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CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 9

Camino por los pasillos blancos, sin dejar de pensar en cómo no me he perdido ninguna de las veces que he estado aquí, pues todos me parecen exactamente iguales. Ciertamente, la persona que diseñó este edificio no tuvo mucho tino al elegir el lugar en el que se encuentra la sala para las visitas. Prácticamente hay que atravesar toda el área administrativa del centro de rehabilitación para llegar a ella.

He venido varias veces desde que mi padre tuvo la iniciativa de internarse en este centro sin fines de lucro manejado por la iglesia, quizás sugerido por su "amigo" Han Woosik, y ya no me cuesta admitir que me alegro de verlo cada vez mejor, aunque sólo hayan transcurrido un par de semanas.

No puedo esperar a ver los resultados a largo plazo. El apartamento donde crecí finalmente limpio y a mi padre con un buen semblante.

Sin embargo, ha sido un duro proceso para mí. He tenido que sanar por mi cuenta las viejas heridas que todavía parecen recién hechas y mi dolor ha tenido que quedar por separado en cada una de las visitas para que de esa manera mi padre se sienta apoyado en esta gran decisión. Y nada de esto sería posible sin el apoyo que Jungkook me ha brindado cada día, pues ha sido él quién me ha impulsado a demostrarme a mí misma que no soy igual a mi padre y que puedo ayudarle a mejorar como persona.

Él es el que me da fuerzas para levantarme cada día y seguir con mi vida.

Y es él el que me acompaña en esta ocasión, por primera vez desde que mi padre se ha internado en este centro, porque he decidido dar un gran paso y presentarlo como mi novio.

—Te daré tu espacio y cuando estés preparada me llamas —me dice cuando estamos por cruzar el portal hacia la sala de visitantes—. Esperaré aquí atrás, estaré pendiente.

Me da un beso en la frente que revoluciona las mariposas que constantemente tengo en el estómago y me regala una hermosa sonrisa tan característica suya que no deja de provocar el mismo efecto en mí. Asiento con la cabeza, viendo cómo se acomoda en una de las sillas de plástico que están pegadas a la pared, y también sonrío.

Sonrío como tonta al pensar en todas las veces que había rechazado una conversación con él por culpa de mis prejuicios, pues Jungkook es una persona completamente diferente a la manera en la que luce. Debajo de esa coraza de hombre rudo que vende sustancias ilícitas se encuentra un chico sensible y romántico.

Y es todo para mí.

Finalmente, me alejo y me siento en la mesa en la que siempre espero a mi papá. Afortunadamente no demora en aparecer por la puerta contraria a la de visitas, con una pequeña sonrisa en los labios.

Mi corazón se retuerce al pensar en que está feliz de verme.

Es increíble lo diferente que se ve, incluso llegando a parecer un hombre completamente distinto tanto en el sentido físico como mental. Es un hombre totalmente diferente a lo que conocí alguna vez y por un instante me pregunto si este es la persona de la que mi madre se enamoró, antes de que comenzara a hundirse en la bebida.

Ella es alguien que tampoco ha dejado de rondar mi cabeza durante las últimas semanas. ¿Dónde estará? ¿Podría imaginarse que mi padre ha ingresado a rehabilitación? Tampoco dejo de preguntarme si es que recuerda que en algún lado de Seúl dejó a una hija a su propia suerte.

Me obligo a tragar el nudo que se ha formado en mi garganta y vuelvo a sonreírle a mi padre, que está tomando asiento frente a mí.

—No creí que vendrías tan pronto, hija.

Bajo la vista hacia mis manos que reposan sobre la mesa gris y me mordisqueo el labio, alejando las ganas de soltar un comentario irónico.

Ya basta de eso.

—Sólo quiero que sepas que no estás solo en esto.

Su sonrisa se ensancha, calando en lo más hondo de mi alma, y me veo obligada por mí misma a desviar la vista. Hoy precisamente estoy más sensible de lo normal y sé que cualquier cosa me hará terminar llorando.

—Te lo agradezco mucho, Hanni —dice mientras estira las manos para tomar las mías—. Gracias por mostrar compasión por este monstruo.

Suelto una carcajada temblorosa que esconde un jadeo de llanto y niego con la cabeza.

—No digas eso, no eres un monstruo.

—Lo soy —afirma con mirada intensa—, pero estoy intentando redimir todos los pecados que he cometido a lo largo de mi vida.

Me aguanto las ganas de levantar la ceja. Creo que se ha estado juntando mucho con su amigo el religioso.

—No creo que haya un pecado tan grande que no pueda ser perdonado —digo para intentar aliviar un poco su culpa.

El silencio que prosigue a mi frase me deja un mal sabor en la boca, haciéndome que me replantee realmente lo que acabo de decir. Si Dios existe y es tan misericordioso como dicen, la gente podría ser perdonada por sus pecados si es que son reconocidos por ellos como tal. ¿Habrá un tipo de pecado que Dios no perdone? No sé que tan grave tendría que ser como para que eso ocurriera, pero la manera en la que mi padre desvía la mirada me hace preocupar.

¿Es acaso esa la razón por la que terminó en este punto? Nunca fue un hombre religioso, por lo que jamás le escuché hablar sobre el perdón de sus pecados, pero sí fui siempre capaz de distinguir un atisbo de oscuridad en su mirada.

—¿Y cómo van las cosas aquí? ¿Te gusta? —Pregunto para cambiar el tema.

Asiente rápidamente con la cabeza.

—Jamás creí que sería un hábil tejedor, pero resulta ser que se me da muy bien —me río junto a él al imaginarlo con un par de palillos y una madeja de lana rosa—. Estoy tejiendo una bufanda para ti, la próxima vez que vengas te la mostraré.

Vuelvo a reír, encondiendo el llanto que quiere escaparse por mis ojos, y después de un par de palabras más creo que es la hora de finalmente presentarle a Jungkook. Me ha demostrado que tiene ganas de ser un hombre nuevo y yo estoy muy ansiosa por que ese hombre forme parte de mi vida.

—Oye, ¿recuerdas que la vez anterior te dije que había alguien a quien quería presentarte?

Sus cejas se elevan con interés y con la mirada busca entre las pocas personas que hay dentro de la sala junto a nosotros. Yo me giro hacia el asiento en el que Jungkook se había sentado, pero no lo encuentro.

—¡Oh! —Exclamo, poniéndome de pie—. ¿Dónde se habrá ido?

Mi padre se queda a mi espalda, sin decir absolutamente nada y eso es algo que paso por alto cuando comienzo a alejarme.

—Iré a ver si está en la cafetería, dame un momento.

—Hanni —dice él apenas doy un par de pasos, así que me volteo, encontrándome con su rostro palidecido y su mirada que observa hacia un punto fijo en el horizonte—, ¿de quién se trata?

Frunzo el ceño y nuevamente lo busco con la mirada, aunque no logro verlo por ninguna parte. Sé que jamás ha conocido un novio mío, porque jamás lo he tenido, pero no creo que sea como para reaccionar de esta manera.

—Ya verás que te cae muy bien, papá, es un chico muy especial para mí.

Apresuradamente camino en dirección hacia la cafetería para las visitas del centro de rehabilitación y es allí donde lo encuentro, con un cartón que sostiene tres vasos de poliestireno llenos de líquido negro que reconozco como café.

Suelto un suspiro de alivio y me acerco hacia él.

—¡Allí estás! —Digo en medio de una carcajada—. Creí que... te habías arrepentido y te habías marchado a casa.

Ladea la cabeza con duda y levanta el cartón que sostiene los tres vasos.

—He venido a comprar café para los tres —me aclara con una sonrisa tranquilizadora mientras caminamos en dirección a la sala de visitas—. No te dejaré sola, Hanni, ¿qué debo hacer para que me creas?

Me río producto de los nervios. Al parecer el hecho de que la gente que quiero me abandone es una acción que espero un cien por ciento de las veces y me cuesta pensar en que Jungkook jamás querrá alejarse de mí, al menos sin una razón aparente.

—Mi padre nos está esperando.

Lo tomo del brazo, guiándolo de vuelta hacia la sala de visitas y a la mesa que estuve junto a mi padre minutos atrás, pero grande es mi sorpresa cuando no vuelvo a encontrar en esa ni en ninguna de las otras mesas que componen la habitación. Mi corazón se encoge y de pronto soy otra vez esa pequeña de cuatro años que busca con insistencia a su padre en el público del acto escolar, sin ningún éxito.

—Creo que ha vuelto a su habitación —murmuro.

Jungkook deja los vasos sobre la mesa y me regala un abrazo. Me trago las lágrimas que se apoderan de mis ojos y al momento de separarnos le regalo una sonrisa.

—Quizás ha sido demasiado para él —digo, volviendo a mirar a mi alrededor por si acaso vuelve a aparecer—, después de todo, jamás he llevado un novio a casa.

Jungkook me regala una sonrisa tranquilizadora y luego de acariciarme cariñosamente los brazos, me ofrece uno de los vasos con café.

—Ya habrá más oportunidades, ángel.

—¡Hanni! —La mano de Bora me sostiene suavemente por el brazo—. ¡Creí que te había pasado algo! No has dado señales de vida.

Me encojo en mi lugar, sabiendo que tiene razón y sintiéndome intimidada bajo su mirada que parece querer enterrarme metros bajo tierra. Bora y yo jamás hemos sido del estilo de amigas que hablan todos los días por mensajes, apenas hablamos cuando no nos encontramos en el trabajo, pero últimamente no la había visto muy seguido porque he faltado bastante al club y he olvidado responder sus mensajes.

