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Jimin tomó un trago de agua mientras repasaba el inventario del almacén. Había escasez de algunos alimentos y eso le preocupaba, sobre todo por cómo podría afectar al desarrollo de los niños y la salud de los ancianos.

No podían tirar de suplementos alimenticios para cubrir las carencias nutricionales y tampoco había forma de multiplicar los animales de granja o conseguir los alimentos que ya no estaban a su alcance.

Jimin desvió la mirada hacia el marco que tenía en su mesa. Durante mucho tiempo, ese espacio lo ocupó una fotografía de él junto a su hijo, pero ahora Yoongi también se encontraba en la imagen.

La pareja estaba sentada en el sofá, mostrando a cámara lo felices que eran. Sus amplias sonrisas lucían tan deslumbrantes que parecían de anuncio. Junggi se encontraba justo detrás de ellos, de pie sobre el sofá, abrazando a ambos mientras apoyaba el rostro entre las cabezas de sus padres. Era una fotografía muy cálida que les había hecho Hoseok pocas semanas atrás.

Jimin cogió el marco pensando en la salud de su hijo. Junggi no iban a tener una alimentación balanceada como había tenido su generación. Los niños de la isla sufrirían más limitaciones y al mismo tiempo, se librarían de las consecuencias de consumir alimentos ultraprocesados.

Hoseok había comentado que algunas enfermedades, como la obesidad, ya no iban a suponer un problema en su nueva sociedad, pero otras enfermedades del pasado, podrían resurgir con el paso del tiempo y no había forma de evitarlo.

La esperanza de vida en Inyeon se había reducido y en breve ya no podrían seguir almacenando productos de la península porque la mayoría se habían caducado. Solo podían trasladar los de larga duración, pero incluso esos estaban escaseando. Después de seis años de pandemia, muchos productos habían desaparecido de la faz de la tierra.

Jimin dejó el marco en su sitio. El mayor problema no eran los alimentos. Tenían animales de granja y cultivos, podían pescar cada día y el invernadero se hacía cada vez más grande. Si se organizaban bien, no iban a pasar hambre y tampoco frío; la ropa y el calzado no caducaban y además contaban con tiendas, por lo que nadie tendría que pasearse desnudo por la isla.

El gran problema eran los fármacos. Inyeon carecía de una planta de producción de medicamentos y era irónico teniendo en cuenta a qué se dedicaba su padre. Tampoco había ni una sola persona que tuviera la formación adecuada para hacerlos y aunque la hubiera, no disponían del material.

El mundo se había paralizado y con él todos los avances de las últimas décadas. Los supervivientes se enfrentaban a un futuro más acorde al de generaciones pasadas y la mayor preocupación de Jimin, era sin duda la escasez de medicamentos.

Por esa razón habían plantado cultivos medicinales y los profesionales de la salud estaban estudiando métodos más antiguos. También se planteaban habilitar un laboratorio para en un futuro intentar producir los medicamentos más esenciales.

—Te traigo lo que querías.

Jimin no oyó la puerta, aunque Momo había llamado dos veces antes de entrar.

—Gracias.

Momo dejó el documento sobre la mesa y se dispuso a salir del despacho, pero cuando dio varios pasos hacia la puerta, se volvió a girar.

—¿Tienes un minuto?

—Claro que sí— Jimin notó que estaba algo inquieta y le señaló el asiento de enfrente para que se acomodara —¿Qué necesitas?

—Consejo.

—¿De mí?— el mayor sonrió —¿Sobre qué?

—Bueno, mi pareja y yo estamos pensando en adoptar, pero no tengo muy claro cómo debo comportarme. Es decir, me da un poco de cosa ir al orfanato como si fuera a entrar en un supermercado a comprar naranjas.

Jimin sonrió. No era la primera vez que oía un comentario como ese, aunque Momo había sido la más directa.

—Sé que es una situación extraña que puede crear bastante incomodidad, por eso mismo no deberías abrumarte tanto. Ve allí con tu pareja, habla con Jung Wheein, que es la que se encarga del tema y participa en las actividades de los críos. No tienes que elegir de inmediato, puedes hablar con ellos e ir conociéndolos hasta que encuentres a tu pollito.

—Siempre eres muy sensato.

