CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 13
—Déjame a mí, eres un cobarde.
La música sigue sonando a través de los parlantes de la radio y aquella frase es lo único que ha irrumpido en la melodía, pues por un segundo creí que no había nadie junto a mí. Escucho una risa nerviosa y un sonido metálico que termina por ponerme los pelos de punta. Estoy tan cansada que los párpados me pesan toneladas y apenas los puedo abrir. Tampoco puedo moverme, mi cuerpo se siente completamente inerte, pesado y no responde a ninguno de los estímulos que mi cerebro le envía.
—Adelante, Lee, quiero ver si tú lo haces mejor... —Respondió aquella voz que me suena tan conocida en un tono irónico.
—Por favor, no creo que este sea el momento de discutir —intervino una tercera voz bastante agitada.
—¡Silencio, Han! No sabes hacer nada más que llorar —dijo un cuarto con tono autoritario—. Kim, sujétale la pierna mientras Lee aserrucha.
La conversación cesó, dejándome escuchar el coro final de You Get What You Give, que por alguna razón me deja una sensación amarga en la garganta. Inmediatamente comienza la siguiente canción, con una introducción de un estilo más electro que conozco perfectamente al ser de un grupo tan famoso como Depeche Mode.
Mi pierna es sujetada por un par de manos frías, alertándome y dejando que Enjoy the Silence pase a un segundo plano. Quiero abrir los ojos para ver qué está ocurriendo y me toma una buena cantidad de segundos lograr reaccionar. Mi vista se encandila cuando finalmente puedo abrirlos, pero termino distinguiendo un par de ojos fríos que me observan sin ningún tipo de expresión. El hombre frente a mí levanta un serrucho y lo deposita en mi muslo, justo sobre mi rodilla, para comenzar a aserruchar sin ningún tipo de duda.
Siento mi corazón acelerarse de golpe de sólo verlo, aunque ese susto no se puede comparar con el dolor que me infringe el filo irregular de la herramienta atravesando mi carne. Quiero gritarle, pedirle que se detenga, que estoy viva, pero lo único que mi cuerpo puede hacer es mover los ojos de un lado a otro. Ningún tipo de sonido sale de mi garganta y no logro mover ningún otro músculo.
Sólo puedo ver cómo la sangre comienza a brotar, acompañada del agudo dolor que cada vez se hace más intenso. Estoy paralizada mientras el supuesto Lee me mutila poco a poco en una especie de tortura.
Estoy viva y consciente de todo lo que hace.
Mis ojos vidriosos recorren como locos mi entorno, intentando encontrar una distracción, algo que no sea mi pierna siendo arrancada de mi cuerpo, y me fijo en el rostro de uno de los tipos que está parado mirándonos. Su rostro endurecido me observa sin expresión, como si esto no fuera más que un trámite que debe hacer para deshacerse de mí. Soy una molestia para él, lo sé, aunque no tengo claro qué es lo que he hecho. A su lado se encuentra un muchacho llorando, que mantiene la vista fija en el suelo mientras sus labios se mueven rápidamente sin pronunciar una palabra en voz alta. Está rezando, pero eso no lo salvará de estar aquí y presenciar esto.
Sin embargo, algo me llama la atención de él.
Lo he visto antes, aunque no sé dónde.
Corro la vista, sintiendo que ya me queda poco tiempo de consciencia y me topo con un par de ojos conocidos. Lee se echa hacia atrás, su rostro se encuentra lleno de gotas de sangre, y sonríe de manera frívola cuando avisa que está terminando, como si fuera algún tipo de logro. El hecho de que su cuerpo de hubiese movido me da la oportunidad para ver quién estaba detrás, sujetándome la pierna, y mi inerte corazón da un salto.
Mierda.
Mi padre suelta una carcajada nerviosa, igual que hace un momento atrás, y asiente con la cabeza hacia Lee. Aunque evite mirarme mucho, no puede evitarlo, y cada vez que sus ojos se posan sobre mi cuerpo siento el terror inundándolo. Pero no es un terror hacia lo que han hecho, a estar cooperando en la mutilación del cuerpo de su propia hija, sino a lo que pasará después. Teme que los descubran y que todo se vaya a la mierda.
Siento que comienzo a hiperventilar, queriendo gritar o salir corriendo y sintiéndome incapaz de hacerlo. ¿Por qué está ocurriéndome esto a mí? No sé si he hecho algo mal para merecer todo lo que está sucediendo.
—¿Hanni?
Aquella voz me hace pegar un salto, como si nada de esto estuviese ocurriendo, y de pronto estoy de pie mientras miro a mi alrededor, buscando al dueño de esa voz tan melodiosa.
—¡¿Jungkook?! —Grito, girándome una y otra vez—. ¿Dónde estás?
—Aquí —dice, apareciendo a mi espalda.
—Jungkook... —Susurro y me lanzo sobre sus brazos—. ¿Dónde...? ¿Dónde estabas? Te necesito...
No me abraza de vuelta, ni tampoco parecen importarle mis lágrimas, simplemente se queda mirándome en silencio sin responder absolutamente nada. Este chico no parece Jungkook, él no es así, jamás reaccionaría de esta manera.
—Huyendo de ti, ¿dónde más?
Me siento sobre el colchón y un grito desgarrador sale de mi garganta, lo que siente malditamente liberador después de haber estado tanto tiempo sin voz. Me pongo la mano sobre el pecho, sólo para darme cuenta de que está completamente sudado, al igual que el resto de mi cuerpo. Sólo ha sido una pesadilla. Todo ha sido una pesadilla.
¿O no?
Miro hacia el lado, encontrándome con el colchón vacío. Jungkook no está junto a mí, al igual que cuando me dormí. No ha regresado y, al parecer, no regresará.
Termino por levantarme, ducharme para quitarme el sudor del cuerpo y empezar el día de esta manera tan amarga, sintiendo que me hace falta un pedazo de mi ser. Porque eso es lo que he perdido, un pedazo de mí se ha ido al perder a mi padre y a Jungkook, y jamás regresará.
Jamás volveré a ser la misma Kim Hanni.
Últimamente todo había sido como estar viviendo en automático, pues mi cuerpo se mueve por sí solo y, antes de darme cuenta, el día ya se ha acabado y vuelvo a dormirme. Creo que no hago nada que merezca la pena recordar, por eso no recuerdo absolutamente nada de lo que hago durante el día y creo que de esa manera he estado bien. Quizás solamente me siento en la cama durante horas, viendo cómo el sol hace su transcurso durante el día, cruzando el cielo de un lado a otro, o quizás sigo siendo una mujer funcional y cocino, limpio y hago mis quehaceres con normalidad. La verdad no sabría decirlo con certeza.
Pero hoy hay una fuerza que me atrae hacia la puerta de entrada del apartamento y no pasa mucho rato hasta que decido que hoy saldré hacia donde mi cuerpo decida llevarme. Cuando son las seis de la tarde ya me encuentro caminando en la calle, vagando hacia no sé dónde por un camino completamente conocido para mí.
No debo sorprenderme de encontrarme frente al club Stardust.
Creo que lo único que me queda es volver a trabajar para no quedar en la ruina.
—¿Hanni? ¿Qué haces aquí?
El rostro preocupado de Hoseok aparece frente a mí, impidiendo que mi cuerpo siga mi camino hacia el interior del club, aunque, de todas maneras, debe encontrarse cerrado a esta hora.
—Debería volver a trabajar —me encojo de hombros.
Él frunce el ceño y mira a nuestro alrededor.
—¿Sabe Bora que estás aquí?
—No.
—¿Has hablado con ella? —Me pregunta mientras busca algo en su teléfono—. Está preocupada por ti.
Arrugo la nariz, sin entenderle.
—Ayer hablamos, Hoseok. Bora debería dejar de preocuparse tanto...
Hoseok me observa confundido y luego teclea algo en la pantalla de su celular. Está avisándole a Bora que estoy aquí, no tengo que ser muy inteligente para darme cuenta.
—Hanni —responde lentamente—, eso fue hace una semana.
No digo nada porque me cuesta creerle, pero su versión de la historia cada vez cobra más sentido cuando me doy cuenta de que mi celular está muerto, pues al parecer no lo he recargado desde hace días.
Me paso las manos por el rostro. Estoy confundida y cansada, no entiendo nada de lo que está sucediendo, ni por qué he venido aquí.
—¿Has comido algo estos días? —Inquiere mientras me pone la mano en la parte alta de la espalda para que caminemos hacia el interior del club.
Asiento con la cabeza a modo de respuesta, aunque sé mejor que nadie que no tengo la certeza para afirmar eso. De todos modos, cuando me vestí me fijé que mis pantalones holgados favoritos me quedan más holgados que de costumbre. Camino con Hoseok hacia su oficina, donde me pide que tome asiento mientras él se pone a atender algunas cosas en su computadora, diciendo que estará listo en unos minutos.
Al cabo de una media hora me pongo de pie, ya no siendo capaz de soportar el estar aquí sin hacer nada.
—¿Adónde vas?
—A los camarines, ya comenzará el turno.
—¡Hanni! —me sujeta la muñeca con sumo cuidado y cuando bajo la vista hacia nuestras pieles en contacto, me suelta rápidamente y se disculpa: —. Lo siento. No puedo dejar que trabajes así.
Me miro la muñeca, en el lugar donde me había tocado y en el que ahora siento la frialdad del aire. Desearía que no me hubiese soltado porque se sintió bien.
—¿Por qué? Estoy bien, puedo hacerlo.
Se pone de pie y se planta frente a mí para impedir que me vaya. Su mirada me demuestra que realmente está muy preocupado por mí, algo que logra conmoverme profundamente, pues no somos más que un par de conocidos.
¿O es que estoy tan mal que cualquiera se sentiría de esa manera al verme?
—No estás bien y eso está bien, ¿sabes? Has atravesado por mucho, date la oportunidad de descansar y reponer tus fuerzas.
Bajo la vista, sabiendo que tiene razón. Se me forma un nudo en la garganta y los ojos se me llenan de lágrimas al caer en la cuenta de lo miserable que me siento y de que he perdido totalmente el control de mi vida en el último tiempo.
Todo lo que era importante para mí parece haberse esfumado de un momento a otro, dejándome sin ningún tipo de estabilidad.
—Estoy tan malditamente sola —suelto en un susurro tembloroso—. ¿Qué más me queda en esta vida, Hoseok?
Hoseok duda, pero finalmente me pone las manos sobre los hombros y me acaricia en un intento de darme ánimos. Su tacto me quema como si se tratara del fuego de una hoguera que mantiene el calor de un hogar, se siente cómodo y me gusta, me encanta.
—No estás sola —responde con voz que se siente tan suave como la seda—, estoy aquí contigo, al igual que Bora. Y, aunque no lo creas, tienes muchas cosas, Hanni, y todavía te queda mucho por vivir.
Sonrío entre las lágrimas y no lo pienso mucho antes de acercarme a su cuerpo para rodearlo con mis brazos. Hoseok se queda quieto un momento, impresionado de que yo le haya abrazado sin más, y después de un par de segundos también me abraza. Mi corazón se siente envuelto en cientos de mantas tibias que lo protegen del frío exterior y por un instante soy capaz de olvidar absolutamente todo lo malo, sólo disfruto del cariño que me transmite.
—Bien —Hoseok se aparta de mí con nerviosismo—, ahora vuelve a sentarte, ¿sí? Pediré algo para que podamos cenar, ¿te parece? Mientras terminaré de hacer este aburrido papeleo y ya podremos irnos a otro lado.
Asiento con la cabeza y hago exactamente lo que me pide. Me encargo de conectar mi celular a la corriente para poder cargarlo, descubriendo los cientos de llamadas perdidas de Bora y algunas de Hoseok y no puedo evitar sentirme mal por haberlos preocupado de esta manera. Finalmente, como él había dicho, cenamos comida china dentro de su oficina mientras no deja de disculparse por no poder llevarme a comer a otro lado, pero yo no puedo dejar de pensar en lo agradecida que me siento por estar a su lado ahora mismo en vez de estar en la soledad de mi apartamento.
De pronto la puerta es golpeada y abierta por uno de los tantos guardias que merodean el sector de las bailarinas.
—Jefe, traje a una problemática.
Hoseok inmediatamente cambia su manera de actuar a una más profesional. Ya no es el chico relajado con el que compartía una cena, sino el administrador del club Stardust. Asiente con la cabeza, dando permiso para que la chica ingrese a la oficina, y una hermosa muchacha aparece ante mis ojos. El cabello negro apenas le cubre la ropa interior que lleva puesta debajo de la bata traslúcida y puedo fijarme en que la blanca piel de una de sus mejillas se encuentra enrojecida, como si alguien le hubiese golpeado con fuerza. Sus lindos ojos se encuentran enrojecidos por el llanto, al igual que la punta de su nariz. En la copa del sujetador tiene guardados algunos billetes que asumo que ha ganado mientras bailaba.
—¿Jieun? —Pregunta Hoseok, con evidente preocupación—. ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien?
Me quedo en silencio observando la escena. La chica me mira de reojo, desconfiando de mí, pero comienza con su explicación. Ha tenido una discusión con su mejor amiga y ella le ha abofeteado. Reduce toda la historia a eso, pero puedo sentir que hay algo más por debajo, quizás por la manera en la que Hoseok la mira preocupado o por cómo ella se refiere a él, con bastante confianza.
¿Acaso se conocen?
—¿Y quién es ella? —Pregunta la chica cuando ha terminado su explicación.
Vuelvo a fijar mi vista en ella y ahora está mirándome con una ceja alzada. Sus brazos cruzados y la manera en la que reposa el peso de su cuerpo hacia el lado izquierdo me hacen sentir intimidada, así que me giro hacia Hoseok, esperando que él responda la pregunta.
Quizás debería responder algo como: ella es Kim Hanni, una de las chicas que trabaja vendiéndose al final del pasillo. Sin embargo, se limita a decir:
—Es Hanni, una amiga —y luego me mira a mí, extendiendo la mano hacia la chica—. Hanni, ella es Jieun, más conocida como Jie.
—Y también soy tu amiga —añade.
Los labios de Hoseok se tuercen en una sonrisa traviesa, volviendo a lucir como el muchacho despreocupado que siempre es.
—Sí —acuerda, arrastrando la palabra—, eres mi amiga, Jie.
Me encojo en mi lugar nuevamente al sentir la fulminante mirada de la chica sobre mi cuerpo. Yo no diría que Hoseok y yo somos amigos, apenas nos conocemos, pero sí me ha ayudado mucho este último tiempo. Sin embargo, lo que me hace sentir incómoda en este momento es el hecho de que aparentemente Jieun parece sentir algo por él y, para variar, estoy en medio de un malentendido.
—Bien, debo irme —finaliza ella, dándose media vuelta luego de dedicarme una mirada de reojo.
—Vete a casa, Jie, deberías descansar.
—¿Bromeas? Necesito el dinero —pone un pie afuera y gira la cabeza para mirarlo—. Te veré luego, ¿cierto?
La puerta se cierra luego de que él asintiera con la cabeza, dejando un par de billetes que se le han caído del sujetador flotando en el aire y cayendo lentamente al piso. Hoseok suelta un suspiro y apoya completamente su espalda en la silla. Yo me quedo inmóvil en mi lugar, sosteniendo todavía los palillos desechables con los que comía antes de que Jieun entrara a la oficina.
—Es mi vecina —me explica Hoseok, rompiendo el incómodo silencio— y la llevo a casa cuando termina de trabajar.
Suelto una carcajada. No debe darme ningún tipo de explicación con respecto a esa chica y realmente me gustaría que se diera cuenta de que ella está interesada para que puedan ser felices juntos. Asiento con la cabeza antes de llevarme el arroz con cerdo a la boca.
—Eres un buen amigo.
Y estos sueños tan raros? 🥴
Recuerda dejar tu voto y comentario, significa mucho para mí 🩷
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