Maquinaciones
La colonización de la Galaxia continuaba a buen ritmo. El sector correspondiente a la antigua capital del Imperio, Fáristar, extendía sus tentáculos sobre las nuevas civilizaciones que se iban encontrando, la mayoría de las cuales terminaban integradas en la Confederación. Cien mil millones de estrellas, gran parte de ellas con sistemas planetarios, conformaban la Galaxia. Aunque solo una parte habían sido colonizadas, estas habían ido dando fe de que la vida y la inteligencia eran fenómenos mucho más extendidos de lo que se pensó en un principio.
Los comisarios del sector, gente muy capaz en su mayoría desde el primer Picardo, fueron solucionando con habilidad cuantos problemas se presentaron, aunque a veces las relaciones con los pobladores autóctonos de algunos sistemas no fuesen fáciles. La demostración de esto era la conquista de la ultima avanzadilla, el sistema doble Régel.
Las dos estrellas tenían sistemas planetarios con civilizaciones adelantadas. Pero mientras los pobladores del sistema Régel B estaban ansiosos por integrarse a la Confederación y de hecho lo hicieron, la civilización de la estrella Régel A, asentada en uno de los planetas medianos, Edilón, se mostró hostil y se negó a la colaboración política. Y cuando los confederados instalaron dos puertas, con sus correspondientes agujeros, en el gigante gaseoso de su sistema planetario, imprescindibles como paso al sistema Régel B, los edilones elevaron una protesta diplomática. La Confederación hizo oídos sordos y el asunto quedó zanjado o así lo parecía.
Sin embargo ahora, en Faristar, Fabián Loray, el comisario político recibía una comunicación inesperada que venía a complicar mucho las cosas. Su vicecomisario, Téril Descorsa, fue el encargado de llevársela.
—El problema de los edilones se ha complicado, Fabián. Parece ser que están indignados porque su protesta no haya tenido respuesta alguna. Ya no la esperan y han decidido establecer derechos de paso.
—¿Derechos de paso? ¿Es que piensan que todo el sistema planetario les pertenece? El planeta gigante donde hemos instalado las puertas está deshabitado... —se asombró el dirigente.
—Cierto —coincidió su subordinado—, pero ellos tienen el convencimiento de que todo el conjunto planetario es suyo. El caso es que han bloqueado el acceso a los anillos de control. Sus naves nos impiden el paso y ya ha estado a punto de producirse algún encontronazo con nuestras patrullas fronterizas.
Los dos políticos discutieron durante un rato posibles pautas de actuación. Finalmente, Fabián optó por la diplomacia. Si no resultaba, habría que imponerse de otra manera.
—Bien, tenemos que hablar con el representante consular de los edilones, aunque me repele dialogar con un personaje tan desagradable. Y no lo digo por el aspecto físico. Concierta una cita con él lo antes posible —encargó a su compañero.
Téril dejó solo al comisario y salió del despacho, pero no fue inmediatamente a contactar con el diplomático edilón. En lugar de eso se encaminó a una estancia donde le esperaba un personaje con el que mantenía ciertos tratos: Zendar.
El asambleísta de Olinus, quiso pasar por Fáristar, antes de retornar a su planeta. Allí tenía partidarios poderosos, uno de los cuales era, precisamente, Téril, tan opuesto como él o más al Proyecto de los tensores. Antes de reunirse con su jefe, Téril ya había informado a Zendar, y cuando se vieron de nuevo, este quiso saber:
—¿Qué ha decidido el comisario?
—Por ahora —contestó Téril—quiere seguir con las gestiones diplomáticas. ¿Y tú esperas algo del equipo evaluador que se desplazó desde Terrania?
—No tengo grandes esperanzas —repuso Zendar—Félinar no es muy avispado y el otro miembro, además del Procurador, me parece favorable a ese loco plan...
—Tenemos que actuar entonces —insistió Téril, inquieto y alarmado—. ¿Qué podemos hacer?
—Habrá que arruinar esa diplomacia de la que hablas —sugirió Zendar—.Si alguna de las naves edilonas que realizan el bloqueo, sufre un percance, es atacada...ya sabes. Siempre se puede disfrazar y hacer pasar por confederada alguna de las naves mercenarias que pululan por tantos sistemas...
El rostro de Téril se iluminó con una sonrisa.
—¡Buena idea! ¿Pero crees que la respuesta edilona y una pequeña guerra va a distraer a los de Olinus del Proyecto?
Zendar sonrió torcidamente.
—Todo consistirá en convencer a los edilones de que una respuesta contra una base militar en Fáristar o en algún otro acantonamiento será costosa y seguramente inútil. Es mejor un objetivo, digamos civil...
—¿Olinus? —pareció comprender Téril—¿Y las defensas del planeta?
—En Olinus prácticamente no hay Fuerza Espacial. Es cierto que cuenta con un buen sistema de defensa antiaérea en su suelo. Pero depende de un centro de control donde se encuentran los radares pulsantes y los cañones láser y electromagnéticos. A un buen grupo de mercenarios no le costará hacerse con ese centro de mando si se le facilita el acceso...—terminó Zendar con un gesto cómplice.
—¡Estupendo! —se animó Téril—Me encargaré de ir contactando a la gente precisa...
—Será necesario conversar antes con alguno de los dirigentes edilones, para convencerlos de que un ataque a Olinus dolerá más que cualquier infructuoso asalto a una base militar de la Confederación. Prepárame un encuentro con ellos en algún planeta discreto...
—¿Ya? —preguntó Téril.
Zendar hizo un gesto de cansancio.
—Espera. Primero habrá que provocar a los edilones, atacar a sus naves de bloqueo. Pero solo cuando tengamos la seguridad de que la evaluación será favorable al Proyecto y no tengamos otra opción.
***
Precisamente el equipo evaluador comenzaba su tarea en Olinus, dirigiéndose a la estación Sagitario 4, donde iban a encontrarse con la directora del Proyecto. Olga Serkin los esperaba, inquieta por el resultado que tendrían aquellos días de inspección. Se había estado informando sobre las actividades proyectistas de Dárek, el que más le interesaba, puesto que ya conocía la oposición de Félinar a sus planes.
Al revisar los diseños planetarios que había llevado a cabo el joven no pudo dejar de admirarse. Audaces, ambiciosos, muchos de ellos con cierta grandiosidad e incluso arte. Y siempre buscando la mejora natural del planeta en cuestión y no tanto el beneficio económico. No sabía qué la predisponía a confiar en él, quizá su atractiva y franca sonrisa, pero tenía la esperanza de que el agrado fuese mutuo y Dárek se decantase por aceptar su plan. Por un momento sintió que quizá podría apoyarse en él, luego su firmeza volvió y se dijo que, en todo caso, el proyecto seguiría adelante con o sin el visto bueno del equipo evaluador.
Por su parte, Dárek, mientras volaba junto con Félinar hacia la estación, también pensaba en Olga, posiblemente más que en las tareas encomendadas. A pesar del corto espacio de tiempo en que habían estado conversando, le parecía conocerla desde mucho antes. Ella no era proyectista, pero había coordinado el proyecto más ambicioso que se había imaginado nunca, y eso era un punto a su favor para un constructor de proyectos arriesgado, como él. La sentía cercana en espíritu pero también su sangre se aceleraba un poco al imaginar su presencia, al recordar su perfume y sus movimientos llenos de elegancia y decisión.
Cuando la vio sobre una de las pasarelas de la estación, siempre acompañada de la infatigable Kirga, presintió que iba a ser muy difícil coincidir con Félinar y decirle a ella que no. Dárek juraría que el rostro de Olga, generalmente serio, se animaba con una leve sonrisa al verlos, pero seguramente era solo una impresión suya pues, al reunirse, la expresión de la mujer era más profesional que amigable. El joven pensó que esta evaluación iba a ser dura y se iba a complicar sobremanera. Cualquier preferencia personal sería denunciada por Félinar con toda seguridad, y el aislacionista ya estaba bien al acecho.
La basuina los precedió mientras se dirigían hacia el mirador que enfrentaba las tres monstruosas bocas de los tensores. Cuando llegaron, Dárek se sintió impresionado por aquella colosal obra de ingeniería espacial. El joven presintió la titánica tensión a que estaba siendo sometida aquella parte del espacio tiempo universal e intentó imaginar la potencia combinada de los tres tensores, desencadenándose simultáneamente. Previo a todo, el Proyecto necesitaba el sacrificio de los tres Audaces para instalar aquellos tres puntos de ancla coincidentes en Olinus. Sin la tremenda energía de la onda conjunta era impensable taladrar el agujero negro.
Los evaluadores habían querido comenzar la inspección por esa fase del proyecto, principalmente a instancias de Félinar, que veía un resquicio allí por donde atacar.
—Tengo entendido —dijo el aislacionista en tono combativo—, que dos de los adelantados que traspasaron las puertas cuánticas no volvieron...
—Es cierto —tuvo que admitir Olga a regañadientes—. Dos de los Audaces se quedaron en el camino, aunque es posible que estuviésemos destinados a tener éxito, puesto que hubo quien tomó su lugar y todo se resolvió bien.
—Yo no creo en el Destino —recalcó Félinar—. Pienso que tuvieron ustedes una suerte extraordinaria.
—¿Qué más da? —aguijoneó Dárek un poco molesto por el acoso a que su compañero parecía estar sometiendo a la directora—. Lo importante es lo que podemos ver y hacer de ahora en adelante. Sabemos que en cualquier proyecto puede haber un imprevisto que lo eche todo a perder. Acuérdate de aquel meteorito tuyo que nunca supo nadie de donde salió...
Olga lo miró y le agradeció el apoyo con una sonrisa desvaída. El joven continuó hablando:
—A mí, en cambio, me admiran esas hazañas espacio temporales y la entrega de los tres. Cómo modelaron la historia, por los informes que he podido leer, cómo fueron capaces, ellos y los otros a quienes entregaron el testigo, de superar cualquier obstáculo después de correr mil aventuras...
El rostro de Dárek se había ido animando a medida que parecía caer un una ensoñación. Olga lo miraba absorta.
—Ahí tenemos a Milton —siguió el joven—. Aún no lo conozco, pero de verdad lo admiro. Tan humilde y desapercibido ahora entre nosotros y fue uno de los responsables de que media Galaxia entrase de golpe en la Confederación. ¡Ese sí es un proyectista galáctico! Directora, puede que otros detalles referentes a este plan contengan errores, pero yo no voy a poner ninguna objeción al resultado que tengo ante mis ojos.
—Pero... —quiso aducir Félinar—fue cosa de...
—Por mi parte doy por superada esta fase —interrumpió Dárek a su compañero de forma inapelable, mirando a los ojos esperanzados de Olga.
Félinar calló. Hubo un largo momento de silencio que dedicaron a rememorar unos y a imaginar otros los sacrificios y las lágrimas que había costado la hazaña, por el momento quieta y tranquila, que estaban contemplando. Aún dentro de su ensimismamiento, Dárek no podía resistirse a la llamada de los ojos de Olga y sus miradas se cruzaban con frecuencia, yendo de los tensores al rostro del otro con la ansiedad creciendo poco a poco.
Fue Kirga la encargada de romper el encanto del momento, secundada de inmediato por Félinar que, con el ceño fruncido, movía la cabeza negativamente, decepcionado y bastante rabioso.
—Si los señores han terminado aquí —dijo la basuina—, podemos pasar a examinar el Cubo Universal.
Félinar quiso avisar que no daba por acabado el examen.
—Necesitaré ver a algunos de los técnicos que mantienen los tensores. Quiero informes más concretos de los riesgos que conllevará el desanclaje. Pero está bien, vayamos ahora a ver el Cubo...
El grupo se desvió caminando hacia la plataforma de la estación que soportaba el inmenso Cubo Universal. Olga se acercó a Dárek y, colocando su mano sobre el brazo del hombre, musitó muy cerca de él:
—Gracias, creo que usted entiende todo lo que esto representa, aunque todavía desconoce hechos graves que hemos descubierto últimamente y que me gustaría poner en su conocimiento.
El contacto de la sedosa piel de la directora en el brazo del joven le causaba un efecto casi adormecedor, acentuado por el suave perfume que se desprendía de su cuerpo, tan cercano y sugerente. Dárek asintió: un encuentro a solas era deseable por muchas razones. Además, se sintió intrigado por la última confidencia. ¿Qué hechos graves se podían haber producido recientemente?
No tardaron mucho en llegar hasta las fortísimas sujeciones que mantenían al Cubo suspendido de la estación. Allí les salieron al paso Demetrius y Priyanka. Olga hizo las presentaciones y una vez acabadas, Félinar se dirigió a los dos científicos, con una evidente desconfianza:
—Tengo entendido que piensan ustedes dos viajar en la nave Revelación y traspasar el agujero negro en compañía de otros temerarios. No logro entender cómo unas personas dedicadas a la ciencia no tienen reparos en participar de esta locura...
—¿Porqué habla de locura? —contestó Demetrius sonriendo—También parecía una locura la instalación de los tensores y se hizo.
—Pura suerte —repitió Félinar. ¿Cree usted que el Cubo resistirá el empuje de las tres ondas a la vez?
—No solo las resistirá —intervino Priyanka—, sino que las reunirá en una sola y la amplificará hasta extremos que no podemos concebir. Recuerde lo que puede conseguir un único superdikópter y piense que el cubo es casi tan grande como mil millones de ellos.
—Espere un momento —quiso saber Dárek—. La onda gravitacional tiene una propagación esférica ¿Cómo piensan proyectarla hacia el agujero negro para que toda su potencia se dirija a un punto concreto del mismo?
—¿Ha oído hablar del direccionador de Rolkein? —inquirió Demetrius.
Dárek confesó su ignorancia con un encogimiento de hombros.
—No importa —siguió el científico—. El desarrollo matemático es impecable pero, además, hemos hecho pruebas a menor escala y funciona. Las grabaciones están a su disposición.
Dárek asintió, como dándose por satisfecho, pero Félinar volvió a la carga.
—Así que la onda proyectada atravesará el agujero negro en un punto, como si fuese una flecha...
Demetrius volvió a sonreir mirando a Priyanka.
—Parece que la metáfora de la flecha tiene éxito, linda amiga —luego, se volvió hacia el evaluador—No exactamente, Félinar. Una flecha horada de lado a lado. La onda, cuando impacte en el horizonte de sucesos y lo rasgue, taladrará un túnel que irá curvándose hacia el centro, que es el punto de salida, si todo acontece como esperamos...
—¿Y qué viene a continuación? —preguntó de nuevo Dárek.
—Eso —señaló Olga, mostrando un reluciente monstruo volador que se acercaba para acoplarse bajo el Cubo, con destino a otra de las pruebas.
Y Demetrius recalcó:
—La nave Revelación.
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