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06 ✓

El fugaz pensamiento de ser feliz capturó mi mente los siguientes días. Atrapada en cuatro paredes, pero con la disposición de poder saltar por la ventana.

No pude llorar, ni gritar, mucho menos implorar por mi libertad, pues, un cristal incrustado en mi pecho me impedía hacerlo. El mismo que hacía que cientos de recuerdos revolotearan por mi cabeza.

Así que permanecí inmóvil, un poco más muerta por dentro. Rechazando comida por la duda de si estaba envenenada, negándome a salir para cumplir sus espectativas de mujer. Pero, de entre esos siete días, hubo minutos en los que hasta el más pequeño vello en mi cuerpo se crispó.

Al principio fue complicado aceptar su cercanía, escuchar su ronca voz, asimilar que compartíamos el aire. No conté las veces en que rechacé con asco tu tacto.

Las decenas de veces donde hacía preguntas y guardé silencio.

No siempre fuimos una leyenda, existió una época en la que fuimos líderes, reyes, la raza dominante y nada parecía poder cambiarlo. Las manadas más grandes mudaron a los extensos bosques del mundo, empezando a abarcar un mayor territorio, épocas de gloria y prosperidad.

Pero los años pasaron, y con ellos grandes cambios en en el orden de mandato, perjudicando a cada licantropo. El ser humano no solo creció en cifras, también en expandir su mente, ideando por debajo del agua como reclamar lo que creían suyo. Así comenzó una guerra que creíamos ganada desde el principio, fuimos confiados y sin temor, llevándonos la sorpresa más desdichada. Ellos no solo tenían un mejor dominio y organización de su gente, también, contaban con nuevas armas .

Cansados de su esclavitud atacaron sin piedad, fue justo.

Fue llamando "El siglo de los ausentes", grandes reinos cayeron al querer utilizar la fuerza y no la poca diplomacia que existía en esa época.

El tiempo pasó, dejando atrás la verdad más cruel y sanguinaria de la historia, perdiendo importancia, eliminando hasta el último punto de nuestra historia. Fue así como nos volvimos una leyenda, adecuada para hacer reír a los niños y aburrir a los adultos.

El sufrimiento de las futuras generaciones no fue menor, reducidos a estar en las sombras por temor a desaparecer, guardando odio y rencor. Hasta que la Luna habló, después de décadas de cubrirnos con su manto de tristeza, nos dió un rayo de esperanza.

Bendecidos con amplios territorios mágicos, los cuales ella protegió con sus lágrimas. Y en forma de lamento nos dió un regalo, ser la única especie capaz de sentir a su alma gemela, llamados Soulmates.

Una llama se avivó en cada pecho de los licantropos, después de siglos de tristeza y desespero. Y nos aferramos a eso, con todas nuestras fuerzas, dispuestos a salir de aquel agujero a buscar su felicidad.

Y algunos tantos otros, no solo a eso, también, a recuperar nuestra gloria.

Sostengo con firmeza su estrecha cintura, logrando sentir la rigidez de cuerpo. Eleva la barbilla, manteniendo la mirada al frente e ignorando los saludos que le hacen.

Sin saber el contexto de su abrupta aparición, muchos se acercaban con la intención de tan siquiera saber su nombre. Cientos de dudas rodeaban su delicado cuerpo.

Algunos hombres de altos mandos se encontraban reunidos para la cena, hermanos, familiares y sus parejas. Ya habían pasado algunos días desde su llegada y ella no salía de su habitación, por lo tanto, nadie sabía que su Luna había llegado.

Durante una semana fue así. Repleta de su acusadora mirada gris, golpeando con su indiferencia sin siquiera intentarlo. Permaneciamos en total silencio por largos minutos, ella con la mirada perdida mientras marcaba toda la distancia que podía.

La tarde en la que entró a mi despacho me di cuenta de la seguridad que desbordaba con solo caminar, lo perspicaz y la malicia que oculta en su mirada. Parecía estar lista para lo que fuera.

Guardé toda la distancia que pude, controlando el dolor que se esparcía por todo mi cuerpo al querer tocarla, quedándome detrás de la puerta solo para sentir su presencia.

Hasta el día en que le propuse un trato.

-Quiero llamar a mi padre después de esto-responde-, a cambio de eso estoy aquí abajo.

-¿Acaso tenías opción?-pregunto. Suavemente acaricio la tela de su vestido, procurando no incomodarla todavía más.

-Sí, saltar por la ventana era una de ellas-sonríe sin mostrar los dientes.

Quiero tomarlo como una broma, pero algo en su mirada me dice que no lo es.

Sé que hay cosas que nunca serán dichas, hay secretos que nunca saldrán a la luz y viviré con ello, porque tengo la profunda esperanza de que nuestra conección se haga más fuerte, es solo cuestión de tiempo. Nadie podía resistirse mucho, pero antes de ello, quería ganar un poco de su cariño.

Trato de no sonreír cuando algunas mujeres de la manada la apartan de mi brazo. Sin esquivarlas más corresponde sin entusiasmo a sus saludos, llevándose alagos y algunas preguntas.

Saludo con un asentimiento a cada hombre y mujer con los que me cruzo. Prestando más atención cuando Carlo, mi beta, se acerca.

-Ya era hora de renovar los tratados-expresa aliviado-, muchos han cambiado de parecer respecto a quedarse en las sombras, un siglo fue suficiente para que recapacitaran-bufa divertido.

-No es para menos, esto nos costará miles
... millones-me corrijo-de vidas de los nuestros, y no estoy dispuesto a permitir que eso pase.

-Ya está comenzando-anuncia-, hemos dominado parte de su terreno, ¿cómo crees que reaccionen al saber que van a arrebatarles todo?.

-Y por eso debemos estar juntos, no matarnos entre nosotros-veo a Lucy moverse incómoda entre el grupo de mujeres que la rodean-. Encontre a mi mate después de tantos años y no estoy dispuesto a perderla por los errores de otros.

-¿Y qué tal por los tuyos?-agita su copa imaginaria-Porque tarde o temprano tendrás que decirle.

-Aun no está lista para saberlo-tal vez nunca lo esté.

-Quizás cuando la conexión sea tan fuerte entre ustedes que no pueda dejarte, que esté tan enamorada que no le importe nada, ¿o me equivoco?-eleva ambas cejas.

Al anochecer todo toma un rumbo diferente. La seguridad vuelve a sus lugares, duplicando los puestos en secciones específicas. Los segundos betas de los líderes quedan en una fila horizontal fuera de la sala especial. Al estar tantos juntos en una locación tan conocida los Kibliks podrían tomar ventaja.

Carlo se va y toma su lugar, avisando a los últimos el toque que siempre repetimos.

Entre la multitud organizada de invitados ubico la melena rubia de Lucy, parada en las orillas, mirando todo confundida. Entre borrones veo sus manos apretar la tela de su vestido, frunciendo levemente el ceño, tan curiosa. Quiero acercarme y explicarle un poco, pero me retienen del brazo apenas doy un paso.

-Elijah-Camila tira de mi saco-, tenemos que hablar-pide en una susurro suplicante.

Mantengo mi expresión helada.

-No es momento-hablé apenas moviendo los labios, evitando miradas curiosas. Sin tentarme trato de deshacer su agarre, haciendo que baje y tome mi mano.

-Es sobre ella-declara mirando a mis espaldas-. ¿No crees que es extraño su comportamiento?-cuestiona recelosa-Solo observa sus actitudes.

-O tu posible paranoia a algo nuevo-difiero con un gramo de molestia.

-¡Es que no lo estás viendo!-grita moderadamente exaltada.

Sus mejillas se tiñen de rojo, haciendo que sus fosas nasales se hagan un poco más grandes. Giro mi mano entre la suya, dándole un suave apretón.

-Hablaremos más tarde-expreso con calma, suavizando la mirada. Su cuerpo parece tener espasmos pequeños, mientras sus ojos albergan todavía más de lo que sale de su boca.

-No lo haremos-suelta-, llevas una semana diciendo eso-eleva la mirada-, ¿acaso no ves que nos distanciamos, cariño?

-Camila-su nombre se me escapa, cansado.

-Lo sé, lo sé-su agarre se hace más fuerte-. Solo debes saber una cosa-mira de nuevo a mis espaldas, apretando los dientes-, los humanos no son nada más que seres rastreros y traicioneros.

Sus palabras quedan en el aire cuando escucho el golpe discreto de tacones contra el piso de mármol. Como si fuese agua su mano se resbala de entre las mías.

-Recuérdalo-pide mi amiga, pero mi pecho dice lo contrario, llenándose de el dulce aroma de mi mate.

Sin dar la vuelta su presencia cocha conmigo, guardando silencio.

-Me retiraré.

Su voz golpea mis sentidos.

-No más interrupciones esta noche-ordeno a Camila. Hace un rápido movimiento con la mano, dos guardias se acercan a ella y los tres se van.

Nuevamente el toque de los tacones, pasando por mi lado, haciendo que lo que toda la semana hizo sin esmero alguno

-Será mejor que entres-sugiere, tomándome por sorpresa. Gira levemente su rostro, mostrando su perfecto perfil-deben estar esperándote.

-Puedes quedarte-trato de hacer lo mismo, sugerir, pero me sale más una súplica discreta-. No tardaré.

-No es de mi interés.

Dice como último, reanudando sus pasos.

¿Cómo puedes hacerme perder la cordura con tan poco?.

Apenas tuve la oportunidad me escabullí entre los costosos y elegantes vestidos. Contestando con una mirada las preguntas y alagos. Escuché lo increíble que me veía siendo una rubia teñida, mis uñas rotas y hasta imperfecciones. Sin embargo, apenas daba media vuelta sus cuchicheos no era lo suficientemente bajos para no notarlos y darme cuenta de el veneno y basura que hablaban.

Un perfecto nido de serpientes.

Además de las agradables conversaciones, caí en cuenta de que nadie lo llamaba por su nombre, siempre era Alfa o señor. Vaya títulos.

Me detengo a la mitad del salón, observando a reojo a Elijah entrar a otra sala con más hombres. Y todo permanece en silencio, no más murmullos o copas chocarse. Son poco los hombres que no entraron, mientras las mujeres toman asiento y agachan la mirada.

Todavía con más dudas me acerco a una de ellas, a una de las jóvenes a la vista. Tocó suavemente su hombro.

Recuerda lavarte las manos después.

-¿Sabes que es lo qué está pasando?-pregunto con cautela.

Ella apenas levanta la mirada la vuelve a agachar.

-Debemos esperar a que nuestros maridos vuelvan-junta sus manos-. En cada reunión es así, solo siéntate y espera a que tu Alfa regrese.

-Al carajo si creen que haré eso-casi grito-, ¿sabes dónde está la cocina?

-No puedes irte

-Gracias por tu consejo-le digo con fastidio.

Lo que realmente quiero es correr a la habitación e imaginar que nada de esto está pasando, mandar al carajo a todos y correr.

Retomando sucesos anteriores; Elijah. El y su molestia presencia merodeando cada lugar a donde voy, tratando de coincidir hasta de la manera más estúpida posible.

Me enmudecí por una semana, limitándome a ignorar su olor varonil y preguntas. Aunque eso no parecía importarle, pues, no lo detuve a que me hablara de sus días, de su familia y una que otra anécdota. Una parte de su coraza de indiferencia había caído sin esfuerzo alguno.

Algunas veces pude salir al patio trasero, el cual daba directo a largos y altos arbusto, seguido de ellos; el bosque, parecían cientos de kilómetros. Claro que en todo momento estaba siendo vigilada, era como tener una cadena invisible en el cuello

Me paseo por cada espacio disponible, contando a los guardias y guardando sus rostros en mi memoria. Enderezo mi espalda a medida que me adentro en un pasillo, escuchando a lo lejos el llanto de una niña.

Me abrazo a mi misma al sentir una fría briza, acercándome a la pequeña rubia sentada en una banca.

-Las niñas bonitas no lloran-suelto de la nada, haciendo que pegue un brinco la niña-, y una tan bonita como tu no debería hacerlo.

-Pero estoy triste-sorbe su nariz, levantando la que asumo es su muñeca-. Mi abuela dice que puedo llorar para sentirme mejor.

-¿Y te sientes mejor?

-No.

La veo secar sus lágrimas, abrazando su muñeca de tela.

-Papá se llevó a mamá, dice que se fue de vacaciones-hace un puchero, hipando-, ¿tu sabes a dónde van de vacaciones las mamás? Ya no quiero esperar.

Me renuevo en mi lugar, tratando de hallar una respuesta.

-También quiero saber-respondo-, pero no estés triste, verás que dentro de poco llegará.

Ambas permanecemos en silencio, la sola mención de mi mamá me entristece, la tuve al menos una parte de mi vida, pero ella no se ve que pase los 7 años.

-¿Cómo te llamas?-pregunta-Yo soy Candy.

Un poco más de creatividad con los nombres, por favor.

-Lucy.

-¿Eres amiga de mi tío?-seca con sus manos sus rojas mejillas.

-Solo una conocida.

-Todos dicen que son novios-Candy sonríe-. Que bueno que tío Elijah ya tenga novia.

-¿Y qué más dicen?-pregunto curiosa. Esas viejas arpías no pueden mantener la boca cerrada.

-Que serás una mala Luna-dice con molestía-Pero no es cierto, serás una Luna muy buena.

Si ser una Luna consiste en corromper y destruir desde adentro, seré la mejor.

-Ya lo creo, Candy-le doy una pequeña sonrisa.

Candy comienza a hablarme de su familia, de como su mejor amiga le cortó un mechón de cabello y de ella pegándole un chicle para estar parejas. Ella parece tener una vida feliz, apesar de la falta de su madre nada le ha hecho falta.

Después de unos juegos de "veo veo con mi ojito" la música adentro suena de nuevo y con ella un ligero alboroto. Escucho pasos apresurados y pesados por el pasillo, ni siquiera es necesario voltear a ver quién es porque todo mi cuerpo reacciona.

-Supuse que estarías en tu habitación-su roca voz se hace presente.

-Esta jugando conmigo, tío-Candy se levanta con rapidez y lo abraza-. Es mejor de Roberth jugando.

-¿En serio?-pregunta a la pequeña, ella asiente rápidamente-, bueno, luego tendrán más tiempo para jugar, ahora tu hermano te esta buscando, es mejor que entres.

-¿Son novios?-pregunta ella de golpe. Volteo la cabeza, frunciendo el ceño, ¿qué afán de hacer esas preguntas?

-Luego te digo.

Escucho a Candy salir corriendo, soltando un risita. La calidez de su cuerpo abraza el mío, provocando cierta satisfacción. Siento como aparta un mechón de cabello de mi cuello, provocándome escalofríos.

-¿Estás bien?

Su mano roza mi mejilla y me giro con rapidez, frunciendo todavía más el ceño.

-De puta madre.

Doy un paso atrás, negándome a sentirme por instantes completa. Lo escucho suspirar.

-¿Vas a negarme lo que tu cuerpo delata?-toma mi brazo, tirando levemente de el hasta hacerme voltear.

-No se de qué hablas-contrataco.

Mis palabras quedan en el olvido segundos después, dejo de sentir el tiempo y el frío cuando tira de mis brazo y me hace girar por completo, dejándonos frente a frente. Elevo la mirada, sin ablandarme.

Y lo siguiente me toma por sorpresa. Un acto tan común me apuñala desde adentro.

Sus brazos rodean mi cintura, descansando su cabeza sobre la mía.

Un abrazo.

Colega esto será más difícil de lo planeado.

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