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Nadie eligió la puerta de la izquierda.
Esta puerta te invita a vivir la misma vida. Vuelve a disfrutar otra vez de Evanescente/Retrouvailles.
Nadie eligió la puerta de la derecha.
Esta puerta te invita a vivir la línea original.
La praesidio desveló el camino de Namjoon, quien fue asesinado en la cárcel, ejecutado por un recluso contratado por la familia del violador de su hermano. Seokjin y Hoseok pasaron veinte años juntos, nunca se casaron ni tuvieron descendencia, aunque su relación de pareja estuvo llena de amor. La muerte alcanzó a Seokjin en su propio restaurante, donde fue asesinado por unos ladrones. Hoseok, consumido por la pena, se quitó la vida en la bañera de su apartamento.
La vida de Seokjin, Hoseok y Namjoon estuvo teñida por la tragedia, pero, ¿qué había sido de Yoongi, Jimin, Taehyung y Jungkook?
2019
Con veintiséis años, Yoongi estaba en su mejor momento. Taehyung había comenzado a trabajar en una escuela pública de gran prestigio, Seokjin llevaba pocos meses empleándose a fondo en su restaurante, EatJin, y él seguía ejerciendo de chófer para los Yong.
Yoongi soñaba con comprarse un pequeño apartamento, decorarlo a su gusto y disfrutar de una vida tranquila. Como para la entrada de la vivienda necesitaba una cifra muy alta, decidió buscar un trabajo de verano. Su jefe se iba un mes de vacaciones y aunque tenía las vacaciones pagadas, era la oportunidad perfecta para sacarse un dinero extra.
Yoongi se presentó a varias entrevistas que concertó a través de una agencia de contratación. A pesar de trabajar para una familia influyente y tener una conducta de trabajo impecable, fue rechazado debido a su falta de estudios universitarios.
La única persona que le pidió una muestra de sus habilidades fue una señora de otra ciudad. Irónicamente, Yoongi iba a cancelar esa entrevista, dado que el trabajo le pillaba en Busan, pero algo, llámese intuición o destino, lo empujó a ir, y afortunadamente, la señora Park lo contrató como su chófer personal.
—Solo me importan tres cosas— dijo la mujer tras estrechar su mano —La discreción, la puntualidad y la suavidad al volante. No soporto los giros bruscos y usted conduce como los ángeles.
—Gracias, señora Park— Yoongi le hizo una reverencia —No tendrá quejas de mí.
Los Park pagaban muy bien. A 30.000 wones la hora. Su jefe en Daegu le pagaba 7.000 wones menos de lo que cobraba en Busan. En el servicio también entraba la gasolina de Daegu a Busan y la comida, algo que no sucedía con los Yong. Además, el personal en la mansión Park era más agradable que el de la mansión Yong.
Durante el primer día, Yoongi llevó a la señora Park a hacer distintos recados. Su jefa era la clase de persona que preguntaba por la familia, si había comido o si tenía alguna dolencia. El comportamiento que mostraba con él distaba mucho del de la señora Yong, quien solo se interesaba en sí misma.
Yoongi perdió los nervios bastante rápido, sobre todo porque la señora Park le hacía sentir a gusto. Además, era una mujer muy sociable a la que le encantaba entablar conversación. Pronto le habló sobre sus dos hijos; Park Jimin y Park Jungkook.
Jungkook, el menor, estaba estudiando empresariales en la universidad más prestigiosa de Corea. En Seúl pasaba gran parte del año, a veces incluso las vacaciones de verano, pero en ocasiones regresaba a Busan para estar con la familia.
Jimin, el mayor, era bailarín de danza contemporánea. Ese detalle sorprendió a Yoongi genuinamente, sobre todo porque los hijos de los ricos, a los que había servido como chófer, nunca se dedicaban a las bellas artes, a menos que fueran mujeres.
La señora Park no le contó mucho más debido a una llamada que dio la conversación por terminada. Aun así, Yoongi se quedó bastante intrigado por la profesión del primogénito.
Durante la primera semana, Yoongi no conoció a los hermanos Park. Al señor de la casa, en cambio, lo vio varias veces, aunque en ningún momento cruzó miradas con él. Una de las empleadas de la cocina, una señora de cincuenta años, de carácter amable y servicial, lo solía invitar a café y como Yoongi le caía bien, le contaba los chismes que circulaban por la mansión.
Gracias a Suh, Yoongi se enteró de que el señor Park nunca miraba a los empleados de hogar a la cara. Pasaba junto a ellos, como si no existieran, como si fueran insignificantes. Jimin y Jungkook, en cambio, eran más cercanos y educados, aunque su carácter solía cambiar cuando Jongsuk estaba en casa.
A Yoongi no le sorprendió que los hijos reaccionaran así. Incluso la señora Park parecía tensa cuando su esposo estaba presente. No hacía falta ser muy perspicaz para notar el cambio que surgía en ella.
Durante una mañana soleada, Yoongi aguardó como de costumbre junto a la puerta del vehículo. Conducir el coche de servicio de los Park, un Mercedes-Maybach S600 negro, era una fantasía. Su jefe en Daegu también contaba con vehículos de lujo, pero los Park disponían de más de una docena.
Cada coche contaba con programas de masajes en los asientos, sistemas de entretenimiento de doble pantalla, refrigeradores con copas, mesas plegables y sistema de emisión de perfume para que la cabina siempre se mantuviera perfecta.
Mientras admiraba el Mercedes, notó de reojo que en lugar de la señora Park, el que salía por la puerta de la mansión era uno de sus hijos. Vestía de traje negro con rayas blancas, una camisa color lavanda, y además, llevaba unas gafas negras bastante llamativas.
Yoongi había visto a los hijos en las fotografías de la casa y sabía, gracias a Suh, quién era el mayor y quién era el menor de los hermanos Park.
El rubio le dio la dirección a la que quería ir antes de entrar en el vehículo. Yoongi se quedó un tanto desconcertado con las formas del joven. La mayoría, por no decir todas las personas para las que había trabajado, esperaban a que él les abriera la puerta, nunca se molestaban en hacerlo por sí mismos.
—¿Su madre no me va a necesitar?
—No, está en Seúl con mi padre.
Yoongi puso la dirección en el GPS y salió de la propiedad de los Park. A Jimin no le sorprendió que no supiera dónde estaba el edificio, dado que su madre le había comentado que el nuevo chófer era de Daegu.
Según Suh, Jimin era una persona sociable, amable y alegre, pero la primera impresión que se llevó Yoongi de él fue todo lo contrario. El rubio no le dirigió la palabra en todo el camino. Solo cuando llegaron al lugar indicado, soltó un tosco, espérame aquí, antes de salir del vehículo y entrar en un edificio.
Quizá tenía un mal día o quizá solo era amable con Suh, pensó mientras esperaba bajo un sol abrasador. Aunque a Yoongi tampoco le chocaba su comportamiento. Todos los niños ricos que había conocido hasta la fecha eran insoportables. ¿Por qué iba a ser Park Jimin una excepción?
Yoongi se ajustó la corbata en el espejo del conductor. El traje negro que vestía traspiraba mucho mejor que el de su trabajo habitual. También era más ligero, elegante y cómodo. ¿Se preocupaban los Park por el bienestar de sus empleados o era cuestión de estética?
Jimin regresó pasados treinta y cinco minutos, y Yoongi notó un gran cambio en él. Había sentido su inquietud y nerviosismo en el coche, su expresión corporal de ahora, sin embargo, parecía diferente.
—¿A dónde le llevo, señor?— Yoongi le abrió la puerta del vehículo y Jimin se sentó sin decir ni una palabra —¿Señor?
—Solo conduce.
Yoongi lo tomó al pie de la letra y condujo sin rumbo. Cada vez que lo miraba a través del espejo retrovisor, lo encontraba mirando por la ventana. Jimin parecía decaído, incluso daba la sensación de que quería llorar.
Yoongi se detuvo en un semáforo y volvió a mirar hacia atrás.
—Señor, ¿está bien?
—Lo estaré cuando muera mi padre.
Yoongi notó que no eran palabras vacías o dichas en un momento de rabia, se percibía en su voz que las decía de corazón.
—Hoy hace mucho calor— comentó en un tono amigable —¿Quiere tomar algo en un lugar agradable?
A Jimin le sorprendió tanto la pregunta que se quedó mirando su rostro como si hubiera dicho un disparate. Yoongi temió haber metido la pata, incluso pensó que se había ofendido, pero cuando el rubio sonrió, comprendió que solo lo había malinterpretado.
—Eso estaría bien, gracias.
Yoongi no se lo dejó ver, pero ese gracias le desconcertó. En su trabajo en Daegu no le solían dar las gracias. Allí era haz esto, haz lo otro, y no se agradecía su labor.
Jimin ojeó a Yoongi disimuladamente. Los chóferes que habían tenido anteriormente los había contratado su padre y todos se caracterizaban por ser bastante fríos. Encima le daban un informe detallado de lo que hacían sus hijos, a dónde iban y con quién estaban.
Por eso, una de las primeras cosas que hizo Jimin cuando alcanzó la edad necesaria, fue sacarse el carnet de conducir. Solo había requerido de los servicios de Yoongi porque estaba demasiado nervioso para conducir y porque su madre lo había contratado. Además, llevaba una semana repitiendo que era un muchacho encantador y Jaehwa no le echaba flores a cualquiera.
Yoongi lo llevó a un mirador abandonado. Era un lugar cubierto de vegetación y con unas vistas tan impresionantes del mar que cortaban la respiración. El sitio estaba bastante apartado del mirador turístico que se llevaba todas las visitas de los turistas, aunque para Jimin, el nuevo no tenía el mismo encanto.
El rubio se sentó sobre un terreno montañoso y contempló el océano hasta que Yoongi regresó. Con amabilidad le entregó una botella de zumo de uva y después se sentó a su izquierda. Entre el hueco que había quedado entre ellos, colocó un cubo de palomitas y también dejó unas cuantas servilletas.
—¿Zumo de uva y palomitas?
—Es lo que venden en la gasolinera. ¿Qué esperaba? ¿Una comida de restaurante de lujo?— Yoongi arqueó una ceja —Si me sube el sueldo me lo puedo pensar.
Jimin se echó a reír y Yoongi comprendió que el muchacho que reía con tanta dulzura, era muy diferente al muchacho que había visto en el coche. De hecho, ese joven de sonrisa afable se parecía mucho más al chico que había mencionado Suh.
—Gracias por el zumo y las palomitas.
—Si quiere puedo traer algo más.
—No me trates de Usted, tengo entendido que eres mayor que yo.
—Pero Usted es...
—Soy Jimin. Solo Jimin.
Yoongi se inclinó tímidamente y Jimin se volvió a reír. Lo había visto varias veces desde la ventana de su cuarto, aunque Yoongi nunca se percató. Desde el primer momento le había parecido un joven muy apuesto y visto de cerca, no se había equivocado.
—Solía venir aquí de niño, cuando todavía era un mirador transitado— Jimin tomó un trago —¿De qué conoces este sitio?
—Mi hermano me habló de él, creo que lo vio en internet.
—¿Tienes un hermano?
—Un hermano menor.
Jimin desvió la vista hacia el océano y en ese pequeño intervalo, en el que apartó la mirada de la suya y torció la boca, Yoongi notó que regresó la tristeza.
—Yo también tengo un hermano menor. Antes estábamos muy unidos, pero ya no... Él estudia en Seúl algo que aborrece y está prometido con alguien a quien no ama— Jimin se metió una palomita en la boca —Mi hermano hace todo lo que le dice el viejo asqueroso de mi padre. Hace dos años fuimos unos días a Daegu y me dijo que iba a dejar a esa chica, que iba a hacerle frente a mi padre de una vez por todas, pero al final volvió a ceder. He estado a su lado, he intentado apoyarlo en todo, pero ha sido en vano. Jungkookie se ha rendido...
—¿Por eso quieres que muera tu padre?
Jimin volvió a beber, aunque esta vez el trago fue más largo.
—Soy bailarín. He estudiado danza en Corea y en el extranjero, y también he hecho algunos trabajos, pero desde hace unos meses solo me rechazan. Da igual, si hago una audición en Busan o Seúl, si es para una película, una obra de ballet o un videoclip, nunca consigo pasar de la primera fase.
—Debe ser frustrante, pero solo es una mala racha. Si es lo que te gusta, tienes que seguir intentándolo.
—Eso me he dicho a mí mismo, pero hoy me han confirmado lo que tanto temía— Jimin sonrió con amargura —Mi padre es la razón por la que todos me rechazan. El muy cabrón no quiere tener un hijo bailarín y le da igual gastarse miles de wones en joderme la vida. A ese hijo de puta le sobra tiempo, dinero y maldad.
Yoongi no tenía muy buena opinión de Park Jongsuk, lo veía como a un rico engreído que se creía por encima de los demás, pero a pesar de su actitud con el servicio, nunca imaginó que ese hombre pudiera tratar mal a sus hijos. Ahora entendía el nerviosismo de Jimin en el coche y lo derrotado que parecía tras salir del edificio. Fallar en las audiciones no era una cuestión de talento o de mala suerte, estaba siendo saboteado por su propio padre.
—Creo que mi hermano está tan cansado de intentarlo que por eso ha renunciado a sus sueños. Me temo que Jungkookie se ha dado por vencido y yo empiezo a estar igual de harto que él...
—¿No has pensado en vivir por tu cuenta? Sé que eres rico y que has crecido en un mundo muy diferente al mío, pero si eres bailarín, tienes alma de artista, y la mayoría de los artistas no disponen de mucho dinero. Si de verdad te mueve el arte, no deberías conformarte y luchar por tus sueños. Por muy duro que sea y seguro que lo será, es mejor que vivir una vida impuesta por tu padre.
—Aunque me marche de casa, no creo que me vaya a dejar en paz.
—Es posible, pero mientras sigas bajo su techo, tampoco tendrás paz.
Durante días, Jimin no dejó de pensar en las palabras de Yoongi. Podría haberse reído de sus aspiraciones, podría haberle acusado de niño mimado, que lo tiene todo y que llora porque su padre quiere que consiga otro trabajo. Incluso podría haberle ido con el chisme a su padre para obtener dinero, como había hecho el chófer anterior.
Pero en lugar de eso, Yoongi lo había animado a continuar, lo había alentado a seguir adelante, a perseguir su sueño con tanta calidez, que tocó su corazón. Y Jimin, determinado a triunfar en el mundo de la danza, decidió abrazar su consejo y luchar por él.
En agosto, Yoongi volvió a trabajar para los Yong. Aunque solo había estado un mes con los Park, echaba de menos las conversaciones con la señora de la casa, el rato que pasaba con Suh, y sobre todo, extrañaba a Park Jimin.
Durante su estancia en Busan, Yoongi había coincidido unas cuantas veces con él. En una ocasión lo llevó al cine y tras aparcar el coche, Jimin sacó dos entradas del bolsillo y con una gran sonrisa le comunicó que debía ir con él.
—No puedo...
—¿Quién lo dice? Soy tu jefe, ¿no? Y te estoy invitando al cine. ¿Prefieres esperar dos horas en el coche o qué? ¿En serio vas a rechazar mi invitación? Nos esperan palomitas, chuches y perritos calientes, no puedes ser tan cruel como para dejarme a solas con tanta comida.
Yoongi no pudo negarse, no ante la expresión de pena que le puso. Gracias a la insistencia de Jimin, esa tarde vieron una película de infectados que le permitió ver otra faceta suya. Cada vez que el rubio se llevaba un susto, tomaba su brazo como si fuera su salvavidas. Y cada vez que algún infectado arrancaba la piel de alguien, apretaba el rostro contra su hombro soltando un pequeño gemido.
En otra ocasión, Jimin le pidió que fuera su chófer para ir de compras.
—Voy a quemar la tarjeta de ese cabrón— anunció orgulloso —Si me llevas te invito a un helado.
Yoongi no tenía alternativa, era su trabajo, pero no podía negar que le gustaban más las salidas con Jimin que con la señora Park. Y eso que le agradaba la compañía de la mujer, pero con Jimin era diferente. Cuando le veía sentía una alegría inmediata y si necesitaba de sus servicios, su día mejoraba automáticamente.
Esa mañana, las empleadas de la tienda de ropa hicieron su agosto. Cada prenda valía un dineral, y a ojos de Yoongi, era un auténtico despilfarro gastar tanto dinero en unas simples telas. Esos pensamientos desaparecieron, sin embargo, en cuanto vio a Jimin desfilar con ellas puestas.
Park Jimin se movía con elegancia, caminaba con elegancia e incluso hablaba con las empleadas de la tienda con una elegancia que jamás había visto en un hombre. El joven tenía un físico envidiable y cada cosa que se ponía le favorecía como si estuviera exclusivamente diseñado para él.
—¿Qué opinas?— Jimin se quitó la camisa roja y se volvió a poner la negra —¿Cuál de las dos me queda mejor?
Yoongi dudó. No estaba acostumbrado a acompañar a los hijos de sus jefes a los vestuarios de las tiendas de lujo, y menos aún, a dar una opinión sobre moda. Él conducía vehículos, se encargaba de mantenerlos limpios, abría y cerraba puertas, llevaba las compras hasta el maletero e interior de la mansión, y esperaba en el exterior, en eso consistía principalmente su trabajo.
—Tu silencio lo dice todo— Jimin se quitó la camisa negra y la dejó junto a la roja —Pues no me llevo ninguna.
—Lo siento... Es que no se me da bien la moda...
—Eso da igual, solo quiero tu opinión. Eres de las pocas personas que no me mienten.
—Bueno, en ese caso, las dos son horribles— soltó sin tapujos —Jimin, parece que han cruzado a un pavo real con una condesa del siglo diecisiete. Si sales con eso a la calle y te lanzan un tomate, sentiré lástima por el tomate, no por ti.
Jimin soltó una carcajada tan grande que se tuvo que apoyar contra la pared para no caerse. Esa fue la primera vez que Yoongi lo vio reír hasta el punto de llorar. Y también fue la primera vez que su corazón se agitó tan fuerte por un muchacho.
Las salidas con Jimin eran divertidas. Daba igual a donde conducían, Yoongi siempre se llevaba un recuerdo único de ese día. De hecho, estaba tan cómodo con él que las horas de trabajo pasaban volando. Nunca había sentido tanta afinidad con alguien y menos estando en una posición tan distinta de la suya.
Inevitablemente, el mes también pasó muy rápido y debido a esa afinidad, el último día de trabajo fue muy agridulce para él. Yoongi no pudo despedirse de Jimin. El rubio se había tenido que ir la noche anterior a Seúl, a ver a Jungkook, y como no tenía su número, se alejó de Busan con una espina clavada en el corazón.
De entre todas las salidas que habían tenido, la tarde en el mirador, bebiendo zumo y comiendo palomitas, se había convertido en un recuerdo muy preciado para él. A veces, Yoongi soñaba con Jimin. Lo veía en una tienda, en el parque o en la parada de autobús. Y cuando llevaba a la señora Yong a Busan, solía prestar mucha atención por si se encontraba con él por la calle.
Taehyung había notado un cambio en su comportamiento y nunca desaprovechaba la oportunidad de meterse con él.
—Hyung, ¿de quién te has enamorado? ¿No me lo vas a presentar? Joder, debe de ser un ogro si no quieres presentármelo. Mira, no importa si es feo a rabiar. Si amas a un ogro, yo te apoyo.
Yoongi ignoraba sus burlas, aunque en ciertas ocasiones se cansaba de ellas. Y justo por esa actitud tan a la defensiva que tomaba a veces, Seokjin creía que su mejor amigo estaba enamorado.
A finales de octubre, Yoongi se encontró con Jimin de la forma más inesperada. Después de una larga jornada de trabajo decidió comprar la cena, y justo enfrente de la hamburguesería, estaba un muchacho de cabello rubio cerrando una tienda de ropa.
Yoongi se quedó de piedra cuando lo reconoció. Jimin se percató bastante rápido de su presencia y lo saludó enérgicamente con la mano.
—¡Cuánto tiempo, hyung!— alzó la voz con alegría —¿Qué haces tú por aquí?— preguntó tras cruzar la calle —¿Has venido a comprar hamburguesas?
—¿Hyung?— musitó bajito —¿Yo? ¿Qué haces tú en Daegu?
—Me he mudado. Seguí tu consejo de ser independiente y ahora trabajo en esa tienda de ropa. También lavo platos en un restaurante y a veces me quedo en el hospital por las noches para cuidar de enfermos. ¿Sabías que existía un trabajo así? Yo no tenía ni idea de que la gente pagaba a otros para cuidar de sus familiares.
Yoongi se sintió descolocado. A pesar de la ropa barata y de las raíces negras que sobresalían de su cabello rubio, parecía radiante. En casa de los Park nunca lo había visto sonreír con esa fuerza, mientras que allí, en un barrio obrero de Daegu, no dejaba de brillar.
—¿Vives por aquí, hyung?
—Sí, he bajado a por la cena— carraspeó, tratando de disimular lo contento que estaba de verlo —Mi hermano ha quedado con unos amigos. ¿Qué te parece si cenamos juntos y nos ponemos al día?
Jimin aceptó encantado. Llevaba poco tiempo en la ciudad y no conocía a nadie, excepto a Yoongi, claro. Después de comprar dos menús completos en la hamburguesería, caminaron juntos hasta el apartamento de los Min.
—¡Qué bonita!— dijo nada más entrar. La vivienda estaba muy ordenada y limpia, algo que le llamó inmediatamente la atención —Tu casa se ve tan cómoda, gracias por invitarme.
—Te debe parecer diminuta.
—Me parece un hogar.
Yoongi notó que el tono de su voz cambió bruscamente, aunque pronto volvió a sonreír como si nada. Mientras Jimin miraba la decoración, él dejó la cena sobre dos platos y la sirvió en el salón acompañado de soju.
—Hyung, lo siento, no tomo alcohol.
Yoongi retiró la botella de soju sin hacer preguntas y le sirvió un refresco de melocotón.
—¿Qué te ha traído a Daegu?
—Es una ciudad más económica que Seúl— Jimin se sentó en el suelo —Además, tiene muchas ofertas de trabajo para bailarines.
Yoongi se percató de que cogía las patatas con cierta ansia, aunque se contenía antes de llevárselas a la boca.
—La oferta de empleo para los bailarines es muy variada, además...
—Dime la verdad, Jimin.
—¿Disculpa?— el menor se rió con cierto nerviosismo —¿De qué hablas?
—Cuéntame lo que ha pasado.
Jimin se sonrojó. Yoongi no quería avergonzarlo y mucho menos presionarlo para hablar, pero tampoco podía ignorar su mala actuación.
—Seguro que tienes hambre— dijo en un tono más suave —No dejes que se enfríe.
Jimin no dejó que se enfriara. De hecho, se terminó la hamburguesa y las patatas antes que Yoongi. Había devorado una porción grande en pocos minutos y aun así seguía con hambre. Como no quería que el mayor lo notara, dejó de prolongar lo inevitable y decidió contarle la verdad.
—Me mudé a Seúl.
—¿Cuándo?
—En agosto. Vendí todas mis cosas, la ropa, los relojes, las joyas... Lo vendí todo para mudarme a Seúl— Jimin no alzó la mirada, estaba demasiado avergonzado —Soy un idiota, hyung... Creí que me iría bien, al fin y al cabo he vivido un tiempo en Nueva York, pero... Me robaron. Me quedé sin dinero y como no podía volver a Busan... Me enteré de que estaban buscando bailarines para un musical en Daegu. Adicioné con otro nombre y conseguí un papel. Con el dinero que me quedó, alquilé una habitación y me puse a trabajar en la tienda.
Yoongi intuía que se estaba saltando algunas partes, pero en lugar de presionar, decidió levantarse del suelo y alejarse hacia la cocina. Jimin, confundido por su silencio, no se movió. Estaba avergonzado y además, se sentía muy estúpido por haber confiado en la gente equivocada.
Inquieto, miró hacia el cuadro que colgaba de la pared. Yoongi aparecía en la imagen con otras dos personas, pero no le dio tiempo de fijarse bien en los rostros porque el mayor regresó con una magdalena.
—¡Felicidades por tu primer musical!
La magdalena de chocolate tenía una velita roja en el centro, y ese detalle conmovió tanto a Jimin, que de un segundo a otro se puso a llorar.
Jimin se había marchado a Seúl en agosto, tras una fuerte discusión con su padre. Cuando llegó a la capital no tenía un lugar donde quedarse. Se alojó en el hotel más barato y después de buscar sin descanso, encontró un sitio económico para vivir. Era un piso compartido, el alquiler salía a buen precio y la vivienda estaba bien situada.
Jimin vivió allí hasta mediados de septiembre. El día dieciséis, uno de sus cuatro compañeros de piso, un veinteañero de Delhi, huyó con todo el dinero que halló en la vivienda. Como Jimin no tenía dinero en el banco por temor a que su padre le vaciara las cuentas, conservaba todo su capital en una pequeña caja fuerte que el ladrón se llevó con él.
Para sus compañeros, que guardaban el dinero en el banco, no fue una gran pérdida, pero para Jimin, que se quedó únicamente con lo que llevaba dentro de la cartera, fue una tragedia. Encima no tenía dinero para pagar el alquiler y no encontró comprensión en ninguno de ellos.
Cuando sopesaba la posibilidad de regresar a casa y renunciar a sus sueños, escuchó en la radio de una tienda de alimentación de veinticuatro horas, que estaban buscando bailarines para un musical en Daegu, y entonces recordó que Yoongi era de allí.
Con la esperanza de lograr un papel y de volver a ver a Yoongi, cogió el último tren a Daegu con el poco dinero que le quedaba. Por desgracia, cuando se fue a presentar a la audición, le comunicaron que se había pospuesto unas semanas.
Sin dinero en el bolsillo, Jimin estuvo durmiendo en alberges cuando había espacio, y en la calle cuando no quedaban camas. Si tenía suerte, comía una vez al día gracias a la caridad de otros, y si no, buscaba entre la basura algo que llevarse a la boca.
La búsqueda de empleo también fue muy dura en esas condiciones, pero con el apoyo de uno de los encargados del alberge, consiguió trabajo en una tienda de ropa. El hombre de sesenta años incluso le ayudó a alquilar una habitación en un edificio viejo, hasta le adelantó el primer pago para que estuviera resguardado. Aunque no tenía permitido ir tan lejos, no era la primera vez que se implicaba tanto. Vivía con la firme convicción de que había nacido para ayudar a los demás, y como Jimin era tan joven, creía que solo necesitaba un pequeño empujón para salir adelante.
Jimin trabajó muy duro para devolverle el dinero. Incluso el día de su cumpleaños, que cayó en domingo, lo pasó trabajando en un restaurante, lavando platos y cuidando por la noche a una enferma terminal. No hubo tarta, ni celebración, ni regalos. Solo una cálida llamada de su madre y un simple Feliz cumpleaños de parte de Jungkook.
Lo más duro para Jimin no fue el trabajo en la tienda, lavar platos los fines de semana o trasnochar para atender a una enferma. Ni siquiera dormir en la calle le afectó tanto como el hambre y la soledad.
Jimin no quería volver a Busan, no quería rendirse. El trabajo en la tienda era de media jornada, en el restaurante pagaban una miseria y el empleo del hospital no era fijo, solo se le llamaba cuando era necesario. A veces seguía pasando hambre porque no le llegaba el dinero, pero aun así, no quería regresar a casa.
A su madre le había contado que le iba muy bien en Seúl, y como con Jungkook no tenía mucho contacto, no se vio en la necesidad de mentirle a su hermano. Jimin lo había pasado muy mal en Daegu, pero no se arrepentía. Haber sido seleccionado para un musical, solo reafirmaba que había tomado la decisión correcta.
Su único pesar era haberse encontrado con Yoongi en esas circunstancias. Estaba muy feliz de volver a verlo, pero ¿por qué tenía que haber sido ahora y no después de haber alcanzado el éxito? Jimin quería demostrarle que no se había equivocado con él y que podía cumplir sus sueños.
—Lo has hecho bien— Yoongi le acarició la cabeza —No te preocupes, hyung te va a ayudar a partir de ahora.
—Lo siento...
—Estoy muy orgulloso de ti, Jimin. Estás luchando por tu sueño como un valiente.
Jimin sollozó tan fuerte al escucharle decir que estaba orgulloso de él, que Yoongi se vio en la necesidad de tomarlo entre sus brazos. Para el menor, que carecía del apoyo de familia y amigos, escuchar esas palabras era como un auténtico milagro.
Yoongi supo desde el momento en que lo vio junto a la tienda de ropa que estaba pasando por algo. Jimin lucía mucho más delgado que en julio. Además, se había percatado de cómo miraba la comida y del esfuerzo que empleaba por sonreír y disimular su situación.
Desde el día en que se conocieron, los sentimientos de Yoongi por Jimin habían ido creciendo, y aunque era muy consciente de su interés romántico por él, no quería usarlo como pretexto para echarle una mano. Yoongi quería ayudar a Jimin porque Jimin necesitaba un amigo de verdad.
—Voy a preparar ramen y gimbap que me he quedado con hambre. Cómete la magdalena y elige una película, vamos a divertirnos un poco, que hoy es viernes.
—Muchas gracias, hyung.
Yoongi y Jimin vieron La Comunidad del Anillo y después Las dos Torres. Aunque estaban disfrutando de la trilogía de El señor de los anillos, se quedaron dormidos en el sofá a mitad de El Retorno del Rey.
Cuando Taehyung apareció a la mañana siguiente y se encontró a su hermano con un chico en el sofá, lo primero que hizo fue sacar el móvil y hacerles una foto. Lo segundo, enviársela a Seokjin.
¡Es el novio de hyung! ¿Te lo puedes creer? ¡Te dije que tenía a alguien! Estoy impactado de que no sea un ogro. Es mucho más guapo de lo que creía. ¿De dónde lo ha sacado?
Una vez se regodeó viendo la escena, salió de casa a comprar el desayuno. A Yoongi lo despertó el aroma de los bollos de la panadería francesa que había abierto recientemente en el vecindario. El joven se levantó con cuidado y miró hacia Jimin, que estaba durmiendo en el otro extremo del sofá. Se veía tan hermoso e inocente que la imagen le sonrojó.
El ruido de la cocina fue el detonante para que dejara de observar a Jimin y se dirigiera hacia donde estaba su hermano.
—¿No me presentas a tu novio?— soltó Taehyung al segundo de verlo —No tienes mal gusto, está para mojar pan.
—Es un amigo.
—¿Me lo puedo follar?
—No.
—¿Por qué?— Taehyung le sirvió un café —Da igual, ¿no? Solo es un amigo.
Yoongi trató de no dejarse notar que el comentario le había molestado.
—¿Te lo has pasado bien con tus amigos?
—Evitas la pregunta con otra pregunta, muy hábil de tu parte, pero no lo suficiente— dijo tras tomar asiento —Cuéntamelo todo, hyung. Ya sabes que voy a dar por culo hasta que me lo cuentes.
Yoongi lo iba a mandar a freír espárragos, pero se calló porque vio a Jimin junto a la puerta.
—Buenos días— saludó algo amodorrado. Cuando se percató de que Yoongi no estaba solo, se despejó de golpe e hizo una pequeña reverencia —Buenos días. Soy Park Jimin.
—Min Taehyung— el menor se acercó, lo tomó de las manos y las agitó con una gran sonrisa —Encantado de conocerte. Eres el novi...
Yoongi le lanzó un trapo húmedo que golpeó a Taehyung en la cabeza.
—Mi hermano nos ha traído el desayuno, pero ya se iba a su habitación.
—Sí, bueno, tengo trabajo— murmuró a regañadientes —Espero volver a verte.
—Yo también— aseguró Jimin con una tímida sonrisa —Gracias por el desayuno.
Taehyung se retiró dando pasitos muy pequeños, lo que sacó a Yoongi de sus casillas. Mientras el menor le hacía gestos con la mano desde el umbral de la puerta, para que se lanzara con Jimin, el rubio se sentó enfrente de Yoongi.
—Tu hermano parece muy simpático. ¿Qué edad tiene?
—La misma que tú— Yoongi notó que Taehyung asomó la cabeza desde la puerta, pero la escondió en cuanto miró hacia allí —¿Cómo has dormido?
—Hyung, he dormido de maravilla. Tu sofá es mejor que mi cama.
Yoongi le sirvió un café con un bollo de chocolate. A Jimin le rugieron las tripas y se sonrojó un poco debido al sonido, pero su amigo no lo notó.
—Hoy no tenemos desayuno coreano. Tae ha traído seis bollos porque últimamente se cree francés. Si quieres repetir no hace falta que me preguntes. Estás en tu casa.
—Muchas gracias.
Yoongi trató de mirar hacia otro lado mientras untaba el bollo en el café. Por desgracia para él, Jimin se veía precioso con el pelo despeinado y era difícil apartar la vista de un chico tan guapo.
—Hyung, la próxima vez déjame invitarte a comer.
—Como tu hyung, soy yo el que debe cuidar de ti.
—Pero...
—Puedes hacer otras cosas por mí, si te apetece.
—¿Como qué?
—Invitarme a tu musical— se atrevió a decir —Me gustaría verte bailar.
Jimin asintió con una sonrisa tan grande que a Yoongi le dio un vuelco el corazón. Deseaba apoyarlo en su camino y verlo triunfar en la danza. A pesar de las circunstancias, se había atrevido a tomar un camino muy difícil, y por esa valentía, lo respetaba profundamente.
Jimin recibió una llamada y tras atenderla en el salón, Yoongi notó que estaba tenso.
—¿Va todo bien?
—Lo siento, tengo que irme— Jimin le hizo una reverencia —Gracias por todo, hyung. Espero volver a verte pronto.
Yoongi quería lo mismo. De hecho, le hubiera gustado que Jimin se quedara a comer, pero como no estaba acostumbrado a esa clase de interacciones, especialmente con alguien por el que sentía algo, se calló y lo dejó marchar.
—¡¿Pero qué haces, mentecato?!— Taehyung salió de su habitación como un rayo —¡No dejes que se vaya, pedazo de burro!
—¿Estabas escuchando?
—Espero volver a verte pronto, dice, ¿y tú lo dejas ir así? Me llevan los cuatro jinetes del apocalipsis. ¿Es que no sabes coquetear? ¡Invítalo al cine, usa la cabeza de arriba para variar!
Yoongi no dijo nada, colmando aún más la poca paciencia de Taehyung.
—¡Reacciona, coño!
—No tengo su número de teléfono...
—¡Pues pídeselo!— Taehyung lo empujó hacia la puerta —¡Espabila, que se te escapa el novio!
—Que no es mi novio...
—¡Y a este paso nunca lo será!— Taehyung abrió la puerta y le lanzó las botas al rellano de escalera —¡No vuelvas sin su número o te desheredo!
Yoongi se quedó con la palabra en la boca porque su hermano le cerró la puerta en las narices. A pesar de la confusión, se calzó rápido y bajó corriendo por las escaleras. Cuando salió al exterior, Jimin estaba caminando por la acera de enfrente.
Yoongi cruzó la calle y tocó el brazo del joven cuando lo alcanzó.
—¡Hyung!— Jimin se sorprendió gratamente —¿Me he olvidado algo?
—No tengo tu número— Yoongi sacó el móvil —No puedo quedar contigo si no tengo tu número.
—Ah, cierto— Jimin se lo quitó de la mano y guardó su número bajo Park Jimin. Quería habérselo dado antes de irse, pero después de la llamada de Jungkook, se le olvidó por completo —Aquí está, ya lo tienes. Quedamos otro día, ¿sí?
—Te enviaré un mensaje— respondió Yoongi muy feliz —Vuelve con cuidado.
Jimin se despidió y cuando desapareció detrás de un edificio, Yoongi dio un pequeño salto y miró el contacto de su teléfono con la mayor de las sonrisas.
—Park Jimin— murmuró suavemente.
Yoongi borró el nombre y escribió Jiminie. Con el corazón latiendo a mil por hora, comenzó a escribir que lo había pasado muy bien, que deberían repetir y que estaría genial ir otra vez al cine, pero antes de enviarlo lo borró todo por inseguridad.
Al final decidió redactar un mensaje mucho más simple.
Soy Yoongi.
Avísame cuando hayas llegado.
A Jimin le hizo mucha ilusión recibir un mensaje de él. Inmediatamente, lo guardó bajo mi hyung favorito y le respondió que estaba esperando el autobús.
Desde esa mañana, Yoongi y Jimin se escribieron a diario. También quedaron a comer, fueron al cine y pasaron tiempo en el piso de Yoongi. El mayor le enseñó sus lugares favoritos de Daegu, mientras que Jimin, lo invitó a pasear por el parque que más le gustaba de la ciudad. En una ocasión incluso se las ingenió para comprarle un helado.
Yoongi nunca lo dejaba pagar. Jimin no tenía permitido gastar ni un solo won en él.
—No es justo, quiero invitarte— se quejaba.
Pero Yoongi le recordaba constantemente que así era la cultura coreana, y que como su hyung, era él quien debía pagar.
El treinta de noviembre, Yoongi invitó a Jimin a ver una película de terror y a comer pizza. Al menor no le gustaban las pelis de miedo, pero se había enamorado de Yoongi, y quería pasar cada minuto con él.
Esa noche, Jimin se vistió con su mejor ropa. Le habían hecho un descuento por el pantalón y la camisa negra en su trabajo, y aunque en comparación con la ropa que solía vestir era bastante mala, estaba radiante de felicidad por vestirse para él.
Jimin se hizo una coleta y admiró en el espejo el tono rubio que había elegido unos días atrás. Brillaba tanto y se veía tan natural, que parecía su color de nacimiento.
De camino a encontrarse con Yoongi, pasó por una perfumería para echarse su perfume favorito, dado que no podía darse el lujo de gastar dinero en algo así.
Jimin llegó a casa de los Min sobre las siete de la tarde. Nervioso, llamó al timbre y tras subir por las escaleras y encontrarse la puerta abierta, se descalzó y caminó hasta la cocina.
Allí se topó con una persona de la que había oído hablar, pero que no había tenido el placer de conocer todavía. Yoongi le presentó a Seokjin y a Jimin le pareció un hombre muy atractivo. Fue tan fuerte la primera impresión que se llevó, que incluso se le pasó por la cabeza que pudiera haber tenido algo con Yoongi.
—Solo son amigos, tú tranqui— le susurró Taehyung al pasar a su lado.
Jimin se sonrojó. ¿Acaso se había dado cuenta de que le gustaba su hermano?
—Bueno, nosotros nos vamos al cine— Seokjin agarró el brazo de Taehyung —Hoseok nos está esperando.
Jimin se despidió de ellos y cuando Yoongi cerró la puerta, su corazón se agitó. El mayor se había vestido de blanco, y lucía tan hermoso con el suéter de punto, que no podía dejar de mirarlo.
Aquella no era una simple quedada, no eran dos amigos disfrutando de una noche de terror, era una cita. Aunque ninguno se lo había propuesto al otro, era una cita.
—Hyung...
Yoongi no aguantó la tensión y sin que Jimin se lo viera venir, caminó hacia él, lo agarró de la cintura y se adueñó de su boca. Así, lleno de pasión, vehemencia y fogosidad, fue su primer beso, y así también ocurrió su primera vez.
Las pizzas que había pedido Yoongi se quedaron en la cocina, enfriándose sobre la mesa mientras, en el dormitorio, la temperatura subía y subía. Fue un estallido de pasión lo que sucedió entre ellos, una detonación que había surgido con un beso, pero que se llevaba gestando desde mucho antes.
Y no fue la única vez que hicieron el amor con tanta intensidad. Esa noche pasaron de amigos a novios, y unos pocos meses después, Yoongi le pidió a Jimin que se fuera a vivir con él.
A su hermano menor no le sorprendió cuando le comunicó que quería mudarse con Jimin. Gracias a su trabajo como profesor tenía dinero para vivir por su cuenta y Taehyung se lo tomó como el momento idóneo para independizarse.
En marzo, antes del vigésimo séptimo cumpleaños de Yoongi, comenzó su convivencia con Jimin. Taehyung se había quedado con el piso de su hermano, mientras que la pareja se instaló en otro apartamento, a unos veinte minutos del menor.
Los primeros meses fueron maravillosos. Con el sueldo de Yoongi como chófer y lo que sacaba Jimin en la tienda de ropa era suficiente para tener una vida tranquila.
El musical se estrenó en mayo con éxito y Jimin fue alabado por toda la prensa local. Su actuación gustó tanto que en septiembre recibió una oferta de trabajo tan buena que tuvo que dejar su empleo en la tienda para dedicarse únicamente a la danza.
La vida sonreía a la pareja. Jimin se había integrado muy bien en el círculo de Yoongi, haciéndose buen amigo de su hermano, de Seokjin e incluso del amigo de Seokjin, Jung Hoseok. Cada vez que había una celebración, ya fuera un cumpleaños o un festivo, se reunían en EatJin para celebrarlo.
El único pesar que seguía teniendo Jimin era la ausencia de Jungkook. Rara vez hablaban por teléfono y cuando lo hacían, el maknae nunca le contaba cómo le iba. En una ocasión, su hermano rompió a llorar y Jimin cogió el primer tren a Seúl. Cuando llegó al apartamento del menor, Jungkook no le abrió la puerta.
—Yo no te he pedido que vengas.
Cada vez que Yoongi encontraba a su novio llorando, se debía a Jungkook. Jimin no llevaba bien la frialdad de su hermano y muchas veces se culpaba por no encontrar una manera de salvar la relación.
—No puedes salvar a quien no quiere ser salvado, Jiminie.
Con el tiempo, Jimin dejó de mencionar a su hermano aunque nunca dejó de sufrir por él. Y debido a ese dolor, que Yoongi veía a diario, no sentía ninguna simpatía por Park Jungkook. No lo conocía, nunca se habían visto, pero detestaba el sufrimiento que causaba en su pareja.
Tres años más tarde, Jimin se había hecho un nombre en la industria de la danza bajo el nombre artístico Nabi Young, y sus ingresos le permitían mantener a su novio, mientras Yoongi regresaba al mundo de la música. El mayor no tenía pensado volver a tocar el piano hasta que Jimin le animó a tomar clases con la amiga de su madre.
—Es una gran pianista y vive aquí en Daegu. ¿Te vas a perder esta oportunidad?
Yoongi no quería ir, pero acudió porque su chico se había tomado muchas molestias en conseguirle una cita con la señora Morales. Cuando vio el piano en la sala de música, sintió una sensación muy extraña. Y la primera vez que tocó la pieza que le pidió la profesora, cometió algunos errores, pero cuando terminó, regresó una emoción que había añorado.
—¿Puedo intentarlo otra vez?— preguntó ilusionado.
La profesora le concedió otro intento y como vio el talento que había en él, decidió tomarlo bajo su protección.
Yoongi se consideraba demasiado mayor para triunfar como pianista y por eso persiguió una aspiración más realista. Quería convertirse en profesor de piano para ayudar a los jóvenes a alcanzar sus sueños. Como no tenía estudios universitarios y en Corea eran un requisito, decidió sacarse el título que necesitaba para ejercer.
Jimin lo apoyó tanto económica como emocionalmente, y nunca tuvo una mala palabra con él. Yoongi se prometió que algún día, cuando terminara la carrera y ejerciera como profesor de piano, se llevaría a Jimin a otro país para casarse con él.
Antes de fin de año, Yoongi y Jimin decidieron aprovechar la tarde del sábado para dar un paseo por el mercadillo de antigüedades de la ciudad, que se celebraba el mes de noviembre. El rubio, que ahora tenía el cabello negro, compró unas figuras de piedra para Seokjin, Hoseok y Taehyung. Eran tres dragones en blanco, negro y dorado que habían captado su atención.
—El vendedor dice que traen suerte.
—El vendedor solo quiere vender, Jiminie.
—Pues yo le he traído suerte.
—Tú le traes suerte a todo el mundo, mi amor.
Emocionado por su compra, caminó hacia un puesto de manzanas caramelizadas. El mayor notó que se le iban los ojos y le compró una. La reacción de Jimin, tan risueña y adorable al recibir su manzana, le hizo sonreír durante gran parte del camino.
—Jiminie.
—¿Hmm?
—Quiero que aceptes el trabajo de Nueva York.
Jimin dejó de mordisquear la manzana. Le habían propuesto participar en un ballet en Broadway como el villano de la obra, y aunque estaba encantado con la oferta, dudaba porque no quería estar lejos de Yoongi.
—Es una gran oportunidad para ti y quiero que la tomes.
—Pero Yoon, será un año... No quiero separarme de ti por tanto tiempo...
—¿Quién ha dicho nada de separarse?— Yoongi le alzó el rostro cariñosamente —Me iré contigo a Nueva York.
El grito que pegó Jimin sobresaltó a varios viandantes. Eufórico se echó sobre los brazos de su amado y Yoongi lo sujetó entre risas. Irse a otro país era un reto, sobre todo porque no hablaba el idioma, pero el trabajo que le habían ofrecido a Jimin era tan excepcional que no podía permitir que lo rechazara por amor.
—Puedo terminar mis estudios desde Estados Unidos. Además, mi profesora tiene una colega allí que está buscando un ayudante. Ayer hablé con ella por teléfono y me aseguró que puedo empezar en cuanto llegue.
—No sé qué decir, estoy muy emocionado, pero... ¿Y TaeTae?
—Podrá visitarnos cuando quiera.
Jimin lo volvió a abrazar. No podía creer que su sueño se iba a hacer realidad. Yoongi deseó besarlo, pero había mucha gente y no se atrevió. Ese era otro motivo por el que había decidido cambiar de país. En Nueva York no solo podría pasear con él de la mano, también besarlo las veces que quisiera.
Yoongi se había prometido que, en cuanto terminara la obra de ballet, le pediría matrimonio y se casaría con él. Si les iba bien en Nueva York podrían establecerse allí y si a Jimin le salía otro trabajo en otra parte, no importaba; iría con él hasta el fin del mundo.
Yoongi podía ejercer como profesor de piano en cualquier parte del mundo, lo que no podía era vivir sin Jimin.
La pareja continuó mirando los puestos hasta que el menor se detuvo en uno que vendía joyas. Jimin se enamoró de los colgantes de rompecabezas de gato y compró uno bajo la atenta mirada de Yoongi.
—El gato blanco soy yo, cuídalo bien— dijo mientras se lo ponía a Yoongi —El gato negro eres tú y te prometo que lo llevaré hasta el último día de mi vida.
—Eres la ternura hecha persona, Jiminie.
—Te amo, Yoon.
Yoongi le puso el collar y después de ver lo feliz que estaba con su gatito al cuello, no pudo resistirse y le robó un beso. Jimin se puso como un tomate, puesto que había mucha gente a su alrededor. Avergonzado, lo agarró de la mano y huyó de allí con él.
—¿Cómo se te ocurre?— le gruñó por el camino, aunque en realidad estaba muy contento —¡Casi me da un infarto!
—¡No pude soportarlo más, es que te amo demasiado!
Un puesto de tteobboki captó el interés de Yoongi, a quien le rugieron las tripas en cuanto percibió el olor. Jimin, como si hubiera oído el grito famélico de su estómago, se apresuró a pedir una ración de los pastelitos de arroz.
Yoongi recibió una llamada en ese momento y salió de la fila para escapar del ruido. Mientras conversaba con Seokjin, se situó al lado de la carretera, en un área vacía de gente.
—¡Se lo he dicho, me voy con Jimin a Nueva York!
—Debe de estar eufórico, ¿no? Joder, estoy feliz por vosotros, pero os voy a echar mucho de menos.
—Ya sabes que puedes venir cuando quieras— Yoongi tocó el colgante del gato blanco suavemente —Además, nosotros también volveremos a Corea, aunque sea de visita.
—Más te vale, yo no puedo tomarme muchos días libres, recuerda que tengo un restaurante.
—¿Qué dices? Tendrás que hacer un hueco para cuando me case— dijo mirando a Jimin, que iba caminando hacia él —Aunque todavía no sé en qué lugar será la boda.
—El Min Yoongi de veinte se sorprendería mucho de lo que acaba de decir el Min Yoongi de treinta— Seokjin se rió entre dientes.
—Sabes lo que te digo, hyung, que tú...
Seokjin nunca supo lo que iba a decir. Yoongi voló por los aires y cayó sobre el asfalto a causa de un atropello con fuga.
El joven oyó gritos a su alrededor e incluso entendió que algunas personas estaban pidiendo una ambulancia. Lo que agitó a Yoongi, sin embargo, no fue el caos, el bullicio o la sensación de confusión; lo que agitó su corazón fue ver a Jimin a pocos metros de él, tirado en el suelo, cubierto de sangre.
El tteobbokki, esparcido sobre el suelo, junto al collar del gato negro y las figuras de dragones, se mezcló con la sangre de su novio, quien tenía los ojos abiertos, la mirada apagada, y no pestañeaba.
Park Jimin murió en el acto. No fue la única víctima del atropello masivo, hubo otra muchacha que perdió la vida a raíz del impacto de la furgoneta, que los arroyó brutalmente a los tres. Yoongi vio cómo tapaban el cuerpo de su novio antes de ingresar en la ambulancia, y desde ese instante, dejó de luchar.
Min Yoongi fue la tercera víctima mortal. Murió en la ambulancia, a medio camino del hospital.
Sé que algunas personas os habéis estado preguntando qué hubiera sido de Yoongi, Jimin, Tae y JK en la línea original. Pues fuera dudas, aquí tenéis la respuesta. ¿Creíais que el Yoonmin iba a tener un final feliz? ¿Cómo os habéis sentido con su historia?
En el próximo capítulo veremos lo que ocurre con el Taekook. 👀
Gracias por todos los consejos que me habéis dado. Algunas infusiones no las había probado y además de ser efectivas, están muy ricas. Últimamente ya estoy durmiendo mejor, lo que es un alivio. Espero que los consejos que me habéis dejado en el capítulo anterior también les sean de utilidad a otras personas.
¿Cómo estáis? ¿Cómo os va todo? ¿Preparados para el final? Ya va quedando poco. Cuidaros mucho y mil gracias por leer. 💜
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