—Lo siento —murmuro, intentando darle una sonrisa y su rostro se mantiene severo, así que la borro inmediatamente—. La verdad es que me he olvidado de responderte, pero aquí estoy.

Vuelve a escanearme con la mirada, de arriba hacia abajo y viceversa, y termina por asentir con la cabeza, dándome aprobación a algo que no he preguntado. Me da un pequeño abrazo a modo de saludo y juntas caminamos hacia el interior del club mientras que comienza a ponerme al día acerca de algunas cosas que han estado sucediendo últimamente. Nada me parece demasiado relevante hasta que menciona a Jung Hoseok como oficialmente el nuevo dueño del club Stardust.

Como si lo hubiese invocado, el chico aparece cerca de mi vista mientras que, al parecer, realiza una ronda por el club. Algo que su padre jamás se molestó en hacer, pues tenía un encargado que administraba el local en su nombre y de una manera que dejaba bastante que desear. Contra toda mi voluntad, Hoseok se acerca a nosotras cuando me ve.

—Hola, Hanni —dice en voz baja.

El club abrirá en menos de media hora, por lo que todavía no hay ningún tipo de sonido que haga retumbar los altavoces, pero ya se han encendido las luces neón que se mueven a un extraño ritmo sobre la pista de baile. El rostro de Hoseok se ve teñido por diferentes colores, pero aun así puedo distinguir el sonrojo en sus mejillas, haciéndose más evidente por la manera en la que evita la mi mirada.

—Yo me adelantaré —me avisa Bora, dando un asentimiento de cabeza a modo de despedida, y se adentra en el club.

—Hola —respondo cuando ella ya se ha marchado.

Me regala una sonrisa que no deja mostrar su perfecta dentadura y que lo hace lucir como un tierno niño tímido que interactúa con un extraño por primera vez. Algo se retuerce en mi estómago al verlo de esa manera, tan infantil y vulnerable. Algo que me obligo a ignorar cuando el rostro de Jungkook llega automáticamente a mi mente, como una especie de alarma.

—Oye —dice después de un rato—, me preguntaba si...

Deja la frase a medio terminar cuando alguien más ingresa por la puerta del club. Me giro para encontrarme con una mujer que debe tener alrededor de cuarenta años y unos hermosos ojos rasgados que insistentemente buscan algo.

—¡¿Mamá?! —La voz de Hoseok se alza para llamar su atención.

Me quedo en mi lugar como estatua cuando él va a encontrarla y es ahí cuando me doy cuenta de que esos hermosos ojos son iguales a los de su hijo. La mujer levanta las cejas con preocupación y niega con la cabeza mientras observa a su alrededor.

—Hijo, no entiendo por qué estás aquí.

—Te lo dije la otra noche —responde con cansancio Hoseok—, papá me ha dejado a cargo.

—Sí, eso lo sé, pero... ¿por qué aquí? —Nuevamente mira a su alrededor con preocupación.

Veo cómo Hoseok le pone las manos sobre los hombros, intentando calmarla.

—Mamá, no te preocupes. No hay nada de malo con este lugar.

Ella arruga el rostro mientras retrocede un par de pasos. Su expresión denota indignación, como si hubiese pillado a su hijo en una mentira muy fea, aunque las lágrimas que se asoman por sus ojos me dan a entender una segunda emoción.

Luce como una mujer traicionada.

—No soy tan estúpida como crees, Hoseok —murmura—. Sé lo que ocurre dentro de los muros de este club y... —Niega con la cabeza nuevamente—. Estoy muy decepcionada de ti, jamás creí que aceptarías algo como esto.

—Pero, mamá, no es más que un trabajo —intenta explicar él—. Puedo apostar a que papá me asignará otro muy pronto, sólo quiere saber si es que soy lo suficientemente responsable como para hacerme cargo de algo yo solo.

La mujer no dice nada, simplemente se queda observando a su hijo con la misma expresión de decepción y hasta cierto punto creo entenderla. Si tuviera un hijo no me gustaría que se hiciera cargo de un lugar como este, donde los derechos de las mujeres se vulneran de manera tan violenta. Y si tuviera una hija, jamás permitiría que siquiera se acercara a este lugar.

—¡Señora Sohan! —Un tercero ingresa por la puerta y, por la manera en la que se viste y se comporta, puedo darme cuenta de que se trata de un guardia personal—. No debería estar en un lugar como este, volvamos al auto.

Ella lo mira con indignación y luego de una última vista a su hijo para finalmente darse media vuelta y salir por su propia cuenta, con el guarda detrás suyo. Hoseok se queda un momento allí, mirando la puerta, como si no lograra entender lo que acaba de suceder, y termina por volver a girarse hacia mí con una sonrisa de disculpa.

—Mi madre no lo entiende —murmura con timidez.

Le regalo una sonrisa porque no sé qué más decirle. Quizás es él quien no lo entiende.

Este capítulo es muchísimo más importante de lo que ustedes creen jiji

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