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CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7

—Puedo acompañarte, si quieres —me dice Jungkook mientras yo abro la puerta de su auto.

Frunzo los labios mientras aprieto mi bolso contra mi pecho y termino negando con la cabeza.

—No es necesario, no me tomará mucho tiempo.

Asiente con la cabeza y yo me bajo del auto. Mi corazón salta, como siempre que me encuentro en este lugar, y tengo que obligarme a ignorar el nudo de nervios que tengo en el estómago. Subo hasta el piso en donde vive mi padre y toco la puerta, aunque sé que no me abrirá.

Ha pasado un tiempo desde que vine a verle y no he recibido señales de vida por su parte. Comúnmente no me molestaría, pero Jungkook insistió en que debería buscarlo para saber cómo está.

Si es que todavía está.

Para mi sorpresa, la puerta es abierta al cabo de unos segundos, mostrándome a un hombre alto de aspecto austero que se queda un momento observándome el rostro. Jamás lo he visto antes, pero una mala sensación me embarga al darme cuenta de que ha venido a visitar a mi padre.

—Con permiso —murmura antes de pasar por mi lado y retirarse.

Me quedo mirándolo mientras desaparece en el pasillo del antiguo edificio, dejándome con aquella sensación tan desagradable en el pecho. Su rostro me ha causado rechazo y me han entrado ganas de vomitar.

—¿Hanni? —La voz de mi padre se hace presente—. No sabía que vendrías.

Luce como la mierda, como es usual, aunque hoy parece haberse dado una ducha y no haber bebido lo suficiente como para estar borracho todavía. Cosa que me sorprende porque ya son alrededor de las dos de la tarde.

Es todo un récord para él.

Aunque algo me dice que todo esto tiene que ver con el tipo que acaba de irse.

—¿Quién era él?

Mi padre pestañea sorprendido por la brusquedad con la que ha salido esa pregunta y se rasca la nuca en un claro gesto de incomodidad.

—Un amigo.

—Creí que no tenías amigos.

En ese sentido, mi padre y yo somos iguales. Estamos completamente solos, pues ni siquiera la presencia del otro nos consuela. Para mí él no es más que un borracho que buscó todas las maneras posibles para arruinarme la vida. Y para él no debo ser más que la eterna molestia, la chiquilla con la que peleó cientos de veces y que no le dejaba hacer lo que quería.

Aunque si lo pienso bien, ya no estoy tan sola, pues Jungkook está a mi lado. Y creo que me sorprende saber que mi padre tampoco está tan solo como creí, aunque de ser un viejo amigo, ¿por qué no apareció antes? ¿Dónde estuvo en los peores momentos de mi padre, cuando él realmente necesitaba un amigo?

Siento una puntada en el pecho debido al cruel camino por el que me llevan mis pensamientos, pero no puedo evitarlo. Estoy tan resentida que el escepticismo se apodera de mí.

Un amigo no debería abandonar así.

—Su nombre es Han Woosik, lo conocí en la universidad —me explica mientras me sigue hacia el interior del apartamento.

Lo miro de reojo. A veces olvido que antes de que yo naciera mi papá solía ser una persona normal, que tenía metas y ambiciones y que luchó constantemente por salir de la pobreza en la que había nacido. Algo le ocurrió que todos sus planes terminaron yéndose a la mierda.

—¡Vaya! —Exclamo cuando llegamos a la sala de estar—. Has estado limpiando.

Todavía quedan botellas en el suelo, pero puedo notar que las ha estado recogiendo, y corrido las cortinas y abierto las ventanas, así que el olor asqueroso que caracteriza a este lugar parece haberse atenuado.

Me giro hacia él, con una ceja levantada, y por la manera en la que evita mi mirada puedo darme cuenta de que hay algo que no me ha dicho.

—Hanni, yo... —musita, bajando la vista al piso—. Lo he estado pensando y Woosik me ha ayudado bastante a darme cuenta de que estoy haciendo las cosas mal.

Me cruzo de brazos, intentando ocultar que lo que acabo de escuchar me trae cierta esperanza, a pesar de que se ha dado cuenta veinte años tarde. Se me forma un nudo en la garganta, pero no puedo encontrar la razón por la que me estoy poniendo de esta manera porque hay cientos de cosas dándome vueltas en la cabeza.

—¿Y qué harás al respecto?

—Iré a rehabilitación.

Asiento con la cabeza, mostrándome de acuerdo con él, porque es lo único que soy capaz de hacer. Si digo algo, sé que terminaré llorando y ya estoy harta de llorar frente a mi padre. Doy una última recorrida visual al apartamento y vuelvo a encaminarme hacia la salida, mi padre me sigue y dice algunas cosas que no logro entender.

Estoy feliz por él, porque finalmente ha conseguido la valentía para salir de ese hoyo tan profundo en el que se encuentra. Pero sigo sintiendo un vacío en mi pecho y logro darme cuenta de que se trata de mí.

En cada recuerdo que tengo de mi infancia estoy yo realizando las tareas que mi padre debería haber hecho y pidiéndole una y otra vez que, por favor, ya no siguiera bebiendo. Y en cada uno de esos recuerdos está él, a veces lanzándome una botella de vidrio para que me alejara o simplemente gritándome que no me metiera en sus asuntos.

El vacío que sigo sintiendo es el hecho de darme cuenta de lo que significo realmente para mi padre, pues jamás se molestó en escucharme durante los dieciocho años que viví junto a él, pero cuando sorpresivamente llega un supuesto amigo suyo y le hace ver lo mal que está llevando su vida es cuando puede darse cuenta de que debe hacer un cambio.

—¿Estás bien? —Me pregunta Jungkook cuando vuelvo a su auto.

Me quedo mirando hacia adelante, intentando procesar todos los pensamientos y emociones que me consumen. Asiento lentamente con la cabeza, pues ni siquiera sabría decir cómo es que me siento en este preciso momento.

—Sólo quiero irme a casa.

Jungkook enciende inmediatamente el motor del auto y arrancamos, no pregunta absolutamente nada respecto a lo que acaba de ocurrir, y se dedica a hablar acerca de cualquier cosa mientras conduce hacia mi casa, sin dejar de sostenerme la mano en ningún momento.

—Sé que puede ser un tema difícil para ti —me dice cuando ya nos hemos detenido a un costado de la calle—, pero si quieres, o si lo necesitas, puedes contarme lo que ha ocurrido. Estoy aquí para escucharte.

Siento la calidez apoderarse de mí, naciendo en mi pecho y expandiéndose hacia mi estómago en forma de cosquilleo. Le agradezco, ignorando el hecho de que mis mejillas se comienzan a poner rosadas.

¿Cómo se supone que debería afrontar esto que estoy sintiendo?

—¿Te gustaría subir?

El corazón se me acelera, pues jamás he invitado a un hombre a mi casa. Jamás he invitado a nadie, salvo a Bora.

Jungkook hace una mueca y sé que la respuesta no será afirmativa.

—Oh... —Murmura—. Justo ahora tengo algo que hacer, pero...

—¡No te preocupes! —Me apresuro a decir y tomo mi bolso para colgármelo en el hombro—. Te veré luego..., supongo. ¡Adiós!

Me alejo lo más rápido que puedo de su auto y entro al edificio sin voltearme. No detengo mis pasos hasta que me encuentro dentro de mi apartamento, completamente a solas, donde puedo finalmente dejarme caer hacia el piso, resbalando mi cuerpo por la puerta que acabo de cerrar detrás de mí, y dejarme llevar por el torbellino de sensación que me asaltan.

Alivio, ira, tristeza y un montón de otras cosas que no soy capaz de identificar. Termino por abrazarme las piernas, quedando en posición fetal, porque esa es la única manera en la que siento que puedo conseguir un poco de consuelo. Y me quedo así hasta que el cuerpo comienza a dolerme, mis extremidades se encuentran entumecidas por estar tanto tiempo en la misma posición, aunque podría pasar así un par de horas más sólo porque creo que me merezco este sufrimiento.

Es cuando decido levantarme cuando el timbre del apartamento suena. No demoro en abrir, pues literalmente me encuentro a un paso de la puerta, y trago saliva cuando me encuentro con un ramo de flores amarillas frente a mi rostro. Jungkook está parado al otro lado del portal, sosteniendo unas hermosas flores con una mano y una cajita blanca con la otra, la sonrisa de su rostro se desvanece cuando ve cómo me limpio los vestigios de lágrimas de las mejillas y los ojos.

—Lo siento, he llegado demasiado tarde —murmura, bajando el ramo de flores que tan orgulloso sostenía.

No lo dudo, simplemente me acerco a él y lo rodeo con mis brazos, haciéndole entender que me siento aliviada de que esté aquí conmigo.

Como puede me devuelve el abrazo y cuando finalmente me aparto, me tiende nuevamente el ramo de flores amarillas.

—No tenían girasoles, pero creo que los narcisos son muy bonitos también —dice, como si estuviera disculpándose—. Aunque nunca tan bonitos como tú.

Lo recibo con tanto gusto que se me forma una sonrisa tonta en los labios y me hago a un lado para dejarle entrar al apartamento mientras estoy demasiado ocupada sintiendo la suavidad de los pétalos con las yemas de los dedos.

Jamás me habían regalado flores.

Me apresuro a poner el ramo en un florero que está guardado desde que me mudé aquí y que por primera vez utilizaré. Por su parte, Jungkook observa con detenimiento mi pequeño apartamento de estilo minimalista y luego se acerca a la isla de cocina con una sonrisa cómplice mientras abre la cajita que también traía, mostrándome un par de trozos de pasteles.

—No sabía cuál es tu sabor favorito, así que compré dos opciones. Puedes elegir el que quieras —se inclina hacia adelante en la isla, apoyando las palmas de las manos sobre esta y así acortando la distancia entre nuestros rostros— o podemos compartirlos y comer un poco de cada uno.

Me remojo los labios con nerviosismo, sin saber por qué lo que acabo de escuchar me ha parecido tan erótico y la imagen de Jungkook dándome un trozo de pastel en la boca con su cuchara mientras me observa con esos ojos redondos y oscuros se cuela en mi mente. Abro la boca para decirle que me encantaría hacer eso y muchísimas más cosas con él, pero no logro emitir una sola palabra, así que él aprovecha la situación y me planta un corto beso sobre los labios.

Me apresuro a sacar un par de cucharas y nos acomodamos en el sofá mientras buscamos algo para ver en la televisión. Como había imaginado, Jungkook me pide que abra la boca a la par que me acerca un trozo de su pastel a la boca y luego se asegura de limpiarme los labios con una servilleta. Mi estómago cosquillea cada vez que dibuja una sonrisa en su rostro y sus ojos me recorren con tanta delicadeza que pareciera que me está acariciando con la mirada.

Termino recostada sobre el sofá, con mi cabeza apoyada en su regazo, mientras él me acaricia el rostro casi en un acto automático. Creo que le ha gustado demasiado la película que elegimos y no puede apartar la vista de la pantalla. La sala de estar ya está sumida en la oscuridad de la noche y únicamente estamos iluminados por la televisión, así que puedo admirar con tranquilidad su rostro bañado por la luz azulada que nos envuelve en una especie de ambiente irreal.

Jamás pensé estar con él aquí, en mi propia casa, viendo una película mientras él me acaricia. Jamás me imaginé que siquiera llegaría a cruzar palabra con Jeon Jungkook, pues siempre me había parecido un poco... turbio.

Su trabajo me parecía un poco turbio.

Sin embargo, cuando nuestras miradas se encuentran cuando el filme ha finalizado y la pantalla se va a negro, oscureciendo toda la habitación, ahogo un suspiro y es ahí cuando me doy cuenta:

Nunca he sido tan feliz.

Ayyy qué lindo, todo es color de rosa... o no?

Recuerden pasarse por las historias de las otras autoras porque todo está conectado (dorasilove liveforjk y NewHopeland )

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