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4.- Campanas.

La noche anterior, a las tantas, alguien se había colado en el apartamento a escondidas, aunque Ina no se dio cuenta hasta la mañana siguiente... Resulta que Jin y Minji vivían juntos ahora, y que el cuarto donde ella dormía debía haber estado siendo utilizado por Yeonjun, que se había quedado sopa en el sofá del salón sin otro sitio en el que poder dormir. De haberlo sabido antes, jamás habría aceptado esa cama. Solo de ver al pobre crío despatarrado en un sofá demasiado pequeño para su imponente altura se había sentido culpable y decaída durante toda la mañana.

Decidió tratar el tema con Jin en cuanto le viese en el restaurante unas horas más tarde, y le dejó preparado (a modo de disculpa) un gran desayuno al pequeño, que, para cuando Ina se fue a hacer la inevitable visita a la facultad de Derecho para inscribirse al máster, seguía profundamente dormido.

Esa mañana, como la ocasión lo pedía, se había vestido más formal que normalmente, con un sobrio vestido gris de manga corta y largo hasta la rodilla. La reunión que tuvo para inscribirse fue genial hasta que le pasaron el papelito que explicaba con pelos y señales cuánto debía desembolsar. Especializarse en Derechos Humanos había sido su meta desde que empezó la carrera, pero no había meditado demasiado que esa decisión le costaría lo equivalente a un riñón, un bazo, el apéndice, la oreja izquierda y dos buenos cachos de hígado. De todas formas, su decisión seguía inamovible, y aunque le iba a costar todo el dinero que había conseguido ahorrar a lo largo de cuatro tortuosos años de duro trabajo (en los que pasó de ser dependienta a barista y de ahí a pinche, pasando por fregaplatos), merecería la pena. Al menos de eso se trataba de convencer cada vez que las terroríficas cifras llenas de ceros aparecían en su recuerdo como un terrible espectro.

Antes de volver al restaurante para encontrarse con Jin (y seguramente con Minji, que salía temprano de su trabajo como administradora de casas de acogida ese día), se pasó por el apartamento para cambiarse con la esperanza de encontrarse con Yeonjun.

Mentiría si dijera que se sentía incómoda con Jin, Minji y Hobi, pero tenía la sensación de que todos ellos le ocultaban cosas y que la miraban con recelo, como si esperasen que fuera a echar a correr de un momento a otro. El único que parecía tratarla como siempre era el pequeño. Pero cuando llegó al piso, solo se encontró los platos de desayuno limpios sobre el raquítico secador de platos de la encimera y una nota en la mesita que decía: «Gracias por el desayuno, sensei. Te devolveré el favor muy pronto», seguido de un tachón enorme y un pequeño corazoncito, también tachado con prisas.


—¿Y los lirios? —preguntó Ina, que tenía una gran mancha de pintura blanca en el puente de la nariz de la que no se había percatado. Minji torció el gesto—. ¿Rosas?

—Me gustan —dejó caer la pelirroja, que llevaba la melena recogida en un moño y pasaba monótonamente el rodillo por la pared opuesta a la de Ina—, pero son carísimas... No podemos permitírnoslas.

—Mmmm... ¿Margaritas? —insistió Ina, Minji negó con la cabeza soltando un suspiro.

—¿No las ves muy... sencillas?

—¿Y qué tiene eso de malo?

—Solo me voy a casar una vez en la vida —suspiró Minji, con ese aire de enamorada que empezaba a exasperar a Ina—, quiero que todo encaje y que sea especial. No perfecto —explicó rápidamente—, pero sí... único.

Ina se volvió un poco para mirar la espalda de la chica mientras pintaba con la brocha el trozo de pared que daba a los rodapiés. Se lamentaba de no poder ayudarles más... Si no se hubiera gastado todo ese dinero en el estúpido máster, podría habérselo dado a Jin y Minji para que lo usaran en la boda. Aunque sería demasiado optimista creer que hubieran aceptado su dinero...

La verdad era que se sentía mal por ellos, y se sentía aún peor pensando en la humilde boda que iban a tener si la economía no mejoraba de ese punto a la fecha en cuestión. Durante ese rato que llevaban ocupadas en rematar la pintura de la sala principal, Ina se había enterado de que el motivo de que Minji se hubiera ido a vivir al apartamento de Jin era que los dos trataban de ahorrar lo más que pudieran justamente para esa boda... Además, Minji había ayudado a Jin a pagar parte de ese restaurante en ruinas, por lo que tampoco es que pudiera echar mano de ningún ahorro. Por si fuera poco, la universidad de Yeonjun (que empezaba ese mismo año), también se había llevado un buen pico de lo que pudiera tener, y eso que el chico había obtenido una beca que cubría la mitad de sus estudios.

Se encontraba inmersa en sus pensamientos, tratando de dar con una forma de hacer aparecer dinero mágicamente, mientras otra parte de su cerebro seguía dándole vueltas y vueltas a todos los tipos de flores que recordaba para ver si daba con una que a Minji le pareciera bien. Como no había encontrado mejor manera de ayudarles, había decidido arrimar el hombro con el local y ayudar a su hermano en todo lo que pudiera, con la esperanza de que el restaurante empezase a dar beneficios lo antes posible.

Obviamente, también pensaba estar presente en cualquier pequeño asunto referente a la boda... ¿Qué Minji necesitaba un vestido? Ahí estaría ella, aprendiendo a coser si hacía falta (cosa que esperaba, de corazón, que no fuera necesaria). ¿Que Minji quería rosas para los centros de flores de las mesas? Siempre podía colarse en un invernadero y hacerse con unas cuantas...

Mientras repasaba cuántas leyes estaría infringiendo al perpetrar un robo de ese calibre, un cilindro de color rojo se quedó suspendido en el aire a un lado de su cabeza. Al mirarlo fijamente vio que solo se trataba de Minji, ofreciéndole un refresco que cogió antes de que la pelirroja se sentase a su lado en el suelo.

—¿Sabes qué? —carcajeó Minji, abriendo su lata—. La cara de concentración de tu hermano y la tuya son idénticas.

Ina quiso mostrar su rotunda oposición al esbozar una mueca de asco exagerada.

—La diferencia es que yo pienso de verdad. Jin lo que hace es oír la canción de fondo que ponen en los supermercados mientras su minúsculo cerebrito trata de entender qué es esa vocecilla que escucha de vez en cuando sonando en su cabeza. ¡Oye! —se quejó ofendida cuando Minji le dio un juguetón pellizco en el muslo.

—Ese del que hablas es mi futuro marido.

—Antes que tu marido es el idiota de mi hermano. Y antes de que tú fueras su novia, se suponía que eras mi amiga...

—Ya, eso es verdad —aceptó Minji con una sonrisilla maligna (también muy parecida a la de su hermano menor)—. Qué lástima que lo nuestro no cuajara, ¿eh, Ina? La heterosexualidad es un martirio.

La pelirroja le guiñó un ojo e Ina sintió cómo se le subían los colores. Ya casi no le pasaba, pero a veces, Minji le hacía eso solo para comprobar que seguía funcionando. Ina lo odiaba con toda su alma, pero le era imposible no sentirse un poco nerviosa cuando estaba con la chica; seguía notándose algo intimidada por esa perfección que desprendía. A decir verdad, todavía pensaba que Minji era... simplemente increíble, aunque no fuera admitirlo ni en un millón de años. No a ella, por lo menos.

—¿Qué tal ves unos tulipanes? —cuestionó Ina, muy concentrada de repente. Minji soltó una carcajada y bebió de su refresco antes de que la puerta del restaurante se abriera.

Como el techo ya estaba pintado, su hermano había colocado un móvil con cristalitos encima de la puerta que tintineaba de forma sutil cada vez que esta se abría. Y cuando Jin y Hobi pasaron al interior del local, Ina se sobresaltó un poco por el sonido que emitió.

