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06

Los pasillos de la universidad parecen eternos mientras voy en busca del rostro que tanto deseo ver. No conozco bien el camino y todo me parece extraño, pero mi intuición me ayuda a guiarme y no perderme. La gente a mi alrededor tampoco me suena de nada y solo veo  sus miradas curiosas sobre mí, sin embargo, sigo avanzando sin prestarles mucha atención.

Doy una vuelta, luego otra y me detengo en un pasillo donde hay más gente de la que me gustaría. Tras escanear los rostros de un grupo de chicas que miran en mi dirección, doy con una sonrisa amable que camina hacia mí para saludarme y de forma automática le sonrío de vuelta.

—Hasta que llegas.

—Perdón por el retraso.

Doy media vuelta para ir por el pasillo que llegué, los pasos a mi lado suenan y ya no hay mucha gente en comparación a hace unos minutos.

—No te preocupes. Aunque si quieres que acepte por completo tu perdón... ¡Tienes que venir conmigo a la fiesta! ¡Va a estar genial!

La sonrisa se me borra.

¿Ir a una fiesta cuando estamos estudiando? Ni hablar. Es mucho más productivo quedarse en casa repasando apuntes y haciendo tarea para poder estar al día y no estar a último momento con preocupaciones que se podrían haber evitado. Necesitamos tener buenas calificaciones, no una resaca que no deje hacer nada. Además, beber se me da fatal y no quiero pasar vergüenza haciendo el ridículo.

—No lo sé... Creo que es mejor no ir, ni tú ni yo somos de esa clase de ambiente.

Comienzo a caminar en dirección a la salida del edificio, ella sigue a mi lado. Por lo que parecen segundos eternos, guardamos silencio, al menos hasta que me detiene justo en la entrada, poniéndose frente a mí para bloquearme el paso. Es más baja que yo, pero de todas formas logra detener mis pasos.

—Somos jóvenes, ir a una fiesta no va a arruinar nada —toma mis manos, como si con ese gesto pudiera transmitirme tranquilidad. Están muy cálidas, a comparación de las mías que están considerablemente más frías—. No todo es estudiar, podemos ir y distraernos un rato.

La calle frente a la entrada sorprendentemente está bastante vacía en comparación al interior del edificio, y el sol de la tarde crea un bonito paisaje. La brisa también es agradable y tal vez por lo mismo comienzo a dudar de mi postura. Aunque rápidamente regreso a mi opinión inicial, al menos cuando veo que por la calle pasa un auto con un rostro que también conozco bastante bien. Y es un sentimiento extraño, confuso por no decir menos.

—¿Quién organiza la fiesta?

Mi pregunta va dirigida a ella a pesar de que mi vista está fija en aquel automóvil que finalmente se termina por perder cuando dobla hacia otra calle. Siento un escalofrío recorrer mi columna, pero me obligo a mantener la calma.

—Uh... No lo sé.

Cuando evade mi mirada, sé que me está mintiendo. La conozco demasiado bien, no sé cómo es que sucedió, pero no tengo dudas de que me está ocultando algo.

—Vamos, sí que lo sabes —insisto.

—Bueno, la organiza Doseok. ¡Pero a quién le importa! Tú y yo la podemos pasarla genial. Podemos bailar, beber un poco y escuchar muchas canciones.

Un mal presentimiento me invade, pero viendo su rostro tan brillante por la idea de que la va a pasar bien, guardo silencio y solo aprieto mis labios en una fina línea. No me agrada para nada su idea, mucho menos que se exponga de esa forma, pero solo me queda confiar en ella y en que va a estar bien. Me dejo llevar por la calidez de sus manos y termino por cerrar mis ojos.

Es entonces cuando los abro y no veo para nada el escenario que estaba viendo hace un momento.

No estoy en mi habitación ni en mi casa o en un taxi de camino. Estoy en lo que me parece ser un hotel, no el más lujoso y de cinco estrellas, pero bastante decente para mí gusto. No sería un problema si hubiera ido a uno para no llegar a casa dando tropezones. Sin embargo, no tengo ni la menor idea de cómo llegué o qué pasó.

Mis pensamientos están difusos y hago un esfuerzo por hacer que se vuelvan más nítidos. Lo último que recuerdo es que estaba con Jungkook en un callejón al lado del club. Hablamos un poco, fumamos y...

Mi cerebro, otra vez, deja de funcionar cuando de un lado de la habitación veo un cuerpo robusto y tatuado ingresar. No está usando camiseta y si bien con tantos tatuajes es difícil fijarse en su piel sin tinta, no deja nada a la imaginación. Absolutamente nada. Mis ojos recorren sus brazos, su pecho y su abdomen hasta que me pierdo en la pretina de su pantalón. He visto cuerpos más corpulentos y con mayor masa muscular, pero me parece tan armónico que es hipnotizante.

Él realmente acapara la atención de cualquiera.

—Veo que ya te despertaste. Espero que hayas dormido bien —camina hacia un sofá en el cual está la chaqueta que había usado la noche anterior y la toma—. Si hubiera sabido que eras tan escandalosa, no habría dudado en marcharme del callejón sin ti. ¿Eres consciente del desastre que fuiste ayer?

Hago un gran esfuerzo por intentar descubrir a lo que se refiere, sin embargo, no logro formar un recuerdo claro. ¿Por qué siento como si tuviera una clase de laguna mental? ¿Después seguimos bebiendo?

—No recuerdo nada —confieso mientras me abrigo con las mantas al percatarme de que mi sostén está a la vista— ¿Entre nosotros... qué pasó? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué estoy así?

—Tú papá te llamó y discutieron, así que no quisiste volver a casa —camina hacia la cama y se sienta en los pies—. Estuviste acompañándome tanto rato, que me dio pena dejarte a tu suerte, así que te traje a un hotel. Mi idea no era quedarme contigo... Pero cuando llegamos a la habitación, me tiraste un café que compraste y de paso te salpicó. No me quedó más remedio que sacarnos la ropa manchada que ahora está en la lavandería, por cierto.

El café ni siquiera me gusta mucho, pero su respuesta me parece bastante lógica, al menos mucho más si lo comparo con mis recuerdos prácticamente inexistentes.

Lo quedo observando un rato. ¿Realmente discutí con papá? Si bien a veces tenemos nuestras diferencias, no logro hallar la razón por la cual podríamos haber peleado. Supongo que dijo algo que me molestó... O tal vez yo dije algo que lo sacó de sus casillas. Jungkook solo me observa en silencio, pero no dura tanto en ello.

—Por la forma en que me miras, pareciera que tus ojos no se pueden apartar de mí —y en su rostro hay una tonta sonrisa que me pone nerviosa—. No me digas... ¿Acaso quieres un beso de buenos días?

No puedo creer que incluso por la mañana sea capaz de ser tan burlesco conmigo, pero él no es el único que puede adoptar esa actitud. Yo también puedo ponerme a su altura.

Descubro mi cuerpo dejando a la vista el sostén de encaje negro. Y gateo hasta llegar a él. Su mirada, aquella que siempre es tan oscura, me escanea por completo sin nada de vergüenza. Lejos de ponerme nerviosa, comienzo a sentir un agradable cosquilleo en la parte baja de mi abdomen. Claro que ningún hombre se podría resistir a mis encantos, ni siquiera él con su actitud desafiante y desinteresada.

—¿Por qué preguntas? ¿Planeas dármelo si digo que sí? —llevo mi mano derecha a su rostro, el cual está más frío de lo que habría pensado— Admítelo, Jungkook, por mucho que no lo quieras decir en voz alta, sabes que te produzco cosas.

De su parte recibo una sonrisa ladeada. Realmente es atractivo. Bajo su chaqueta no hay nada más que lo cubra, por lo que se asoma la piel de sus pectorales. Y lo observo con total atención. Sin ninguna pizca de vergüenza me deleito con su piel expuesta, la cual está marcada con tinta en varias partes, llamando mi atención principalmente las letras grandes que están bajo sus clavículas: vindicta. Llevo mi mano al lugar, tocando con las yemas de mis dedos ese curioso tatuaje.

—Tu mano está muy cálida.

Me estremezco ligeramente cuando cubre mi mano con una de las suyas. Él no se queda atrás con el intercambio de miradas. Su vista va hacia mi escote, pero no dura mucho, ya que sus ojos terminan buscando los míos.

