episodio nueve
HERMIONE ENVIABA UNA CARTA CASI A DIARIO. No hubo un solo día en que Ada dejara de leerla y responderle, solía escatimar en detalles y ahorrarle toda la parte de su vida en donde solía estar en peligro. Preocuparla no era el objetivo. Este día no fue la excepción. Hardy atravesó la ventana sosteniendo un nuevo sobre de parte de su mejor amiga.
Adalia acarició las plumas de Hardy cuando terminó de leerla. Como siempre, Mione le contaba cómo estaban todos y le deseaba buena suerte con su proceso de mejora. Se hizo un recordatorio mental de contestarla cuando regresara de clases en la tarde. Terminó de cepillarse el pelo para entonces retirar los cabellos sueltos que habían caído sobre su suéter de gryffindor. Estuvo así, entretenida con los detalles dorados del escudo sobre su pecho. Los leones y la bandera. Un dibujo de amarillos resplandecientes y detalles rojos escarlata que representaba a los de su casa. Extrañaba eso. Ver la bandera de su casa colgada en la sala común, en los partidos de quidditch...
Su mente comenzó a divagar más allá. Recordando los viejos días, aquellos en los que se paseaba por los pasillos del castillo apurada por llegar a tiempo a sus clases o a cenar con sus amigos en las noches tranquilas y en las no tan tranquilas también. Suspiró. Ya no quedaban más que ruinas de ese lugar. Todo lo que recordaba fue reducido a nada en la batalla.
Perdida en este torrente de memorias de la guerra, Ada se detuvo en la cima de la escalera. Empezaba a escuchar voces de discusión abajo.
—La casa. —oyó que decía Derek cuando llegó al salón. —Creo que está encantada.
—Claro que lo está. —Alex pasó a su lado sin inmutarse, se llevó la humeante taza de té a la boca mientras el vapor se alzaba por encima de sus oscuras pestañas.
Ada registró la habitación con la mirada. En el pasillo la escoba marchaba a su propio ritmo, como si estuviera siguiendo una música que ninguno de ellos notara, incluso parecía contenta barriendo toda la suciedad a su paso. Sobre la chimenea los cuadros charlaban entre sí pero no era un ruido alto ni que llegara a ser molesto. Fuera de eso, no había nada extraño. Ada no entendió que tenía tan alarmado al Hale.
—Derek, si hay algo que te moleste de la casa, siempre puedes irte. —Alex pestañeo lentamente con un aire inocente que desbordaba falsedad. Apoyó su taza vacía en el aire y esta permaneció flotando un rato hasta que emprendió su viaje de retorno a la cocina.
—Sabes que no puedo.
Ada hizo una mueca incomoda recordando que por culpa de la boca enorme de Scott ahora lo estaba buscando la policía.
—Bien. —Alex hundió los hombros. Fingiendo indiferencia. —Entonces tienes que acostumbrarte a estar aquí y a que las cosas se muevan solas. —sonrió cerrando los ojos y recargándose al sofá.
Derek puso la vista en blanco. No la soportaba.
Ada negó con la cabeza mientras intentaba desaparecer una pequeña sonrisa traviesa que afloraba en sus cosmisuras. Ambos eran tan obstinados.
—Derek si quieres estar más tranquilo puedes bajar al sótano. Es bastante grande y tiene un hechizo de luz así que no es oscuro ni aterrador ni ninguna de esas cosas al contrario. —empezó a decir pero luego se dio cuenta de que el Hale era un hombre lobo y tampoco le importaba mucho si allá abajo parecía el típico escenario de película de terror donde desaparecía la gente. De todas formas si alguien lo iba a desaparecer de forma escalofriante sería Alex y estaba arriba con ellos en ese instante.
—Lo haría pero Alex lo llenó de acónito. —suspiró pero a Ada no le parecía que estuviera molesto realmente con eso. Luego la miró. —¿Cómo sigue tu mordida?
Ada parpadeó, ¿por qué había acónito en el sótano? Alex solo usaba el invernadero del segundo piso para cultivar y cuidar sus plantas.
—Está mejor. Ya puedo caminar bien. —había dejado de sentir dolor la noche previa. Todo gracias a las medicinas y cuidados de Alex.