—Ya he encargado los fogones, el frigorífico y... —Jin paró de hablar para mirar una hoja pequeña que llevaba en la mano—. ¡Ah, sí: el lavavajillas!

—¿Y a mí no me has traído nada? ¿Ni un microondas chiquitito? —farfulló Ina, solo con la intención de fastidiarle. Pero era más difícil hacerlo si su hermano tenía a su novia pegada a la cara— ¿Van a estar así siempre? —preguntó la chica en dirección a Hobi, que se adelantó y se sentó a su lado—. Porque me empieza a dar un poco de asco este espectáculo a todas horas.

—Están enamorados, Innie —concluyó Hobi, como si ese simple hecho les diera el derecho de estar pegados como imanes a cada segundo.

Como Jin y Minji habían pasado de besarse a decirse cositas en susurros el uno al otro, Ina tuvo que apartar la cara al tiempo que rodaba los ojos para centrarse en el jardincito lateral. No se había fijado realmente hasta el momento, pero allí, en un montículo de tierra removida, había un pequeño arbolito que lucía recién trasplantado. Habría jurado que no estaba el día anterior.

—Hobi —le llamó con la vista clavada en las raquíticas ramas del árbol—, ¿porque Nam no ha venido todavía?

—¿Nam? —preguntó él, como si no cayese a quién se refería Ina—. ¡Ah! Claro... claro... Nam. Pues no sé... Anda muy ocupado, todos estamos muy ocupados ahora, ya sabes. Y él... bueno, es el más ocupado de todos...

Ina llevó su mirada a Hobi, incapaz de pasar por alto el nerviosismo del mayor.

—¿Qué pasa con Nam?

—¿Qué pasa con todos nosotros? —preguntó Hobi con una risilla nerviosa—. Nos hacemos viejos, ¿no? Eso debe ser. Tu hermano con el restaurante y con una boda en camino, yo con las clases en el instituto, Nam con su empresa... —De repente pareció horrorizado.

—¿Una empresa? ¿Nam tiene...?

—¡No! B-bueno, sí que la tiene, pero yo no debería haber dicho... Es que... ¡Anda, mira, ahí viene tu hermano!

Hobi se levantó a toda prisa, derramando algo de su refresco por el camino, y se dirigió a Jin sin volver a mirar a Ina.

El tema era extraño. Solo un idiota podría haber ignorado que Hobi acababa de ponerse de los nervios por nombrar a Namjoon. Ina sabía de buena mano que Nam siempre andaba ocupado, mucho más desde que ella se fuera a Italia. Pero internamente confiaba en que su vuelta haría que su relación volviese a ser como era. Casi no había hablado con Nam tras su partida, el mayor siempre le ponía excusas al respecto: la universidad, el trabajo, una mudanza, otra mudanza... Ina lo había aceptado porque pensaba que Namjoon jamás le mentiría diciéndole que no tenía tiempo si no fuera verdad, pero ahora estaba en Seúl y ni siquiera tenía diez minutos para verla.

Algo estaba pasando, e Ina pensaba averiguar el por qué aunque tuviera que sacárselo a los idiotas de Jin y Hobi mediante tortura. En realidad lo iba a hacer de inmediato, pero sus planes se truncaron mucho antes de que pudiera siquiera armarlos. Los dos chicos salieron disparados de repente, poniendo la excusa de que iban a comprar pollo frito para cenar, y dejaron a Minji e Ina solas e igualmente confusas.

—Yo creía que íbamos a cenar en casa —murmuró Minji, descolocada.

—Esos dos imbéciles me están ocultando algo, y como no son maestros del mal precisamente, tienen que dar este espectáculo lamentable —le explicó Ina. Empezaba a sentirse algo cansada, pero sobre todo decaída.

No es que quisiera que las cosas volvieran a cómo eran antes, pero no esperaba que todo hubiera cambiado para mal durante su estancia en Roma.

Todo el mundo parecía tener secretos inconfesables. Ahora era una extraña tanto en su casa como en el apartamento de Jin. Y lo peor que tendría que vivir estaba a punto de llegar a la mañana siguiente, cuando visitara la empresa de su madre...

—¿Estás bien, Innie? —indagó la pelirroja, acercándose preocupada por la mueca triste que esbozaba la chica. Ina asintió quitándole importancia—. Oye, si es por Namjoon (no me mires así, me he enterado sin querer), es verdad que está muy ocupado. Casi no se ha podido pasar por casa desde que me mudé con tu hermano, y siempre que le invitamos a cenar lo rechaza.

—Ya, pero... hay algo más. Simplemente lo sé —añadió al ver que Minji se disponía a insistir—. Nam no es la clase de amigo que te ignora solo porque se haya pasado un tiempo sin verte... No lo era —se corrigió a sí misma, acordándose de lo que le había dicho Yeonjun: «la gente crece, se hace mayor... Cambia».

¿Sería eso lo que pasaba con Namjoon? ¿Había cambiado tanto como para que ella no le importase en absoluto?

—Mira, no conozco muy bien a ese chico, pero te conozco a ti, Innie —Minji le cogió la mano y la invitó a mirarla—. Tienes mucho en la cabeza ahora mismo, y seguro que te está costando adaptarte ooootra vez a todo este caos, pero encontrarás tu lugar aquí, te lo prometo.

«¿Y si no lo hago? He dejado todo lo que tenía para venir aquí otra vez... ¿Y si no estaba preparada para hacerlo? ¿Y si no debía haber vuelto jamás?».

Ina guardó lo que pensaba para sí y le dedicó una pequeña sonrisa desganada a su amiga. Para cambiar de tema (y dejar ese halo deprimente que rodeaba a Ina atrás), Minji empezó a hablar de la boda otra vez. Ina no sabía si es que la pelirroja estaba obsesionada o es que no se le ocurría nada mejor de lo que hablar, así que le siguió el rollo decentemente.

Por lo visto, la boda se celebraba a mediados de primavera. Y como si no hubiera suficientes cosas que se ponían en contra, solo contaban con seis meses para cerrar todos los detalles... Parecía un margen considerable si no se tenía en cuenta que aún no habían elegido NADA. Minji no conseguía decidirse, y Jin estaba tan ocupado con el restaurante que no podía sacar tiempo para planearla.

Ina no pretendía fardar, pero si había alguien en este mundo que pudiera ayudarles con una organización perfecta y milimétrica, era ella. Una suerte para los novios tener a mano a una hermana y cuñada obsesionada con los detalles...

En el medio del caos de las fechas, las flores (otra vez), el vestido y el sitio en que se celebraría (Ina no quería ni mencionar el presupuesto), cayó en algo menos relevante a tener en cuenta:

—¿Y la fiesta de despedida? —preguntó casi sin querer.

—Pues... no lo había ni pensado —confesó la pelirroja—. ¿Es importante hacerla?

—¿Supongo? Aunque si vamos justos de pasta lo mejor es dejarlo de lado... Al fin y al cabo, esas fiestas solo se hacen en favor de tus amigas solteronas.

—¿Tú quieres que la haga? —preguntó Minji, muy preocupada de repente.

—Vaya manera más rastrera de llamarme solterona a la cara —farfulló Ina. Minji trató de aguantar la carcajada que se formaba en su garganta, pero no lo consiguió—. Encima... No, no, tranquila: ríete todo lo quieras, por favor. No te sientas mal por ser una persona horrible.

Cuando Minji se secó las lágrimas y pudo contenerse, se acercó a Ina para hablarle de una forma más privada, aunque estuvieran completamente solas en el comedor.

—No he podido preguntarte porque siempre estaba tu hermano, y ya se sabe que no se puede mencionar nada referente a que seas una adulta con una vida sexual propia delante de él, pero...

—¿Qué intentas decir? —inquirió Ina, poniéndose colorada ante la insinuación.

—Ya sabes... En Italia... ¿tú has...? ¿Has tenido a alguien?

Después de tanta vuelta para soltarlo se esperaba una pregunta un pelín más fuerte que esa; se sintió bastante aliviada, eso por descontado, pero dudó si debía decir algo. Aunque Minji era su amiga, ¿no? Podía hablar de eso con ella al igual que había hablado con Amanda mil veces acerca de Alessandro.

—Había alguien, sí —murmuró Ina en voz muy baja. Empezaba a ponerse todavía más roja por culpa del tema—. Pero antes de que preguntes nada: no, no sigo con él. Y no, no era nada serio. Y por supuesto: no, no te voy a dar detalles.

Minji pareció algo decepcionada, y se cruzó de brazos con un gesto infantil que ablandó a Ina al instante.

—¿Y ya está? ¿No tengo derecho ni a preguntar? —se quejó la pelirroja.

—Técnicamente hablando...

—¡Nada de tecnicismos! ¡Cuéntale a tu cuñada quién es tu enamorado!

Pese al ambiente de broma que flotaba en el ambiente, ese calificativo referido a Alessandro hizo que Ina se sintiera súbitamente mareada. Sin embargo, Minji no pareció darse cuenta, porque siguió hablando del tema. Pasó a comentar algo acerca de sus exs y de que nunca había sentido por nadie lo que sentía por Jin; después, cuando su faceta de novia de cuento se hallaba en su máximo esplendor, explicó ofendida algo acerca de Yeonjun y de que saltaba de flor en flor o algo por el estilo. Y mientras Ina trataba de centrarse y olvidarse de esa horrible palabra, Minji empezó a hablar de la época en que se conocieron. Y aunque el discurso se centró en ellas, hubo una sola mención a otra persona.

Una sola...

—... ¿has hablado con él?

Esa pequeña pregunta parecía haber salido sin permiso de los labios de la pelirroja, que abrió los ojos como platos y se llevó una mano a la boca de forma inconsciente. No había dicho su nombre, no había dado pista alguna de a quién se refería, pero Ina lo sabía. Como muchas otras cosas, simplemente supo a quién se refería.

Los ojos castaños y grandes de la chica se apagaron de repente, como si esa pregunta hubiera accionado un interruptor interno.

—Innie, no quería...

—Estoy cansada; entre el papeleo del máster y tanto pintar no me siento ni las manos —explicó Ina, tratando de sonreír—. Creo que me voy a adelantar para acostarme temprano, mañana tengo que empezar a trabajar.

—Innie...

Minji se levantó para seguirla, con una cara de tristeza que solo la hizo sentirse peor.

—Hasta mañana.

Pasó por la sala a toda prisa, recogiendo su bolso de forma inconsciente del suelo; cruzó la puerta y, pese a que actuaba de forma automática, el tintineo del móvil de viento volvió a sobresaltarla una vez cruzó el umbral. Cuando la puerta se cerró a su espalda, soltó un suspiro aliviado al escuchar cómo ese inquietante sonido se ensordecía.

Quiso echar a correr, sintiéndose arrastrada por unas ya conocidas ganas de huir. Las controló. Pudo domarlas tal y como había aprendido a hacer, y caminó cabizbaja, tratando de mantener la calma mientras avanzaba por la solitaria calle, en la que solo había una figura más que caminaba en dirección contraria. Sin querer (y sin darse cuenta), el hombro de Ina chocó contra el del extraño, y sin pararse a soltar una mísera disculpa, continuó caminando hasta hallarse completamente sola.

Creía que estaba haciendo un buen trabajo aún estando de vuelta en Seúl. Pero todavía había cosas —pensamientos, costumbres...— que no se habían ido. No del todo.



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Hellouuu.

Tras 400 años, os traigo un nuevo capítulo de Rewrite Me pa que lo gocéis (o no XD). Sé que la última actualización fue hace bastante y que solo vamos por el capítulo 4, pero si tenéis alguna opinión de lo que nos hemos encontrado hasta ahora, la escucho gustosamente, queridas mías <3

De momento, como estamos tan al principio, no tengo mucho más que decir, así que me espero para soltar preguntas y tonterías varias. Nos vemos prontito (espero) y os mando mil besos a cada una.

Py!

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