03.
Los Guns n Roses, la banda más peligrosa del mundo, se desintegró en 1998, desde ese momento las dos partes más importantes de su historia no hicieron otra cosa que intentar hundirse mutuamente, dejando a Duff, su bajista, que se recuperaba de una operación de páncreas en Seattle, y a Raven, la chica a la que llamaban: "su talismán de la suerte", en medio de la vorágine e intentando no parecer adeptos a ninguno de los dos bandos.
Evitando el conflicto y siguiendo el consejo de un buen amigo noruego, se mudó a Oslo para empezar de cero, una vez más. Ya instalada, los llamó uno a uno para decirles donde se encontraba y pedirles que no la buscaran, al menos hasta que sus problemas se aclararan y dejaran de obligarla a complacer a ambas partes.
Unos años después de su viaje, Saori, su hermana, se puso en contacto con ella al enterarse de que estaban viviendo apenas a kilómetros la una de la otra; inmediatamente Helsinki se convirtió en su nuevo hogar. Seis años...
Y ahora estaba de regreso donde todo había empezado: Los Ángeles, la ciudad del pecado.
Cuando el avión estuvo en tierra una azafata se le acercó para preguntarle.
— Disculpe, ¿usted es Raven Rose Hudson McKagan? — asintió, mientras un mal presentimiento se le asentaba en la boca del estómago — Acompáñeme, por favor — le dijo la joven amablemente.
A pesar de lo cansada que estaba, no se rehusó. Tomaron un pasillo distinto del resto de los pasajeros. Ella no hacía más que tensar los músculos y pensar en si ahora creían que los terroristas también venían de Finlandia.
La azafata la condujo hasta un salón bien iluminado y amueblado, del otro lado del aeropuerto; allí la esperaban tres personas: dos de ellos cómodamente sentados, el tercero, que fue a quien reconoció enseguida, estaba de pie junto a las grandes ventanas de cristal ahumado.
— ¡¡Slash!! — todos se volvieron al escucharla.
Dejó caer la bolsa de viaje y corrió a los brazos que le tendía el guitarrista, un salto y estaba sobre él, entrelazando su cintura con sus esbeltas piernas enfundadas en cuero negro.
El dúo los rodeó: Duff le revolvió los cabellos y sonrió ante las lágrimas que corrían por el rostro de la chica, Axl le palmeó los hombros a Slash diciendo entre risas.
— Vamos, comparte la emoción de tenerla.
Raven se colgó del cuello de este y pasó las piernas por su cintura también, pero con el desequilibrio de peso ambos fueron a parar al sofá más cercano, sin dejar de reír.
Después de casi diez minutos hecha un mar de lágrimas sobre el hombro de Axl, logró recomponerse un poco y contarles cómo le había ido durante el viaje.
— Venga, vámonos de una vez que debes estar cansada — sugirió Duff. Fue entonces cuando ella recordó el sobre que guardaba en el bolsillo.
— Ten — se lo tendió — Saori me pidió que te entregara esto.
— Supongo que me adelantaré hasta el auto — comentó guiñándole un ojo y sacando con manos ávidas la hoja de papel.
Axl le pasó el brazo por la cintura, Slash sobre los hombros y echaron a andar tras su amigo.
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