—No te creas— Jimin se rió —Entiendo que te genere inquietud, pero los nervios cesarán cuando estés allí o eso me han dicho los padres que han adoptado.

—No pensé que llegaría este día... Cuando estaba encerrada solía pensar en cómo sería tener una familia. Parecía una fantasía inalcanzable y ahora estoy a un paso de que se convierta en realidad.

Jimin contempló su expresión. No quedaba ni una sola faceta de la muchacha que conoció años atrás. Ahora era una mujer independiente y segura de sí misma, dispuesta a perseguir sus sueños y hacerlos realidad.

—No importa a quién elijáis, esa personita va a tener dos mamás increíbles.

—También tendrá un tío maravilloso— Momo se incorporó un poco para tomarlo de las manos —Gracias por todo lo que has hecho por nosotras. Te lo digo de corazón.

Jimin se levantó y le dio un abrazo. Le tenía mucho cariño a Momo y se alegraba infinitamente por cada paso que lograba dar. Además, estaba muy agradecido con ella y con las demás chicas por permitirle ser parte de sus vidas.

—¿Queréis adoptar una niña o un niño?

—Nos da igual, solo queremos formar una familia.

—Vais a formar una familia preciosa— Jimin tiró suavemente de su mejilla y Momo se rió —Si tiene la edad de Junggi avísame para que vayamos juntos al parque.

—Te avisaré aunque tenga más años que Junggi para que puedan hacerse amigos.

A Jimin le encantó la idea. Su hijo se estaba volviendo cada vez más sociable y le gustaba mucho jugar con otros niños, independientemente de sus edades.

Momo iba a pedirle un favor cuando oyó un grito. Jimin se acercó a la ventana, pero como no vio nada, decidió abrirla y asomarse al exterior. A su derecha encontró a un infectado devorando a Dokgo, la compañera de trabajo de Taehyung.

Choi Soobin pasó corriendo a su lado, lo que impulsó al infectado a dejar a su víctima y alzarse para perseguirlo a él. Asustado se giró para comprobar la distancia entre ellos, pero con los nervios no vio el cadáver de otra persona y tropezó con él.

Jimin sacó el llavero de su bolsillo mientras se apresuraba hacia su mesa. La llave que tenía una marca roja abrió el cajón donde guardaba una pistola. Momo vio cómo regresaba a la ventana y le pegaba dos tiros al infectado que estaba a punto de echarse sobre Soobin.

—¡Entra ahora mismo!— le gritó desde la ventana —¡Date prisa!

Momo se quedó algo descolocada. No podía procesar lo que estaba pasando. Lo veía y lo entendía, pero no lograba procesarlo.

—Momo, ven conmigo.

—¿Qué quieres que haga?— preguntó la muchacha cuando Jimin se dirigió a la puerta —He asistido a las clases de supervivencia de tu marido. Sé que puedo ser de ayuda, así que dime qué es lo que debo hacer.

—Por los gritos debe haber varios infectados— Jimin revisó cuántas balas le quedaban mientras bajaba con ella por las escaleras —¿Hay alguien más en el edificio?

—No, solo estamos tú y yo.

—¿Y Wooshik?

—Wooshik oppa salió a hacer unos recados.

Soobin entró en el recinto, cerró la puerta y se dejó caer cerca de las escaleras. Estaba exhausto de tanto correr. Había huido con todas sus fuerzas y por suerte, había logrado escapar de las garras de los infectados.

—¿Estás bien?— Jimin lo ayudó a levantarse —No te ha alcanzado, ¿verdad?

—Gracias a ti, hyung— el menor trató de recuperar la compostura. Se había llevado un susto de muerte —Esas cosas aparecieron de repente. No sé de dónde han salido.

—¿Hay más?— preguntó Momo.

—Hay muchos. He visto cómo mordían a varias personas... Ha sido horrible...

Jimin notó que los gritos no cesaban. Venían de lejos y también de cerca, por lo que debían de estar en todas partes. El joven se dirigió al piso de arriba mientras Momo y Soobin iban detrás de él.

—Quiero que os quedéis aquí y que le deis refugio a las personas que no estén infectadas— Jimin miró a su secretaria —Sé que tienes buen instinto, Momo. Necesito que evites que se nos cuele algún humano infectado.

La joven prefería ir con él pero confiaba plenamente en Jimin y si creía que ahí era de más ayuda, entonces se quedaría y haría su trabajo lo mejor posible.

—Soobin, quiero que hagas todo lo que te diga Momo.

—Mis padres están en casa, pero mis hermanos...

—Sé que estás preocupado— le cortó sin sonar demasiado brusco —Momo también está preocupada por su novia, pero tanto Sana como Yeonjun saben arreglárselas solos. Si te preocupa Beomgyu, te prometo que lo buscaré, pero debes mantener la calma y hacer lo que te digo.

Soobin titubeó un instante.

—Hazle caso— Momo le tocó el brazo suavemente —Si dice que buscará a Beomgyu, es porque lo hará.

Soobin aceptó quedarse. Jimin no era la clase de persona que faltaba a su palabra. Además, si salía otra vez, se pondría a sí mismo y a otros en peligro. Era más sensato esperar en un lugar seguro que hacerse el héroe y morir como un tonto.

Jimin abrió el armario de la esquina con una llave que tenía una marca negra. Momo y Soobin se quedaron con la boca abierta cuando descubrieron el arsenal que escondía.

—Aquí tenéis armas de fuego, machetes, cuchillos, ballestas y otras cosas— Jimin cogió el fusil de asalto que Taehyung le había conseguido en la península —Momo, Yoongi te habrá enseñado a usar algo de esto, ¿verdad?

—Eh, sí, sí— respondió sorprendida —Se me da bien el tiro con arco.

—Si puedes disparar desde la ventana sería ideal— Jimin miró a Soobin —Tú también has asistido a clases de supervivencia, ¿me equivoco?

—He asistido a unas cuantas, pero todavía no hemos avanzado mucho. Solo he aprendido a manejar el cuchillo.

—¿Y lo manejas bien?

—Sí, hyung.

—Pues ya sabes hacer más que la mayoría de la gente— Jimin cogió una funda negra para ponérsela a la cintura y guardar una pistola, un cuchillo y un machete —Voy a ir a casa a asegurarme de que mi hijo está bien. También buscaré a Beomgyu y lo llevaré a un lugar seguro. ¿Tienes idea de donde podría estar ahora mismo?

—Tendría que estar en la clínica veterinaria, pero no lo sé...

—Me pasaré por allí— Jimin cargó los cartuchos en el fusil —Aquí estáis a salvo, pero tened mucho cuidado. Las personas que se sienten acorraladas pueden ser más peligrosas que los infectados.

Ninguno quiso dejarlo marchar, pero ambos sabían que no tenían opción.

—Ten mucho cuidado.

—Vosotros también.

Jimin bajó las escaleras a toda prisa. Había tratado de mantener la calma delante de ellos, pero ahora que estaba solo no podía disimular su preocupación.

Junggi no había ido a la guardería por un dolor de tripa. Aunque Yoongi había pasado toda la mañana con él, por la tarde se había quedado al cuidado de Minnie. Y a pesar de que Jimin confiaba ciegamente en ella, no lograba sentirse tranquilo.

El joven salió a la calle y se encontró con un panorama infernal. Una persona yacía en el suelo, a pocos metros de los escalones. Había tratado de resguardarse en el ayuntamiento, pero una infectada lo había alcanzado y destripado brutalmente. Encima el hombre seguía consciente, no se había transformado todavía y sus gritos resultaban espeluznantes.

Jimin sacó la pistola y le pegó un tiro a él y otro a la infectada.

—¡Entrad en el ayuntamiento!— gritó, pero solo dos personas que huían por la calle se detuvieron a seguir la sugerencia.

El pánico se había propagado como un virus y la gente no dejaba de correr de un lado a otro, como pollos sin cabeza.

Jimin le voló los sesos a un infectado con el fusil de asalto. Solía practicar para no perder la forma y en ese momento pudo comprobar, una vez más, su magnífica puntería. Otro infectado apareció desde un costado, pero el joven se movió tan rápido que su cerebro acabó esparcido por el suelo.

—¡Resguardaos en los edificios!— vociferó desde el centro de la calle —¡No os quedéis fuera! ¡Buscad un lugar seguro!

Cuanta más gente buscara refugio, más fácil sería acabar con los infectados. Si las personas se mantenían a salvo, podrían superar la invasión, pero si se seguían contagiando, la isla caería inevitablemente.

Jimin corrió en dirección a su domicilio. Confiaba en que Yoongi, Jungkook, Taehyung, Hoseok y Eunha estuvieran a salvo. Todos eran supervivientes y sabían cómo proceder en una situación como esa.

Le preocupaba mucho más la seguridad de Wooshik, Sungjae, Changwook y Beomgyu. Le aterraba lo que le pudiera pasar a sus amigas, a los niños de la isla y en general a todas las personas que no sabían defenderse.

—¡No me jodas!— Jimin se detuvo al encontrarse con el rostro demacrado de Go Yoonha, la científica. Estaba merodeando cerca de una tienda, tras haberse dado un banquete de carne humana. El joven lo supuso por la sangre que cubría su boca. Incluso en su ropa quedaban pequeños restos de vísceras.

Jimin la apuntó con gran pesar. Era una persona muy dulce, que siempre tenía buenas palabras para los demás. Se había hecho muy amiga de Hoseok y juntos estaban logrando algunos avances en la investigación del virus.

En las últimas semanas estuvieron trabajando en la muestra de sangre que les proporcionó Taehyung y ahora esa investigación quedaría inconclusa.

Jimin disparó y su cuerpo se desplomó delante de él. No podía imaginar cuántas pérdidas podría ocasionar la invasión, si es que lograban detenerla y no arrasaba con toda la isla.

No quería ni pensar en volver a la península. No podía imaginar a su hijo creciendo entre muerte y hambruna. Tenía que hacer todo lo posible para evitar la caída de Inyeon. No debía permitir que les quitaran su hogar.

El ruido del fusil atrajo a más infectados. Jimin los vio aparecer por todas partes; algunos venían desde las bocacalles, mientras otros abandonaban los establecimientos, cuyas puertas se habían quedado abiertas. Todos los infectados acudieron con la única intención de acabar con él.

Pero Jimin no se dejó llevar por la presión y apuntó a un anciano con la mayor calma del mundo. Cuando tuvo el ángulo adecuado, apretó el gatillo y después se movió ligeramente hacia su izquierda para pegarle un tiro a la hija de un vecino. Con un movimiento elegante dio media vuelta sobre sí mismo y le voló la cabeza a un infectado que se le aproximó por la espalda. Y cuando este cayó al suelo, otro recibió un balazo en la cabeza.

Jimin no dejó de disparar hasta que el cargador de treinta cartuchos quedó vacío. Los cadáveres se amontonaron en la calle, dejando alrededor de una veintena de infectados fuera de combate.

¿Cuántas personas se habían infectado? Jimin no lo sabía y no podía hacerse una idea. No comprendía lo que había pasado. El equipo de expedición era muy riguroso con su trabajo y hacía semanas desde su último viaje. El error no podía ser suyo.

¿Pero cómo se habían contagiado entonces? ¿En qué habían fallado?

Jimin tiró el fusil al suelo y continuó su camino con la pistola en mano. Una niña de seis años, que estaba llorando apoyada sobre una farola, apareció en su campo de visión. Tenía una herida muy fea en la rodilla, pero no parecía un mordisco o un arañazo, sino una raspadura por haberse caído.

—¡Papá, papá!— sollozó a lágrima viva —¡Tengo miedo, papá!

Dos infectados corrieron hacia ella, como si estuvieran compitiendo por quién iba a devorarla primero.

A Jimin le sorprendió lo rápidos que eran, pero incluso moviéndose a esa velocidad no falló el disparo. Por desgracia, ninguno de los dos se detuvo, a pesar de recibir dos balas en el cráneo.

—¡Joder, putos equis!— Jimin enfundó la pistola y sacó el machete que guardaba en la funda —¡Niña, corre hacia mí!

La pequeña tenía tanto dolor en la rodilla, que no se vio capaz de dar dos pasos seguidos. A Jimin no le quedó de otra que correr hacia ella, al igual que hacían los infectados. Por suerte fue capaz de llegar antes que ellos y alzarla por la cintura, evitando que pudieran echarse como hienas.

Los equis no le dieron margen para meterla en alguna de las tiendas y Jimin no podía enfrentarse a ellos con una niña en brazos. Tampoco le convencía la idea de huir, dado que podrían encontrarse con más infectados y si eran equis, estarían perdidos.

Guiándose por su instinto decidió dejarla debajo de un banco y cuando se dio la vuelta, los equis ya lo habían alcanzado.

Jimin le disparó al hombre canoso en ambos ojos y al otro, que era algo más alto, le cruzó la cara con el machete para desviar la atención de la cría. La violencia funcionó como distracción y el del corte en el rostro se lanzó a por él con gran ímpetu, ignorando a la niña, que rezaba por su vida bajo el banco.

Jimin retrocedió, esquivando con efectividad cada uno de sus ataques. Era un infectado ágil y rápido, pero no lo era tanto como él.

El equis al que había dejado ciego se movía lentamente en comparación con su pareja. Estaba buscando a la niña, que mantenía las manos sobre la boca y había dejado de llorar, pero a pesar de haber perdido su visión, se movía por la zona como si supiera que estaba muy cerca.

Jimin advirtió que la muchacha no aguantaría el llanto por mucho más tiempo. Determinado a salvarla, apuntó al de la cara rajada y disparó varias veces seguidas, hasta que se quedó sin munición.

La carne se desprendió del rostro del equis, pero los proyectiles no impidieron que dejara de moverse. Lo que sí provocaron fue un leve retroceso y Jimin aprovechó ese pequeño intervalo para golpearlo con el machete y cortarle el cuello de cuajo.

Mientras la cabeza rodaba por el suelo, Jimin se lanzó sobre el equis ciego. Se había quedado sin munición, pero todavía disponía de un cuchillo y un machete. La niña apartó la mirada cuando lo decapitó delante de ella. Tenía mucho miedo de esos seres y solo deseaba volver a casa con su papá.

—Ya puedes salir— dijo con la voz entrecortada —No hay peligro.

La niña salió lentamente de debajo del banco y Jimin la alzó en brazos.

—¿Cómo te llamas, mi amor?

—Han Yongsun...

Jimin la miró detenidamente. Tenía el mismo nombre que su mejor amiga.

—No tengas miedo, Yongsun. Te voy a llevar a un lugar seguro.

Los edificios de los alrededores parecían vacíos, pero en una de las ventanas de una tienda pudo ver a una mujer. Jimin se dirigió a ese edificio con la esperanza de que la gente que se ocultaba allí, pudiera encargarse de Yongsun.

Cuando entró en la tienda de ropa alzó la voz y varias personas se asomaron por detrás del mostrador.

—¿Podéis cuidar de ella?

Ahn Hyejin, la muchacha que trabajaba en el economato y que Jimin había visto desde el exterior, se ofreció a protegerla.

—Con Hyejin vas a estar bien.

Yongsun se abrazó a Jimin, lo que agitó el corazón del joven.

—Gracias— susurró con su voz angelical y después le dio un beso en la mejilla.

Jimin también le dio un beso antes de entregársela a Hyejin.

—Hay infectados que pueden abrir las puertas. Deberías asegurar esta planta y esconderos en la de arriba.

—¿En serio?— Hyejin se quedó tan sorprendida como los cuatro jóvenes que la acompañaban —Ya habéis oído, hagamos lo que dice el gobernador.

Cuando Jimin se aseguró de que estaban a salvo continuó con su camino. Tenía que volver a casa para cerciorarse de que Junggi estaba bien y luego necesitaba encontrar a Beomgyu.

Tras cruzar el economato se deshizo de dos infectados más. Uno de ellos portaba una pistola, pero tenía el rostro tan desfigurado que no pudo reconocerlo. ¿Era parte del equipo de expedición o de las fuerzas del orden? Eran los únicos que tenían permitido portar armas, aunque también podía tratarse de un habitante de Inyeon que, dada la situación, se había hecho con una pistola.

Jimin continuó tras comprobar que el arma no tenía munición, pero cuando giró la esquina del siguiente edificio, se detuvo en seco.

El cuerpo de Kang Taehyun yacía en el suelo. Su camisa estaba empapada en sangre y tenía varias roturas en la tela, como si hubiera sufrido un ataque con arma blanca. Jimin se inclinó para tomarle el pulso. Sus ojos parecían vacíos y ese detalle le impactó incluso más que la sangre o el corte que tenía en el labio.

Taehyun era uno de los muchachos más trabajadores que había conocido. Nunca se quejaba de las circunstancias, veía soluciones donde otros encontraban problemas y tenía una actitud muy positiva ante la vida.

Su corazón sintió un profundo pesar cuando comprobó que estaba muerto. Había sido asesinado en medio de aquella locura y su verdugo no era un infectado, era humano y andaba suelto.

Jimin se alzó con la sensación de que el criminal no estaría lejos y de un segundo a otro sintió varios pinchazos en la espalda. Fue algo tan rápido y punzante que le hizo perder el equilibrio, incluso no pudo sujetar el machete y lo dejó caer. Desconcertado trató de tocar la zona que le dolía cuando alguien lo empujó y cayó al suelo.

Entonces lo vio, delante de él, con una mirada fría como el hielo. No había visto a ese hombre en su vida, pero por su expresión parecía que él sí lo conocía a él.

—Park Jimin— Hyungsik sujetaba un cuchillo en la mano derecha, con el que le había asentado seis puñaladas —O debería decir, Min Jimin.

Jimin trató de alcanzar el machete, pero Hyungsik lo pateó lejos.

—Yoongi me dio tres puñaladas, así que tú mereces recibir el doble— soltó en un tono de puro desprecio —Es lo justo, ¿no?

El menor pensó en hacer presión sobre las heridas, pero Hyungsik leyó sus intenciones y le pisó la mano haciéndole gritar de dolor.

—Ni se te ocurra, hijo de puta. Vas a morir desangrado como un perro y Yoongi, ese puto traidor, tendrá que vivir con la culpa.

Jimin comprendió que aquel tipo era el responsable de los traumas de su marido. El odio en su mirada y la forma en la que hablaba de Yoongi, era evidente que solo se podía tratar de Park Hyungsik.

—La culpa es tuya, maldito asesino. Lo único que conseguirás es aumentar el odio que mi marido ya siente por ti.

Hyungsik se inclinó para mirarlo detenidamente. Le había roto la mano y la sangre se extendía por el suelo, pero no había perdido el orgullo. Lo seguía mirando de una manera que le sacaba de quicio; lo seguía mirando con una confianza que deseaba destruir.

—No eres tan guapo, no sé qué mierda ve en ti.

—Todo lo que jamás verá en ti.

Hyungsik sintió tanta rabia que quiso estrangularlo, pero cuando puso las manos alrededor del cuello del menor, Jimin agarró el cuchillo que guardaba en su funda y lo apuñaló en un hombro.

Hyungsik lo golpeó en la cara con tanta violencia, que por un instante, Jimin perdió la visión. Las fuerzas comenzaban a fallarle, ni siquiera había logrado apuñalarlo con la intensidad necesaria. ¿Acaso había alcanzado alguno de sus órganos? No lo sabía. Tampoco era capaz de pensar con claridad porque dolía, dolía y mucho.

—¡Puta rata traicionera!— Hyungsik se sacó el cuchillo del hombro y lo tiró al suelo —Ahora entiendo de quién ha adquirido Yoongi sus malos hábitos.

—Déjalo en paz... Deja a... Deja a Yoon...

El mayor notó que estaba a punto de perder la conciencia y le susurró algo al oído que lo agitó fuertemente.

—¿Qué te parece?— preguntó con sorna mientras le tapaba la boca con ambas manos —No podrás hacer nada para impedirlo.

Jimin trató de luchar contra él, pero Hyungsik lo golpeó hasta dejarlo inconsciente.

—Muérete pronto, escoria.

Tras echarle un último vistazo, Hyungsik se dio la vuelta y lo dejó allí tirado, en medio de la calle, yaciendo sobre su propia sangre y a merced de los infectados, que merodeaban por la zona.

Seokjin contempló su reflejo en el espejo de su nuevo dormitorio. Hacía poco que se habían mudado a una mansión a pie de lago. Era lujosa, pero acogedora y estaba en un ambiente natural que agradaba a ambos.

Namjoon había creado un huerto para él, tal y como quería, y allí pasaba gran parte del día. Estaba impaciente por ver crecer sus cultivos, pero también por cocinar las verduras que había plantado.

Seokjin se quitó la camisa de rayas y cogió un jersey de cuello alto del armario. Por encima se puso una chaqueta de color verde, pero se desvistió poco después al sentir que no era lo adecuado.

Tenía una cita con Namjoon y quería verse bien, pero nada terminaba de gustarle. ¿Eran los nervios? Probablemente. La ropa le sentaba de maravilla, el problema debía ser otro.

—Céntrate, Kim Seokjin— se dijo tras golpearse el rostro con ambas manos —No tienes que estar nervioso. Llevas años viviendo con él, os conocéis de sobra y esta cena no es tan diferente de las otras.

Pero era mentira. Una gran mentira.

Tenían una cita y eso lo convertía automáticamente en algo muy diferente. Además, Namjoon iba a cocinar para él, incluso había elegido un sitio fuera de casa para compartir la agradable velada. Seokjin desconocía dónde iban a cenar, solo lo había visto ojeando revistas de citas románticas y eso le indicaba que irían a un lugar especial.

Namjoon era muy detallista. Se podía apreciar en la decoración de la casa. Había elegido cada detalle cuidadosamente, desde la madera de los muebles hasta los cuadros de las paredes. Y no había usado únicamente material de su preferencia, también pensó en los gustos de Seokjin a la hora de decorar. De hecho, su estilo también se veía reflejado en cada rincón de la vivienda.

Seokjin se vistió con un pantalón dorado y una camisa de seda del mismo color. Primero se ató todos los botones, pero luego decidió dejar tres desabrochados para darle un toque más sensual al atuendo. Los zapatos de marca también los eligió en ese tono, aunque no se los puso, dado que en el interior solo utilizaban zapatillas de andar por casa.

El reloj que se colocó en la muñeca era de oro. La hora era lo de menos en El Umbral, pero quería verse bien y un buen reloj tenía su encanto.

Mientras se peinaba el cabello castaño hacia atrás, imaginó todo lo que podría pasar entre ellos y se sonrojó como un adolescente.

—Vale, no te aceleres. Solo vais a cenar, nada más— se repitió con el corazón agitado, pero en el fondo quería que sucediera mucho más.

Deseaba hacer el amor y ver su rostro mientras dormía. Quería ser el primero en despertar a su lado y aunque era un deseo simple, se había convertido en su mayor anhelo.

Seokjin estaba contento con el resultado que vio en el espejo. La ropa que había elegido era la adecuada. Se sentía atractivo y poderoso, tenía la confianza necesaria para afrontar la cita y coquetear con Namjoon como si no hubiera un mañana. Y sobre todo tenía la confianza necesaria para pedirle oficialmente que fuera su novio.

Por un instante sopesó la idea de echar un vistazo a Inyeon, pero la descartó porque habían decidido alejarse durante veinticuatro horas para centrarse en su relación. Al fin y al cabo, la isla seguiría en el mismo lugar, antes y después de su cita.

Por último se puso un poco de bálsamo en los labios y se perfumó detrás de las orejas, en la clavícula y en las muñecas.

El pulso se le aceleró mientras descendía por las escaleras. Estar allí con Namjoon era como vivir una fantasía. No había pasado nada entre ellos desde lo ocurrido en la playa, no más allá de algún leve coqueteo, pero se sentía natural, genuino y sobre todo se sentía real.

Habían ido juntos a visitar a Hoseok en varias ocasiones y aunque al principio temió que aquello les pudiera crear remordimientos, estar con él era muy agradable. No podían hacer mucho más, salvo acompañar a Hoseok cuando los necesitaba. Y el resultado de sus visitas había mejorado mucho su estado de ánimo.

Quizá era hipócrita por su parte visitarlo cuando estaba tratando de tener una relación con su novio, pero Seokjin quería proteger a Hoseok, quería cuidar de él y ayudarlo para que tuviera una vida mejor y al mismo tiempo, también deseaba hacer lo mismo por Namjoon.

¿Era egoísta? Quizá, pero era una situación inusual y seguramente todos eran un poco egoístas. ¿Pero qué más podían hacer? ¿Ser infelices? Eso ya lo habían sido durante los últimos años.

Seokjin se acercó a la cocina pensando en que su cita estaría allí, pero no lo encontró.

—¿Namjoon?

El mayor lo llamó un par de veces sin recibir respuesta. Seokjin asumió que estaría en el exterior y se apresuró en caminar hacia la entrada.

—¡Oh!— cuando abrió la puerta se dio con Namjoon de frente —Te estaba buscando.

Namjoon se quedó sin palabras. Incluso no pudo disimular su manera tan directa de mirarlo de arriba abajo. Seokjin lucía impresionante y olía realmente bien. Su perfume tenía un toque sensual, un equilibrio perfecto entre lo masculino y lo delicado. La fragancia de vetiver, cedro y sándalo le hizo perderse por un instante.

—¿Namjoon?

—He ido a eso, ya sabes— dijo sin saber de qué estaba hablando —Quiero decir, tengo todo listo. Dame un minuto para cambiarme y nos vamos.

—Por supuesto.

El menor trató de caminar con calma, pero en cuanto pisó las escaleras corrió a su dormitorio sin mirar atrás.

Seokjin se apoyó sobre la puerta con cierta elegancia, aunque por dentro estaba tan alborotado que quería gritar. Le había gustado, era evidente, y la sensación que había dejado en él se sentía sensacional.

Namjoon estaba avergonzado por cómo se había quedado pasmado ante su belleza. Era la segunda vez que una persona lo dejaba tan impactado, como para no saber qué decir.

El menor se puso un pantalón negro de vestir y una camisa del mismo color con un blazer granate por encima. Luego sacó una corbata del armario, pero después de pensarlo mejor la volvió a dejar en su sitio.

—Mejor sin corbata.

Namjoon se había cortado el pelo bastante corto, especialmente por los lados y lo llevaba en un tono rubio cenizo. Le gustaba el color, aunque últimamente estaba pensando en probar algo distinto.

Seokjin se había arreglado cuidadosamente y él no quería ser menos. Después de darle un toque desenfadado al pelo, cogió unos zapatos negros del armario y bajó al piso de abajo sin ponérselos.

Tenía la comida preparada para hacerla en un horno de piedra y había elegido un local precioso con unas vistas que iban a dejar a Seokjin con la boca abierta.

—Estás muy guapo— le dijo Seokjin, que seguía junto a la puerta —Me gusta tu estilo.

—Tú también estás muy guapo— respondió con más confianza que antes —¿Te he hecho esperar mucho?

—Para nada— Seokjin sonrió con el corazón latiendo a mil. Estaba tan guapo que no podía dejar de mirarlo —¿Dónde vamos a cenar?

—Cenaremos en un lugar muy especial— contestó en un tono misterioso —Si quieres podemos acercarnos ya.

—Gracias por esto, Namu— Seokjin se abrazó a él con cierta timidez. Era la primera vez que usaba un diminutivo con su nombre y no estaba seguro de si le parecía adecuado —¿Puedo llamarte así?

Namjoon cerró los ojos al inhalar el aroma de su perfume. ¿De dónde lo había sacado? Era realmente embriagador.

—Me gusta, hyung.

El corazón de Seokjin dio un vuelco. ¿De verdad lo había aceptado? ¿De verdad podía llamarlo Namu? Qué diferente era Namjoon de su ex.

—Estoy deseando probar tu comida— dijo tímidamente —Puede parecer una estupidez, pero que cocines para mí y más en una cita, es algo que me hace mucha ilusión.

Namjoon se separó para mirarle a los ojos. Seokjin era muy guapo; era tan hermoso que cualquier otro hombre se habría sentido intimidado por él.

La tensión entre ellos se rompió cuando el menor lo besó. Namjoon notó muy pronto lo mucho que se estaba dejando llevar Seokjin por sus caricias, pero cuando creyó que podía profundizar más y tomar su lengua, el mayor se apartó.

—¿Qué sucede?

Seokjin no podía creerlo.

—¿Hyung?

—Alguien acaba de llegar...

Capítulo intenso, ¿no? ¿Cómo os sentís? ¿Se convertirá Hyungsik en el personaje más odiado de esta historia?

¿Quién habrá llegado? 👀

En el próximo capítulo más. Gracias por leer. Os quiero. 💜

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