—Bien.
Ada necesitaba salir en ese momento. Debía llegar temprano para hablar con Ally. Se acercó a la puerta y elevó la voz.
—Alex me voy a la escuela.— interrumpió el silencio.
Una Alex con cabellos rojos giró a verla con un gesto casi desafiante.
—¿A dónde ibas?
—Al instituto.— repitió la bruja peleando con la cerradura, los engranajes de metal con cooperaban para abrirse.
Alex le miró la rodilla cubierta por un vendaje alzando una ceja.
—¿En serio? ¿Y qué más vas a hacer?
Ada sonrió pensando que estaba bromeando otra vez, abrió la puerta y está se cerró abruptamente por arte de magia.
—¡Alex!— intentó convencerla. — ¡Ya estoy bien! Te lo juro.
— No creo en promesas de gente que se apellide Potter.
— ¡Oye!— la miró ofendida.
—¡No vas!— la señaló y luego a Derek. — ¡Y tú encuentra la forma en que vas a solucionar tus problemas antes de que la policía descubra que estás aquí! No te esconderé aquí para siempre, Hale.
Derek y Ada se quedaron viendo cómo Alex se iba dando pisadas pesadas de la habitación.
—¿Todas las brujas son igual de insoportables?— preguntó en voz alta.
—Es tu culpa. La pones de mal humor. —Ada lo apuntó con el dedo.
La bruja Potter se dejó caer en el sofá. No quería retrasarse en clases ahora que festaba agarrándole el ritmo a las materias muggles. Pestañeó y suspiró en dirección al cuadro de las damas, las tres señoras interrumpieron su propia charla y la saludaron cordialmente.
—No le hagas mucho caso a la señorita Lupin, cielo. — murmuró la del medio.—He oído que recibió una carta del ministerio esta madrugada.
—¿Que decía?— preguntó Ada inclinándose.
—Le queda poco tiempo para entregar el segundo informe. Si no le aprueban este ya puede olvidarse de todo el manual.— la del vestido rosado abrió el abanico y lo batió sobre su rostro. — Ya sabes, todos están apurados. En pocos meses reabrirán Hogwarts. Ya dieron la fecha del reinicio.
Ada dejó de respirar sin darse cuenta. Una nueva cuenta regresiva le pisaba los talones. Pronto tendría que reincorporarse a su vieja vida y, por más extraño que esto fuera, la idea de volver no la hacía para nada feliz. Al contrario. Le oprimía el pecho y la hacía temblar.
Escuchó un ruido familiar, un pitido que la arrancó de sus pensamientos.
—Uno de tus amigos está afuera. —avisó Derek asomándose a la ventana.
Ada caminó hasta la misma. El Jeep de Stiles estaba frente a su casa. Ella suspiró.
—Ya.
—¿No vas a salir? Creo que ya te vio.
—Imposible. Las ventanas no dejan ver hacia adentro. Es un hechizo que se hace con colmillos de vampiro, los haces polvo y después...
—No lo quiero saber. —Derek le puso una mano en la cara para que se callara.
Ada se apartó riendo.
—Además Alex no me dejó salir antes, ¿lo olvidaste?
—Puede ser. —dijo como si nada encogiéndose de hombros. —Si me pregunta por ti le diré que nunca ví cuando saliste.— Ada le sonrió de nuevo, esta vez le propinó un abrazo que tomó al hombre lobo malhumorado por sorpresa y salió de la casa con la mochila al hombro.
—Alohomora.
Avanzó tan rápido como pudo hasta la calle. Sentía que Alex la haría entrar en la casa en cualquier momento.
»Hola. — saludó y abrió la puerta, prácticamente saltó al Jeep. Los flequillos se escaparon de detrás de sus orejas mientras se sentaba en el asiento del copiloto. — ¿Sigues molesto? —preguntó mirando al frente.
—Sí, no... No, no lo estoy, quiero decir.— Ada se permitió respirar. Había estado conteniendo su propia respiración, incómoda. Esperó a que Stiles organizará sus ideas y le contestara. El humano encendió y arrancó el auto. Se pusieron en marcha — Solo creo que sigo sorprendido, me tomó desprevenido, ya sabes...
