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05.

Una vez instalada en su habitación, Raven volvió a sentirse como en los viejos tiempos, cuando un calendario colgaba detrás de su puerta señalando qué días pasaría con Axl o Slash, había llegado a ese punto después de varias peleas con ambos debido a sus celos; solo Duff era diferente, se conformaba con lo que pudiera ofrecerle y punto.

Recordó también su apartamento en Sunset Boulevard, al que se vio obligada a mudarse para escapar de las locuras y la sobre protección de Rose, al final tampoco había sido una salida, pues el piso, a pesar de estar a su nombre, lo había comprado él.

Solo vivió allí un par de meses, la solución, comprendió más tarde, no estaba en mudarse al otro lado de la ciudad, sino en irse lo más lejos posible.

Dos toques en la puerta la sacaron de sus cavilaciones.

— Entra, Duff.

La cara sonriente de su amigo apareció en el umbral.

— ¿Estás cómoda?

— Mucho, creo que Axl exageró un poco.

Michael se encogió de hombros sentándose al borde de la cama, en la mano aún sostenía el sobre con la nota que le habían enviado.

— ¿Te aferras a las palabras? — preguntó ella señalando el papel.

Él se echó a reír y le revolvió el pelo.

— Tu hermana es una parte de mi vida que no puedo... y no quiero, olvidar. Reconozco que todavía estoy enamorado de ella, pero la decisión de marcharse fue suya.

— Con lo mal que estaban las cosas en ese momento, qué esperabas? Incluso yo tuve que irme, no había otra forma de enfrentar la situación.

— Tranquila, eso lo entiendo. No la culpo y estoy seguro de que Axl y Slash se sienten igual con respecto a ti.

Raven lo abrazó, en toda su vida no había logrado conocer a nadie que se le pareciera. Michael McKagan era la persona más comprensiva que existía, para él no había errores irreconciliables ni peleas definitivas y lo demostró cuando volvió junto a sus viejos amigos, incluso después de todas las cosas que sucedieran en el pasado.

— Por cierto, ¿qué era eso tan importante que debía contarme Slash? Es sobre Perla, ¿cierto?

Él asintió pero guardó silencio.

— No me vas a decir, ¿verdad? Olvídalo, te conozco bien y sé que no vas a meterte en sus cosas.

— Somos amigos, princesa, pero eso no me da derecho a decirle a Slash como debe vivir su vida o qué decisiones tomar. Pregúntale, él mismo te contará, contigo no tiene secretos — dicho esto salió de la habitación.

— Rayos, las cosas se arreglan en un punto y se van al carajo en el otro... porquería de vida — Raven también bajó.

En el salón solo estaba Axl, recostado en el sofá de vinil rojo que era su favorito.

— Hay cosas que no cambian, por ejemplo: tu mal gusto por ese sillón — comentó.

Él le sonrió palmeando el espacio vacío a su lado y levantando la copa de champán.

— Llevamos más de diez años sin vernos, nena, ¿y lo único que se te ocurre para romper el hielo es criticar mi gusto para decorar?

Le arrebató la copa sacándole la lengua, mientras se sentaba..."Definitivamente era como en los viejos tiempos" pensó.

— Sigues igual que la última vez que te vi, princesa — murmuró Axl apartándole el cabello del rostro — Y pasarán veinte años más y estarás idéntica, no puedo evitar envidiar eso.

— Oh vamos Axl, vivir para siempre no es tan divertido como parece, cuando todos se hayan ido yo seguiré aquí... eso no tiene nada de genial.

Lo apartó y se puso de pie, sus músculos estaban tensos de nuevo, se sentía molesta por repetir la misma conversación de hacía años. ¿Es que acaso él no podía entender que su "don" en realidad era más una maldición?

Axl se levantó alzando las manos.

— Vamos, no tienes que molestarte, finjamos que no he dicho nada al respecto — suspiró — Pero... tener 54 años tampoco es divertido.

Ella podía reconocer cuando estaba bromeando, por eso sucumbió a su expresión de niño que entiende cuando le dan una regañina.

— Bueno, que estás panzón eso no hay forma de negarlo — bromeó palmeándole el estómago.

— ¿¿¿Qué????? — su tono era de chanza — Pues Slash está idéntico y a ti no parece molestarte.

— Ah ya estás con los celos de nuevo, viejo. ¿No crees que es muy pronto para eso? — como si lo hubiesen invocado, Saul entró en la sala acompañado de Duff.

Los cuatro comenzaron a reír. El vocalista se dirigió a la cocina mientras los demás se acomodaban.

— Hoy la sirvienta tiene la noche libre, así que seré el anfitrión. Slash, ¿vino o champaña? — preguntó.

— Lo que sea que vayan a beber ustedes, pero no más de una copa.

— Y tú, Duff, ¿qué te sirvo?

A Raven casi le da un ataque al escucharlo.

— Axl Rose, ¡¿pero que rayos?! ¿Estás demente o qué?

Ellos comenzaron a reír nuevamente y McKagan le hizo gestos para que se calmara.

— Tranquila que solo es broma. Hace años que no bebo — se volvió hacia Axl — Con agua mineral tengo.

Volvió a sentarse, algo más calmada.

— ¡Pues de todos modos que no se te ocurra! — gritó señalando al bajista — Tú sabes bien que...

— Ya lo sé, princesa, así que relájate.

— Y tú — ahora se volvió hacia Slash — ¿Cómo que una copa? ¿Acaso no me contaste la última vez que hablamos que lo habías dejado definitivamente?

— Tranquila, ya conozco mis límites. Una copa no me va a matar.

Ella continuaba sin estar del todo convencida. Los conocía bien, desde los tiempos en que las drogas y el alcohol eran indispensables en sus encuentros, sin embargo, las cosas habían cambiado mucho: después de que le extirparan su demasiado hinchado páncreas, a Duff le habían prohibido rotundamente la bebida, los médicos habían sido claros: si continuaba, con la combinación de las diálisis, acabaría en un ataúd. El caso de Slash no era tan crítico (hasta un punto) tenía instalado un desfibrilador en el pecho que controlaba los latidos de su corazón, pero nada de eso armonizaba con su antigua vida de yonqui.

Axl regresó con una bandeja con las copas, el agua mineral y la botella de champaña.

— Venga, nena, no seas dura, que esta vez es algo especial.

Raven puso cara de enfado y acto seguido les regaló la mejor de sus sonrisas.

— Un brindis — propuso.

— Por el pasado — dijo Axl.

— Y el futuro — agregó Slash.

— Al presente — completó Duff alzando su vaso.

— ¡¡Cheeeeeeeeeeeeeers!! — exclamaron los cuatro.

Las pocas dudas que Rave albergaba se disiparon como nubes de tormenta en la tarde de verano, el futuro estaba más cerca de lo que parecía.









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