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CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 15

Bora me sostiene el brazo con fuerza y creo que eso es lo único que me hace estar segura de que estoy viva. Ni siquiera siento el latido de mi propio corazón, es como si mi pecho estuviese completamente vacío.

Estoy hueca, no tengo nada dentro.

Creo que ya he llorado todo lo que podría haber llorado. Llevo prácticamente un mes llorando a diario y pareciera que cada día es peor al anterior. Es como si de pronto hubiese tenido que llorar todo lo que he aguantado durante toda mi vida y más hasta prácticamente vaciarme, y cuando creo que ya no queda ni una sola lágrima más, otro llanto se avecina. Como ahora, que una lágrima cae por mi mejilla lentamente.

Enfoco la vista en el suelo cubierto de césped sobre el que estoy parada y de pronto vuelvo a la realidad, aunque sé que se tratará de un momento fugaz y que luego volveré a perderme. Observo a mi alrededor detenidamente, dándome cuenta por primera vez de los rostros que están presentes en la ceremonia. A un par de metros se encuentra Jieun, la chica que conocí en la oficina de Hoseok, junto a una chica rubia que le acaricia repetidamente la espalda. Jieun es un mar de lágrimas y gracias a su rostro hinchado puedo darme cuenta de que lleva días llorando. Probablemente desde que comenzó el velatorio de Hoseok.

Ella no es la única que está de esa manera. Todos los asistentes parecen estar todavía sorprendidos por la repentina muerte. Sin embargo, quien peor luce es Sohan, que acaba de perder la estabilidad en las piernas y cae al suelo mientras su espalda se sacude al ritmo de sus sollozos. El hombre a su lado, el que parece ser su esposo, intenta tomarle la mano para ayudarla a ponerse de pie, pero ella lo aleja con brusquedad.

El hombre suelta una risa nerviosa mientras mira a su alrededor, dándose cuenta de que todos están viéndolos. Por un instante hacemos contacto visual y juro que me reconoce, al igual que a Bora, pero el sentimiento es tan efímero que inmediatamente queda olvidado cuando él intenta nuevamente ayudar a Sohan a ponerse de pie.

—¡No me toques! —Chilla ella en medio de su llanto.

—Cariño —murmura él—, por favor.

Sohan levanta la cabeza lentamente. Sus ojos enrojecidos se fijan en el rostro de su esposo con la furia de cientos de relámpagos e incluso desde mi lugar puedo ver cómo le tiembla la mandíbula. Las lágrimas no dejan de caer por sus mejillas mientras la rabia se apodera de su expresión.

—¡No te atrevas a llamarme así nunca más! —Su grito suena como un lamento—. ¡Todo esto es tu culpa, Dohyun!

Él vuelve a soltar una carcajada nerviosa y se seca las palmas de las manos en la ropa cuando ve que Sohan se pone de pie por su propia cuenta, sin importarle si las rodillas le tiemblan, y lo señala con el dedo.

—Mi hijo está muerto por tu culpa —dice entre dientes.

Me estremezco al escucharla. Hoseok está muerto y este es el funeral que se está llevando a cabo luego de tres días de velarlo. Tres días en los que asistí junto a Bora, que prácticamente está aquí solo para cuidarme.

Mi mano viaja hacia el crucifijo que cuelga en mi cuello, aquel que me traje de casa de mi padre, nuevamente sintiendo que la culpa se apodera de mi cuerpo. Quizás es un poco egoísta creer que él ha muerto por mi culpa, pero no puedo dejar de pensar en que estábamos allí porque yo así lo pedí, porque quería averiguar si podía saber algo de Jungkook y confirmar si realmente había desaparecido o simplemente me había dejado.

Jungkook...

Hoseok no habría corrido en aquella carrera si es que no hubiésemos estado allí, pero él me llevó para ayudarme. Él simplemente intentaba ser un buen chico y ayudar a alguien que tal vez ni siquiera lo merecía y terminó perjudicado.

Yo jamás merecí su ayuda, ni siquiera que me dedicara una mirada.

—Sohan, por favor —replicó él con la voz temblorosa—, me lastima que digas eso...

—¡Cállate! —Chilló ella otra vez, agarrándose el cabello perfectamente peinado y jalándolo con fuerza—. ¡Es tu culpa! ¡Te pedí un montón de veces que no fueras de esa manera con él! ¡Lo convertiste en un niño mimado, Dohyun, es tu culpa! ¡Le hiciste creer que era inmortal! ¡¿Y qué pasó?! ¡Está muerto!

Dohyun retrocede un par de pasos y su boca se abre, pero no dice absolutamente nada. Pero puedo verlo en su rostro: cree que su esposa ha enloquecido. Y la situación no hace más que entristecerme todavía más, pues es evidente la falta de empatía que Dohyun siente por Sohan, minimizando el dolor que significa perder a su único hijo.

La mujer se gira hacia el resto de los asistentes, por primera vez reconociendo a las personas que la rodean. Su mirada se fija en mí, enterrándose como un puñal sobre mi corazón, y sé que ella sabe quién soy, que me recuerda de la vez que fue al club y que también recuerda que era yo quien estaba con Hoseok al momento de su muerte.

—¡Tú! —Me señala mientras avanza hacia mí—. Esto también es tu maldita culpa, puta de mierda. ¡Tú llevaste a Hoseok a su muerte! ¡¿Cómo te atreves siquiera a mostrarte aquí, maldita asquerosa?!

Sus palabras se sienten como pisar vidrio, se incrustan en mi interior y me hacen sangrar. Hoseok está muerto por mi culpa y, es cierto, debería darme vergüenza venir y mostrarme.

Bora me aparta de manera brusca cuando Sohan continúa acercándose con la intención de golpearme y me abraza para ella recibir el impacto, pero alguien más detiene a la mujer desde atrás. Escucho un llanto desgarrador y entre los brazos de mi amiga logro divisar nuevamente el cuerpo de Sohan en el suelo.

Y cierro los ojos. No quiero verla, pero no puedo dejar de escucharla, como si ese fuera el castigo por lo que he hecho.

Todo esto es culpa mía y merezco todo lo que está sucediéndome.

—Bora —susurro y ella afirma su agarre en mí—, quiero irme a casa.

Tan pronto como digo eso, ella me arrastra hacia la entrada del cementerio. Nos hemos perdido el entierro de las cenizas de Hoseok y no sé si es eso lo que peor me hace sentir o lo que Sohan me ha dicho.

O el castigo que mi cabeza está haciéndome pasar.

Los insultos me dan igual, es algo a lo que estoy acostumbrada, pero que haya recalcado mi culpabilidad en la muerte de Hoseok es lo que termina por hundirme.

Me mantengo en silencio en el bus que nos lleva de vuelta a casa. Bora tampoco dice mucho, simplemente se limita a mirarme de vez en cuando para asegurarse de que estoy medianamente bien, dentro de lo que se puede. Reaccionó de la misma manera cuando la llamé desde el hospital hace un par de días, no dijo mucho, pero corrió a buscarme.

Luego de la explosión todo se volvió borroso para mí, apenas recuerdo a las personas corriendo de un lado a otro. Quien me sujetaba en un momento también decidió dejarme allí, aunque no puedo culparlo, pues quizás yo también escaparía para no tener problemas con la policía. Después de todo, seguía tratándose de una carrera ilegal. Pero yo no fui capaz de moverme, tampoco de mirar el auto verde volcado que había a cierta cantidad de metros delante de mí.

Y de pronto aparecí en el hospital. Abrí los ojos, encontrándome con el techo blanco, y poco a poco comencé a escuchar el sonido del monitor de signos vitales que indicaba que todavía me encontraba con vida.

Aunque me hubiese encantado no estarlo.

Me hubiese encantado ser yo la que estuviera dentro de ese auto y morir en su lugar. Su vida valía mucho más que la mía y nadie me extrañaría muchísimo, pues ya me encontraba completamente sola antes de que Hoseok muriera.

Ahora estoy más sola todavía, aunque no creí que fuera posible.

—¿Qué haces? —Le pregunto a mi amiga cuando nos bajamos del bus y camina conmigo en dirección a mi casa.

—Acompañarte a casa —me dice, abriendo los ojos un poco más de lo normal, mostrándose impresionada—. No voy a dejarte sola, Hanni.

Le regalo una sonrisa y desvío la vista hacia el piso.

—No es necesario, Bora, estoy bien.

Ella detiene su andar cuando yo lo hago. Su mirada me busca con insistencia, pero simplemente me limito a que mis ojos vaguen por el piso mientras me abrazo a mí misma.

—No, no lo estás.

Entonces la miro, intentando ser lo más convincente posible. Es cierto, no estoy bien, pero no quiero ser una molestia para ella.

—Lo estoy, no te preocupes —afirmo—. Estoy triste, mucho, pero no es necesario que me acompañes.

Me escanea minuciosamente, evaluando cada una de mis expresiones faciales. Creo que es la persona que más me conoce, al menos la persona que está viva que más me conoce, y ella también sabe que no me encuentro bien. No quiero seguir molestándola, pues últimamente toda su vida ha girado a mi alrededor.

—De verdad que no me molesta ir contigo —dice después de un par de segundos, como si pudiera leerme la mente.

No es que no quiera que me acompañe, quiero estar con ella para no sentirme tan malditamente sola como siempre, pero no quiero amarrarla a mí, que tenga que dejar de hacer sus cosas por estar conmigo. Bora también debe sentirse muy mal y también debo entender que necesita su espacio.

No puedo seguir siendo tan egoísta.

Ha sido puramente mi egoísmo lo que ha provocado todo.

—Quizás deberíamos ir a descansar —sugiero—. Podemos vernos otro día estando ya más calmadas.

Sus ojos tristes me observan por un instante y termina asintiendo con la cabeza. Aquello era lo que probablemente quería escuchar. Finalmente, me doy media vuelta y continúo caminando en dirección a mi apartamento.

—¡¿Hanni?! —Me llama desde su posición y yo me volteo hacia ella—. ¡Por favor, no vuelvas a desaparecer!

Asiento con la cabeza. Sé que me está pidiendo mantener el contacto y no desaparecer como la última vez. Le regalo una sonrisa antes de seguir caminando, dejándola atrás con una extraña sensación de amargor apoderándose en mi boca.

No quería irme, pero debo dejarle su espacio.

No debo ser egoísta.

Cuando llego a casa me siento en el sofá, mirando hacia un punto frente a mí. No puedo creer nada de lo que ocurrió, es como si todavía no lograra asimilarlo, como si mi cabeza todavía se encontrara estancada en el momento antes de que Hoseok se subiera a su auto. Como si todavía fuera a responder su teléfono cuando yo lo llame.

Pero él ya no está ni tampoco estará más. Se ha ido por mi culpa.

No sé cuánto tiempo transcurre hasta que logro comenzar a llorar de la manera en la que mi corazón lo pide y el dolor es tanto que se me dificulta quedarme quieta. Me pongo de pie y camino hacia la cocina, encontrándome con el florero que reposa sobre la isla con las flores amarillas ya marchitas. Mi corazón se estruja al sentirme invadida por diferentes recuerdos que cada vez me hacen sentir tan confundida.

Arrojo el florero al suelo en un arrebato de ira y luego me jalo el cabello con fuerza, tanta que el cuero cabelludo me queda adolorido cuando lo suelto, pero ese dolor físico es lo que me recuerda que sigo aquí, que estoy viva, a diferencia de Hoseok. ¿Están Jungkook y mi padre todavía vivos? Ahogo un grito y finalmente me dejo caer al piso, sin importarme si los trozos de porcelana se me incrustan en la piel de los muslos.

Aquel es el dolor que me trae de vuelta. Cada vez que me muevo es ese dolor el que me distrae del oscuro rumbo que está tomando mi mente, provocando que mis lágrimas caigan cada vez más rápido.

Estoy ahogándome.

Termino por ponerme de pie con dificultad cuando siento las extremidades entumecidas. La sangre cae en pequeñas gotas por mis piernas hasta perderse en mis calcetines blancos, manchándolos y dejando la constancia de mis heridas. Tomo mi abrigo negro para finalmente salir del apartamento que cada vez se me hace más pequeño y me dirijo hacia el elevador, pero contrario a lo que pensé que haría, toco el botón de la azotea y poco después me encuentro encendiendo un cigarrillo mientras observo la ciudad desde arriba.

Me limpio los ojos con dos dedos, sin importarme mucho si es que mi maquillaje termina por arruinarse, esparciéndose por mi rostro, y me acerco hacia el borde. La altura me marea, pese a que el edificio en el que vivo no es el más alto de los que lo rodean. No dejan de ser veinte pisos.

Cierro los ojos por un instante, intentando alejar los pensamientos malos de mi cabeza, pero es que se me hace inevitable pensar en que todo sería muchísimo más fácil si saltara. Ya no habría sufrimiento y me iría junto con todos los que me han dejado.

Enciendo un segundo cigarrillo. Las lágrimas no dejan de caer por mis mejillas y mi mente no deja de traerme diferentes tipos de recuerdos y de darme diferentes soluciones para finalmente dejar de pensar. Aguanto la respiración, creyendo tontamente que eso logrará calmarme un poco, pero estoy totalmente equivocada. Mi respiración se acelera todavía más, intentando captar el aire que mis pulmones necesitan.

Entonces recuerdo aquella lista de canciones con aquella que mi padre le gustaban, las canciones que siempre lograban tranquilizarme y evocar los pocos y buenos recuerdos que tengo con él. Busco en mi celular con los dedos temblorosos y la pongo en aleatorio.

Me siento desdichada cuando lo primero que suena es Everybody Hurts de R.E.M.

Sin embargo, aunque parezca contradictorio, logro calmarme al recordar que mi padre solía escucharla demasiado. Y ahora puedo entender la razón. Me siento en suelo junto al borde de la azotea, aquella pared que evita que la gente caiga hasta el primer piso, apoyando mi espalda en ella y enciendo mi siguiente cigarrillo.

La siguiente canción me parece una ironía de la vida. Es una coincidencia demasiado grande que Jungkook se la haya pasado diciéndome "ángel" y que Angel sea el nombre de la siguiente canción.

Vuelvo a ponerme de pie, asomando mi cabeza otra vez hacia abajo. Sé que estoy haciendo esto demasiadas veces, que una persona normal no estaría pensando seriamente en saltar hacia el vacío y acabar voluntariamente con su vida. Pero aquí estoy yo, dejando mi cigarrillo de lado mientras pienso en la manera en la que podría sentarme sobre la orilla sin perder el equilibrio, tan sólo para ver si es que me arrepiento.

—Realmente te lo estás pensando.

Mi cabeza se gira con lentitud hacia el dueño de aquella voz y me muerdo el labio inferior para intentar frenar todas las lágrimas que se avecinan por el simple hecho de verlo. Quiero rodearlo con mis brazos, enterrar mi rostro en su pecho y pedirle que no me suelte jamás, pero me encuentro estática en el suelo y mi cuerpo tiembla con violencia.

—Jungkook —digo con la voz rasposa—, has vuelto.

Llevo una buena cantidad de horas sin hablar y sin dejar de llorar. El sol ya se está poniendo en el horizonte, dándole tonalidades rojizas y anaranjadas al cielo, una imagen que en cualquier otro momento me hubiese parecido hermosa, pero que ahora no provoca nada en mí.

Los ojos redondos y profundos de Jungkook me miran con detenimiento, luego se desvían hacia abajo, donde yo había estado mirando momentos atrás. Me sorprendo de que no muestre una pizca de tristeza o de arrepentimiento por haber desaparecido. Ni siquiera me da una excusa o justificación. Simplemente se dedica a mirar a nuestro alrededor, donde las luces de algunos apartamentos ya se han encendido debido a la incipiente oscuridad.

Yo no puedo dejar de temblar y, por más que me gustaría, no le pido absolutamente nada. Me encantaría poder abrazarlo y pedirle que bajemos juntos hacia mi apartamento. No lo hago y él no lo ofrece.

Comienza la siguiente canción: Un-Break My Heart, y la ironía vuelve a hacerse presente, pues la letra parece retratar todo lo que me ha estado ocurriendo estas últimas semanas.

Ojalá Jungkook pudiese arreglar mi corazón, decirme otra vez que me ama y deshacer todo este dolor que me ha provocado.

—Sí —responde con lentitud, volviendo a conectar nuestras miradas—, volví para verte.

Suelto un suspiro tembloroso por culpa de las lágrimas, pero logro formar una pequeña sonrisa en mis labios.

Me sonríe de vuelta, aunque no parece feliz en lo absoluto. Es como una sonrisa malvada, llena de malas intenciones, que me hace estremecer.

—¿Vas a saltar? —Cuestiona, ignorando lo que acabo de preguntar.

Niego inmediatamente con la cabeza.

—¡No! —Exclamo—. Has vuelto a mí..., ¡ya no estoy sola!

Algo cambia en su expresión, algo que resulta erizarme la piel. Este chico que está frente a mí no se parece en absoluto al que conocí, el que me enseñó un montón de cosas acerca de mí misma y que me amó con la intensidad que nadie había hecho.

—Siempre has estado sola, Hanni, ¿no te das cuenta?

Pero él siempre estuvo para mí... A no ser que... nada de lo que haya dicho y hecho por mi fuese sincero.

Trago saliva, negándome a creer algo como eso y vuelvo a negar con la cabeza.

—Si estoy contigo, jamás estaré sola.

Y aquella frase me duele más de lo que debería, recordándome a Hoseok, quien me prometió lo mismo que acabo de decir en voz alta.

No responde nada. Mi labio inferior tiembla cuando una nueva oleada de llanto se avecina.

—Intenté llamarte muchas veces, Jungkook. ¿Qué...? ¿Qué ocurrió?

Hace un ruido con la garganta, como si hubiese recordado algo de repente, y su mano viaja hacia su bolsillo. La luz azul de la pantalla de su celular ilumina sus facciones, dándole un aspecto siniestro.

—¡Sí, es cierto! —Asiente con la cabeza y luego levanta la vista para verme—. Me llamaste trescientas sesenta y dos veces... ¡Es como si hubieses llamado cada día durante casi un año! Aunque solo pasaron dos meses.

Mi labio inferior tiembla cuando gira el celular para mostrarme la pantalla donde se retrata el registro telefónico. Ni siquiera me tiene agendado, no soy más que una secuencia numérica que lo ha llamado trescientas sesenta y dos veces.

—¿Estuviste ignorándome a propósito? —Pregunto en voz baja—. ¿Por qué...?

No dice nada, absolutamente nada, y aquello se siente como un puñal sobre mi corazón.

¿No va a responder nada? ¿Tan poco importante soy para él?

—¿Por qué me haces esto? —Mi voz se quiebra en la mitad de la pregunta.

Vuelve a observarme con aquella frialdad que se me hace tan desconocida y dolorosa.

¿Acaso he hecho algo mal?

—Creo que la depresión te mató las pocas neuronas que te quedaban —responde, elevando de a poco la voz—. Nunca has sido demasiado inteligente, pero no creí que llegases a este nivel de estupidez.

La dureza de sus palabras me hace estremecer de miedo, haciéndome sentir pequeña e indefensa frente a él. De pronto soy otra vez la pequeña niña que era regañada por su padre por no hacer las cosas bien o por estorbar al intentar buscar algo de cariño. Me abrazo a mí misma y las lágrimas caen por mis mejillas sin control, pero lloro en silencio, igual que cuando no era más que pequeña.

—Yo... —Susurro temblorosamente—. Sólo no lo entiendo, Jungkook, creí que me amabas... Yo te amo.

Suelta una carcajada que me termina por romper. Bajo la vista hacia el piso y, a pesar de que quiero salir corriendo, siento que mis pies están pegados en el piso.

—No te amo, Hanni, jamás lo he hecho.

—Entonces, ¿por qué fingiste? ¿Por qué...?

Mi voz se apaga en medio de la pregunta. No soy capaz de preguntar absolutamente nada más porque no sé si seré capaz de soportar aquellas respuestas. Me giro hacia el borde de la azotea y mi vista se pierde en el espacio que hay entre mí y el primer piso.

—Porque te odio. Odio a las putas que se entregan sin ningún miramiento. Eres una asquerosa, una puta asquerosa. ¡Te odio!

Un jadeo se escapa por mi garganta al escucharlo y automáticamente pensar en todas las veces en las que me hizo creer totalmente lo contrario. Las veces en las que me hizo sentir amada y valiosa, sin importar mi trabajo.

¿Todo eso era una mentira?

—Y no tienes idea de lo difícil que ha sido para mí traerte hasta aquí —continúa—. He tenido que deshacerme de un par de personas en el camino...

Mis manos se aferran con fuerza al borde frente a mí. ¿A qué se refiere con eso? Temo preguntar porque puedo imaginar la respuesta.

—Sí, estoy hablando de tu padre y de Jung Hoseok —aclara, como si pudiera leerme la mente—. Ha sido difícil, pero... ¿Sabías que estabas destinada a estar con Jung? Me costó un montón meterme en el medio y distraerte para que no le pusieras atención.

Siento que mi cabeza da vueltas. Creo que he dejado de entender lo que está diciendo, pues no me explico el tema de Hoseok. ¿Qué significa que haya estado destinada a estar con él? Cierro los ojos un momento, nuevamente bañando mi rostro con mis lágrimas cálidas, y niego con la cabeza.

—¿De qué hablas?

Hay un momento de silencio y ruego por que no me responda nada. Y no lo hace, simplemente suelta palabras que me hacen doler todavía más el corazón:

—Salta, Hanni.

Mis ojos se abren y nuevamente miro hacia la calle.

—¿Por qué? —Pregunto tontamente.

—No vales nada. Salta —insiste.

Me afirmo con fuerza al borde y levanto una pierna, de la manera que había imaginado hacer justo antes de que apareciera. Quedo sentada sobre la pequeña pared, con los pies colgando hacia el vacío.

Y, por alguna razón, no me siento asustada en lo absoluto.

¿Es acaso esto lo que he querido desde hace tiempo?

Finalmente, la eterna canción termina, dando paso a Tears in Heaven.

Si muero, ¿iré al cielo? No lo creo, pero sería lindo pensar en eso.

—Estás dudando.

—No —afirmo.

—Salta.

Giro la cabeza hacia él. Me observa con intensidad, como un niño al que están a punto de darle un dulce. Mi muerte es su dulce, aquello que lo tiene tan emocionado. Y eso me duele, no porque mi vida está a punto de terminarse, sino porque jamás creí que alguien pudiese llegar a odiarme tanto como para desear mi muerte.

Y menos él.

—¡Salta, Hanni!

—Adiós, Jungkook.

Aquello es lo último que digo antes de impulsarme hacia adelante. Mi cuerpo ya no está apoyado en nada y simplemente se deja caer en el vacío, volviéndose más lacio con cada segundo que transcurre.

Y lo último que veo es a él, que me observa desde la azotea con los ojos oscurecidos.


Uh. Necesito escuchar teorías

Recuerda dejar tu voto, significa mucho para mí 🩷

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