—Entiendo, soy una bruja, hago magia. Es totalmente normal que te haya molestado y sorprendido de mala manera.— Y entonces pensó en sus tíos, odiando tan intensamente a toda la raza mágica y todo lo que tenía que ver con ello. Los años agrios de su niñez que la hicieron pasar solo porque detestaban lo que era, de donde venía y las cosas que podía hacer. No era normal. No lo era y sus tíos se encargaron de que lo entendiera y nunca lo olvidara.— Créeme no es la primera vez que veo a alguien reaccionar así.
—¡No!— Stiles se contradijo una vez más y Ada solo pudo sonreír vagamente. — Lo que me tomó por sorpresa fue que lo hayas ocultado todas estas semanas... ¿No se te ocurrió en ningún momento que podías... Decírnoslo?
Apoyó la cabeza en la ventanilla.
¿Cómo explicarlo?
Una especie de carga desapareció de sus hombros.
—No quiero usar esta palabra pero, no es legal para nosotros los magos ir contándolo por ahí. En Londres, estas reglas son muy estrictas para nosotros. Solo podemos romperla cuando hay humanos en peligro y si son pocos. — explicó pacientemente. — Pero no estoy en problemas porque sepas mi secreto, quita esa cara Stilinski.
—¿Seguro? Dijiste algo sobre prisión la noche en que estuvimos en el instituto.
—Ah... Azkaban.
—¿Az... qué?— preguntó con curiosidad.
Ada rió bobamente, encontrando tan tierna su repentina inclinación por saber sobre el tema.
—Azkaban es algo así como una prisión para magos y brujas. Pero no iré ahí ahora, y espero que nunca. Es complejo. Te sorprendería saber el mundo oculto del que vengo, Stiles.
—Pero me encantaría que me lo contaras. — ladeó una sonrisa en su dirección y luego carraspeó nervioso. — Digo si quieres, si puedes y... ¿Segura que no vas a ir a prisión? No quiero que vayas a prisión.
—¿Por contarle a un muggle? Nah, estamos en América, por suerte es insignificante. Además no rompí ninguna regla.
—¿Un qué cosa me dijiste?
La sonrisa de Ada se transformó entonces en una sonora carcajada.
—Muggle.
────── ✦ ☾ ✦ ──────
La mala racha de Scott seguía subiendo cual espuma. Resumiendo los últimos acontecimientos, el chico había descubierto la verdad. Jackson sabía lo de Scott, todo el asunto delicado del hombre lobo. Esa mañana Ada lo acompañó a su taquilla cuando Jackson llegó soltándoles indirectas sobre el tema. Demás queda decir que ahora McCall tenía los nervios de punta y no era para menos. Jackson lo amenazó con su punto más débil, Allison.
Adalia no había encontrado forma de calmarle. Cuando se trataba de Allison, Scott era intenso y tendía a auto-torturarse, nada de lo que la bruja le dijera podría calmarlo ni amenguar su paranoia. Así que se tomó un descanso. Para el mediodía ya estaba exhausta. Huyó al baño. Necesitaba cinco minutos sin saber nada de los Argents ni de lobos ni de nada.
Se paseó frente a los espejos del lavabo, cepillándose el pelo con los dedos fingiendo ver nudos y enredos imaginarios para demorarse más tiempo. No obstante, durante un segundo desvió la mirada y notó a Lydia al fondo, saliendo de uno de los cubículos. Se sorprendió, la silueta de la pelirroja de Lydia salió del lavabo con unos discretos manchones de rímel bajo los ojos.
—¿Estás bien?— se apuró en preguntarle al tiempo en que entornaba los ojos.
Lydia la miró de arriba a abajo haciendo una mueca.
—Allison no está aquí, no tienes que hablarme.
—¿Qué tiene que ver Allis...?— cortó la pregunta cuando entendió que la estaba ignorando de nuevo, la pelirroja la esquivó y se dirigió al lavamanos para echarse agua en el rostro.
Toda esta indiferencia le trajo recuerdos. La última vez que Ada había sido constantemente ignorada y ninguneada por alguien fue en Hogwarts, en esa ocasión había arreglado sus problemas con una simple y sencilla rana de chocolate. Claro, en aquel caso ella tenía unos once años y todo se solucionaba con azúcar y figuritas de colección, sin importar si el conflicto era algo serio. Ella recordaba haber medito la mano en su túnica y, al minuto siguiente, tener un amigo más y un enemigo menos.
Ahora era menos inocente que en aquel entonces. Tenía cicatrices de guerra y a la gente a su alrededor había dejado de interesarle hacer amigos porque sí, pero confiaba en que los dulces siguieran siendo una buena forma de alegrarle el día a alguien que lo necesitara.
Adalia metió la mano en su chaqueta. Sus dedos chocaron contra una caja algo aplastada pero llena de caramelos. La sacó y la miró. Alex había hechizado estas grageas* con un conjuro que le había dado Fred. Se trataba de una fórmula mágica que eliminaba los sabores exóticos y los no tan agradables, dejando solo los que le gustaban en la caja. Además de que la rellenaba sin que te dieras cuenta. Era una especie de bucle de caramelos infinitos.
Extendió los dulces en la dirección de Lydia.
—No como dulces. —negó.
—Estos no son unos dulces cualquiera.
La pelirroja lo miró con curiosidad y tomó uno.
—¿Por qué sabe a... pastel de cumpleaños?— la miró frunciendo el ceño, Ada encogió los hombros con misterio y le tendió otra gragea. —Este es como... ¿Goma de mascar de fresa?
—Puede ser.
—Que raro. Me gusta.
La bruja le sonrió mirándola al espejo. La pelirroja Martín se acomodó el cabello y se miró su atuendo.
—Me alegra haberte distraído un poco.— dijo Ada a modo de despedida suponiendo que al salir del lavabo volvería a olvidarse de su existencia.
—Jackson acaba de romper conmigo. — soltó y la Potter se detuvo antes de abrir la puerta.
—Sabía que era algo idiota... Pero no tanto. — hizo una mueca.
—Pues ya ves. — se sonrió a su mismo reflejo y luego volvió a verla. — Supongo que no existe la perfección. —le dio una sonrisa triste que corrompió a Ada. —¿Me das otro?
Ada le regaló la caja.
Pronto descubriría que los caramelos —sobre todo los mágicos— sí siguen siendo una forma efectiva de limar asperezas y consolidar verdaderas amistades.
────── ✦ ☾ ✦ ──────
Entró con Stiles en su habitación. Honestamente, Ada estaba evitando a toda costa regresar a su propia casa por el inevitable regañó que le dispararía Alex apenas cruzara la puerta principal. Así que se dedicó a los chicos toda la tarde. Stilinski cerró la puerta y de inmediato los sorprendió Derek oculto en la esquina.
—Por Merlín que susto.— Adalia se sujetó el pecho.
Empezaba a ver los contras de su propia decisión.
—Como digas una palabra... — lo amenazó el Hale.
—Algo como "Papá Derek está aquí ¿Lleva un arma"— contestó el chico logrando que el Hale dejará de arrinconarlo contra la puerta. — Sí, mejor. Si voy a esconder tu fugitivo culo, recuerda que es mi casa y son mis normas amigo.
Se sentó en la cama y Stiles frente a su ordenador.
—¿Scott no ha conseguido el collar?
—Está en eso justo ahora.— les dijo Ada mirando las notificaciones de mensajes de Scott entrando en su celular.—Acaba de entrar en la casa de los Argent. —leyó en voz alta.
—Hay algo que podemos hacer mientras... La noche del instituto Scott le envió un mensaje a Allison para quedar allí.
—¿Y?
—Pues que no fue Scott.
—¿Y quién fue entonces?
—No lo sé. Pero creo que se quién puede averiguarlo.
────── ✦ ☾ ✦ ──────
Ya era de noche para cuando entró la llamada al celular de Ada. Los tres, Derek, Stiles y Adalia estaban en el Jeep.
—¿Has sacado la imagen?— se refería al collar.
—Sí y es exactamente igual al dibujo. — Derek le arrebató el teléfono a la bruja. Ada lo miró con una ceja alzada. —Me lo podías haber pedido.
Pero Derek la ignoró para mejor gritarle a Scott.
—¡Scott! ¿Tiene algo en la parte de atrás? Tiene que haber algo, una inscripción, una apertura, algo...
Stiles le quitó esta vez el móvil a Derek porque todos eran unos maleducados sin remedio y Ada sintió unas tremendas ganas de tirarles un hechizo.
—No, ya lo hemos intentado y no, no se abre no hay nada en él, ¿y dónde están? Deberían estar aquí. Tío no vas a poder jugar, eres titular. —decía el lobo por el altavoz.
—Lo sé. — musitó Stiles decaído. — Escucha si ves a mi padre dile... Dile que me voy a retrasar un poco.
Stiles colgó.
—No vas a llegar. — le dijo un muy muy directo Derek.
—¡Ya lo sé! — Ada puso su mano en su hombro sabiendo lo importante que era para él el juego de esta noche.
—¿No le has dicho lo de su madre? —preguntó Derek.
Danny había descubierto que el nombre de Melissa McCall era el que estaba detrás del mensaje de la otra noche.
—Aún no... lo haré cuando descubramos la verdad.
Y por eso estaban frente al hospital.
—Por cierto una cosa más.— soltó Derek y de improvisto empujó la cabeza de Stiles contra el volante emitiendo un sonido bastante doloroso.
—¿Por qué...? —ahogó un grito de dolor sobandose el golpe.
—Ya sabes para qué ha sido. Ahora ve. —le ordenó Derek.
Stiles salió del auto quejándose del golpe.
—¿Siempre eres tan violento?— estrechó los ojos en dirección al Hale.
El celular de Derek sonó, Stiles estaba llamando desde el interior del hospital. Lo tomó y lo puso en altavoz.
—No lo encuentro. —dijo el chico apenas atendieron la llamada.
—Pues busca a Jennifer, ella cuida de mi tío. —Derek le dio las indicaciones.
—Bueno, tampoco está aquí...
—¿Qué?— preguntó tenso.
—Que no está aquí, Derek. Se ha ido.— repitió Stiles pausadamente.
Derek pensó un segundo, razonó hasta darse cuenta de algo que parecía importante.
— ¡Stiles lárgate de ahí ahora mismo! Él es el Alfa, ¡vete!— Ada ya estaba sacando su varita y abriendo la puerta del Jeep.— Ada espera...
Corrió hacia al hospital, sabía que Derek la seguía así que ambos se dispusieron a rescatar a Stiles.
Lo primero que vieron fue a una enfermera, a la cual Derek no dudó en desmayar de un solo golpe.
—¿Ves que no exagero? —la bruja lo miró con una ceja alzada.
Estaba a punto de replicarle, pero ambos levantaron la mirada. El tipo al final del corredor tenía la mitad del rostro cubierto por cicatrices, por la descripción que le había hecho Scott a Ada hace unos días se trataba de Peter Hale. El otro sobreviviente del incendio en la casa de los Hale y, al parecer, el culpable de todo lo que había estado pasando.
—Es mi enfermera. — añadió este señalando a la mujer desmayada a los pies de Derek y Ada.
—Es una perturbada que te ayuda a matar. — Derek miró a Stiles. — Sal del medio.
— ¿Crees que maté a Laura a propósito?— Peter empezó a caminar hacia ellos.
Ada los dejó para ayudar a Stiles a levantarse del suelo, lo alejó de la pelea que iniciaron Derek y Peter a sus espaldas.
—¿Qué quieres que te perdone?
— Quiero que me entiendas. — Peter acabo pateando a Derek contra la pared contraria. — ¿Acaso tienes la más remota idea de cómo han sido para mí todos estos años? Curando lentamente célula a célula, pero fué más duro recuperar la consciencia. Si, convertirme en un Alfa a costa de Laura, me sirvió para acelerar el proceso de cura. Así es la vida.
Este le rompió los huesos, lo arrojó a través de una ventana. Ada decidió intervenir entonces por Derek cuando esté se mostró vulnerable. No era su pelea y estaba segura de que el Hale no la quería ver metida en sus asuntos, pero no iba a dejar que matarán a Derek.
—¡Desmaius!— conjuró saliendo del escondite donde estaba cuidando a Stiles.
Logró dejarlo aturdido. Guardó la varita y corrió hacia donde estaba Derek.
—Venga, vámonos de aquí rápido. —lo ayudó a levantarse.
Los tres salieron del hospital lo más rápido que pudieron. Por suerte Derek se curaba rápido.
— ¿Recuerdas lo que dijiste esta mañana? Lo de que entendías que estuviera sorprendido con tu magia. Pues estabas equivocada. Será muy fácil acostumbrarse. — le dijo Stiles.
—¿Mmh?—Ada lo miró preguntándose a qué se refería. Estaba mareada por el subidon de adrenalina.
—Tú magia. Será muy fácil acostumbrarse. — apuntó el humano, estaba hablando más rápido que de costumbre. — Te ves muy linda cuando lanzas hechizos.
—¿En serio?— Ada se congeló y luego frunció el ceño porque ahí estaba de nuevo ese sentimiento burbujeando en la boca de su pecho.
—Eres la primera persona que me dice eso. —contestó con una sonrisa.
— Genial. — sonrió como un niño pequeño. — Porque voy a decírtelo muy a menudo de ahora en adelante.
────── ✦ ☾ ✦ ──────
Trepó por la ventana con la caída de la noche a sus espaldas. El dolor en su rodilla había desaparecido como bien dijo Ada, pero el esfuerzo de escalar hasta el segundo piso logró resentir lo que quedaba de la herida. Aún así se lanzó dentro de la habitación aterrizando sobre la alfombra.
La bruja ahogó un quejido, encendió la lámpara en la mesilla de noche y pegó un grito al encontrar la silueta de Alex sentada en su cama mirándola con un semblante impasible.
—Buenas noches, Adalia Lily Potter. — remarcó cada letra de su nombre. Un indicio claro de que estaba molesta. —¿Algo que decir? —preguntó ladeando la cabeza.
—¿Lo siento?
—¿Sabes? Me lo esperaba... — esta se puso de pie. —Eres tan... Hermana de tu hermano.
—Soy tan Harry. — concordó Ada. — No puedes culparme por eso.
Alex la miró. Podía y lo haría. Ada aún no podía decir si estaba enojada o algo peor.
—¿Entonces qué debería hacer sino culparte?
—¿Castigarme?— técnicamente se había escapado de casa, le parecía justo.
—No voy a castigarte, ese tipo de cosas me estresan y si me estreso muero. — dramatizó y Ada sintió ganas de sonreírle. — Pero sí vas contarle todo a Harry.
—¿Cómo?— Ada entornó los ojos. — Entrará en pánico cuando sepa que uno de mis amigos es un hombre lobo, no tiene buen concepto de ellos desde que Remus casi le arranca la cabeza en Luna Llena.
—Ada, tienes que ser honesta con tu hermano.
A alguien le esperaba una buena charla, y ese alguien era yo. Pensó.
Desmaius: El encantamiento aturdidor o encantamiento estupefactor (Desmaius) es un encantamiento que aturde al objetivo, dejándolo inconsciente. Este encantamiento es excepcionalmente útil en los duelos, ya que puede terminar rápidamente un duelo sin causar un daño duradero. El hechizo también tenía la capacidad de detener objetos en movimiento.
Gragea: “Tienes que tener cuidado con esas. Cuando dice "todos los sabores", eso es lo que quiere decir. Ya sabes, tienes todos los comunes, como chocolate, menta y naranja, pero también puedes encontrar espinacas, hígado y callos. George dice que una vez encontró una con sabor a duende.”
— Ron hablando sobre las Grageas con Harry.
Las Grageas Bertie Bott de todos los sabores (¡un peligro en cada bocado!) son un dulce muy popular en el mundo mágico creadas por Bertie Bott. Aunque su nombre no lo deja totalmente en claro, se caracterizan principalmente por ser grageas, literalmente, de "todos" los sabores, lo cual significa que entre las decenas de sabores que pueden llegar a tener están no sólo los sabores de cosas agradables.
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