Carta al hombre que me hizo fuerte
Pasas,
como antaño recuerdo que ya caducó.
Idealizando el amor, fiscalizando a tu antojo.
Te ríes de la vida, del dolor y tus faltas.
Me miras, como si aquí la vida,
siguiera intacta
El amor caduca, dijiste entre líneas nefastas.
Como queriendo justificar,
el huracán que causaste.
El descaro se vistió de gala.
Mi me mordí la lengua por no ser inculta.
Me arranqué la piel que un día,
se vio enredada en tu piel.
Caí en un profundo pozo.
Sentí mi alma romperse y en un momento,
no conocí ni mi propia sombra.
Me acabaste, sin darte cuenta que ya,
desde hacia mucho tiempo estaba rota
Terminaste el trabajo,
lograste ser el arma letal, mi verdugo.
No, no te justifiques,
lo tuyo fue un golpe a quemarropa,
Un puñal de hierro clavado en las entrañas.
El dolor encarnado en carne y huesos.
Fuiste fuego en el pecho, llanto,
decepción y miedo.
Me comí las ganas,
y me olvidé de tus besos, de tu mirada oscura
Y de estas ganas de hacerme vida en ti.
Alimenté mi alma de amor propio,
y el espejo fue mi único aliado.
Descubrí el renacer una tarde de verano.
Dentro de mi, el milagro de la vida,
Se manifestaba en todo su esplendor.
Tu nefasto encuentro dejo marcas,
Y otra vez miraste en dirección opuesta.
Pero yo ya no era la misma,
como raíces que se impregnan en la tierra;
me fortalecí, me llené de instinto,
y ese nuevo huésped comenzó a ser mi norte.
Evolucioné, me volví hierro.
Con el dolor impregnado en cada fibra;
me limpié.
Con cada error, con cada sacudida.
Y me encontré, me abracé fuerte y caminé.
Siendo yo mi mejor proyecto,
No te deseo mal ni bien,
simplemente que nunca más,
vuelva mi vida a coincidir con la tuya.
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