—Y tu mano tan fría, pero en mi cuerpo se pueden calentar —en un movimiento termino sentada sobre sus muslos. Parece sorprendido por mi acción, pero no me aparta—. Te niegas a acostarte conmigo aun cuando tu cuerpo pareciera no pensar lo mismo.

Habiendo visto entre sus piernas un par de veces, puedo decir que, incluso si parece estar bien dotado, el bulto que ahora captan mis ojos solo indica que no soy la única que se está emocionando. Me siento realmente dichosa, al final ni siquiera él mismo pudo ocultar que le provoco algo. Su cuerpo lo terminó delatando y no hay forma de negarlo.

—En nosotros mismos está decidir si nos dejamos dominar por el deseo.

Sus manos viajan a mi cintura. Su tacto es tan frío que me estremezco, es como si por mi piel estuvieran recorriendo unos cubos de hielo. Y me acerco más hacia él, lo suficiente para estar a nada de poder frotarme contra la dureza bajo sus pantalones, pero me abstengo, quiero llevarlo hasta el límite por mucho que eso signifique que yo también debo resistir. Necesito tentarlo, quiero que su deseo por mí solo siga creciendo.

—Pero el cuerpo sabe lo que quiere, Jungkook... —su respiración pesada me está volviendo loca—. Déjate llevar, no siempre debes pensar con la razón...

A pesar de que sé que probablemente seré rechazada, me arriesgo y acerco mi rostro al de él. Nuestras narices se rozan y luego nuestros labios, sus ojos siguen abiertos y mantengo los míos de la misma forma solo para verlo. Me quedo haciendo eso por un par de segundos, pero ya no pudiendo resistir lo incómodo que es, y termino por bajar mis párpados. Junto nuestras bocas más allá de un simple roce, lo más rápido que puedo antes de que se arrepienta.

Y, para mi sorpresa, no me aparta.

Suelto un fuerte suspiro, tal vez algo exagerado tomando en cuenta que es un beso bastante simple. Sin embargo, sus manos en mi cintura me producen escalofríos que me hacen avanzar sobre su regazo hasta que quedo sobre su erección. Entre abro un poco los ojos, pero los cierro enseguida al percatarme de qué él todavía los tiene abiertos.

—Así que también puedes ser tierna —susurra casi sin separarse de mi boca—. Pero eres una mala influencia... ¿No se supone que los ángeles son buenos?

Estoy por replicar, pero su boca vuelve a envolver la mía tan rápido que casi no tengo tiempo para reaccionar. Sube la intensidad del beso a la vez que me acerca más hacía él, como si fuera posible. Se inclina un poco hacia atrás y mis senos terminan por presionar contra la parte superior de su pecho. No puedo creer que me haya hecho esperar tanto cuando su boca me deja más que claro que no era la única que tenía ganas de algo más.

Su pregunta queda en el olvido, solo me puedo concentrar en la vibración de mi cuerpo contra el suyo. No puedo confirmar del todo qué tan dotado está, pero de que lo siento, lo siento. Sus manos bajan hacia mi trasero, utilizando algo de fuerza para pegarme más hacia él y suelto un gemido de puro gusto. Quiero seguir de esta forma por siempre, no me importaría permanecer así si eso significa que puedo tener su tacto tanto como había esperado.

Pero necesito más, mucho más.

Muy a mi pesar, me alejo un poco para poder deshacerme de su chaqueta. Meto mis manos a la altura de sus pectorales y lentamente se la empiezo a sacar. Quiero que me mire y me desee tanto como yo lo hago. Y lo hace, su mirada recorre mi cuerpo, desde mi ombligo hasta mis ojos y me derrito por ello. Su mirada oscura y profunda me hace temblar con fuerza, mucho más cuando apoya sus brazos en el colchón, ya sin rastro alguno de tela cubriendo la parte superior de su cuerpo. Y me encanta la imagen ante mí, siento que puedo ser capaz de grabarla en mi mente para no olvidarla nunca.

—En mi cartera tengo condones —susurro llevando mis manos a sus abdominales para deslizarlas hasta llegar a la cinturilla del pantalón—. ¿Hay una marca que te guste? Creo... Creo que tengo unos con sabor o tal vez ultrasensibles.

Por alguna razón me pongo nerviosa y lo atribuyo a que no me ha apartado. No pensé que podría llegar hasta este punto, pero él parece dispuesto a no parar, por algo toma mi mano y la lleva hasta su erección. La boca se me seca, aun cuando todavía siento rastros de su propia saliva y la temperatura me sube de golpe.

