuéntame qué tal has... Jin, ¿qué haces?

—Intentar sentarme, ¿no lo ves?

Ina notó cómo su hermano trataba de hacerse un hueco entre Nam y ella para acoplarse ahí, por lo que le apartó de un manotazo que casi hizo que el mayor tirara los tiramisús. Y como Ina le lanzó una mirada de advertencia muy parecida a la de su madre, Jin, derrotado, se sentó finalmente a un ladito de su hermana antes de empezar a comerse su postre con aire ofendido, sin ofrecer el otro plato a nadie.

—¡Venga, cuéntame! —pidió Ina, súbitamente emocionada en dirección a Namjoon, que desvió la mirada de Jin para centrarla en ella.

—¿Qué quieres que te cuente?

—No sé, ¡todo!

—¿T-todo? —dudó el chico.

—Todo —corroboró Jin, de morros.

A Ina no le gustó un pelo la conversación cifrada de amiguitos del alma que estaban manteniendo Jin y Nam, así que se coló en medio de la mirada que se lanzaban y volvió a insistir.

—No sé muy bien por dónde empezar, si te soy sincero...

—Mmmm... Pues Hobi me contó que tienes tu propia empresa, ¿no? ¡Háblame de eso!

—¿Cuándo te ha...? —inquirió Namjoon, descolocado, pasando la mirada de Ina a su hermano.

—Se le escapó el otro día —explicó Jin—; ya sabes cómo es... se hunde ante la presión.

—¿Es alto secreto que tengas una empresa o algo? —masculló Ina, cansándose del maldito secretismo que escondían esos dos.

—No, para nada —se excusó Nam, apaciguándola con su tono calmado—. Pero quería ser yo quien te lo contase, supongo.

—Pues cuenta si tantas ganas tienes —exigió desconfiada.

—A ver... no hay mucho que decir en realidad; es una empresa pequeñita de ciberseguridad. —Jin bufó, aún con la boca llena de tiramisú, e Ina le propinó un manotazo en la pierna para que se callara—. Aprendí mucho de técnicas fraudulentas hace años, como bien sabréis... Pues llegado el momento decidí que, ¿quién mejor que un ladrón para saber cómo defenderse del resto de ladrones? Es un trabajo duro y poco agradecido, pero me va bien, aunque tenga que dedicar veinticuatro horas al día a atenderla.

—Tu propia empresa... Vaya —susurró Ina, mirando a Namjoon con orgullo—. Eso es increíble, Nam. ¿Y tienes trabajadores o estás solo tú? ¿Cómo se llama? ¿Estás ganando pasta? ¿Tienes oficina?

Namjoon le lanzó una mirada de socorro a su amigo, pero Jin solo esbozó una mueca de satisfacción que volvió a poner a Ina en alerta.

—Os lo voy a avisar a los dos: me estáis cabreando con tanta miradita —gruñó, señalando a ambos con un dedo estirado—. Del imbécil de mi hermano me lo espero todo a estas alturas...

¡¿Perfona?! —exclamó Jin, escupiendo un poco de tiramisú por la sorpresa.

—... Pero tú solías confíar en mí, Nam... —continuó ella como si no hubiera escuchado la intervención—. Han cambiado muchas cosas desde que me fui, lo entiendo. Y entiendo que a todos os parezca un poco raro que yo esté aquí de repente... Puedo hasta llegar a entender que os cueste trabajo dejarme ocupar otra vez un huequecito en vuestras vidas, pero... no quiero perderte...

—Innie... —suspiró el mayor, pasándose las manos por la cara—. No es cuestión de perderme; no me vas a perder nunca. Pero es difícil.

—¡¿El qué es tan difícil?! Si en vez de tratarme como a una niña idiota que es incapaz de comprender nada empezaseis a contarme las cosas, a lo mejos os daríais cuenta de que puedo entenderos mejor de lo que creéis.

Namjoon soltó un resoplido agobiado y volvió a mirar a Jin casi inconscientemente.

—A mí no me mires, según la enana cabezona esta, soy un imbécil.

—Jin... ¡Te juro que te odio! —gruñó Ina, enfurecida por las constantes (e inútiles) intervenciones de su hermano mayor.

—¡¿Le dices eso a tu propio hermano?! ¡¿Al ser que te dio la vida?!

—¡¿Cuándo me diste tú a mí la vida, pedazo de imbécil?!

—¡ESO SÍ QUE NO TE LO CONSIENTO! ¡Esos modales de delincuente juvenil te los dejas fuera de mi techo, señorita!

—¡ESTAMOS EN EL JARDÍN!

—Chicos, mejor me voy —murmuró Namjoon, que se había ido alejando mientras los hermanos discutían—. De verdad que es muy tarde, no puedo quedarme más.

—Pero... ¡Nam, espera, te acompaño! —se apresuró a ofrecer Ina.

Pero para cuando se levantó, el chico ya se había despedido con la mano y había abandonado el jardín a toda prisa. De todas formas, Ina salió corriendo tras él de camino a la calle principal, encontrándola desierta... Solo fue capaz de distinguir unos faros en la lejanía, pero ni rastro de Namjoon.

Volvió al lateral de la casa donde Jin seguía comiendo tiramisú con las piernas estiradas sobre los tablones de madera y se sentó chafada al lado de su hermano.

—¿Me explicas qué narices le pasa a Nam? —cuestionó cruzada de brazos.

—Hermanita... —resopló Jin con prepotencia— le pasa lo mismo de siempre...

—¿Y qué es lo mismo de...?

—Mejor me llevo los platos dentro —la interrumpió Jin, levantándose a toda prisa—. No quiero que los restos del tiramisú atraigan a las hormigas y esto se llene de bichos.

Ina le observó marchar sin dar crédito a que la hubiera dejado ahí tirada con la palabra en la boca. Y de paso se preguntó también qué clase de problema tenía su familia entera con las hormigas...


---

Hellouuuuus.

Como lo prometido es deuda, aquí os traigo un capítulo brand new de Rewrite Me. Aunque es bastante cortito (ya sabéis que funciono así en el principio de todas las historias) espero que os vaya sirviendo para ubicaros un poco en el ecosistema que rodea a Inita.

Sieeeeeempre digo que intentaré actualizar antes de que pasen 37 años entre una subida y otra, y espero cumplirlo esta vez, así que espero que os haya gustado mucho el capítulo y nos vemos en el siguiente dentro de poquito, queridas.

Py lots <3

---

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro