episodio diecisiete
LA NOCHE SIGUIENTE, DE VUELTA EN BEACON HILLS, ADA SE ENCONTRABA BURLÁNDOSE DE STILES PORQUE SE LE HABÍA ROTO EL JEEP Y AHORA AMBOS ESTABAN CAMINANDO HACIA EL TALLER. Cualquiera pensaría que eso, era un indicio de que la cita de ambos adolescentes no tendría un buen final aquella noche, y la verdad, no podía ser más cierto.
—Eres una bruja, ¿por qué no me ayudas? —se quejaba el muggle viéndola reírse.
—¿Y eso que tendría de divertido? No puedes esperar que arregle toda tu vida con magia, Stiles. —Ada limpió una de las lagrimillas que escurrían de sus ojos alegres.
—Eres cruel. —la miró estrechando los ojos pero luego solo encogió los hombros. —¿Cómo te fue ayer?
Ada le contó animadamente como fue ver a su familia y pasar la tarde-noche con ellos. Narró también sus bromas con los gemelos y sobre cómo ahora le dolía el brazo por apostar con Ron quién lanzaba más lejos a los gnomos de jardín.
»Creo que eres la única persona que conozco que no me dice que cenar con su familia es aburrido. — mencionó el de los lunares abriendo la puerta del local para que la chica pasara primero.
—Vengo de una familia de magos y brujas y ni siquiera es una familia común dentro del propio mundo de la magia. — suspiró para luego ladear una sonrisa. — Ellos simplemente son geniales.
—Como tú.
—¿Qué? —Ada paró sus pasos para asegurarse de haber escuchado bien.
Stiles se detuvo antes de entrar a la parte del taller, haciéndose el que no había dicho nada.
— ¿Me esperas aquí? No debe demorar mucho.
— Claro. — le sonrió ella notando que las mejillas y la parte superior de sus orejas estaban coloradas.
Se sentó en uno de los sofás de espera mientras aguardaba, sacó su teléfono para entretenerse, pero la pantalla la alarmó.
Doce llamadas perdidas de Alex.
Ada levantó las cejas preguntándose que había hecho ahora, ¿en qué momento la llamó y por qué no la escuchó jamás? Intentó devolverle la llamada pero Alex la mandaba directo al buzón. Frunció el ceño preocupada, tecleando mensajes preguntándole qué ocurría y viendo como no respondía a ninguno. Entonces sintió la puerta abrirse, un segundo después vió a Stiles.
— ¿Qué pasa? — le preguntó al chico viendo la mueca de asco con la que se limpiaba la mano.
— No lo sé, había algo raro en la manilla de la puerta.
— A ver. — le tomó la mano y, en efecto, una sustancia gelatinosa se incrustó en sus dedos. Ada intentó limpiársela de inmediato. — Vaya, esto me suena.
Instantes después, el celular de la bruja comenzó a sonar. Lo tomó de inmediato tras leer el nombre de Alex parpadeando en la pantalla.
— ¿Ada? — preguntó la peliazul al otro lado de la línea, pero el celular se resbaló de los dedos de la Potter. — ¿Ada, estás ahí?
Sus manos se entumieron, sus articulaciones se sentían inmovilizadas y observó asustada como comenzaba a temblar. No era un ataque de pánico, esta vez era algo más.
Las paredes comenzaron a distorsionarse y, pronto ambos adolescentes se derrumbaron sin poder hacer nada más, antes de tocar el suelo, Stiles notó una figura extraña acercarse al chico que le estaba arreglando el Jeep. Pero aunque intentó avisarle, la parálisis ya los había alcanzado.
Ada parpadeó una, dos, tres veces. Y entonces, regresó a uno de los rincones más oscuros de su mente. Esta no era la primera vez que era paralizada.
— ¡No debemos estar fuera de la cama!
Ada y Harry habían sentido el serpenteo. Va a cazar. Va a matar. Dijo la voz. Salieron de la torre de Gryffindor a hurtadillas. Ada solo recordaba sus pies corriendo sobre los charcos de agua. Doblando cada pasillo como si fuera a encontrarse a la muerte en cada esquina. Hasta que el ruido fue demasiado fuerte. El candelabro que sostenía se apagó en su mano, dejándola atrapada en la oscuridad.
Ada caminó a ciegas por el pasillo, encontrando a la gata de Flich merodeando y empapándose las patitas de agua. No era su animal favorito en el castillo pero le dio algo de pena. Era una noche fría y el agua podría enfermarla. La levantó y el sonido a sus espaldas se hizo más fuerte. Había perdido de vista a Harry durante solo un segundo ¿Cómo iba a encontrarla su hermano? Mejor que no lo hiciera nunca. Porque sobre el empañado cristal de la ventana, un par de puntos rojos la alcanzaron. Ada consiguió que a la gata no le pasara nada pero los dos ojos de rubí la dejaron petrificada, inmóvil y prefería ser ella antes que su hermano, mil veces.
Luces rojas y azules la trajeron de vuelta al presente, seguía sin poder moverse bien. Pero al menos, había llegado la policía.
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Stiles le puso su manta por encima a la castaña mientras esta apoyaba la cabeza en su hombro. Ambos estaban sentados sobre la parte trasera de una ambulancia.
—Lamento mucho que haya terminado tan mal.
—Nah, he tenido noches peores. — intentó reconfortarlo. — Al menos estamos vivos, tuvimos suerte de que no nos atacara esa cosa.
El chico pareció pensar de nuevo en ese breve instante en el que vió a la extraña criatura antes de matar al mecánico.
—Es demasiado... raro.
—¿Raro? Raro es verme peinada. Comienzo a acostumbrarme a que pasen cosas de este tipo en esta ciudad.
—Desgraciadamente yo también. — Stiles hizo una mueca estando de acuerdo.
En ese entonces, el padre de Stiles se acercó a los chicos volviendo a preguntarles qué habían visto de la escena del crimen.
— Te lo he dicho, yo solo entré y vi el jeep encima del tipo, es todo.
— ¿Qué le sucede a tu mano? — le preguntó con preocupación el sheriff.
Stiles solo sacudió su brazo antes de ocultarlo.
— Nada. — mintió. — ¿Puedo tan solo irme ahora?
— Si hay algo que piensas no contarme...
— Crees que estoy mintiendo.
— No, claro que no. Solo estoy preocupado. Ahora, si tu viste a alguien hacer esto, si estás asustado, quizá ellos regresen para asegurarse de que no digas nada sobre esto.
A Ada le conmovió la forma en la que el papá de Stiles se preocupaba por él. Ella daría muchísimo por tener un padre así en su vida.
— No he visto nada. — repitió su amigo. — En absoluto, ¿Ahora puedo irme por favor?
— Seguro. Pero no en tu jeep. Debo confiscarlo.
Entonces Stiles hizo un ademán de protesta.
— Está bien, por lo menos asegurate de que lo laven.
— Ya... No creo que te lo vayan a lavar. — le dijo Ada volviendo a recostar la cabeza mientras esperaba a que escampara.
Un rato después Stiles consiguió llamar a Scott y ahora se estaban subiendo al auto de este.
— ¿Estás bien?— quiso saber el hombre lobo.
— Sí. — Stiles asintió intentando parecer despreocupado.
— No te estaba preguntando a ti, pero bueno saberlo. — Ada sonrió con la cara dolida del chico para luego asentirle de forma cansada a Scott. Estaba exhausta.—Bien.
—Tenías razón, no es como tú. Sus ojos eran casi como asesinos. Hay algo acerca de ellos. — Empezó a explicar Stilinski.
—¿Qué quieres decir? —Scott lo miró con atención.
—Es como cuando ves a un amigo con una máscara en Halloween y sientes que sabes quién es pero no puedes descifrar exactamente quién.
—¿Estás diciendo que sabes quién es?
—No. Pero creo que me conoció.
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—¿Por qué no me cogiste el teléfono?
