episodio diez
Scott había estado muy paranoico con todo el tema de Jackson, así que aquella mañana, los tres se dedicaron a seguirlo. Finalmente cuando lo encontraron estaba con Chris Argent, el papá de Allison.
— Hola. — lo saludaron educadamente.
— ¿Va todo bien?— preguntó Scott señalando a Jackson.
—Hola, Scott. Problemas con el coche... — explicó el cazador, sin embargo Jackson se veía muy nervioso.
— Hay un taller al final de la calle, seguro que tienen grúa. — sugirió conveniente Scott, Stiles y Ada asentintieron a la vez. — ¿Te llevamos?
— Vamos Jackson, no es buen día para andar tú solo por aquí. — le dijo Stiles y luego Scott le abrió la puerta.
El chico caminó con rápidez hacia el Jeep.
— ¡Esperad chicos! — El papá de Allison rodeó el auto y presionó el acelerador, se escuchó claramente el zumbido del motor funcionar. — Te dije que sabía algo de mecánica.
Scott miró en un instante al par con cara de "algo no está bien" y luego despidieron al señor Argent quien se subía a su propio coche para después irse.
— ¡Ahora os dedicaís a seguirme! — reclamó el chico.
—Eh, pero sin gritar. — se quejó la castaña.
Y este no hizo más que darle una mala mirada.
— ¡Eres un idiota casi le dices todo hace un momento!— continuó en el mismo tono elevado Scott. Ada supuso que escuchó lo que este hablaba con el padre de Allison antes de que ellos llegaran. Por toda esa cosa de los instintos súperdesarrollados. —Él cree que tú eres el segundo beta. —determinó Scott.
—¿Qué?— Jackson hizo una mueca.
—¡Él cree que tú eres yo!— volvió a explicar, esta vez demasiado enojado, tanto que arremetió contra el Jeep dejando una abolladura.
—Eh, mi Jeep... — reclamó un triste Stiles.
—¿Y eso es malo para ti o...? —Ada ladeó la cabeza, ¿por qué estaba tan preocupado por Jackson?
— Puedo escuchar tu corazón a dos kilómetros, literalmente... Por tu culpa sospecha algo y me toca tenerte controlado para que no te mate a ti también. —Ah, por eso. Scott estaba a punto de volver a golpear el auto cuando a la bruja y al humano se les ocurrió sostenerlo.
—¡Ese es tu problema no el mío! ¿Vale? Yo no he dicho nada... Todo es culpa tuya. — Jackson empujó a Scott contra el Jeep con fuerza y este le devolvió el empujón.
—Eh, cálmense de una vez... — Ada se interpuso antes de que pasara a mayores. —Van a terminar matándose entre ustedes antes de que los atraviese una flecha.
No debió mencionar ese asunto de los cazadores. La sola mención de los Argent ponía mal a Scott.
—Cuando vengan a por ti, entonces no podré protegerte. — siguió Scott. —Ni proteger a nadie.
— ¿Por qué me miras a mí?— lo interrumpió Stiles.
— ¿Sabes qué puedes hacer? Ahora es el momento, dame lo que quiero y yo me ocuparé de protegerlos.
¿Proteger a quién? Ada lo miró con desconfianza. Estaba bastante segura de que esa era la peor de las soluciones posibles.
—No, no podrás.
—Tienes un oído privilegiado, corres más que cualquier ser humano y eso te molesta, McCall — dijo con un molesto tono burlón.
Adalia rodó los ojos, ¿Y qué sabía él de lo que le molestaba o no a Scott? Sospecha que realmente hablaba desde la envidia.
— Sí, puedo ser el más rápido, la mitad del tiempo me lo paso escapando de los que quieren matarme. Y puedo escuchar cosas, como mi novia diciendo que ya no confía en mi justo antes de dejarme y créeme no te estoy mintiendo. — hizo una pausa. — Te destroza la vida.
— Ha destrozado la tuya. Tienes todo el poder del mundo y no supiste que hacer con él ¿sabes a qué lo comparo yo? A cuando cumples dieciséis años y alguien te compra un Porsche cuando debiste empezar a conducir un Honda . — Se inclinó hacia Scott con ese aire arrogante flotando sobre su presencia. — Yo condusco un Porsche.
Dió la media vuelta para subirse en su estúpido auto.
La bruja sintió su estado de ánimo mejorar cuando lo perdió de vista. Definitivamente, Jackson no era su humano favorito. Pero estaba bien, no todos podían ser agradables, de cierto modo sintió un ápice de pena por él. Por su filosofía tan materialista. Se dirigió a Scott para decirle algo pero las caras destrozadas de sus amigos la hicieron sentirse peor.
—¿En serio están tristes por esa metáfora de autos que acaba de hacer Jackson? —pestañeo en dirección a los chicos.
—Mira como dejó mi Jeep. —Stiles señaló el auto, las profundas abolladuras ahora eran imposibles de ignorar.
Ada sintió algo de lástima por su amigo, sabía cuanto amaba su auto. Caminó hasta ellos y les dió un pequeño abrazo que Stiles recibió con sorpresa. Scott miró divertido a su mejor amigo cuando este se sonrojó.
—Mira esto, es magia básica. — de su cabello sacó la varita, el moño desenfadado de deshizo en una cascada de cabello suelto. Ada levantó su mano y luego torció la muñeca. — Reparo.
Bajo los ojos incrédulos de sus amigos las superficies del Jeep se tornaron lisas, como nuevas. Incluso las que estaban antes del encuentro con Jackson.
—No puede ser.
— ¡Ta-dah! — la bruja hizo una reverencia. — Vamos, enciéndelo.
Stiles no perdió el tiempo y lo hizo. Ada y Scott sonrieron ante su actitud de niño pequeño.
— ¡Funciona bien! — exclamó con una contagiosa alegría en el rostro.
Scott le pasó un brazo por el hombro a su amiga y esta se recostó a él, los dos esperando a que Stiles terminara de encender y apagar el motor del coche el cual ahora sonaba mucho más enérgico.
— Gracias por hacer estas cosas.
— No es nada. Me alegra mucho haberlos conocido. No tengo un hechizo que pueda ayudarte pero, si te sirve de algo, sé exactamente como se siente querer salvar a todos, hacer lo mejor por el resto y que el mundo entero conspire en contra de eso.
— ¿De verdad?
Adalia Potter había vivido toda su vida bajo la pesada sombra del niño que sobrevivió. Y aunque nunca se concentró en el lado de la moneda que no podía cambiar, vivir a la par de su hermano y sentir las preocupaciones de este y le era inevitable.
— Sí. — asintió con una sonrisa agridulce. — Pero tú tienes justo lo que se necesita para vencer los obstáculos que acechan Beacon Hills. — Ada venía de un final, de una historia larga y maravillosa pero también cruel y agotadora. Ella sabía reconocer cuando otra historia como la suya estaba por comenzar, era imposible no querer compararlas. La polaridad de sus mundos llegaba a ser escalofriante. Sabía que vendrían cosas feas y que lo único que importaba era tener a alguien que te levante para la siguiente batalla. — Por supuesto, tienes a tu mejor amigo y también estoy aquí, no estás solo en esto. Todo saldrá bien al final, no me gusta que te preocupes tanto.
— Yo... — suspiró. — Lo sé, lo sé. Es solo que...
— ¿Allison?
— Exacto. — a la bruja le causó mucha ternura y a la vez melancolía verlo así, era su primer amor y estaba resultando toda una odisea.
— ¿Y si hacemos algo para que te distraigas un rato?
— ¿Cómo qué? — a Scott le agradaba su actitud optimista y lo mucho que su amiga estaba intentando levantarle el ánimo.
Stiles regresó junto al par por lo que alcanzó a oír la sugerencia de la castaña.
— Venga vamos, los invito a mi casa. Si tenéis suerte los dejaré usar mi escoba.
— ¿En serio? ¿Las brujas vuelan en escobas como en los cuentos y esas cosas?
— No solo "volamos" — rodó los ojos. — Jugamos quidditch. — al ver sus caras de confusión e interés soltó una risa melodiosa que hizo que Stiles se ruborizara. — En mi mundo hay muchas cosas que se parecen a las vuestras y otras que no, es mucho para contar, así que los invito a unas cervezas de mantequilla y a una larga historia.
— ¿Cervezas de mantequilla?
— Lo mejor de Hogsmeade.
────── ✦ ☾ ✦ ──────
Como ya imaginaran esta historia comenzó con dos niños huérfanos viviendo debajo de una escalera. Con tíos horribles y un sobrino al cual solía gustarle molestarlos. Scott y Stiles prestaron atención a medida que Ada contaba su horrible vida en Privet Drive. Hasta que Harry recibió su carta a los once y fué a Hogwarts. Conocer la existencia del mundo mágica y la verdadera razón por la que murieron sus padres, la infancia de la castaña había sido muy movida. Cuando Alex, quien entonces era aún estudiante de Hogwarts, conoció la realudad de los hermanos se encargó de pedirle a Molly que cuidase durante aquel curso de su sobrina. Ada pasó aquellos meses con los Weasley y aprendió algunas cosas, además de hacerse fuertemente amiga de Ginny. Pero no fue hasta segundo año cuando logró hacer verdadera magia. Los chicos se asombraron cuando les contó que los gemelos y Ron se robaron el auto volador del señor Weasley para ir a buscarlos a Privet Drive a finales de aquel verano. En su primer año fue muy popular por eso, llegaron a la escuela en el auto y se estrellaron contra el Sauce Boxeador.
— ¿El Sauce Boxeador?
— Sí — Ada hizo una pausa buscado como describirlo bien. — Es como un viejo árbol que golpea todo lo que se le acerca. Según Snape llevaba muchos años en Hogwarts, así que imagínalo como un enorme y viejo árbol que siempre está de mal humor.
— ¿Y los golpeó a ustedes?
— No preguntes, todavía me duele acordarme de eso.
Tercer año fue su favorito, los Dursley los echaron de la casa. Esa noche los recogió el autobús Noctámbulo. Fue el año en que todos temían por la fuga de Sirius Black de Azkaban. Les contó todo con detalles. En ningún momento le pareció ver que se aburrieran. Hasta que llegó al final del cuarto año. El Cáliz de Fuego.
— ¿Ada?— Scott la llamó preocupado. -—¿Estas bien? ¿Por qué paras? ¿Qué pasó al final del torneo?
Pestañeó. La visión de su hermano, de Harry agotado y asustado cargando el cuerpo de Cedric la golpeó con fuerza.
— El que no debe ser nombrado regresó. — la voz de Alex y su presencia propia se materializaron en el umbral. — La Copa era una trampa. Cuando Harry y Cedric la tocaron los transportó a un lugar horrible. Los mortífagos lo revivieron esa noche... Cedric murió. — Alex se acercó a su sobrina, se sentó en el brazo del sofá y le pasó con cariño la mano por la espalda teniendo miedo de que los recuerdos la superaran. — Él y Ada eran buenos amigos. Los gritos de su padre cuando nos dimos cuenta de que estaba sin vida fueron... Desgarradores.
Pero nada como el quinto año. La Sala de Menesteres. Umbridge. Y todas esas horas de castigo. Contó con detalles la noche en que Sirius murió y como eso la cambió para siempre. Pasando rápidamente al sexto curso. Con la muerte de Dumbledore. Los días grises caerían sobre Hogwarts. El año en que dejaron la escuela para buscar los horrocruxes y destruirlos... Para esa altura de la historia ya estaba llorando. Fué una época tan difícil que recordarla le quemaba la piel. Las inseguridades. La sensación de muerte, la fobia de la persecución. Y finalmente...
— ¡¿Montaste un dragón?!— preguntaron mirándola con atención y entusiasmo. Le causó una risa floja ver que incluso se habían puesto de pie.
— Estábamos en la cámara más aislada de Gringots. No podíamos salir de ahí con vida... Las bóvedas eran custodiadas por un dragón y...
Sobrevolaron el cielo. Estában a punto de comenzar la última parte de la pesadilla. La que la destruiría para siempre... La Batalla de Hogwarts.
— Cuando entramos de nuevo al castillo, nuestros viejos amigos estaban delgados como las ramas de un árbol, demacrados y golpeados. Las que alguna vez fueron salas mágicas y llenas de sorpresas ahora eran sucias bodegas de trastos almacenados. Teníamos que hacer algo... Harry siempre fue el elegido... Tuve tanto miedo de perder a mi hermano esa noche.
Alex perdió a sus padres. Molly casi pierde a Fred. Centenares de magos cayeron. Su hermano cayó.
— ¿Murió? — insistió Stiles cuando Ada hizo otra pausa.
— Algo así. La piedra de la resurrección. Estaba escondida dentro de la snitch dorada. — Sonreí con tristeza.
— ¿Y qué pasó después?
— Estuve inconsciente, casi muero ese día tratando de salvar a Fred. Todos cuentan que Harry ganó en un duelo épico contra el señor Oscuro y que este se consumió al final. — hubo un silencio. — Ese es el fin de mi historia.
Ada miró orgullosa como las jarras de sus amigos estaban totalmente vacías, eso significaba que había preparado bien la cerveza de mantequilla. Además, el adorable bigote de espuma sobre la boca de Stiles le provocaba estúpidas mariposas en el estómago.
— Lo siento, pero... Aún tengo un montón de preguntas. — titubeó Stiles. — ¿Está bien que las haga? Porque todo esto es muy sensible y...
— Solo suéltalo. — le dijo con una pequeña sonrisa mientras se acomodaba.
