18
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En toda la noche no pude dormir, me encontraba ansiosa. La noticia de que Elijah volvía era la novedad del momento. Prepararían un gran banquete e invitarían a todos los de la manada que quisieran asistir. Cuando lo informaron se hizo una pequeña celebración, sus gritos de felicidad y las caras sonrientes. Fue algo raro.
Me siento junto a Carlo, recibiendo mi desayuno. Hablábamos de trivialidades, esperando a que Elizabeth bajara.
—¿Entonces estan casados?—llevo un trozo de fruta picada a mi boca.
—Desde hace trece años—dice y casi me ahogo con el desayuno—. La conocí cuando tenía 19, nos casamos un año después.
Solo mencionar a su esposa le da brillo a su mirada, completamente enamorado.
—Eso es mucho tiempo—meneo un poco la cabeza—, y eso quiere decir que tienes, ¿treinta y tres años?
Eso no me lo esperaba. A decir verdad no aparenta más de treinta. Tiene un buen físico y ninguna arruga en la cara. Hasta mejor cutis que yo.
—Felicidades, ya sabes contar—palmea mi brazo.
—¿Qué edad tiene Elijah?—curioseo.
—Él ya es un anciano—bufa—, Treinta y seis. Aunque el muy cabrón no los aparenta, parece veinteañero.
No puedo saltar a decirle que esa no es su edad, pero he de admitir que ni la edad que dice aparentan. Aunque ni siquiera sé cuál es su antigüedad. Carlo continúa hablando y solo retengo pequeños detalles de lo que dice.
Una gran calidez me embriaga el pecho de solo pensar en que podría tener algo así con Elijah, algo momentáneo.
—Buenos días florecitas.
Elizabeth entra al comedor dando brinquitos de alegría. Una gran sonrisa adorna su rostro y un leve sonrojo. Deja un sonoro beso en mi mejilla y me quita el tenedor.
—Ya veo que amaneciste de buen humor—asiente, comiendo mi maldita fruta—, pero más te vale dejar esa sandía.
Deja el tenedor de nuevo. Limpiando la comisura de sus labios.
—¿A qué se debe tanta felicidad?—pregunta Carlo.
—Tomás hablo conmigo ayer—baja la mirada—, no intento nada malo, ¡Hasta me habló bonito!—su voz denota su felicidad—Como cuando nos conocimos. Pero ya estoy divagando. Me dijo que me dejaría en paz todo el tiempo que necesite para pensar las cosas y el tomaría terapia para sus arranques de ira.
Sus ojos casi chispean de felicidad, se ve tan emocionada que no quiero arruinarlo. Carlo le dice que eso podría ser su nuevo comienzo, una segunda oportunidad que no deben dejar pasar. Y realmente no se qué pasa por sus cabezas.
—Pondré todo de mi parte para que nuestro matrimonio funcione de nuevo—juega con un mechón de su cabello—. Esto es lo que necesitamos, —voltea a verme, su sonrisa sigue igual—¿tú qué opinas, Lucy?
¿Es eso o morir?
Tomo su mano por arriba de la mesa, dándole una sonrisa tensa y desanimada.
—Espero que el cabrón ponga todo de su parte.
O cumpliré mi amenaza con intereses.
Con los pocos días que hemos convivido, pude darme cuenta de su inocencia ante ciertas cosas, su carácter blando y las risitas nerviosas que da cuando no entiende algo.
—¿Nos acompañas al pueblo hoy?—pregunta Elizabeth a Carlo.
No quiero dejarla a manos de ese hombre. Pero se ve tan ilusionada, despreocupada, sin temer volver a lo mismo. Siempre me he preguntado qué es lo que piensan las mujeres que soportan tantos maltratos.
—No creo que sea buena idea—picoteo la fruta—, quiero ver a Elijah apenas llegue.
Me lleva el diablo. Presiono el puente de mi nariz, avergonzada de mis palabras. Elizabeth ríe a mi lado, dándome un leve empujón.
—Yo sabía que el Alfa no te es indiferente—levanta ambas cejas—. Te lo tenías bien guardado eh.
—No sé de que me hablas—la corto, tratando de zanjar la conversación. Había un poco de enfado mi voz.
Renuente a seguir escuchando sus insinuaciones me pongo de pie, empujando levemente la silla y tomando el plato casi vacío.
Un fugaz recuerdo logro levantar las comisuras de mis labios. El de su mirada comenzando a perderse, pagándose y huyendo de lo que llamamos vida. No era necesario, podía verla dejado ahí sin tocarle un solo cabello. Pero lo quería. Todavía podía sentir sus manos aferrarse sobre mis brazos. Me causaba incomodidad.
Disipo el recuerdo, negándome a gastar mi tiempo en ella.
—Elijah llegará por la mañana—informa Carlo al verme que me voy—, así que, su quieres puedes salir. Claro, en compañía de algún guardia o dos.
Que gran noticia.
Asiento en su dirección sin muchas ganas. No, realmente no era la noticia que esperaba ni la que necesito. Y por alguna razón me siento molesta por ello.
Camino a la cocina para dejar el plato. Le doy una amable sonrisa a la cocinera y le agradezco por el buen desayuno. Uno de los mejores que había probado. Y es como si todo el buen animo con el que desperté se esfumara.
¿Qué se supone que haré ahora?
Ato mi cabello, lista para volver a recorrer los pasillos de la casa y terminar en la misma habitación que los últimos días. En la biblioteca. Subo el ziper del suéter apenas entro, pensando en cuál debo elegir ahora. No hay comedias románticas, ni asesinos en serie y mucho menos el drama que tanto me exaspera. Cuando daría por algún tonto cliché. Pero en su lugar hay enciclopedias y libros sobre no tengo idea qué porque a la primera hora ya estaba aburrida.
Tomo de nuevo la divina comedia. Repasando hoja tras hoja.
«Existe un gentil pensamiento que a veces me hace sentir vivo, porque es un pensamiento de ti»
Un pensamiento que me mantiene viva. Lo tomaría más como un incentivo. Y cuando pienso en el se disuelve, dándole el protagonismo a una mirada verde y sonrisa brillante. No puedo negarlo. No cuando mi mente es consciente de los estragos que ocasiona en mis fragmentos.
Entonces, solo por un instante. Me aferro a ese recuerdo. Viva.
Dejo el libro sobre una pequeña mesa, en búsqueda de cualquier otro que logre distraerme. Paso las manos por mi cuello, dándome un masaje.
Y ya no es necesario que busque otro libro. Al pensar de nuevo en la estricta línea que debo seguí. Una que solo tiene dos contratiempos. Es hora de corregir los errores y trazar algo nuevo. Porque con cada día, nuevas cosas surgen.
Ellos buscan acabar con la forma de vida que los humanos conocemos, imponer su dominio. Hay alguien que planeo todo; Elijah. Sus planes ya están en marcha. El Lobo responsable está vivo y existe la duda en dónde se encuentra. Y la desaparición de mi padre.
No es solo asesinar a una manada. No, es más que eso.
Pero primero; averiguar si Jasón esta ligado con mi padre. ¿Cómo encuentro su encierro?
( . . . . )
Entro a mi habitación con pesadez, mi ánimo solo va en picada. Y probablemente no tenía buena cara, los colores a mi alrededor se venían apagados. Reviso la hora en el reloj de la pared, apenas son las siete y quiero dormir. Entro al baño a hacer mis necesidades y a tomar una ducha.
Un mes ha pasado. Un mes.
Y todo da vueltas, quiero perderme.
Me siento en el piso. Ofuscada por los sentimientos que no logro controlar. Las gotas caen por mi cuerpo, pero ahora son como un martirio de incomodidad. Cierro la llave y comienzo a secar mi cuerpo.
Observo mi rostro a través del espejo, pasando mis manos por mi cabello, justo ahora es lo único sobre mi físico que me desagrada. Detallo mis ojos, de niña hubiera dado todo por tener ojos comunes, no un gris opaco y triste. Entrando a la madurez me di cuenta de cuán llamativos podían ser, atrayentes. Mis labios no son rosados, la verdad es que por la mala alimentación que llevo se ven pálidos, si no uso humectante con color o labial carecen de su atractivo, lo bueno es que tienen la proporción perfecta.
Me coloco un short de licra y una camisa ligera. Cierro la ventana y no puedo esperar para poner una película y entrar en calor. Pero una mejor idea del día cruza por mi cabeza.
( . . . . )
Entro a su habitación con cuidado de no hacer ruido. Rebuscando en su gran armario en busca de algo no tan formal. Su varonil aroma esta por toda la habitación, casi quiero tirarme a la cama y abrazar las sábanas. Tomo el suéter gris, abrazándolo contra mi pecho.
Debes verte muy idiota haciendo eso. Casi me das vergüenza.
Sí, todo el día me he comportado diferente, pero si lo pienso bien, desde su partida cada día ha sido así. Doy un golpe en la pared cuando algo en mi cabeza hace click. Ahora en verdad veo el punto final de mi vida al irme.
Quiero hacer bola el suéter y tirarlo al piso, pero mi cuerpo se niega. O solo trato de disfrazar estúpidamente mi realidad. Suspiro cansada de fingir. Consiente de lo que necesito.
Me pongo el suéter y salgo de su habitación.
Ay mierda.
Un grito escapa de mi garganta, más bien un chillido. Doy un brinco atrás asustada de su sorpresiva presencia. Llevo mi mano a mi pecho, asustada.
—¡Ay baboso me asustas!
Su ronca risa me produce un pequeño dolor en el abdomen. El verde en sus ojos me parece más brillante ahora. Si es que antes no lo era. Su cabello perfectamente arreglado le hacía par a su traje completamente negro. Su mandíbula marcada y masculina. Es como verlo por primera vez. Una sonrisa se extiende sobre sus labios.
—Yo también te extrañé.
Su delgado cuerpo brinca a mis brazos apenas me escucha. Sus piernas me abrazan por un poco más arriba de la cadera y la sostengo gustoso. Su calida respiración choca con mi cuello y sus brazos pasan por detrás de mi cuello.
—Dijeron que llegarías mañana—murmura sin apartarse.
Paso una de mis manos por su espalda, acariciándola.
—Para ellos sí.
Su cercanía es tan reconfortante, después de cinco días la pieza que me faltaba descansa sobre mi hombro. Doy media vuelta, camino a su habitación. Sería buen momento para pedirle que de ahora en adelante duerma a mi lado
Me siento sobre la cama y su agarre se hace más débil. Sus manos van a mi cabello, pasando sus delgados dedos. Cierro los ojos, disfrutando el gesto. No cuento el tiempo que pasamos así. Disfrutando la cercanía el uno del otro.
Había salido hoy en la mañana, olvidando la celebración y despedidas. La próxima reunión sería en dos meses, para ese momento todos tendrían que estar preparados. Incluidos los miserables.
Se aparta de mi pecho, sus mejillas levemente sonrrojadas le dan color a su pálido rostro. La profundidad con la que sus grisescos ojos me pedía a gritos poseerla. Se veía frágil.
—Tambien te extrañé—su voz es suave, como una melodía lenta y dulce.
Pego su frente con la mía, frunciendo mis manos en su cintura. Lamo mis labios, deseando probar los suyos después de tanto.
Mi dulce y letal Alanys.
Sin miedo a fallar tomo su rostro entre mis manos. Su corazón acelerado y pupilas dilatadas. Cómo si tratara de tocar una rosa, con lentitud y deseo, la beso. Moviendo mis labios en un ritmo lento, anhelando decirle cuanto la amo.
Mi espalda choca con el colchón y ella permanece sobre mi. Suelta una risita ligera.
—¿A dónde fuiste?—pregunta. Acomoda su cuerpo, recargando su cabeza sobre mi pecho.
—A resolver unos asuntos—levanto un poco su suéter y acaricio su piel expuesta.
El silencio nos envuelve casi por completo. El movimiento de las hojas de los árboles y distintos sonidos es lo único, avisando que el bosque a despertado a hablar con la luna.
—Elijah.
—Alanys.
La yema de sus dedos traza los tatuajes de mi mano.
—¿Quieres dormir aquí?—pregunta y noto el titubeo en sus palabras.
Es como si la Lucy que llegó diera paso a otro lado. No hay burla en su voz, ni malicia o dureza. En su lugar hay nerviosismo y un tono amable.
—¿Todos días? Por supuesto.
—Lo voy a pensar—pellizca mi mano—, así no pasaré frío en las noches.
Ágilmente giro su cuerpo, siendo ahora ella la qué este abajo. Me mira confundida, coloco mis manos a cada lado de su cuerpo, acorralandola.
—Entonces me encargaré de calentarte todas las noches.
Una juguetona sonrisa se dibuja en sus labios, se recarga sobre sus antebrazos, rozando nuestros labios.
—No puedo esperar.
Y da el último salto. Devorando mis labios a su antojo.
. . .
Oh yeah, diamante.
¡10k de leídas! Joder, no saben cuánto me alegra chicas, en verdad espero que la historia siga creciendo, también faltan 500 votos para llegar a los 2k. Aviso de una vez que gracias a eso vendrá otro e§pecial -y el último:( -
¿Ya han encontrado las pistas en los e§peciales?
¿Alguna teoría?
¿Lucy aceptando sus sentimientos?
Este capítulo es dedicado para Romanita85 y VeronicaDiaz01 gracias por su apoyo chicas ♥️.
No olviden dejar su estrellita y comentar ♥️
Las quiere:
Lin ☁️
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