Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

93

Caer por la borda fue peor que recibir tres puñaladas. El agua estaba helada y las olas lo golpearon con tanta violencia, que Hyungsik estuvo a punto de ahogarse en dos ocasiones. El mar lo sometió como a un muñeco de trapo, pero su fuerza de voluntad fue lo suficientemente grande, como para no dejarse arrastrar hasta el fondo.

Quizá fue la suerte la que lo llevó hasta tierra, pero ese día logró salir del mar con un solo propósito. La venganza. 

El deseo de vengarse fue lo único que lo impulsó a caminar por la nieve. La necesidad de hacerle pagar a Yoongi por su traición lo alentó a seguir adelante, hasta que dos hombres del pueblo pesquero lo encontraron tirado sobre la nieve.

Hyungsik residía en aquella zona, no estaba de paso como le había asegurado a Yoongi. Tenía un trato con los pocos habitantes que habían resistido al dominio de los infectados. Él les proporcionaba comida, protección y seguridad, y a cambio, ellos le entregaban a niños menores de trece años.

La gente del pueblo estaba más que dispuesta a sacrificar a unos pocos huérfanos por su propio bienestar. Sobre todo porque Hyungsik cumplía y gracias a él, vivían en mejores condiciones que antes.

Lo que realmente evitó que muriera aquel día, fue un cúmulo de circunstancias y hechos fortuitos. La vacuna que le había administrado su tío le salvó gracias al contacto con el agua fría. Aquello impidió su inmediata transformación y el apoyo que recibió posteriormente de sus aliados, también fue vital para su supervivencia. Además, Hyungsik sabía qué suero necesitaba su organismo porque se lo había puesto a Jungkook cuando lo conoció en el hostal.

El deseo de venganza lo mantuvo vivo durante meses y aunque su recuperación fue dolorosa, no impidió que, postrado en una cama, comenzara a desarrollar la destrucción de Inyeon.

El barco que usaron Yoongi y Jungkook para regresar a la isla pertenecía a la gente del pueblo y no era el único transporte del que disponían, por lo que, afortunadamente para él, no tuvo que molestarse en desplazarse por la península.

Hyungsik aguardó durante meses, no solo por sus heridas físicas, también para reunir a determinados infectados que quería trasladar a la isla. Entre los equis existían de dos tipos; ordinarios y singulares. Los ordinarios eran mucho más peligroso que los infectados comunes, pero los singulares eran auténticas rarezas que podían mandar sobre otros infectados.

La diferencia física entre los ordinarios y los singulares consistía en una sola cosa; los singulares tenían la costumbre de marcar a sus parejas en el rostro. Por eso se tiró meses buscando a esas criaturas, porque para conseguir que el ataque fuera letal, necesitaba contar con los más peligrosos.

La mayoría de la gente huía de los infectados, por eso sus conocimientos eran tan limitados. A Hyungsik, sin embargo, le gustaba observarlos. El virus mutaba constantemente, era parte del ciclo natural de su evolución, y de vez en cuando, aparecían auténticas anomalías entre ellos.

Hyungsik estaba convencido de que la isla tendría vigilancia y por esa razón eligió un día muy concreto para alzarse a la mar. Pacientemente, esperó al peor temporal marítimo posible, porque, si la borrasca era fuerte y la mar se volvía brava, la gente de la isla priorizaría la seguridad del pueblo y no repararía tanto en la seguridad de sus playas. Al fin y al cabo, ¿qué loco trataría de llegar a Inyeon en unas condiciones tan peligrosas?

Hyungsik no le temía a la muerte, llevaba años conviviendo con ella. Entre infectados se sentía cómodo, ya fuera en mar o tierra, le gustaba tenerlos cerca. Y por eso no le supuso ningún problema viajar con ellos a bordo, a pesar del riesgo que suponía transportarlos en un espacio tan pequeño.

Su único acompañante, en cambio, lo pasó francamente mal. Yeun Bong era un chico de diecisiete años que vivía en el pueblo pesquero. Estaba enamorado de Hyungsik en secreto, o eso creía él. En realidad, Hyungsik estaba al tanto de sus sentimientos, por ese motivo lo seleccionó como su acompañante. Bong le era leal y alguien a quien podría usar a su antojo.

La osadía de partir con un temporal tan inestable le salió a pedir de boca. Hyungsik consiguió alcanzar Inyeon a pesar de la borrasca y como anticipó, no se encontró con vigilancia. Sacar a los infectados de la embarcación y hundir el barco fueron los últimos pasos que dio antes de adentrarse en el bosque y poner rumbo al pueblo.

Durante el trayecto en barco, los infectados fueron transportados con capuchas sobre sus cabezas, y atados de pies y manos. Por el bosque, sin embargo, les quitó las cuerdas de los tobillos y los ató a correas de cuatro vías.

Hyungsik y Bong rodearon el pueblo por el bosque hasta que llegaron a la zona residencial y entonces, se escondieron en una de las casas vacías. A los equis los encerraron en una habitación, pero sin quitarles las capuchas ni las cuerdas que los mantenía maniatados, y al infectado común, lo dejaron en otro cuarto para disponer de su sangre.

Hyungsik pasó en Inyeon más de un mes. A Bong no le permitió salir de la vivienda porque desconfiaba de sus habilidades para pasar desapercibido. Él, en cambio, sabía moverse entre las sombras, dado que había vivido gran parte de su vida como un fantasma. Aun así, procuraba salir por las noches para evitar que Yoongi o Jungkook pudieran reconocerlo.

A veces se sentaba en un parque y observaba a los niños. Los padres no tenían temor de dejarlos solos hasta después del atardecer y eso resultaba extraño para él, aunque viéndolo desde su punto de vista, en la isla no había peligro. Era un mundo diferente, casi perfecto, aislado de los infectados, y esas personas no temían que les pudiera suceder algo malo.

A los dos días de su estancia comprobó, para su asombro, que Yoongi era uno de esos padres despreocupados. Hyungsik se quedó helado cuando lo vio aparecer con un niño al que llamaba Junggi. Inmediatamente, se levantó del banco y se metió en el bosque mientras ellos jugaban.

Desde allí, escondido tras un árbol, continuó observándolos. Su odio se desató con el beso que Yoongi le dio a un hombre que se disculpó por llegar tarde. El contacto entre ellos fue largo, lo que intensificó la sensación de traición.

Diez minutos aguantó viendo cómo el niño los llamaba papi y appa, pero ese hecho ni siquiera fue lo peor. La sonrisa de Yoongi, esa inmensa dicha que vio en su rostro, eso fue lo que más le dolió. Era feliz. Feliz y libre. Y la causa de su alegría era otro hombre.

Hyungsik regresó a su estancia provisional más determinado que nunca. No podía permitir que fuera feliz y mucho menos que lo olvidara. La alianza en su mano izquierda era la firme prueba de su unión. Se había casado y estaba tratando de pasar página, pero eso no iba a suceder nunca.

Hyungsik quiso arrasar Inyeon esa misma noche, lo deseó desde lo más profundo de su ser, pero se obligó a esperar hasta el momento perfecto.

Tras ese incidente, se dedicó a recabar información y para su sorpresa, no le fue tan complicado obtenerla. Algunas personas se dedicaban a criticar a otras en espacios abiertos y gracias a esos cotilleos, se enteró de que Jungkook era el hermano menor del hombre al que Yoongi había besado. También supo que Taehyung, quien debía estar muerto, se divorció de un hombre y se casó con otro en menos de un año.

Uno de los comentarios que hicieron fue lo que determinó la fecha del ataque sobre la isla. Cuando un hombre mencionó que se aproximaba el cumpleaños de Jungkook, Hyungsik lo vio claro. Ese debía ser el día. De esa manera también se vengaría de él, a quien pretendía matar, pero antes quería hacerlo sufrir un rato.

Hyungsik deseaba destruir Inyeon, por supuesto, pero sobre todo quería acabar con las personas que Yoongi más amaba. Por eso, el uno de septiembre, junto a Yeun Bong, se coló en varias casas e infectó a múltiples personas.

La sangre de infectado común actuaba mucho más rápido que la de los equis, a menos según su criterio. Después de soltar a los equis que aguardaban en su casa, para que pudieran hacer mucho más daño, continuó contagiando a cada persona que se cruzó por su camino. Daba igual si se trataba de niños o ancianos, no tenía compasión con nadie, tampoco Bong.