— Dices que... En tu primer año... — asintió animándolo a continuar. — Había una... serpiente gigante moviéndose por las tuberías de la escuela...
— Basilisco. — lo corrigió Scott, Ada asintió a la par feliz porque le habían prestado atención y porque su mundo les resultaba interesante.
— Sí, claro. Basilisco. Y que petrificó hasta a uno de los fantasmas... ¿Has visto a un fantasma?
— Claro, hay cientos de ellos en Hogwarts. Son muy agradables... Excepto el Varón Sanguinario y... Myrtle la Llorona.— hice una mueca recordando sus lloriqueos — . O Peeves... Aunque él es un Poltegreist así que no cuenta.
— ¿Poltegreist?
— Peeves puede hacerse invisible a voluntad, normalmente solo se dedicaba a hacer bromas dañinas a los estudiantes de primer año... — resopló. — normalmente, claro, aunque con él nunca se sabe.
Ada y Alex tenía el mismo mal sabor de boca cuando lo recordaban.
Por suerte Scott cambió el tema.
— ¿Cómo es el quidditch?
— Hay tres pelotas, la quaffle, la bludgers y...
— La snitch.
— Si. — Sonrió. — Solo hay que atraparla, las bludgers van por el campo tratando de tumbar a los jugadores de sus escobas. Las quaffle suman diez puntos cuando pasan por los aros. Los cazadores son los que se encargan de estas. El buscador se encarga solamente de la snitch.
— Suena genial... ¿Te veremos algún día montando escoba?
— No lo creo... Si algún día me animo a llevarlos a Londres quizá.
— ¿En serio? ¿Nos llevarías a Londres?
— Ya veremos. Mi Londres, está a un solo toque.
────── ✦ ☾ ✦ ──────
Luego de hablar con los chicos, una sensación cálida le abrazó el corazón. Contar tan detalladamente los altos y bajos de su vida sirvió como una especie de autoterapia. Se sentía mucho mejor. Como si alguien le hubiese abierto la puerta donde tenía encerrados a los demonios que le atormentaban la cabeza. Ahora había silencio.
—Bien. Mejor empiezo a hacer esa carta para Harry antes de que siga atrasandolo. — se dijo colocando el lápiz sobre el papel. Tenía que contarlo todo. Eso le había pedido Alex. Es curioso como dijo que no iba a castigarla pero le dijo que tenía que hacer esto. Sinceramente Ada no encontraba las diferencias entre una cosa y la otra.
Pero decidió hacerle caso. Aunque tampoco le había dado otra opción, sin embargo Ada sabía que era lo correcto. A ella le gustaría saber si su hermano estaba tranquilo en Londres o si estaba metido en alguna treta con seres sobrenaturales peligrando su vida. Y así, plasmó todo lo que se le ocurrió sobre el papel. Quería a su hermano más que a nada, y sabía como se pondría cuando leyera que sobre sus nuevos amigos lobos. Y aún así...
— Hardy. — la lechuza se posó en el hombro de Adalia y, colocando el sobre en su pico le ordenó. — Llévasela a Harry, por favor.
La vió desaparecer. Y con ella sus esperanzas de paz.
La bruja bajó las escaleras buscando un vaso con agua, se detuvo en medio del salón cuando encontró a Alex sentada en el suelo rodeada de velas sumida en una oscuridad terrible.
— Me da miedo preguntar.
— Silencio. — la Lupin la mandó a callar con los ojos cerrados.
Ada abrió la boca ofendida, le sacó la lengua desde la distancia y sin el valor para seguirle preguntando que diablos hacía se dirigió a la cocina.
Encontrarse a su tía en plena noche haciendo brujería — y no en el sentido gracioso de la palabra — no significaba nada bueno. Al menos desde su punto de vista no parecía uno de los hechizos que haces solamente por diversión.
Algo más estaba pasando.
Una brisa sopló, las luces se encendieron y las velas se apagaron.
Alex se puso de pie.
— ¿Qué fue eso? — una pálida Adalia la miró sujetando con fuerza el vaso de cristal.
— Adivinación.
— No sabía que la practicabas.
— No soy buena, suelo apoyarme en otra magia para poder adivinar qué está pasando.
— ¿Y qué ¿Viste algo? ¿Pasa algo malo?
Por la forma en la que Alex contrajo su cara en una mueca de fastidio, sí.
— No lo sé... Estaba haciendo un tonto hechizo de adivinación para saber como le iría a mi manual con el ministerio y de repente vi a Derek... — su cabelló cambió a gris, inseguridad. — Algo malo le está pasando.
— ¿Por qué? ¿Qué...
— Creo que alguien se lo ha llevado.
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