¿De verdad lo vamos a hacer? ¿Por fin logré convencerlo?

Su sonrisa es más que atractiva. Me siento lubricar mientras lo acarició por sobre la tela del pantalón. Está dotado como me gusta, la vista me puede engañar, pero lo que estoy sintiendo no me deja ninguna duda. Regreso mi vista a su rostro, viendo que su lengua presiona el interior de su mejilla. Si hizo maravillas en mi boca, no quiero ni siquiera imaginar lo que puede hacer en otras partes. Lo que estoy acariciando me prende en su máximo nivel, y ya estoy buscando mi cartera para ir por los condones. Pero dejo de pensar cuando su mano detiene mis caricias.

—¿Estás segura de querer seguir? —asiento de forma más efusiva de lo que había pensado—. Tienes unas manos de ángel... No sabes lo bien que se siente.

Por puro instinto presiono mis piernas, presionando sus muslos de paso. Aunque soy yo quien lo está acariciando, me siento como si fuera él quien está tocando mi piel sensible. Sus ojos bajan hasta mis senos cubiertos por el sostén y se endereza un poco con tal de colar uno de sus dedos hasta los tirantes para bajarlos hasta que quedan flojos en mis brazos. Es ahí que aprovecha y lleva la mano que no está sobre la mía hasta acunar uno de mis pechos. Tan solo da una simple caricia, pero siento que voy a estallar de puro gusto.

—Voy a ir por los condones, creo que cualquiera va a estar bien...

Siento la respiración más pesada que nunca. Bajo la tela del sostén puedo sentir como mis pezones se han puesto más duros por su acción.

—Confío en tu elección, ángel.

Debato internamente si estoy soñando o no, pero de igual forma me pongo de pie para ir hacia mi cartera, dejando sobre la cama a semejante hombre con semejante erección. Es difícil de creer que lo voy a lograr, pero ya con una tira de condones en mi mano, estoy más que segura de que todo es real. Él está ahí, dispuesto para mí y yo desde mi lugar, estoy completamente dispuesta para él.

La bragueta del pantalón ya está abajo y puedo ver sin problemas la tela de su boxer. No puedo evitar emocionarme al saber que ambos elegimos el mismo color, es una estupidez, pero mi corazón late como loco.

—¿Quieres que te ayude a ponértelo?

Me siento a horcajadas sobre él y llevo mis manos al elástico de su ropa interior. Su respuesta a mi pregunta queda en el aire, y en su lugar se escucha el timbre de la habitación.

—Deben ser los de la lavandería. ¿Puedes recibir la ropa? En este estado no puedo recibir a nadie —Me quedo estupefacta ante sus palabras, mucho más cuando me pone su chaqueta—. Para que te cubras un poco. Yo por mientras iré al baño.

Lo caliente que estaba, se me baja de un segundo a otro cuando me baja de su cuerpo. Algo me dice que todo se dio a la perfección para que Jungkook se pudiera escapar de la situación y lo confirmo cuando, ya con la ropa limpia en mis manos, el chico sigue en el baño sin dar señales de vida. Todo mi esfuerzo fue para nada, pero para una próxima vez no voy a permitir que las cosas terminen así, incluso si eso significa llevarlo hasta mi casa y encerrarnos en mi habitación hasta lograr mi cometido.

Al menos me puedo consolar pensando en los besos que nos dimos.

Busco mi celular, viendo que no tengo ninguna llamada de papá, pero antes de pensar más sobre ello, recibo un mensaje de Jie: ¿Dónde pasaste la noche, Hee? Dijiste que vendrías a mi casa, pero nunca apareciste. Ya estoy a nada de ir a la policía si no me contestas pronto. Me tienes muy asustada. Te marco y no contestas.

Me pongo mi ropa y retoco mi maquillaje. No voy a seguir esperando a Jungkook, y por lo mismo solo tomo un par de billetes que tengo en mi billetera y los dejo sobre la cama. Si él quería dejarme de esa forma, tan solo me marchare sin dar explicaciones. Poco me importa si se siente usado, al final el único que la pasó bien fue él solito. Lo más importante ahora es saber qué rayos pasó anoche y por qué Jie está tan preocupada

26/07/24

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