Cuando la bruja cruzó la puerta de su casa fue recibida por la terrorifica imágenes de Alex esperándola con el cabello rojo cual fuego. La Potter sonrió apenada.
»Me voy a quedar calva.
—Perdón.
Ada la vio frotarse las sien buscando calma y paz.
—Estaba en el invernadero preparando un nuevo hechizo para proteger la casa cuando tuve un presentimiento fatalista ¿Por qué no me cogiste el teléfono? —repitió la pregunta inicial.
— No lo oí.
— No lo oí. — imitó con voz chillona y luego suspiró. — ¿Qué estabas haciendo? ¿A dónde fuiste?
— Iba a salir con Stiles pero ya sabes, lo de siempre. Nos paralizó una criatura extraña y murió alguien. — dijo encogiéndose de hombros.
— Se te está pegando el sarcasmo. — advirtió con voz neutra. — Ahora, cuéntame con más detalle. —Ada le hizo caso y le contó calmadamente los momentos tan escalofriantes de su noche.— Vaya. — Comentó Alex cuando la castaña terminó. — ¿Y dices que no sabes que criatura era?
— No. Ni idea. No me suena haberla estudiado.
— A mi tampoco. — la peliazúl se detuvo para limpiarse el sudor de la frente. — ¿De dónde salen tantas criaturas sobrenaturales? Dios, este pueblo sacado del libro de Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos. Si algún día quieren escribir la segunda parte aquí tienen material de sobra.
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Cuando Adalia Potter le ofreció su ayuda a Derek Hale pensando que al menos se llevaban bien y podían colaborar entre ambos, no imaginó que este la llamaría un domingo por la mañana sacándola de la cama.
¿Quién rayos madruga un domingo? se preguntó malhumorada la castaña.
La respuesta la tenía Derek. Le había dado órdenes —sí, órdenes, porque Derek Hale puede ser el nuevo Alfa y toda la paranoia esa de lobos pero no sabía pedir las cosas diciendo por favor y eso no hizo que la castaña se despertara de buen humor. —así que tras sus gritos matutinos diciéndole que fuera a su guarida del terror para hablar de algo arruinaron su domingo.
Ada se encontraba entrando a las catacumbas de los trenes abandonados y de mala muerte de Derek. Lo primero que vió fue la silueta borrosa de Érika volar por los aires hasta caer al lado de Isaac, en el suelo. Alzó las cejas sorprendida ¿por qué tanta violencia?
— Acabo de llegar y ya están lloviendo hombres lobo. — murmuró procesando lo que acababa de ver — ¿Ahora te dedicas a patear a tus betas?
Derek la ignoró.
— ¿Terminamos? — preguntó con voz adolorida Isaac, incorporándose. — Tengo unos cien huesos que necesito curar en unas horas.
— ¿Se puede saber que diablos están haciendo? Además de jugar a romperse las tráqueas, claro.— enojada, la castaña se acercó al chico preocupada por la crueldad del Hale. Era demasiado temprano. — Brackium emendo. — conjuró y Isaac abrió los ojos sorprendido sintiéndo que la última hora de tortura no había pasado.
—¿Qué diablos...?— murmuró anonadada Érika. —Tu palo acaba de brillar.
—No es un palo. Es una varita. Ven. —explicó pacientemente la Potter jalando a la otra beta para reparar sus huesos rotos.
—No quiero que me toq-
Ada no escuchó nada e igual le aplicó su magia sanando sus heridas.
—¿Mejor? — parpadeó en dirección a los chicos guardando su varita.
Isaac asintió mirando atentamente a la bruja, ella le dió una cálida sonrisa antes de acercarse a la rubia.
—Nunca me presenté. Soy Ada. — Érika la recordaba del suceso en el gimnasio. Parecía que había pasado una eternidad desde los días en que solo era la epiléptica a la que todos trataban como un fenómeno. Ahora había jurado odiar a toda la muchedumbre de adolescentes insensibles en su instituto pero le quedaba una espinita, Ada, y ahora estaba tendiéndole la mano a modo de presentación. — ¿Mejor?
—Piérdete. — retiró su brazo bruscamente, fingiendo que le desagradaba, no quería reconocer que había sido buena con ella.— ¿Qué hace ella aquí? —le preguntó a Derek.
—Exacto, ¿Derek, qué hago aquí?— puso los brazos en jarras y miró al Hale. — Porque si me llamaste para que viera este... Entrenamiento, o lo que sea tienes que saber que no quiero estar aquí viendo como sufren, estás loco. No. Todos ustedes lo están, están mal de la cabeza, vayan a terapia. — soltó ansiosa, todo el asunto de la nueva manada le daba ansiedad. —Yo debería estar durmiendo.
—No, no te llamé para eso. — rodó los ojos. — Y no es un entrenamiento. No les estoy enseñando como pelear. Les estoy enseñando como sobrevivir.
La chica se recostó a una columna, cruzando los brazos mientras lo escuchaba. Claro, los Argent. El recuerdo del omega siendo asesinado en el bosque frente a sus ojos hizo que la bruja le concediera un margen de razón a Derek.
—¿Qué están esperando? — preguntó Isaac, Ada supuso que se refería a los cazadores.
— No lo sé. Pero están planeando algo. Y tú, especialmente, sabes que no es nuestro problema. — hizo una pausa, entonces Ada notó que su brazo derecho estaba cubierto por una venda muy mal puesta. — Lo que sea que haya matado al padre de Isaac, creo que mató a alguien más anoche.
— ¿Crees? — lo interrumpió Ada dándose cuenta. — Yo estuve ahí. Por eso me llamaste.
Derek asintió
Algo apartado, Boyd parecía reaccionar triste ante esa noticia. Ada no notó que estaba ahí hasta entonces. Desprendía un aura extraña, tal vez conocía al asesinado.
—¿Lo viste bien? ¿Sabes qué era? — le preguntó Derek, Ada se encogió de hombros.
—No. — recordó con escalofríos de nuevo la sensación de la parálisis. — No tuve tiempo. Stiles lo vio mejor.
— Está bien. — asintió con comprensión, a lo que el resto de presentes no se les pasó, era extraño que Derek tuviera esa clase de gestos. — No importa. Hasta que descubra lo que es, deben aprender todo lo que yo sé.
— ¿Y qué hay de ella?— preguntó Érika señalando a la bruja con fastidio, pero la castaña reaccionó guiñándole un ojo. No era justo que ella necesitara un entrenamiento tan tortuoso mientras que la chica del palo que brillaba solo se paseara por ahí. O tal vez su mente simplemente había decidido enojarse por todo fácilmente, era común en los recién transformados.
— Preocúpate por ti. Ella sí se sabe defender.
— ¿Qué?— Érika la miró con el ceño fruncido. — ¿Qué eres?
—¿Por qué no la atacas? —propuso el Hale y Ada lo miró mal.
Érika caminó rápidamente hasta la bruja para intentar derribarla al suelo. Puso su mano en el hombro de la bruja pero, al instante, sus dedos se quemaron bajo la piel caliente.
—¡Ay! ¿Qué demonios?
—Tengo un hechizo de protección. —se disculpó la otra enfriándole la mano con magia. —Soy una bruja. Respondiendo a tu pregunta.
Érika bufó.
—Bueno, ya váyanse. — les dijo Derek. Ada dió la vuelta lista para regresar a su cama. — Tú no.
Isaac se despidió de ella agitándo la mano con algo de timidez, a lo que Ada le devolvió el gesto ladeando una sonrisa. Ese chico le caía bien. Detrás de este, Érika le lanzó una mirada de odio. Ada le sopló un beso a modo de despedida molestándola más.
Ah, que divertido. Todo eso casi compensa que Derek la haya levantado temprano.
— Ya deja de coquetear con mis betas. — Derek la regañó.
— No estaba coqueteando. — frunció el ceño dolida. — De hecho y para tu información no sé coquetear.
— ¿Y entonces qué vas a hacer con Stiles?
Ada entornó los ojos, ¿En qué momento el hombre lobo agarró confianza para hablar de esos temas? ¿Y quién le dijo? Ella no iba por ahí tirando indirectas sobre su extraña relación de amor-odio con Alex. Ah, no espera. Sí lo hacía.
— Primero, ¿Qué te importa? Y segundo, enamorarlo con mi torpeza. — hizo un gesto golpeando su cabellera castaña hacia atrás de su hombro.
—Ya. — asintió poco convencido. — Escucha, te llamé también porque tenía que pedirte un favor.
—No, eso ya lo sé. Al menos lo imaginaba. Solo te veo cuando se está muriendo alguien o cuando estás allanando mi casa.
Como siempre, Derek la ignoró y siguió hablando.
— Dile a Alex que lo siento, en serio. — Ada lo miró alzando una ceja.
— Vale, yo... yo le digo. — carraspeó. — ¿Pero por qué? ¿Qué hiciste? ¿Sigue sin dirigirte la palabra?
—Sí.
—Es tu culpa. Te pidió una cosa y fuiste y no convertiste a un adolescente, convertiste a tres.
—Y ahora rodeo la casa de acónito.
Ada asintió.
—Así que eso es lo que estaba haciendo anoche.
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Cuando regresaron a clases el lunes el peor de sus problemas los esperaba: la relación prohibida de Scott y Allison. En realidad era el peor porque era el que más pereza le daba a Ada así que se quejó. La pareja necesitaba hablar, y como siempre, a Stiles y Adalia les tocaba hacer de lechuzas mensajeras. Nunca mejor dicho. Se quejó de nuevo.
Pero igual el par de dos, la Argent y el perro pulgoso los hicieron ir y venir por la escuela transmitiendose mensajes de pareja.
— Lo superaremos. — le decía Stiles a Scott. — Lo sé, porque te amo.
Ada cerró los ojos buscando seriedad.
Pero no la encontró.
» Te amo más que... Oh, dios mío. Tú y Allison deben encontrar una mejor forma de comunicarse. —Stiles se atragantó a medio mensaje renunciando a reproducir toda esa cursilería. Había tenido bastante.
— Ustedes son los únicos en los que podemos confiar. —Scott repitió su justificación toda débil.
— ¿Ada no les puede prestar su lechuza? —propuso el humano.
— No sé si funcione con no magos. Y... ¿No sería raro ver a una lechuza volando por la escuela? — manifestó sus inquietudes la bruja. — Además, el papá de Allison es cazador... ¿Y si la caza?
— Te compras otra.
Ada golpeó tan fuerte como pudo a Stiles con su mochila. Y era decir bastante, dentro tenía plantas, piedrecitas y ramitas que había recolectado previamente para sus pociones.
—Juraría que se me acaba de encajar una espina en la nuca. —protestó el humano tocándose la cabeza adolorida.
— En serio Stiles, ¿Cómo vas a decir eso?— Scott se puso del lado de la Potter.
— Vas a ser el mejor veterinario. — Ada le agitó el pelo.
— Hablando de eso, ahora cuéntanos sobre tu jefe.
— El cree que la familia de Allison guarda registros de las cosas que han cazado. Puede que sea un libro.
A Ada se le pusieron los pelos de punta.
— Como un bestiario.
— ¿Un qué?
— Un bestiario.
Scott se rió.
— Creo que quisiste decir bestialidad.
— No, creo que no. Bestiario.
Scott miró a Ada y esta asintió, de acuerdo con Stiles. Bueno, ahora había aprendido una palabra nueva.
— ¿Cómo es que soy el único que no sabe de estas cosas?
—Porque tienes que estudiar más. —le dijo la bruja y sonó como un regaño. Scott tragó saliva.
De todas formas, tenían un nuevo objetivo más importante: encontrar el libro.
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El resto de la tarde, Ada y Stiles se turnaron para servir de mensajería entre los tórtolos.
— ¿Dónde lo guarda? — casi se desploma el de los lunares junto a Allison luego de que esta describiera el bestiario y fuese con Scott, para que le dijera que sí había visto a su abuelo con algo parecido.
Ada tuvo un deja vú de "Ronald me pidió que te dijera que Seamus le dijo que Dean le dijo a Parvati que Hagrid te busca."
— Tiene que ser en la oficina. — le informó Ada a Scott dejándose caer contra las taquillas cansada.
— ¿Puedes conseguir el libro? — le oreguntó Stiles a Allison dándose un spray para el asma.
— ¿Qué hay de las llaves?
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Allison tenía un plan para hacerse de las llaves. Ada prefirió no decirle que ella podía abrir la puerta por razones obvias.
—¿No le dirás qué eres una bruja?
—Tiene que estar en peligro, o descubrirlo por sí misma... Si le digo yo directamente me metería en un problema enorme. El Ministerio sabe cuando un mago cuenta lo que no tiene que contar.— explicó.
—Está bien, entiendo. — asintió Stiles, ahora ambos estaban en el partido de lacrosse. Era de noche y Ada los acompañaba. — Vamos.
El juego había comenzado, Ally y Gerard estaban en las gradas cuando el par pasó inadvertido a su lado agarrando las llaves que había tomado la chica.
Cruzaron corriendo el estacionamiento, sin embargo la castaña se detuvo en seco cuando oyó unos sollozos provinientes del auto de Lydia.
— ¿Qué ocurre?— le preguntó Stiles viendo a Ada quedarse atrás.
— Adelántate. — le lanzó las llaves a lo que el chico las atrapó en el aire. — Te alcanzo en un momento.
Stiles asintió, no muy convencido, pero confió en ella y se marchó hacia el despacho.
Ada se inclinó sobre la ventanilla del coche mirando a la pelirroja.
— ¿Lyds? ¿Lydia, qué sucede? — tocó con suavidad en el cristal de su ventanilla.
La chica le devolvió la mirada con los ojos llenos de rímel corrido.
— Solo vete... — susurró.
Pero Ada sabía que no lo decía en serio.
— Lydia...
— No necesito a nadie verme llorar.
— No debería importarte si la gente te ve llorar. — le dijo preocupada. — Llorar no te hace débil. Pensar que sí, los hace estúpidos.
La pelirroja la miró, pensando que tal vez, ella sí la entendía. A fin de cuentas era muy común verla teniendo ataques de ansiedad en público y ni hablar de los episodios de pánico.
» Además eres la única persona que conozco que se ve bien llorando.
— Tú también te ves bien llorando. — rió con amargura limpiándo sus lágrimas.
— No es cierto. No mientas. — Ada frunció el ceño a li que Lydia se rió por sus palabras. — Dale, déjame entrar.
Lydia abrió la puerta del auto, y la bruja se subió mientras la pelirroja comenzaba a desahogarse.
— Vas a pensar que estoy loca. — susurró triste.
—Claro que no. Te sorprenderías.
—Me están pasando cosas... Extrañas... Esta mañana, me desperté cubierta de sangre. El espejo frente a mi cama estaba quebrado, como si... Como si yo lo hubiese golpeado. — soltó esperando que la castaña la llamara desquiciada en cualquier momento.
— ¿Y no recuerdas nada?
— ¡No!— negó. — Y... Creo que estoy viendo a un fantasma.
Ada parpadeó.
— ¿Cómo era?
— No lo sé, no vi su rostro. — siguió llorando. — ¿Por qué no solo me dices que es imposible, que los fantasmas no existen?
— Porque sí existen. — Ahora fué Lydia la que la miró como si estuviese loca. — Creo que te están pasando estas cosas porque eres... Especial.
— ¿Especial en qué sentido?
Ada sabía que Peter había llegado a morderla, sin duda la pelirroja Martin estaba en el mundo de lo sobrenatural ahora. Solo debía descubrir qué era específicamente.
— Eso tenemos que averiguarlo.
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