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episodio cero


LONDRES

 
   Sus ojos oscuros brillaban lanzando estrellas, y su semblante últimamente pálido estaba iluminado por la emoción y la alegría. Adalia y su hermano Harry recorrían con prisa el callejón Diagon, llegaban tarde para la pequeña reunión que estaba organizando Molly Weasley en la Madriguera, reunión de la cual ellos eran responsables de llevar una lista de cosas. A Ada siempre le emocionaba visitar el callejón y a Harry le gustaba ver feliz a su hermana pequeña.

— ¿Podemos pasar rápido por la librería?— preguntó inocentemente la menor.

— No.

— ¿Y si te lo pido por favor?— insistió Ada dibujando una mueca tierna en su— ya de por sí— adorable rostro. — Anda Harry, será rápido, lo prometo.

— Siempre dices lo mismo y siempre te pasas tres horas intentando decidir cuál vas a comprar. — le dijo. — Para que, al final, acabes comprándolos todos.

Ada hizo una sonido de protesta.

— ¿Y eso que o qué?— continuó insistiendo. En parte le gustaba molestar a su hermano mayor. — No te afecta en nada.

— Tenemos prisa.

— Puedes... puedes ir tú a comprar las cosas que nos faltan y dejarme aquí, cuando termines me vienes a buscar. Todos felices. — Alzó una ceja con una impecable sonrisa.

Harry resopló.

— Está bien, pero solo porque ha sido un mes difícil y te lo mereces... ¿De acuerdo? — Ada asintió y abrazó con cariño a su hermano. — Por Merlín, eres insoportable.

— Yo también te amo. — dió la vuelta y se escurrió entre el resto de magos y brujas que cruzaban la calle.

Harry la vió desaparecer en las puertas de la librería. Quería a su pequeña hermana más que a nada y, sabía lo difíciles que habían sido para ella estos últimos meses después de la segunda guerra mágica.

Adalia en cambio corría como una niña pequeña, tal vez a primera vista lo parecía. Era frágil, delicada como una rosa de cristal, pero también había vivido suficientes momentos dolorosos como para convertirse en la poderosa bruja que era hoy en día. Jamás nadie había osado levantarle la voz, nunca nadie se atrevió a subestimar su capacidad de elaborar hechizos... No por nada era de las más brillantes de su clase, junto a su mejor amiga Hermione por supuesto.

— Usted de nuevo, señorita Potter. — dijo el bibliotecario mirándola por encima de sus gafas. — ¿Cómo está?

— Muy bien, ¿Y usted Odri? ¿Cómo le va? — preguntó con educación.

— Son tiempos excelentes... — respondió el bibliotecario. — Está usted de suerte, ha llegado un nuevo cargamento de libros ayer en la mañana, es libre de revisarlos...

Ada asintió y se fué emocionada hacia los estantes donde encontró los nuevos ejemplares de libros de magia. Historias, fábulas, manuales y toda clase de pequeños mundos fantásticos se escondían bajo las cubiertas de los libros. Sin darse cuenta, ya tenía cinco bajo el brazo que quería comprar y ya había pasado diez minutos leyendo las descripciones de cada cual.

— Creo que su hermano la busca fuera.

— Vale... — Colocó los libros sobre el mostrador. — Llevaré estos...

Cuando Ada terminó de pagar por los libros y salió a la calle miró a Harry con una sonrisa de felicidad.

— ¿Qué tal te ha ido? ¿Lo has encontrado todo?— le preguntó enganchando su brazo al de su hermano y caminando juntos.

— Si. Ya estamos listos para volver a la Madriguera.

— Genial.

— Te he comprado un regalo.

— ¿Qué es?— se detuvo en seco. —¿No será alguna broma de la tienda de los gemelos? ¿Verdad, Harry James Potter?

Harry rió mirando a Adalia enrojecer.

— Vaya, sigues enfadada por lo de la última vez.

— ¡Esos bombones con Amortentia son muy peligrosos! ¡No debí dejar que Draco los comiera primero! Aún recuerdo lo loco que fué ese año — Negó con la cabeza.— Tú y Ron son unos tarados.

—Es cierto. — Estuvo de acuerdo.— Pero no sabíamos que de los ibas a dar a Draco, Ron y yo pensábamos que sería Neville o Luna... De todas formas fué muy divertido.

— Oh sí. Muy divertido. — rodó los ojos fingiendo sarcasmo, cuando en realidad también estaba riendo. — Vale, vamos allá...

Ada y Harry entraron en la chimenea, el pelinegro sacó los polvos flu y tomándose de la mano dijeron al unísono — La Madriguera.

ʚ ♡ ɞ

  Molly Weasley parecía muy feliz de tener a toda su familia reunida. Ron y Hermione discutían sobre dónde iba a dormir cada cual, Ginny fingía estar muy ocupada para que su madre no la agobiara pidiéndole ayuda para preparar la reunión y los gemelos bromeaban entre sí preparando cualquier falsa para asustar a Percy.

  Apenas se escuchó el estruendo de Ada y Harry materializándose en la chimenea con toda la algarabía que había en la casa de los Weasley.

— Tremendo... — Ada parpadeó confundida por el viaje. — Molly, llegamos...

— Oh, ahí están mis pequeños... — Molly los abrazó a cada uno como si no los hubiera visto esa misma mañana. — Bien, ya casi podemos comenzar... Solo falta que llegue Alex.

Todos querían y admiraban a Alexandra Lupin, la hija de Remus y Thonks. Después de la muerte de sus padres la chica se había quedado en Londres para ayudar con la restauración de Hogwarts. Normalmente se dedicaba a viajar por el mundo, haciendo investigaciones y progresos en el conocimiento de la magia. Había escrito tres libros e inventado un total de dieciséis hechizos efectivos que el ministerio había aprobado para la enseñanza en Hogwarts.

— Mejor que no venga... — dijo Fred con una sonrisa maliciosa.

— Es que Percy le tiene miedo. — le siguió el juego George.

— ¡No es verdad!

Ginny y Ron se rieron. Percy siempre se quedaba mudo cuando Alex estaba en la misma sala que él, la verdad ¿Quién no le temía a una bruja como ella?

— ¡Adalia!— gritó Hermione atrayendo la atención de la castaña. — Ron cree que cabemos todos en un mismo cuarto, yo creo que mejor dormimos las chicas en una habitación y los chicos en otra... ¿Qué piensas tú?

—¡No voy a dormir en la misma habitación que los gemelos!— gritó Ronald.

— Creí que habían mil cuartos en esta casa... — murmuró distraída Ada.

— Los hay... — Le dijo Molly. — Estoy esperando a que terminen de discutir para recordárselos.

Ada sonrió.

— Ada. — la llamó George. — ¿Puedes subirme esto? Es que quiero ayudar a Fred a hacerle una broma a Ron. — Ada asintió cargando el baúl del pelirrojo. Se llevaba muy bien con los gemelos, y le gustaba curiosear siempre entre las bromas y artículos que guardaban en las maletas. George le guiñó un ojo y se fué murmurando algo sobre una araña gigante.

Subió las escaleras y no tardó en oír los gritos de pánico de Ron quién siempre había tenido miedo de las arañas.

Iba a reír pero su sonrisa se le congeló en el rostro,  había pasado junto a un espejo y se había detenido a mirarlo.

Un recuerdo doloroso le cruzó por la mente.

  Estaba luchando contra un mortífago, sus amigos estaban con ella. Había pasado semanas practicando defensa contra las artes oscuras en el salón de menesteres.

Y de repente lo escuchó.

¡Avada Kedavra!— la voz juguetona e hiriente de Bellatrix le estrujó el pecho, cuando giró la cabeza lo vió: su tío Sirius había sido alcanzado por una Maldición Imperdonable.

— ¡No!— Cruzó el velo, pasó un segundo creyendo que regresaría. Pero bastó con ver la cara de derrota de Lupin quién sujetaba a Harry. Estaba muerto.

El mortífago aprovechó el momento de distracción de la castaña y le lanzó el ataque.

  — ¡Ada!

El recuerdo se rompió.

Adalia se vió a sí misma en el suelo sin poder respirar. Sabía que alguien la estaba llamando pero no podía distinguir quién.

— ¡Harry, ven aquí! Tenemos que ayudarla...

Intentó calmarse, se presionó a si misma hasta que le cada músculo de su cuerpo se sintió agotado. Era en vano.

— Es un ataque de pánico.

ʚ ♡ ɞ

  Cuando Ada se despertó estaba lloviendo. Las gotas golpeaban contra la ventana emitiendo un sonido de paz. Le gustaba el clima de Londres. Aunque este no le trajera buenos recuerdos.

La muerte es algo difícil con lo que lidiar, y Ada había visto a tantos seres queridos morir frente a sus ojos.

En el fondo se sentía débil, porque Harry si convivía con esa carga cada día sin sufrir la ansiedad que la aterrorizaba.

Alguien llamó con suavidad a la puerta. Un instante después una cabellera azul chicle apareció recargada al marco, detrás estaban los gemelos.

— ¿Cómo está mi sobrina favorita?— quiso saber Alex, con su sonrisa ladeada y la chaqueta oscura podía hacer que cualquiera se sintiera bien. Se giró hacia los gemelos — Ustedes dos, fuera.

— Queremos decirle algo a Ada.— insistió George, Fred iba a asentir cuando la peliazulada les cerró la puerta en la cara. — ¡De esta no te salvas, Lupin!

Alex rodó los ojos.

Ada le hizo un espacio en la cama para que se sentara.

— ¿Hace cuánto llegaste?

— Hace unas pocas horas. — alzó las cejas. — Había mucho que hacer en la escuela, todavía estamos reparando las aulas. Es un trabajo pesado.

Ada asintió levemente.

— ¿Arruiné la reunión que iba a hacer Molly, cierto?— le preguntó con tristeza.

— No. — negó. — Ron y Ginny lo hicieron, creo que rompieron la puerta del corral y varias gallinas entraron en la casa.

Ada no sonrió. Se seguía sintiendo fatal.

— ¿Por qué me está pasando esto?

— Porque eres una sobreviviente, pequeña. — Alex le acarició la cabeza. — Y tienes heridas de guerra, todos las tenemos...

— Tú perdiste a tus padres, y no sufres ataques de pánico como yo.— Una lágrima brillante se deslizó por su mejilla.

— Pequeña, tú también los perdiste. Mucho antes que yo, de hecho. Y eso es algo que te acompañará para siempre. Es horrible, créeme que lo sé. Pero no puedes luchar contra ese sentimiento de tristeza. — Alex sabía lo duras que eran sus palabras, pero tenía miedo de que Adalia empezara a reprimir sus emociones. — Tienes que aceptarla.

— Es demasiada. — se cubrió los ojos sintiendo cada pérdida de esos últimos años aplastarle el corazón. — Es demasiada tristeza y... Está por todos lados.

  No podía ayudar a reconstruir Hogwarts, cada rincón le recordaba a alguien. Cada eco la hacía pensar en las risas que ya no escucharía. Cada recuerdo se sentía como un puñal de cristal.

Y dolía.

— Está bien sentir dolor, Ada. — le dijo llorando con ella. — Nadie piensa que eres débil, excepto tú. Y cuando estés lista para luchar contra la tristeza y aceptarla, nosotros estaremos aquí para acompañarte y pelear contigo.

ʚ ♡ ɞ

Cuando Ada bajó al comedor descubrió algo que jamás había presenciado en su vida. Harry, Hermione, Ron y su tía Alex estaban discutiendo.

— Ahí estás, Ada... — Molly le sonrió. — ¿Tienes hambre?

— Siempre. — A Molly le gustaba cocinar y a Ada le gustaba la comida de Molly. — ¿Por qué discuten mi hermano y Alex?

— Ya te lo dirán, cariño. Ahora no les prestes atención. Cuando acabes de comerte eso puedes ir a ayudar a Ginny a juntar de nuevo a todas las gallinas. — Ada intentó escuchar algún fragmento de la conversación, pero solo entendió a Harry decir "No, de ninguna manera", " No la voy a dejar sola" y "No es cierto". Mientras que Alex decía cosas como " No tienes razón", "Necesita un nuevo aire" y " Sabes que es lo mejor para ella"

  ¿Lo mejor para quién?

Salió hacia donde estaba Ginny. La pelirroja la saludó con una sonrisa cuando la vió.

— ¿Estás mejor?

— Sí. — Ada se subió las mangas del suéter. — Vine para ayudarte a juntar a estas traviesas. — señaló a las gallinas.

— Genial, cuando acabemos podemos convencer a los chicos para jugar un partido de quidditch, ¿Te parece?— Ada asintió sonriendo. Ella y Ginny se llevaban más que bien.

Cuando Harry se fue a Hogwarts para pasar su primer año ella se tuvo que quedar sola en casa de sus tíos. Pero Molly no lo permitió, la dejó quedarse en su casa y hacerle compañía a Ginny. Ambas han sido muy unidas siempre, casi como hermanas y ahora, la pelirroja se había convertido en su cuñada. Pero para Ada siempre había sido su familia.

— De acuerdo, pero tengo que estar en tu equipo y también los gemelos. — planeó, amaba jugar y sabía quienes eran los más competitivos para seleccionar.

— Siempre. — concordó Ginevra.

Y así ambas terminaron de juntar entre risas a las gallinas.

ʚ ♡ ɞ

— Ada, queremos tener una charla contigo. — le dijo Harry a su hermana cuando esta entró en la casa.

Llevaba los pantalones sucios por la tierra y el suéter cubierto de pequeñas hojas y ramas. Estaba cansada pero eso no le importó. Todos la miraban con rostros serios, se moría por saber que ocurría así que siguió a Harry hasta la mesa, dónde Alex y Hermione estaban en silencio.

— Estuvimos hablando...— empezó su hermano, pero Granger lo interrumpió.

— No nos gusta verte así. — Adalia miró a su mejor amiga, parecía triste y preocupada. — Tenemos miedo de no saber cómo ayudarte. Pero Alex estuvo hablando con nosotros, dijo que le comentaste que estar aquí te trae malos recuerdos.

— ¿Aquí? ¿En la Madriguera?— Preguntó Ron confundido.

— No. — hubo una pausa. — En Londres.

— Alex cree que... — La voz de Hermione se quebró un segundo antes volver a tomar fuerza. — Cree que sería bueno para ti irte un tiempo, los ataques de pánico han aumentado mucho las últimas semanas y...

— ¿Qué? ¿Irme? — Adalia abrió los ojos.

— Escucha, el ministerio me encargó otra investigación.— el cabello de Alex cambió de tono, era un gris pálido. Eso significaba que estaba insegura. — Quieren que prepare otro libro para la enseñanza en Hogwarts, y he pensado que tal vez quieras venir conmigo. Estar unos meses lejos de Londres sería bueno para ti, podría ayudarte a sanar.

Ada miró a su hermano.

Por eso estaban discutiendo. Harry jamás querría apartarse de su hermana. Ellos cuatro eran un equipo, ¿Cómo iban a separarse?

— No puedo. — Ada parpadeó. — Los extrañaría demasiado.

— No es para siempre, pequeña. Puedes volver, cuando quieras... Pero tú misma sabes lo mucho que quieres estar en un lugar que no te recuerde al caos de los últimos meses.

Alex tenía razón.

Tenía tanta razón.

— Ada, es tú decisión. — Hermione la miró con una pequeña sonrisa triste. — Hagas lo que hagas va a estar bien.

Pero Adalia se levantó de la mesa y salió al jardín sin soltar otra palabra.

ʚ ♡ ɞ

— ¡Es mi muchacho!— había gritado el padre de Cedric.

Ada estaba recordando.

Recordando la tétrica noche en la que Cedric murió. Aquel lindo chico de Hufflepuff que con el que solía bromear. Quién le pidió cita para el baile de invierno pero ella no pudo aceptar porque ya tenía pareja en ese entonces, y él se lo había tomado bien. Porque al menos eran amigos.

Y los amigos eran para siempre, ¿No?

Rompió a llorar, sola. Mientras la noche caía sin prisas sobre la Madriguera.

— Mira lo que tenemos aquí Fred.— oyó.

— Es una pena, George.

— ¿Por qué una niña tan linda llora tanto?

— No lo sé, pero tenemos que arreglarlo de inmediato.

Ambos pelirrojos se sentaron a cada lado de la castaña sin pedir permiso.

— Por Merlín, ¿Qué quieren?— Era imposible para Ada continuar llorando en presencia de los bromistas más grandes de todos los tiempos. Se secó el rostro y alzó una ceja esperando a que contestaran.

  El primero en hablar fué Fred.

— El día de la Segunda Guerra Mágica... Estuve a punto de morir.

— A punto. — señaló Adalia. — Estás aquí ahora.

— Gracias a ti.

Ada negó.

— No tenía otra opción Fred. No iba a dejar que ninguno de ustedes sufriera si yo podía evitarlo.

— Ada, te cayó encima una pared de ladrillos. — Le recordó George, y entonces el recuerdo se hizo realidad en la mente de la castaña.

  Había destellos por todos lados. La voz de Voldemort siseaba en sus oídos. Había miedo en el aire, y pesaba como mil demonios sobre todos ellos. Adalia estaba corriendo, había visto a un mortífago apuntar a la pared cercana a Fred y decir —¡Bombarda!

  Nunca había corrido tan rápido.

Lo empujó, y sintió todo el peso de los ladrillos caerse encima de su pequeño cuerpo.

— ¡Adalia!

Durante un segundo, su corazón dejó de latir. Un pequeño instante. Antes de abrir los ojos nuevamente.

Lo había logrado, ningún Weasley murió ese día.

Y volvería a dejarse caer bajo aquella pared si fuese necesario.

— Yo... — Parpadeó volviendo al presente. — Lo sé. Está bien, ya no me duele nada. Los huesos de las brujas son fuertes y resistentes. — le dijo con convicción al pelirrojo.

— Ada te quedaron cicatrices muy feas.

— Gracias. — le dijo la castaña rodando los ojos. — Que amable eres, George.

— Lo que queremos decir es... — hicieron una pausa. — Gracias. Nunca dejes de creer que eres igual de fuerte que Harry, él puede ser el héroe de la profecía pero tú...

— Tú eres igual de fuerte.

— Y valiente.

— Y definitivamente eres más bonita que Harry.

— Escuché eso. — Dijo Harry llegando. — Lamento no ser lo bastante bonita, chicos. Pero por lo menos soy el elegido.

— Dios mío, eres igual a tu padre... — Alex le revolvió el cabello a Harry con un tono cariñoso.

Ada sintió una corazonada en su pecho. Sin darse cuenta ya había tomado la decisión.

— Alex...

— ¿Sí?

— ¿Dónde tienes pensado hacer tu viaje?

— Ah, quiero ir a los Estados Unidos. A California, hay una pequeña ciudad aburrida llamada Beacon Hills. — encogió los hombros. — Tengo una amiga allá, dice que nunca pasa nada interesante.

— Supongo... — miró a Harry, sabía que su hermano siempre la apoyaría. — Supongo que está bien irme de viaje un tiempo.

La peliazul sonrió con suavidad.

— De acuerdo, pequeña.

Adalia se puso de pie de un salto.

— Entonces... ¿A alguien le apetece jugar un partido de quidditch?





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