
10.
La "Ciudad de las Lentejuelas" refulgía con el sol de la tarde, mostrando todo su esplendor a los visitantes para probarles que su sobrenombre estaba bien merecido. Desde el avión los transeúntes parecían pequeñas hormigas que se desplazaban de un lado a otro, inquietas. Hormigas hollywoodenses enfrascadas en su mundo.
Janne no había podido dormir durante todo el viaje, la ansiedad era más poderosa que el cansancio, comprendió después de varios intentos inútiles. Al menos su amiga lo había complacido permitiéndole que se sentara junto a la ventanilla.
— ¿Cuánto falta? — preguntó ella desperezándose.
— Creo que llegamos, por lo menos desde aquí puedo ver la ciudad.
La voz del capitán resonó en ese momento, amplificada por los altavoces, pidiéndoles que se abrocharan los cinturones para el aterrizaje.
— Detesto el momento de despegar y no voy a decirte del descenso — Jaska se revolvió en su asiento, molesto.
— Hazme el favor y despierta a Alexi. Parece mentira que pueda dormir de ese modo por más de 10 horas — le pidió Saori.
El baterista golpeó con fuerza el brazo de su compañero, haciéndole dar un respingo mientras abría los ojos como platos. Los demás comenzaron a reír.
Una vez en tierra tomaron un taxi hasta Sunset Strip, donde se encontraba el antiguo apartamento angelino del vocalista.
— Bueno, después de todo parece que no lo compré en vano — comentó este.
— Sunset Strip — ella contemplaba las calles con nostalgia — Ya no tiene nada de lo que fue en los 80. Ha perdido casi todo el encanto.
— Cuando vine a Los Ángeles por primera vez, esperaba encontrar algo de lo que había visto en los vídeos de Poison, pero ni siquiera se acercaba.
— Sin embargo te gastaste el dinero en ese piso — le recriminó Henkka — A pesar de que te dijimos cien veces que no lo hicieras.
— Eh por lo menos ahora será de utilidad. Suponiendo que siga habitable.
— A mí me basta con que tenga una ducha con agua caliente. Me siento como si hubiera venido desde Helsinki corriendo — comentó Jaska.
Henri les hizo señas para que se fijaran en el asiento del acompañante. Janne ni siquiera parecía estar ahí, observaba el paisaje con la mejilla recostada al vidrio, más callado y pensativo que nunca.
— Raven acabará volviéndolo loco — murmuró el bajista y los demás asintieron.
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Slash afinaba la Gibson de pie frente al espejo del camerino, al fondo, cómodamente tumbado en el sofá, el bajista leía en una revista el artículo referente al regreso de la banda.
— La Rolling Stones nos dio una crítica bastante favorable, deberías leerla — sugirió.
El otro hizo una mueca para restarle importancia.
— Me importa poco o nada lo que digan los críticos, lo mío es la música. Bastante molesto es ya tener que conceder tantas entrevistas.
— A estas alturas bien que podrías verlo como algo cotidiano — Duff se levantó y tomó su bajo Fender del atril — Hasta Rave debería habituarse.
— ¿A qué tengo que acostumbrarme?
El guitarrista sonrió al verla de pie en la entrada. Llevaba puesto el pullover que promocionaba la gira de los Guns y a pesar de quedarle unas dos tallas más grande, se veía estupenda.
— Estábamos hablando de las entrevistas y los comentarios sobre nuestro regreso — la informó McKagan.
— Pues afuera hay toda una verdadera manifestación de periodistas, cuando acabe el concierto se los van a comer vivos — ella agarró una de las Gibson Les Paul.
Slash le rodeó la cintura.
— A ti también va a tocarte, así que no trates de escapar.
— Axl me salvaría — hizo un mohín de niña pequeña — Ya sabes que a él tampoco le gustan las entrevistas.
Su amigo se echó a reír y le alborotó aún más el cabello.
Dizzy y Richard aparecieron acompañados del vocalista y Raven se dedicó a contemplarlos mientras charlaban de los pormenores del concierto. Todos estaban ansiosos, ya no iba a ser igual que la tocada en The Troubadour 'Bar, esta vez volverían a presentarse frente a miles de personas como en los viejos tiempos. Sabían que el público anhelaba verlos y no querían defraudar a sus fans.
Ahora le volvía a la mente la primera vez que los había visto parados en un escenario, fue en The Roxy. Cinco chavales con aspecto de forajidos montando un verdadero escándalo. Ella, Saori y una amiga de su hermana habían acabado en el club por casualidad y decidieron quedarse para ver el espectáculo.
Amy, la chica que estaba con ellas, llevaba ese día una blusa negra preciosa con mucho escote y nada más posicionarse frente a la tarima, Axl había comenzado a hacerle gestos obscenos, hasta que gritó: ¡¡PUTA!!, señalándola y Raven explotó.
Una vez finalizado, los siguió hasta el pequeño backstage y sin mediar palabras se acercó a Rose y le propinó una bofetada que lo dejó sin habla por varios minutos. Los otros quedaron anonadados, cuando reaccionó e intentó estrangularla se armó el verdadero revuelo.
Duff tuvo que sacarlo a rastras para que no hiciera una tontería, mientras Slash y Steven la sujetaban y su hermana le pedía que se calmara. Recordaba haber mordido al guitarrista en el brazo y pateado con fuerza las piernas de Steve, pero ninguno de los dos la soltó.
Al final Amy se había marchado antes de que la pelea acabara y Saori no cabía en sí de la vergüenza. El dueño del club les sugirió que resolvieran sus asuntos de pareja en el exterior y tuvieron que marcharse. En el instante en que ellas salían Izzy las invitó a unas copas para tranquilizar los ánimos y hacer las paces. Slash se le acercó diciendo: — "Pareces un gato con rabia, me gusta, ¿quieres que te adopte?"
A partir de ese momento la vida cambió completamente. No había forma de burlar un destino como ese.
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— ¿Exactamente cómo piensas encontrarla en la multitud? — preguntó Jaska cruzándose de brazos.
Llevaban un buen rato dando vueltas, buscando la forma de colarse al interior de la instalación, pero la seguridad era excelente y sus planes se estaban frustrando.
No habían pasado ni dos horas en el apartamento de Aleksi cuando Saori les informó que el concierto de los Guns n Roses sería esa noche en Los Ángeles Colliseum, uno de los estadios más grandes de la ciudad. Janne saltó de la silla, agarró la chaqueta y los arrastró a todos hasta allí. De alguna forma tenían que entrar.
— Viejo, escucha, la verás mañana, ¿de acuerdo? — Markku se sentó en el borde de la acera frotándose las sienes.
— Jan, es imposible que entremos ahí y menos aún a los privados, no van a dejarnos, tú sabes cómo es. Espera a mañana, yo misma la llamaré para decirle...
Wirman hizo un gesto negativo, él también estaba cansado y un agudo dolor le martilleaba la cabeza, pero tenía que ver a Raven esa misma noche o no podría pegar ojo.
— Miren, lo siento por obligarlos a venir, pueden ir a casa si quieren, pero yo necesito hacer esto aunque sea solo.
Saori le acarició levemente el brazo en un gesto de comprensión.
— ¿Sabes? Acabo de recordar que Rave y yo solíamos pasear un poco entre el público antes de un concierto. Era nuestra forma de asegurarnos que no hubiera ningún loco presente.
Él la miró sin comprender.
— Quiero decir que tal vez ella esté por aquí, si mantuvo las viejas costumbres, claro.
Los ojos color cobre de Janne se iluminaron y sonrió por primera vez en todo el día.
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Cientos, no, miles de personas abarrotaban los alrededores del "Los Ángeles Colliseum". La mayoría vestía de negro y llevaba una camiseta de la banda, todos esperaban con ansias el comienzo del show.
Raven caminaba despacio entre la gente, observando sus rostros, pensando en cómo se sentiría si fuera uno de ellos. Una fanática cualquiera esperando para ver brillar a sus ídolos, vivir entre rock stars ya se le hacía hábito y con el tiempo había olvidado qué se sentía al ser una más.
— Disculpa — la voz de una joven la sacó de sus pensamientos — Eres la misma chica que salió en la portada de aquella revista hace unos años junto a Guns n Roses, ¿cierto?
No supo que contestar, apenas si recordaba la entrevista y la sesión de fotos.
— ¿Te molesta si me tomo una foto contigo ahora?. Luces exactamente igual. Te ves excelente.
— Gracias — susurró posando para el selfie.
Continuó moviéndose entre la multitud, esta vez con la cabeza gacha y tratando de no llamar la atención. Al contrario que sus amigos, a ella no se le daba muy bien eso de tener admiradoras, más bien la ponía nerviosa.
Estaba a punto de regresar a los camerinos cuando su móvil comenzó a sonar. Lo extrajo del bolsillo trasero del pantalón y se quedó de piedra al comprobar a quién pertenecía el número en la pantalla. Contestó.
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Janne se separó de los otros unos segundos, había demasiada gente y estaba comenzando a desesperarse. Tal vez Alexi tenía razón, era mejor que esperara hasta el día siguiente para verla, con calma, en un lugar donde pudieran hablar.
Distraído, chocó con un chico pelirrojo que llevaba a cuestas una patineta, se disculpó y al mirar al frente la vio: cabello oscuro ondeado, un destello de rojo en uno de los mechones, la forma de moverse, grácil, ágil, una gata negra en la muchedumbre: Raven.
Trató de llamarla, pero ella se movía demasiado rápido y el ruido le impediría escucharlo. La siguió mientras marcaba su número en el celular.
Dos tonos, tres.
— ¿Janne?
La voz le hizo pedazos el corazón, no sabía que decir.
— ¿Jan, eres tú?
— Rave — murmuró por fin.
Desde donde se encontraba podía verla perfectamente, de pie en una esquina junto a la puerta de entrada. Avanzó intentando que no lo notara.
— Me alegra escucharte, gatita. ¿Todo está bien?
Ella dejó escapar un sollozo al escuchar el apelativo. El sonido de su voz le aflojó las piernas.
— Estoy... intento mantenerme a flote. Al menos los preparativos de la gira me tienen ocupada la mayor parte del tiempo. ¿Y tú?
— Bien, supongo, estamos grabando algo nuevo... Yo...
— Te extraño — las palabras salieron de ambos y se cruzaron en la línea.
Él río con nerviosismo y pensó que se acababa el tiempo. Si la dejaba entrar no podría verla más que de lejos.
— Raven, escucha, fui un idiota cuando te dejé ir — trató de cortarlo, pero la interrumpió — Debí pedirte que te quedaras. Sé que fue por eso, por lo que no dije, que preferiste no reconsiderar tu decisión y no quiero que las cosas queden así.
— Janne, no importa, ya sucedió. Te sigo queriendo, sin embargo, no creo que vaya a regresar a Finlandia, no por ahora. Y una relación a distancia sabes bien que no funcionaría, no para nosotros.
Wirman suspiró, tratando de parecer resignado, temiendo que a pesar de estar así de cerca, ya la hubiera perdido sin remedio.
— Entonces necesito pedirte un último favor ¿de acuerdo?
— Si vas a decirme que te olvide — ella dejó escapar una risita — te advierto que las cosas imposibles no se me dan.
— No, no es eso. Yo tampoco podría olvidarte.
Por un instante guardó silencio y dejó ir una plegaria al dios en el que nunca había creído. Se acercó aún más, hasta estar solo a unos pasos.
— Date la vuelta y mira detrás de ti — le dijo.
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