Hyungsik le había lavado el cerebro, pero si llevaba a cabo cada orden que recibía, se debía a su falta de humanidad. No veía nada de malo en generar una masacre, incluso lo veía necesario. Hyungsik le había prometido que después de matar a todos los habitantes, iniciarían una nueva vida en Inyeon y eso era lo que más anhelaba.

Desafortunadamente, para Bong, Hyungsik lo mató poco después del secuestro de Junggi. Los celos del chico eran tan enfermizos que no solo veía una amenaza en Yoongi, también en su hijo. Tras colgar los cadáveres de los árboles, tal y como le había pedido Hyungsik, lo apuñaló en el bosque con sangre de infectado en el cuchillo.

Junggi no lo presenció porque estaba inconsciente y Bong no lo vio venir porque el amor lo había cegado. Antes de convertirse le preguntó por qué, pero Hyungsik solo respondió con una sonrisa siniestra.

La parte del plan que más disfrutó fue cuando atacó a Jimin y Taehyung, sobre todo cuando apuñaló a Jimin. Podría haberlo sentenciado, dadas las circunstancias habría sido muy sencillo, pero quería que Yoongi sufriera y que la muerte de su marido fuera lenta, era fundamental para aumentar su culpa.

También gozó en asesinar a personas inocentes. El objetivo era inyectar el virus en la población, pero de vez en cuando se detuvo a matar por puro deleite. Y a otros, como a Kang Taehyun, los utilizó para atraer la atención de sus víctimas. De esa manera le fue más sencillo apuñalar a Jimin sin caer en ningún contratiempo.

Los daños colaterales eran necesarios en su forma de proceder, pero incluso teniendo todo calculado, el dolor de estómago de Junggi cambió sus planes.

Hyungsik pretendía secuestrarlo de la guardería y de paso asesinar a sus compañeros a sangre fría. Quería dejar una hilera de cadáveres para cuando su padre llegara. Como alternativa se le ocurrió matar a uno de sus amigos para infligir más culpa en Yoongi.

Hyungsik había recorrido el pueblo las suficientes veces como para conocer sus caminos y atajos. Por eso no le resultó difícil secuestrar a Junggi o agredir a Jimin y Taehyung. Conocer el terreno era clave para ejecutar su venganza, y con eso a su favor, se movió rápido y ciñéndose al plan.

Hasta que la cagó.

Hyungsik no quería inyectarle el virus a Junggi, quería llevárselo a la península y hacer de él su nuevo juguete. A quien quería matar realmente era a Jungkook. Por culpa de Yoongi había perdido los nervios, algo que no le sucedía con frecuencia, y ahora las cosas habían cambiado inevitablemente.

Mantenía la intención de seguir con su venganza, por eso se había desplazado hasta el embarcadero para coger uno de los barriles de gasolina y prender fuego al bosque. A Hyungsik no le preocupaba si Jimin, Taehyung o Jungkook sobrevivían, porque, desde el principio, iba a arrasar con la isla entera. Toda la gente que se había resguardado en sus casas, tendrían que elegir entre morir quemados o ser devorados.

La idea le divertía tanto, que mientras desenroscaba el barril y esparcía la gasolina sobre los árboles, soltó una risita sonora y malévola.

Hyungsik sacó un mechero del bolsillo del pantalón. Quedaba poco para que oscureciera del todo y debía volver al embarcadero, pero necesitaba tomarse unos minutos para disfrutar de lo que tenía enfrente.

Poder.

Durante muchos años, Hyungsik sufrió de palizas y abusos sexuales. Durante mucho tiempo tuvo que doblegarse ante las personas que tenían más poder que él. No obstante, cuando se le presentó la oportunidad de huir de su proxeneta, le prendió fuego al edificio en el que vivía junto a su familia.

Su mujer estaba al tanto de como se ganaba la vida y no le importaba a juzgar por cómo se gastaba el dinero que generaba con la explotación sexual. El hijo de cinco años resultó un daño colateral, pero así era la vida.

