Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Revelacion 1: Nunca admitas tus problemas

Hola, he vuelto. Primero quiero contarles que despues de mucho tiempo de meditación y esperar que las musas aparezcan, he decidio comenzar a subir esta historia. Voy a necesitar que tengan paciencia, ya que no se cada cuanto subire capitulo ya que solo tengo escrito el primero y mitad del segundo. Pero la idea de subir hace que trabaje bajo presion por querer complacerlas y eso acarrea que escriba mas seguido. Si, actuo mejor bajo presión...

En fin, espero les atraiga esta historia, tengo grandes planes para ella. De las demás aún no tengo decidido que hacer, ya que soy demasiado impulsiva y en estos momentos solo se me viene a la cabeza esta trama.

Gracias por su apoyo y a leer!!!

¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

Revelación 1: Nunca admitas tu problema.

 

—Jenna, ¿quisieras compartir tu historia con el resto?

—En realidad, no. No me interesa contarles a unos completos desconocidos mis aventuras bajo las sabanas. —Jenna sacudió la mano y se recostó sobre el asiento —. No entiendo cómo puede motivarte escuchar unas sórdidas historias sexuales, ¿acaso eres frígida y escucharnos te excita?

—¿Crees que atacándome te sentirás mejor?

—No me vengas con tu psicología barata. No estoy enferma, ni siquiera entiendo porqué tengo que asistir a estos estúpidos grupos.

—Lo ordeno el juez, ¿lo recuerdas? —comentó la suave voz de Caroline, la consejera.

Jenna lo recordaba perfectamente, pero no estaba interesada en admitir que tenía un problema. No lo había hecho en su momento, y por supuesto no lo haría delante de los extraños que la observaban entretenidos. Como si ella fuera un maldito payaso de circo.

—En fin. ¿Por qué no sigue la vuelta y le da la palabra a Tommy o como quiera que se llame?

—Es Timmy —susurró el jovencito pecoso a su lado.

Ella rodó los ojos y dejó escapar un intencionado bostezo. Era la cuarta reunión de SAA —Sexo Adictos Anónimos—, o el grupo de ayuda a depravados sexuales, como acostumbraba llamarlos y Caroline aún no había logrado que diera información sobre su supuesta enfermedad. Cerró los ojos, tratando de relajar su mente y evitando escuchar las tristes historias de las personas que la rodeaban.

Eran ocho en total y Jenna podía describir a cada uno sin necesidad de oír el detonante que los llevo a asistir a ese tipo de reuniones. Estaban los que sentían culpa por sus apetitos sexuales, cómo Silvie, Patrick y Susan; los que estaban siendo obligados por una orden de un juez, cómo Saúl, Terrance, Peter y ella, por supuesto. Y luego se encontraba el pobre Timmy, quién había sido coaccionado por su madre, tras haberlo encontrado dándose ayudas manuales unas cuantas veces.

La consejera siguió su recomendación, entendiendo que sería el máximo de palabras que estaba dispuesta a compartir por ese día. La hora transcurrió de manera sumamente lenta y cuando el reloj marcó el último minuto, se levantó presurosa por escapar. Estaba alcanzando la puerta, cuando la voz de Caroline la detuvo.

—Jenna, ¿recuerdas que hoy es tu turno de despejar el salón?

—¿Acaso estamos en el instituto? —resopló.

—Sabes bien que colaboramos entre todos para mantener nuestro lugar de reunión, la organización y la concentración son herramientas que nos llevaran a obtener mejores resultados en nuestras metas.

—Deja ya la psicología, conmigo no funciona —masculló girandose para cumplir con su tarea y poder salir de allí cuanto antes.

—Recuerda llevar los folletos a la sala común. Te veo en unos días, que tengas un buen fin de semana.

—Que tengas un buen fin de semana —murmuró Jenna, imitando la voz de la consejera.

Jamás había estado tan interesada en ordenar una habitación rápidamente, como en ese momento. Necesitaba volver a su casa y revolcarse en su autocompasión. Tal vez encender el televisor y buscar una buena película de acción o terror, algo que la distrajera de lo que posiblemente pudiera estar haciendo en ese momento. Algo que involucraba cuerpos sudorosos con ansias de placer. Jadeó al recordar que esa noche era la despedida de soltera de su compañera de piso. Adiós momentos de soledad, pensó.

Cuando acabó de apilar las sillas, tomó los folletos y carpetas, se encaminó hacia la sala, pero estaba tan absorta en sus pensamientos que no se percató del cuerpo que de manera repentina apareció ante sus ojos. La caída fue inevitable y un jadeo escapó de su boca cuando golpeó el piso. Los papeles volaron por el aire y se desparramaron a su alrededor.

—Cuanto lo siento —una ronca voz hizo que irguiera su cabeza.

Una mano apareció en su visión y se limitó a tomarla para ponerse de pie. Alzó los ojos y se encontró con lo que le pareció el rostro de un ángel guerrero. Lo observó, poseída por la belleza adusta de su rostro, con sus ojos azules, su cabello castaño y una boca que sería participe del sueño húmedo de cualquier mujer. Pero lo que más llamó su atención, fue la cicatriz que cruzaba una de sus cejas. No podía dejar de mirarlo y el sutil carraspeo la sacó de su ensoñación.

—¿Estás bien? —inquirió frunciendo el ceño.

—Sí, no fue nada.

Él llevó sus ojos a los pocos folletos que Jenna sostenía en sus manos y su expresión pasó de perpleja a interesada. Una sonrisa ladeada apareció en su rostro y ella estuvo a punto de volver a caer.

—¿Eres la nueva orientadora?

—Yo…—Jenna titubeó un segundo y eso bastó para que él continuara hablando.

—Lo siento, no me he presentado. Soy Luke Ashferd, el antiguo consejero.

—Jenna Stevens.

—Un gusto conocerte, Jenna.

—Creo que ha habido un error…—comenzó a hablar, pero al parecer el emocionado Luke no se lo iba a permitir.

—¿No te llamas Jenna? —Bromeó.

—Sí, pero no soy…

—¿Sabes qué? —La interrumpió por tercera vez—. Te invito a tomar un café y me cuentas cómo te están tratando mis antiguos compañeros.

Jenna suspiró entendiendo que la diatriba de Luke no le permitiría sacarlo de su error. Ella no era la orientadora, por el contrario, era el personaje antagónico de la muy amable Caroline. Se encogió de hombros, decidiendo que no tendría nada de malo tomar un café con un hombre guapo, si tenía la oportunidad le explicaría su equivocación.

—De acuerdo. Un café suena genial.

                                                                  ***

Durante el tiempo en que bebieron sus cafés, Jenna aprendió tres cosas de Luke. La primera fue que nunca dejaba de ser amable con las personas, ¿sería una cualidad de todos en su profesión? En el trayecto desde el SAA hasta la cafetería, ayudó a una mujer a la cual se le habían caído los comestibles, le tendió la mano a una viejecita que quería cruzar la calle y elogió el nuevo peinado de la dependienta de la cafetería. Faltaba que mencionara hacer voluntariado los fines de semana y ella creería que él era un sueño. Porque un hombre así, no existía en su realidad.

Lo segundo que entendió del sexy orientador fue que rara vez se callaba. Si bien para muchos eso podría ser un defecto, ella lo consideraba una virtud. Su afán de responder siempre con comentarios sarcásticos no la convertía en una buena conversadora, por lo que apreciaba que Luke llevara las riendas del diálogo. 

Y por último, supo que amaba su profesión. Si bien él se dedicaba a las reuniones de AA —Alcohólicos Anónimos—, era intrigante oírlo hablar tan apasionadamente de las adicciones y de su labor para que las personas compartieran sus experiencias. Escucharlo hacía que su estómago se contrajera por estar mintiéndole, y si llegaba a pedirle una opinión de su experiencia, Jenna estaba segura que echaría a correr como una lunática.

Mientras Luke hablaba se permitió observarlo con detenimiento, tratando de percibir si su belleza era producto del shock inicial o realmente tenía en frente uno de los mejores especímenes masculinos que jamás hubiera visto. Se perdió en el movimiento de su boca, en la manera en que las esquinas de sus ojos se arrugaban cuando él reía y en la sonrisa perlada que era capaz de despertar la lujuria hasta en una monja.

—¿Está Eloy tratándote bien?

Su pregunta la tomó desprevenida y tuvo que sacudir su cabeza para apartar los pensamientos pecaminosos. Control, Jenna. Necesitas controlarte. No hace más de dos horas que lo conoces y estás imaginándolo enredado en tus sabanas, pensó.

—¿Eloy? —inquirió confundida.

—Sí, el encargado de organizar las reuniones. Creí que él había hablado contigo cuando yo decidí irme —comentó contrariado.

—¡Oh, Eloy! —mintió —. Sí, había olvidado su nombre. ¿Por qué preguntas si me ha tratado bien?

—Digamos que no tiene buenos modos. Suele ser un tanto autoritario. Si te da malos días, avísame —murmuró guiñándole un ojo.

Jenna se ruborizó, sí, sus mejillas se tornaron rosadas y no pudo evitar pensar la última vez que un hombre la había hecho sonrojar. Por lo general, era ella quien los apabullaba con su carácter explosivo y sus ansias de placer. Apartando la vista, centró su mirada en el gran reloj que decoraba una de las paredes de la cafetería, percatándose que eran más de las ocho de la noche. Tendría que dar por terminada la cita y correr a su departamento, de lo contrario Eleanor, su compañera de piso, se enfadaría por llegar tarde a su despedida.

—Lo siento Luke, debo irme —se disculpó mostrando un intento de sonrisa.

—No te preocupes, te he retenido lo suficiente con mi monólogo. La próxima vez prometo mantenerme callado para saber un poco más de ti.

—¿La próxima vez? —su corazón dio un salto extraño en su pecho ante la idea de volver a verlo.

—Me gustaría verte de nuevo, si eso está bien para ti. ¿Tal vez cambiar el café por una cena?

Jenna no estaba segura si era su imaginación o él en realidad había bajado unos tonos al nivel de su voz, haciéndola irresistiblemente seductora. Tuvo un desvarío mental donde volvió a visualizarlo recostado sobre su estómago, con solo una sábana blanca cubriendo su tonificado trasero. Él abría los ojos y esa mirada adormilada acababa con su control.

—Sí, me encantaría —se encontró respondiendo ante su evidente preocupación. Al parecer su imaginación la había hecho perder minutos bajo la intensidad de sus ojos.

Se despidieron intercambiando números de teléfono y por primera vez no se sintió descontenta ante la absurda idea del juez de que asistiera a las reuniones de SAA.

Llegó a su apartamento tarareando una canción y no se percató de que lo hacía, hasta que Eleanor le dedicó una mirada sorprendida.

—¿Dime que no violaste la orden del juez para encontrarte con Rocket en el jardín botánico?

—¿Qué? No he visto a Rocket desde que dictaron la sentencia —se defendió.

Fue el último día que había visto a su ocasional ligue y agradecía que así fuera, ya que tal vez le sumarían una sentencia de asesinato si lo encontraba. El muy maldito había testificado en su contra, cuando fue con él con quien la encontraron cometiendo actos impúdicos en la vía pública.

—¿Entonces que te sucede? —inquirió su amiga colocando sus brazos en jarra.

Era cómico verla intentar ser intimidante, ya que con su metro cincuenta de estatura, su diminuto cuerpo y la larga cabellera rubia que caía sobre su rostro con forma de corazón, se asemejaba a un pequeño duendecillo.

—Nada importante. Conocí a alguien y tomamos un café.

—Tengo miedo de preguntar —murmuro Eleanor haciendo repiquetear sus tacones mientras se dirigía a la habitación —. Ahora ve a cambiarte, no llegaré tarde a mi propia despedida de soltera.

—Eres quien se casa, puedes darte el lujo de llegar tarde —gritó Jenna para hacerse oír sobre la música proveniente de su dormitorio. No podía vivir sin su música, era una constante en su vida y se alegraba que su amiga lo aprobara, ya que no podría vivir con alguien que no tolerara los altos decibeles de sus canciones. —No entiendo porqué rechazas mis acciones y luego me invitas a un lugar lleno de hombres desnudos.

—No estarán completamente desnudos, Jenna —asomó su cabeza por la puerta y chasqueó su lengua, al tiempo que comenzaba su diatriba moralista —. Sabes bien que tener sexo en la vía pública es ilegal e inmoral. Ver a unos ricos hombres quitarse la ropa, para deleitar mis ojos antes de dar el sí, no está mal. Tómalo como una ocasión para demostrar tu autocontrol.

—Lo dice la mujer que no puede dejar de comer bombones de chocolate hasta que ve la caja vacía —masculló Jenna mientras comenzaba a enfundarse en un vestido negro.

—No es comparable. Comer chocolate no puede hacer que me arresten.

—Depende en qué parte del cuerpo se encuentre derretido —bromeó, recibiendo como castigo una almohada en su cabeza.

—Eres incorregible.

—Pero aún así me quieres —canturreó sonriendo. Iba a extrañar las charlas con Eleanor una vez que ella se mudara con Carl.

Apartó los pensamientos negativos de su mente y se concentró en la tarea de vestirse. Después de todo siempre podía encontrar algún armario donde sacar provecho de esos cuerpos viriles aceitados.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: