Un planeta alfombrado de girasoles. Bajo la luz del crepúsculo, las afiladas torres de un fantástico castillo de cristal, se reflejan en las rojizas aguas donde dos Eternos refrescan sus manos jugando con las ondas. Una pequeña cascada ahoga sus risas cómplices.

-¡Lo destruiré! -asegura Kar con una carcajada, mientras arroja un chaparrón arrancado del lago sobre las almenas cristalinas.

El monumento de Lea se disuelve al momento, en una fina lluvia que cae sobre el prado.

-¡Tonto! -grita ella, arrojándose sobre Kar y derrumbándolo en la hierba enjoyada. Los dos ríen. Luego Lea se levanta y parece otear el universo. Hay un largo momento de silencio.

-No tienen idea de lo que van a encontrar allí –asegura ella después, con expresión grave.

-Lo sé -contesta Kar-. Pero va siendo hora de que lo descubran. Es hora de que la humanidad sepa y madure. El Universo depende ya de ellos, nosotros no podemos abandonarlo.

Lea se arrodilla junto a su compañero y lo mira con inquietud.

-¿Estás seguro, amor? Nunca lo hemos intentado. Podríamos...

Él se gira y niega firmemente.

-No, es su obra, su Proyecto. No nos corresponde -luego la toma de las manos-. Mariposa, estoy seguro de que lo conseguirán solos. Y ellos, los dos, vendrán aquí. Esperaremos.

En otro Universo, a miles de millones de parsecs, bajo la difusa luz de lejanos mundos, Ore Ayl y los suyos, cosechan. Inclinado sobre el fruto geométrico, su tez palidísima llega a resplandecer. Extraordinariamente alto y delgado para un estándar humano, su paso y su observar son lentos y meditativos.

El granjero mira a sus compañeros diseminados por el área elegida. Siguen las líneas y los surcos, buscan los desniveles, algún rizo espiral u otra señal que les evite la frustración y el desaliento. Ore sonríe, está feliz, hoy no se irán de vacío: el teorema es impecable, más de lo que esperarían encontrar en un día galáctico.

Ore suspira, echa un vistazo a la inmensidad de alrededor y hace una señal al resto de recolectores para volver a la nave.

Es entonces cuando le asalta una sensación: el oscuro presentimiento de que van a tener compañía.