La familia sobrevivió y aun así, Hyungsik se sintió más fuerte que nunca. No creía que el negocio que regentaba Nurhayati fuese el problema, en realidad. La vida en Yakarta era dura. El tráfico de armas y el tráfico de drogas se realizaban en el mismo distrito en el que él se prostituía. La gente se ganaba la vida como podía, no todos lograban vivir una vida de ensueño como en las películas.

No. Para él, el verdadero problema era carecer de poder. Si no lo tenías, te podían pisar, golpear, violar o matar, eras un trozo de carne a merced de los demás. Y Hyungsik no quería estar por debajo de los demás.

En las calles de Yakarta aprendió más que en cualquier escuela. Allí, rodeado de toda clase de gente, entendió muy pronto cómo debía actuar para conseguir lo que quisiera. Y cuando su tío lo sacó de aquella mala vida, su manera de ver el mundo se amplió considerablemente.

Bajo su cuidado consiguió el poder que tanto anhelaba. Hyungsik comprendió enseguida que lo primordial era mantenerlo contento, por eso accedió a casarse con la hermana de Seokjin, a trabajar donde su tío quisiera y a acudir a las fiestas que él exigía. Y cuando nadie miraba, hacía todo lo que él deseaba.

Y acostarse con niños era lo que más le gustaba. Su tío jamás lo habría permitido. Trabajaba con asociaciones que provenían ayuda humanitaria y luchaban contra la explotación sexual infantil, pero por suerte para él, nunca se enteró.

En Indonesia no era tan difícil acostarse con un menor. Lo había hecho varias veces en los viajes de negocios que hacía por su tío. Para muchas personas, la prostitución era una vía de escape a la pobreza. Y siendo conocedor del grave problema que existía con el tráfico sexual infantil, le resultaba muy fácil beneficiarse de los problemas de otros.

En Corea, en cambio, no era tan sencillo llevarse un crío a la cama. Sobre todo cuando se trataba de menores de quince. Había que tener mucho más cuidado que en el sudeste asiático porque había más controles y la protección a los menores era mayor. Por eso lo llevó a cabo de una manera mucho más discreta que en Yakarta.

Gracias a su tío, Hyungsik gozó de una posición privilegiada y como en cualquier país jerárquico, se benefició de ello con el fin de obtener más poder. Además de bienes y contactos, era guapo, y como gran parte de la sociedad coreana relacionaba una cara bonita o un traje caro con ser buena persona, no le fue difícil encajar en ese papel.

Vivir dos vidas no le supuso ningún problema. Ante su tío, su esposa, sus compañeros de trabajo o la sociedad entera, se mostraba educado, sociable y encantador, pero en realidad las personas que lo rodeaban le daban mucho asco.

Para Hyungsik, la mayoría de la gente era hipócrita. Él también lo era, en cierta forma, pero de una manera diferente a los demás. Le gustaba manipular a las personas y era extremadamente bueno haciéndolo. Siempre se había salido con la suya, especialmente con los chicos con los que se acostaba, hasta que conoció a Yoongi.

Con él sintió algo diferente, algo que lo conectó a él como no le había sucedido con ningún otro chico. ¿Se veía reflejado en él? Probablemente. O quizá se había enamorado de una forma bastante retorcida.

Hyungsik creía que el amor debía ser obsesivo. Creía que la gente le pertenecía y que él dictaba si alguien tenía permitido alejarse de él. Había dejado marchar a algunos chicos, mientras que a otros los estuvo acosando durante años, llevando a uno de ellos incluso al suicidio.

Hyungsik siempre vivió con el deseo de matar, pero en Corea era más complicado deshacerse de un cadáver y la reputación de su tío lo mantenía a raya, algo que se perdió con el surgir de los infectados. Por eso no reparó en matar a Yuuma, y por eso no iba a flaquear ante la posibilidad de matar a Yoongi.

Aunque su plan inicial consistía en secuestrar a Junggi y obligar a Yoongi a seguirlos hasta la península, las cosas habían cambiado. Ahora debía ponerle fin a todo, también a su relación con él.

—Adiós, Min Yoongi.

Hyungsik levantó la tapa del mechero justo cuando se llevó un fortísimo puñetazo en la cara. El impacto fue tan violento que dejó caer el objeto mientras se tambaleaba hacia atrás, llevándose la mano a la cara.

Yoongi, con una rabia desmedida y sin darle opción a que se pudiera recuperar del golpe, se lanzó sobre él, aplastándolo contra la arena. Inmediatamente, comenzó un intenso forcejeó desde el suelo. Los puños chocaron por ambas partes, pero Yoongi no permitió que se levantara y menos aún, que tomara el control.

El rostro de Hyungsik se enrojeció rápidamente por la cantidad de puñetazos que recibió en tan corto tiempo, y aunque trató de quitarse a Yoongi de encima, golpeándolo en el costado, no le sirvió de nada porque el menor no cedió.

Estaba fuera de sí y Hyungsik sabía que si no se levantaba del suelo, terminaría con la cara destrozada o peor aún, muerto.

A gritos lo volvió a golpear en el costado, cerca de las costillas, y Yoongi se dolió lo suficiente como para que Hyungsik lograra empujarlo a un lado. Ambos se alzaron sin apartar la mirada el uno del otro, y aunque Hyungsik levantó el brazo, intentando ganar tiempo para recuperar el aliento y mantenerlo alejado, Yoongi volvió a ir a por él.

Como si de una pelea callejera se tratase, las patadas y los puñetazos volaron de un lado a otro. Cada vez que Hyungsik lo alcanzaba, Yoongi se la devolvía con el doble de rabia y acierto. Superado por su agresividad, trató de golpearlo, pero Yoongi levantó el brazo para bloquear el choque y aprovechó el espacio metiéndole un puñetazo directo en el plexo solar.

Hyungsik se resintió mucho por el impacto. Hacía años que no peleaba, no de esa forma, al menos. En Corea era fácil solucionar los conflictos con dinero y en la península podía usar armas, por lo que no tenía necesidad de llegar a las manos.

Los movimientos de Yoongi eran bastante más rápidos que los suyos. Por cada golpe que conseguía darle, recibía el doble de vuelta, lo que lo situaba en clara desventaja. Debía encontrar otra manera de enfrentarse a él o iba a ser difícil salir de allí con vida.

—¿No deberías estar enterrando al bastardo?— soltó con mofa —Los féretros para niños tienen un encanto especial, ¿no crees?

Yoongi se lanzó contra él, justo como había previsto Hyungsik. Cuando el menor se acercó, sacó la navaja que guardaba en el bolsillo del pantalón y le cortó en el ojo izquierdo. La sangre comenzó a brotar escandalosamente por su rostro, lo que divirtió mucho a Hyungsik.

—Para ganar hay que mantener la cabeza fría, pero tú te mueves en base a tus emociones— se jactó —Tener una familia te debilita, Yoongi. En serio, me sorprende que sigas vivo. Da pena ver en el ser tan patético en el que te has convertido.

—Eres un cobarde— Yoongi se apretó la mano contra la herida, pero sin apartar la mirada de él —Tienes que usar estas artimañas porque sabes que eres débil.

—¿Débil?

—Mi marido te habría matado en segundos, por eso lo apuñalaste por la espalda. ¿Y mi hermano? Seguro que también lo atacaste a traición. No eres más que un hombrecillo patético, débil y cobarde.

Hyungsik apretó el puño mientras sonreía, tratando desesperadamente de no exteriorizar como se sentía. No quería darle el gusto de saber lo enfadado que estaba, así que fingió que sus palabras le divertían.

Yoongi apartó la mano de su herida y vio que estaba cubierta de sangre. Su rostro seguramente tenía un aspecto muy impactante, pero no se dejó confundir por la situación. No había perdido la visión, lo que era buena señal. Cabía la posibilidad de que la navaja hubiera cortado la carne, pero no el ojo. Aun así, le costaba ver por lo mucho que sangraba.

—Puedes ponerte ropa bonita y actuar como el hombre perfecto, pero eso no cambia tu pasado, Yoongi— Hyungsik lo miró de arriba abajo —No cambia de dónde vienes y tampoco el hecho de que alguien como tú, no puede recibir amor.

—¿Hablas de ti?

—Hablo sobre nosotros. La gente como tú y como yo no tenemos vidas convencionales. No encajamos en ambientes como este. No somos personas del montón.

—Que a ti no te quiera nadie no significa que a mí no me quieran— contestó contundente —Déjate de rollos, Hyungsik. Tus trucos de mierda ya no funcionan conmigo.

La visibilidad era cada vez peor para ambos. Había oscurecido y por culpa de las nubes, la luz de la luna solo los iluminaba por ratos. Para cualquier persona habría sido una situación complicada, pero Yoongi había pasado mucho tiempo en la península, caminando entre la oscuridad y se había habituado a ella. Por desgracia, eso también se aplicaba a Hyungsik.

—No quería matarte...

—¡Me has disparado!— le cortó bruscamente —¡Si no llega a ser por Jungkook, me habrías pegado un tiro en la cabeza!

—No era mi intención, pero me sacaste de quicio.

—Los demás siempre tienen la culpa de todo, ¿no? ¿Cuándo vas a responsabilizarte de tus propios crímenes?

Hyungsik sonrió y Yoongi supo que eso nunca sucedería.

—Antes no quería matarte, pero ahora no me dejas otra opción.

—No me importa morir si te llevo a ti conmigo.

Aquella amenaza sonó bastante graciosa para Hyungsik, sobre todo porque se creía con ventaja por estar armado. Los dos se mantuvieron en silencio durante menos de un minuto, tiempo que pasó a cuentagotas para ambos.

Cuando apareció la luna, Hyungsik se lanzó a por él, pero contra todo pronóstico, Yoongi no esquivó el ataque. Con el codo golpeó el brazo que sujetaba la navaja, evitando que pudiera apuñalarlo, y con la otra mano le dio un golpe en la garganta.

Hyungsik se echó atrás buscando aire. Le había dado con fuerza en la tráquea y le costaba respirar. Yoongi no se movió, solo lo miró detenidamente, lo que sorprendió al mayor. Era una buena oportunidad para quitarle el arma, pero se quedó quieto, mirándolo.

—¿Dónde quedó tu arrogancia?— preguntó Yoongi con gran templanza —No eres tan machito cuando te tienes que enfrentar a alguien cara a cara.

Hyungsik volvió a esperar a que hubiera más visibilidad entre ellos y Yoongi aguardó pacientemente a que hiciera su próximo movimiento. Se podía escuchar la respiración del mayor claramente, pero únicamente hasta que se lanzó contra él.

Yoongi trató de esquivar el ataque, pero por culpa de la arena no fue capaz de apartarse del segundo intento de apuñalamiento y la navaja le atravesó el antebrazo.

Hyungsik sonrió, aunque su sonrisa se disipó cuando notó que lo agarró de la muñeca. Yoongi lo volvió a golpear en la tráquea, haciéndole retroceder otra más.

—Respira que te vas a ahogar.

Hyungsik estuvo a punto de vomitar de lo fuerte que fue el impacto. ¿Qué pretendía con todo eso? ¿Quería humillarlo?

—Mientras corría por el bosque, pensé en cómo debía castigarte— Yoongi dio varios pasos hacia él con la navaja clavada en el antebrazo. La luz de la luna iba y venía, creando una imagen bastante aterradora —¿Hay alguna manera de hacerte pagar por tanto sufrimiento? Se me ocurre una, aunque no sé si sobrevivirás a ello.

—Dices... Dices que quieres a tu familia...— Hyungsik tuvo que tomarse unos segundos porque la tos no le permitía hablar —¿Pero por qué estás aquí? ¿No deberías estar con ellos? ¿No deberías morir con ellos? Si tanto los quieres... ¿Por qué eliges vengarte?

—¿Otra vez intentando manipularme?— resopló hastiado —¿Es que nunca te cansas? ¿Tanto miedo tienes de morir?

—Tú no me das miedo.

—¿Seguro?

Hyungsik lo perdió de vista cuando las nubes taparon la luna. Apenas fueron un par de segundos los que tardó en volver la claridad, pero cuando regresó, lo encontró pegado a su izquierda. Yoongi le rompió la nariz de un brutal cabezazo y lo siguiente que sintió, fue un dolor punzante en el muslo, justo debajo de la nalga. Aunque quiso gritar, el menor lo aplastó contra el suelo y el grito quedó ahogado.

La noche se volvió a cernir sobre ellos y de repente, entre el sonido de las olas, surgió un crac, seguido de un grito desgarrador.

—¡Hijo de puta, maldito hijo de puta!

Yoongi se alzó del suelo mientras Hyungsik se retorcía ante sus ojos. Le había roto la pierna derecha y el cuchillo que llevaba guardado en la bota, se lo había clavado en el muslo izquierdo.

—¡Te voy a matar, te voy a matar!— gritó entre intenso dolor —¡Maldito muerto de hambre, yo te saqué de la miseria! ¡Gracias a mí sigues vivo!

Yoongi no se inmutó por sus gritos ni por sus amenazas ni por sus insultos, ni siquiera se inmutó por sus propias heridas.

—No se ve mucho, ¿verdad? Creo que deberíamos encender un fuego.

Hyungsik quería levantarse y apoyarse en la pierna izquierda, pero no conseguía alzarse. Cuando notó que algo lo bañaba entero, dejó de intentarlo. Le costó un poco procesar lo que iba a ocurrir a continuación, de hecho, no fue el olor a gasolina lo que lo alarmó, fue el sonido de la tapa del mechero lo que realmente le hizo entender lo que pretendía hacer Yoongi.

—¡No lo hagas!— pidió desesperado —¡Te lo suplico, ten compasión!

—¿Compasión? ¡¿La tuviste tú con mi marido y con mi hermano?! ¡¿La tuviste tú con Jungkook?!— Yoongi le dio una patada en el costado —¡¿Acaso tuviste compasión con mi hijo?! ¡Con un niño de tres años!

—Yoongi...

—Lo que le has hecho a mi familia es imperdonable— dijo pisándole la mano derecha hasta romperla —Con escorias como tú, no debe existir ninguna clase de compasión.

Yoongi lanzó el mechero sobre su entrepierna sin reparar en sus súplicas. El grito que soltó Hyungsik mientras se alejaba un poco de él, fue realmente estremecedor. Gracias a la gasolina, el fuego se propagó por todo su cuerpo, quemándole la ropa, el pelo, las cejas, las pestañas y todo lo que halló a su paso.

—No debiste meterte con mi familia— le recordó mientras Hyungsik trataba de arrastrarse hasta el mar —No creas que esto ha terminado. Ahora vas a pagar por cada vida que has destrozado.

—Deberíamos darnos una ducha y cambiarnos de ropa— sugirió Taehyung al entrar en el hospital —Es mejor que Junggi no vea más sangre de la que ya ha visto.

—Quiero pasar antes por urgencias para preguntar por mi hermano.

—Vayamos juntos.

La pareja se besó con afecto, pero sintiendo un profundo cansancio y una inmensa preocupación.

—Todo irá bien, cachorrito.

Jungkook asintió con el corazón pesado. En ese instante se oyó un fuerte portazo y Eunha apareció en el vestíbulo, llorando a lágrima viva. La muchacha cayó de rodillas, sollozando como una chiquilla, lo que alarmó al matrimonio.

—¡Eunha!— Taehyung se arrodilló a su derecha —Eunha, ¿qué sucede?

La muchacha dijo algo inaudible, lo que aumentó la angustia de ambos.

—¿Quién es?— preguntó Jungkook desde su izquierda, aterrado por lo que pudiera llegar a decir —¿Es mi hermano o Sungjae hyung?

La arena bajo los pies estaba caliente, pero no quemaba, lo que producía una sensación muy agradable bajo la piel. El intenso sonido del mar lo llevó a alzar la mirada. Parecía algo bravo y aunque el cielo estaba completamente despejado, las olas se alzaban muy altas. Hasta ese instante no sintió nada extraño, pero cuando miró al otro lado, se encontró con un desierto que lo dejó boquiabierto.

—Esto no es Inyeon— dijo Jimin mirando el extraño paisaje —¿Dónde estoy?

¿Impresiones? ¿Pensamientos? 

Gracias por leer. 💜 Apoyad mucho a Jungkook con su colaboración y seguid dándoles mucho amor a PROOF y a los chicos. APOBANGPO. 💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro