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Yoongi se encargaba de entrenar a todas las personas de la isla que querían aprender a sobrevivir. No importaba el estado de salud ni la edad que tuvieran, él se ocupaba personalmente en crear un entrenamiento acorde a cada individuo.
Todos los que participaban en sus clases decían lo mismo sobre él; Yoongi era muy exigente, pero nunca perdía la calma. En lugar de gritar, animaba. En lugar de insultar, apoyaba. Algunos iban con el miedo de encontrarse a un hombre déspota, dado que a veces, las personas en puestos similares tendían a tratar a otros como basura. Los que temían a un instructor así, se asombraban cuando veían que era todo lo contrario.
Yoongi creía que la gente rendía mejor cuando se la educaba desde el respeto. Además, con sus métodos lograba que a sus alumnos les gustara ir a entrenar, que sintieran la motivación de continuar en su tiempo libre y que hicieran de sus rutinas de ejercicio una costumbre.
De vez en cuando tenía que lidiar con alumnos rebeldes, que no le hacían caso o que ya se creían lo suficientemente fuertes como para matar infectados por su cuenta. A esos tampoco les gritaba, les pedía una prueba de sus aptitudes, como por ejemplo, que lucharan con él cuerpo a cuerpo, y cuando lo hacían, no solo los vencía con una diferencia aplastante, también les mostraba todas sus carencias.
La gran mayoría le tenía un inmenso respeto por su contribución en la salvación de Inyeon, pero los que eran más jóvenes solían comenzar con cierta desobediencia, aunque al final terminaban admirando a su instructor.
A Jungkook le gustaba ver las clases que impartía. Le encantaba la serenidad que transmitía y lo bueno que era puliendo las debilidades de sus alumnos y motivando a los más inseguros. Era relajante observar a Yoongi, excepto cuando instruía a los que deseaban unirse al equipo de expedición.
En ese caso, las exigencias se triplicaban. Yoongi solía descartar al 95% de los aspirantes que completaban su programa. Debían ser personas habilidosas con toda clase de armas, evidentemente, pero también necesitaban saber trabajar en equipo, ser prudentes, valientes, saber seguir órdenes y tener una fuerte estabilidad emocional, algo que no era fácil de encontrar. Taehyung se fiaba del criterio de Yoongi y nunca aceptaba a nadie que no tuviera el visto bueno de su hermano.
Las únicas personas que recibían clases privadas eran sus hijos y los hijos de sus amigos. Aunque también participaban en las clases comunes, a las que asistían todos los niños, Yoongi y Jungkook los instruían más allá de lo habitual.
Junggi, Taeju, Yeji, Sohee, Hoseokie, Namie y Jjin, aprendían a luchar cuerpo a cuerpo, a manejar katanas, machetes, arcos y ballestas, aunque luego se especializaban en una de ellas. Los siete aprendían a buscar comida, a hacer fuego, a rastrear y a realizar primeros auxilios. También estudiaban a los infectados, sus puntos débiles, sus comportamientos, cómo proceder si se encontraban con un equis o un viridis, y qué evitar.
Yoongi y Jungkook les enseñaban todo lo que sabían con la esperanza de que ninguno de ellos tuviera que poner esos conocimientos en práctica, pero con la certeza de que si alguna vez ocurría, estuvieran lo suficientemente preparados como para sobrevivir sin ayuda.
De todos, Taeju era el más hábil y también el que más horas pasaba entrenando. A veces, después de terminar su clase con Yoongi, salía a correr por la playa y a la vuelta, le pedía otra clase a Jungkook. Taeju se había hecho de todo, esguinces, cortes, golpes... Y nada lo detenía. Tenía una determinación única y extraordinaria, que Yoongi no había encontrado en ningún otro alumno.
Otro de los más destacados era Junggi. Su hijo parecía una enciclopedia andante que absorbía cualquier tipo de información como una esponja. Como pasaba horas y horas en el laboratorio, trabajando en sus proyectos, solía aportar nuevos datos sobre los infectados que para el equipo de expedición eran de vital importancia. Sus descubrimientos resultaban esenciales, pero Junggi no era solo un cerebrito, también se le daba bien luchar.
A diferencia de Taeju, que eligió la katana como su arma preferente, Junggi llevaba desde los seis años enamorado del tiro con arco. Tenía una puntería envidiable y una templanza perfecta, mientras que Taeju contaba con una gran agilidad y fuerza.
Al principio, Sohee también se decantó por el tiro con arco, pero después de varios días sintiendo que algo no encajaba, vio a Taehyung practicando en el bosque con una ballesta y su forma de usarla le pareció tan elegante, que decidió seguir los mismos pasos que él.
Yeji lo tuvo más claro que su prima. Desde pequeña quería utilizar un florete, igual que la muchacha de su libro de ilustraciones favorito. Por desgracia, no había nadie en la isla con conocimientos de esgrima, por lo que tuvo que descartar esa idea. Cuando Junggi se enteró del deseo de su hermana, se leyó un manual de esgrima de seiscientas páginas y la instruyó él mismo siguiendo los pasos del libro. Aquel gesto no sorprendió a sus padres, que ya sabían lo generoso que era su hijo, pero sí los asombró por la gran capacidad que tenía de aprender, entender y enseñar, todo al mismo tiempo.
Para Jjin también fue fácil decantarse por un arma. Le gustaban tanto las espadas de los cuentos que le leían sus padres, que lo primero que hizo cuando asistió a clases de carpintería fue tallar una de madera. A diferencia de Taeju, que amaba las katanas, Jjin estaba fascinado con las espadas de hoja ancha y curva, como lo era el Alfanje de la Edad Media.
Al principio, Hoseokie optó por un arma que le permitiera estar a una distancia prudente de sus adversarios, pero sus habilidades de combate cuerpo a cuerpo eran tan buenas, que decidió seguir la sugerencia de Yoongi y especializarse en machetes.
A Namie le sucedió algo parecido. Le atraía la idea de luchar con una katana, pero cuando la probó varias veces le resultó difícil de manejar. Yoongi le recomendó el tiro con arco y aunque la sugerencia no le convenció del todo, pronto notó que era un arma que le iba como anillo al dedo.
Aunque los siete eran muy diferentes, todos se tomaban sus ejercicios en serio y trabajaban muy duro para mejorar. Por eso, Yoongi tenía la esperanza de que, en un futuro, de ese pequeño, pero talentoso grupo, pudiera salir el instructor que necesitaba la próxima generación de Inyeon.
Había transcurrido una semana desde el cumpleaños de Sohee, y Taeju estaba entrenando como de costumbre en el bosque. Después de correr cinco kilómetros por la playa y realizar sus sentadillas y flexiones habituales, se puso a saltar a la cuerda para agotar toda la energía que le quedaba.
Taeju se detuvo después de saltar cincuenta veces seguidas para beber un poco de agua. Cuando estaba a punto de coger la cantimplora, escuchó una rama romperse a sus espaldas y se giró ágilmente para detener un puñetazo.
Con un movimiento rápido bloqueó el segundo derechazo, luego el tercero y por último una patada que iba dirigida a su estómago. Taeju contraatacó agarrando las dos piernas de su oponente, aproximadamente a la mitad del muslo, y tiró hacia arriba para forzarlo a caer sobre su espalda.
El golpe que se llevó Junggi fue tan contundente que se le escapó un joder muy alto. Taeju cayó sobre él y cuando notó que iba a quejarse, lo calló con un beso. La intimidad de sus lenguas hizo que Junggi olvidara el dolor y se centrara en la tensión que surgió entre ellos.
—Nunca me vas a ganar, Min Junggi— aseguró mientras lo besaba —Soy mejor que tú, ya va siendo hora de que lo aceptes.
—¿Quién lo dice?
—El que está encima de ti.
—¿Y aún sigues creyendo que has ganado tú?
—¿Lo has planeado?— la sonrisa de Junggi fue tan pícara y coqueta que Taeju se sonrojó —¿Qué? Pero... Eres diabólico. Mierda, me encantas.
Junggi le apartó el flequillo del rostro con mucha delicadeza. Taeju estaba empapado en sudor, pero no olía mal, al contrario, su aspecto desaliñado le resultaba muy atractivo. Sus labios se volvieron a unir, esta vez por voluntad del mayor, y mientras sentía la electricidad que causaba el roce de su lengua, sus manos se fueron deslizando lentamente por su espalda.
Taeju se tensó cuando las notó tan abajo. ¿Iba a tocarle el trasero? ¡Por favor! Llevaban una semana juntos y no habían pasado de los besos con lengua. No había prisa, claro, eran jóvenes y tenían todo el tiempo del mundo, pero se moría de ganas por avanzar un poquito más.
—¿Puedo?— preguntó Junggi tímidamente.
Taeju consintió con la misma timidez y la pareja se volvió a besar con ternura, aunque también con cierta impaciencia. Las caricias de sus lenguas, suaves e íntimas, resultaban muy dulces para ambos, pero cuando Junggi le apretó el trasero, la sensación de Taeju se convirtió en algo más sensual.
El menor tomó valor para meter la mano por debajo de la camiseta de su chico y aunque el tacto de su piel estimuló sus sentidos, un fuerte estornudo a sus espaldas congeló su excitación. Taeju se bajó inmediatamente de su novio y se alejó a toda prisa mientras Junggi se levantaba del suelo apoyándose en un árbol.
Cuando Jungkook apareció de entre los árboles, estaban tan contrariados que hasta él lo notó.
—¿Sucede algo?
—¿Qué haces aquí?
Junggi notó que la pregunta de Taeju había sonado muy brusca.
—Te estaba buscando.
—¿Por qué? ¿Espera, cómo sabes que estoy aquí?
—¡¿No es este el lugar que usas para entrenar?!— Jungkook frunció el ceño —¿A qué viene tanta pregunta?
Taeju se maldijo a sí mismo por no reaccionar de una forma más natural. Si quería estar con Junggi, entonces debía aprender a mentir mejor o sus padres los iban a descubrir en dos días.
—Lo siento, tío Koo, es que está bastante cascarrabias porque le he ganado en una pelea— Junggi le sonrió a Taeju descaradamente —Quizá la próxima vez tengas más suerte.
Taeju no daba crédito. ¿Cómo podía ser tan sinvergüenza? Nunca le había ganado, ni una sola vez. ¿Cómo se atrevía a mentir sobre un tema tan serio?
—La venganza es un plato que se sirve vacío.
—¿Vacío?— Junggi soltó una carcajada muy fuerte —La venganza es un plato que se sirve frío, bobo.
Jungkook se quedó alucinado cuando su hijo alzó el dedo corazón, todo enfurruñado.
—¡Taeju, no seas grosero!
Mientras Jungkook regañaba a su hijo por la peineta, Junggi le guiñó un ojo y salió corriendo. La actuación de ambos había sido buena, pero si no llega a ser por el estornudo, Jungkook los habría pillado con las manos en la masa.
—¿A dónde ha ido Junggi?— preguntó sorprendido por su repentina ausencia —Después tienes que disculparte con él, ¿me has entendido?
—Mmm...
—¿Qué te pasa?— Jungkook lo miró de arriba abajo —Si pierdes debes aceptar la derrota y no pagar tu frustración con tu primo.
Taeju apartó la mirada. Ahí estaba otra vez, esa maldita palabra. No le importaba oírla con Yeji o Jjin, pero odiaba profundamente cuando iba dirigida a Junggi. Cada vez que alguien la pronunciaba le hacía sentir como un pervertido.
—Papá, ¿tienes un rato? Ahora que estamos a solas, quería comentarte algo.
Jungkook se sentó en el suelo junto a su primogénito y aguardó hasta que este comenzó a hablar.
—Mi mejor amigo sabe exactamente lo que quiere hacer con su vida y tiene las habilidades para lograrlo, pero yo...— dijo recalcando especialmente la parte de mejor amigo —He trabajado en el campo, en el invernadero, con los pescadores y en la carpintería. He probado a dar clases particulares, incluso he sacado mierda de las caballerizas...
—Hijo, esos trabajos los has hecho porque estabas castigado.
—Eso son detalles, papá— le restó importancia —Lo que quiero decir es que no tengo un plan B. Si no sale el plan A, no sé qué haré con mi vida.
—¿Y cuál es el plan A?
Taeju lo balbuceó muy bajito porque le daba vergüenza decírselo, pero Jungkook no entendió ni una sola palabra.
—Tienes huevos para escaparte a la península, pero no para decirle a tu padre lo que quieres hacer— Jungkook comenzó a hacerle cosquillas en las costillas y Taeju rompió a reír fuertemente —No pienso parar hasta que lo sueltes, Tabi.
Tabi era un diminutivo cariñoso que sus padres habían sacado de κουτάβι, cachorro en griego, y solo ellos lo llamaban así.
—¡Para, papá, ahí no, para, que me muero, papá!
—¿Quieres que siga en las axilas y en el cuello?
—¡Quiero ser como tú, papá!
Jungkook se detuvo de sopetón por la inesperada respuesta.
—¡Quiero proteger a la gente, quiero ser parte del equipo de expedición y quiero cuidar de mi familia como lo haces tú!— soltó de carretilla y rojo como un tomate —¡Para entrar en el equipo de expedición tengo que pasar por un entrenamiento muy duro y sin tu permiso, no podré presentarme ni siquiera a la prueba de admisión!
Jungkook lo miró tan fijamente a los ojos, que Taeju tuvo la sensación de que iba a vomitar el agua que había tomado.
—Me halaga que quieras hacer lo mismo que yo— dijo poniendo la mano sobre la nuca del muchacho —Pero, ¿estás seguro de que quieres ir por ese camino? Si tu tío no te da el visto bueno, no hay nada que yo pueda hacer por ti.
—Appa es muy estricto y no me dejará unirme sin la aprobación del tío Yoonie, pero... Si entreno tan duro es porque sé que ese es mi lugar. Por favor. Sé que es complicado, pero déjame hacerlo.
—¿Desde cuándo lo tienes tan claro?
—Desde que os vi en la península. Antes siempre me preguntaba por qué ibas con appa. Me daba mucho miedo quedarme huérfano por segunda vez... Pero ahora lo entiendo. No se puede ir a la península con cualquiera. La gente que te acompaña debe estar a un alto nivel, por eso el tío descarta a tantas personas. Tú y appa no necesitáis palabras para comunicaros, sois como dos almas en un solo cuerpo, ¿verdad? Después de ese día lo entendí. Hay más probabilidades de que pase algo malo si uno de los dos se queda aquí.
A Jungkook le conmovió cómo lo expresó su pequeño y aunque llevaba razón, la decisión de seguir yendo juntos también se debía a que el interés por unirse al equipo de expedición era algo reciente. Antes nadie quería ir a la península, por eso el grupo era tan reducido. Taehyung y Jungkook sabían que era un riesgo y lo habían hablado muchas veces, pero los dos creían firmemente en que si cuidaban el uno del otro, era más factible regresar con vida.
—Deberías trabajar conmigo en comisaría.
—¿Cómo?— los ojos de Taeju se abrieron como platos —¿Contigo? ¿Lo dices en serio?
—Has dicho que quieres proteger a la gente y para eso tendrás que llevar uniforme, ¿no? Además, los viajes a la península son anuales, vas a necesitar otra ocupación durante los trescientos sesenta y cuatro días restantes. Ahora que sé lo que quieres hacer, haremos un entrenamiento especial para que puedas alcanzar tu objetivo.
—¡Eres el mejor!— Taeju lo abrazó emocionado —¡Te quiero mucho!
—Y yo a ti, hijo— a Jungkook se le agitó el corazón. Estaba conmovido porque su niño quería tomar el mismo camino que él, pero sobre todo estaba orgulloso de lo valiente que había sido al compartir sus deseos con él.
Jungkook no iba a ser como Park Jongsuk, no iba a oponerse a los sueños de sus hijos. Los iba a apoyar y a guiar en su camino, justo como se juró que haría el mismo día en que decidió convertirse en padre.
—¿Crees que appa se enfadará si trato de unirme al equipo de expedición?
—No, aunque es posible que no le guste. Ya sabes cómo es, quiere que tú y tu hermana estéis siempre a salvo— Jungkook besó a su hijo en la cabeza —Tienes que pasar la prueba, así no tendrá más remedio que admitirte.
Taeju sonrió de oreja a oreja. Si su padre lo entrenaba, entonces sus probabilidades de éxito eran mucho más altas. Junggi estaba trabajando en una vacuna y él debía lograr sus metas para no quedarse atrás. Quería estar a la altura de su novio, enorgullecer a sus padres y sobre todo, dedicarse a algo que lo apasionaba de verdad.
Sobre las doce de la noche, Junggi salió del laboratorio con los ánimos por los suelos. Había probado una vacuna experimental en ratones y los resultados indicaban que no era efectiva.
Tras la escapada a la península, sus padres se sentaron con él para hablar de su inmunidad. A Junggi le sorprendió mucho, pero en lugar de sentirse contrariado por la noticia, se lo tomó como un regalo. Desde ese mismo instante pausó la idea de utilizar el genoma de una planta y se centró en analizar su propia sangre. También le pidió muestras a Jimin y Jungkook, dado que ambos habían pasado por un contagio.
Junggi solicitó el informe médico de su difunta madre en el hospital y después de estudiarlo minuciosamente, llegó a la conclusión de que su inmunidad se debía a una consecuencia directa de la combinación entre la vacuna de su padre y la enfermedad de su madre. Cuando se lo comentó a Taeju, lo primero que le dijo fue; eres un milagro.
Y su novio no estaba tan equivocado. ¿Qué probabilidades había de que, después del fin del mundo, su padre, que había sido vacunado con una de las pocas dosis que existían, y había superado un contagio, fuera a tener un hijo con una mujer cuya enfermedad padecía una de cada cuatro millones de personas?
Junggi llevaba dos años tratando de crear una vacuna efectiva, pero no lograba pasar de las pruebas con animales. ¿Qué estaba haciendo mal? ¿Qué se le estaba escapando?
Cansado y frustrado, Junggi regresó a casa con la sensación de que se iba a llevar una buena bronca. A sus padres no les gustaba que se saltara las comidas y ese día se las había saltado todas. Cuando entró por la puerta se topó con Yeji, que estaba sentada en el escalón de la entrada con una expresión tan inquietante, que se le estrujó el corazón.
—¿Qué ocurre?
—Jjin no ha vuelto a casa— dijo mientras se levantaba —Papá y appa han salido a buscarlo.
Junggi no se lo podía creer. Que Jjin no estuviera en casa a esas horas de la noche era más que preocupante. Aunque el pueblo era seguro, en verano no solía salir después de las nueve, a menos que estuviera acompañado. Además, era un chico muy responsable. Si iba a llegar tarde, siempre avisaba con antelación y si salía a algún sitio, dejaba una nota.
—Appa me ha dicho que me quede en casa por si vuelve, pero... ¿Crees que le ha pasado algo?
—Lo más probable es que se le haya pasado la hora en casa de un amigo— dijo para calmarla, aunque ni él se lo creía —Voy a salir a buscarlo, intenta estar tranquila.
Yeji no podía. Tenía mucho miedo de que le hubiera sucedido algo grave. En la isla no había infectados, pero existían otros peligros. ¿Y si le había ocurrido lo mismo que al chico que se rompió el cuello tras caer de un caballo? Yeji no quería pensar en lo peor, pero su mente no parecía querer colaborar con ella.
—Seguro que ya lo han encontrado y por eso no me han avisado. Le estará cayendo una bronca.
—Oppa, no he sido buena con él... No debí llamarlo champiñón...
—Yo le dije que era tan brillante como un agujero negro y el doble de denso, pero no lo entendió— Junggi la abrazó —Somos hermanos y a veces nos decimos cosas que no deberíamos, pero los tres nos queremos y los tres lo sabemos.
—Quiero que vuelva a casa...
—Va a volver, ya verás.
Y aunque Junggi salió de su hogar con la esperanza de hallarlo pronto, la búsqueda se alargó toda la noche.
Sus padres miraron primero en casa de sus tíos, luego en casa de sus amigos y por último en sus sitios favoritos, pero como no dieron con él, Jimin, Jungkook, Junggi, Taeju, Minho y Momo, comenzaron a peinar el bosque junto a Changwook, Wooshik, Sungjae y Eunha. Chanmi, Yeonjun, Soobin, Dongwook y Hyun Bin acompañaron a Yoongi y a Taehyung a rastrear la playa, mientras Sana organizaba a un grupo de voluntarios que iba puerta por puerta para ver si el pequeño se encontraba en casa de algún otro vecino.
Para que Yeji no estuviera sola en un momento tan delicado, Sohee decidió quedarse con ella en lugar de salir con los demás. Las muchachas pasaron la noche sentadas en el escalón de la entrada, esperando a que Jjin apareciera por la puerta y todo quedara en un susto.
Cuando el sol comenzó a salir por el Este, Yoongi vio algo flotando en el mar. Estaba a bastante distancia de él, por lo que no podía saber qué era. Inquieto se fue acercando con la sensación de que la forma del objeto se parecía a una espalda. No quería pensar en que aquello, que estaba flotando ante sus ojos, pudiera ser el cuerpo de su hijo, pero era imposible evitar ese horrible pensamiento.
Taehyung regresó con su hermano tras comprobar que en la zona sur no había ni rastro de Jjin. Cuando vio a Yoongi de rodillas junto a la orilla y con la cabeza gacha, se temió lo peor.
Su mundo se vino abajo al creer que el objeto que flotaba en el mar era su preciado sobrino. Desde lejos daba la sensación de que era un humano, pero cuando alcanzó a su hermano, confirmó que se trataba de una bolsa. Y entonces comprendió por qué Yoongi estaba arrodillado. El susto que se había llevado había sido demasiado para él.
—Hyung...
—¿Dónde está mi hijo, Tae?
El miedo y la angustia que transmitía a través de su voz le partió el corazón. Taehyung no sabía cómo darle fuerzas después de ocho horas de búsqueda. Lo que había iniciado como un niño llegando tarde a casa, se había convertido en una película de terror.
—Tenemos que seguir, hyung.
Yoongi sabía que su hermano tenía razón. Debía apartar el miedo hasta encontrar a su niño. No podía rendirse, no podía.
En el bosque, en la parte Este donde estaba buscando su marido, tampoco hubo suerte. Jimin se había pasado horas gritando su nombre, esperando a que en cualquier momento surgiera la voz de su hijo llamando por él, pero lo único que oyó fueron las voces de sus compañeros.
Jimin no habría soportado el paso de las horas sin la compañía de Jungkook. Tener a su hermano a su lado fue de gran importancia para no desmoronarse, sobre todo en las horas de oscuridad. A diferencia de Yoongi, a quien lo invadieron los peores pensamientos, Jimin estaba convencido de que lo encontrarían con vida. Para él no existía otra posibilidad, su mente no podía hacerle frente a otra posibilidad.
Con los primeros rayos de sol, Jimin sintió un poco más de esperanza. Quería creer que su hijo estaba cerca, necesitaba agarrarse a esa posibilidad para no sucumbir ante la desesperación.
—Hyung, todavía no hemos mirado en la zona prohibida.
En esa zona habían retenido a Hyungsik durante trece años y Jungkook creía que las probabilidades de encontrar allí a su sobrino no eran bajas. Los niños solían tener mucha curiosidad y cabía la posibilidad de que se hubiera metido en una de las casas modulares que no abrían desde dentro.
Mientras iban a comprobarlo, Junggi y Taeju seguían buscándolo en otra parte del bosque. Hacerlo en plena oscuridad había sido difícil, pero desde el amanecer resultaba mucho más sencillo moverse por allí.
—No lo entiendo... ¿Cómo es posible que no lo hayamos encontrado?— Junggi siguió caminando detrás de su chico —La isla no es tan grande y hay mucha gente buscándolo. Esto no tiene sentido.
—Solo se me ocurre una cosa.
—¿Crees que está muerto?
—No— Taeju tomó sus manos para calmarlo —No creo que Jjin esté muerto.
Para Junggi fue importante oírselo decir. Él tampoco creía en esa posibilidad, pero el miedo comenzaba a pasarle factura.
—Creo que tu hermano se está escondiendo de nosotros.
Junggi no había pensado en una desaparición voluntaria. Desde el primer momento asumió que le habría sucedido algo malo, dado que Jjin no tenía motivos para desaparecer.
—¿Crees que mi hermano lo sabe?
—¿Qué otra cosa podría ser?
El grupo de Yoongi se unió al grupo de Jimin tras terminar el rastreo en la playa. En la zona prohibida tampoco dieron con el niño, lo que hizo que Jungkook comenzara a sospechar.
Entre tanto, Taeju condujo a Junggi a la parte del bosque donde creía que se escondía su hermano. Aunque los muchachos no tenían constancia de ello, estaba muy cerca de la tumba de Hyungsik.
En ese lugar había una morera blanca de diez metros. Cualquier persona, por alta que fuera, se podría esconder detrás de sus hojas gracias al tamaño y la densidad. Junggi no sabía si daría resultado, pero confiaba en la teoría de Taeju. Su novio se colocó junto al tronco y alzó la cabeza todo lo posible para ver lo que había detrás de las hojas.
—¡Ahí está!
Junggi corrió a su lado y alzó la cabeza con unas inmensas ganas de llorar. En una de las ramas más altas vio a su hermano apoyado sobre el tronco del árbol.
—¡Seokjin! ¡Min Seokjin!
Jjin se asustó mucho al oír su nombre. Solo lo llamaban Seokjin cuando lo iban a regañar o la conversación se había puesto muy seria. En cuanto bajó la mirada y vio a Junggi, le entró miedo y se escondió detrás de otra rama.
—¿Cómo se atreve este mocoso a esconderse de mí?— Junggi trató de trepar por el tronco, pero no conseguía subir —¡Maldita sea, esto no puede ser tan difícil!
—Me estás dando vergüenza ajena— Taeju no se pudo resistir y le dio un azote en el trasero —Es un tronco muy ancho y si sigues así, no vas a llegar ni para año nuevo. Déjame a mí, de todas formas estás muy alterado y no queremos que Jjin se espante, ¿verdad?
Junggi se apartó enfurruñado. Trepar no se le daba tan mal, pero ese árbol era imposible.
—No te enfades— Taeju lo abrazó por la espalda y lo besó en la mejilla, un gesto que no pasó desapercibido para Jjin —Eres mejor que yo en todo lo demás, pero debes aceptar que trepar árboles es especialidad mía.
—No me enfado, sé que eres mejor...
—Solo odias no ser bueno en algo— Taeju se rió por lo adorable que era su expresión cuando hacía un puchero —Lo voy a bajar y después nos iremos a casa.
—Gracias, Tai.
La mirada de Junggi aceleró el pulso de Taeju. Aunque en ese momento quería besarlo, se apartó de él con una entrañable sonrisa.
Alcanzar a Jjin lo llevó poco más de un minuto. Pese a que Junggi lo había visto en muchas ocasiones, se quedó asombrado por la rapidez en la que subía. Taeju se movía sin dificultad porque llevaba años haciéndolo. Además, sabía dónde debía agarrarse para no hacerse daño y para no romper ninguna parte del tronco.
Taeju era muy respetuoso con la naturaleza y le tenía un gran amor a los árboles. No entendía mucho de plantas, ese era más el campo de Junggi, pero de árboles sabía bastante. Cuando el muchacho alcanzó la rama de Jjin, el chiquillo no supo cómo reaccionar.
—¡Te encontré!— Taeju sonrió de oreja a oreja —¿Nos vamos o qué? Tienes a todo el mundo preocupado.
—No pienso irme de aquí.
—¿Por qué?— se sentó enfrente de él, dejando las piernas colgando en el aire —¿Piensas quedarte a vivir con los gusanos de seda?
Jjin se encogió de hombros.
—¿No quieres contarme lo que está pasando? Creía que yo era tu primo favorito.
—Y lo eres, hyung...
—¿Entonces?
Junggi se sentó en el suelo mientras oía la conversación.
—No quiero volver a casa... Todos me mienten...
—¿Por qué dices eso?— Taeju se hacía una idea, pero no quería precipitarse —¿En qué te mienten?
—Sobre mis papás biológicos... Lo he oído todo... Estaba jugando en el parque cuando unos hombres pasaron a mi lado diciendo que me tenían mucha lástima porque mis papás biológicos habían sido asesinados por el papá de Yeji noona. También dijeron que el gobernador había sido muy generoso en adoptar al hijo de las víctimas, pero que había sido muy cruel en adoptar también a la hija del asesino.
Junggi se mordió el labio de la rabia. ¿Cómo podían ser tan miserables? ¿Cómo podían hablar de un tema tan delicado delante de Jjin? ¿Por qué la gente no se metía en sus propios asuntos?
—Yo sé que soy adoptado. Mis papás encienden una vela cada año durante Chuseok por mis papás fallecidos y también lo hacen por Junggi hyung y Yeji noona— Jjin apoyó la cabeza contra el tronco —Hace tiempo les pregunté qué les había pasado a mis papás biológicos y me mintieron, me dijeron que habían muerto en un accidente.
Junggi recordaba aquel día. Jjin tenía seis años cuando se lo preguntó a Jimin y su padre se quedó pensando en una respuesta. Fue Yoongi quien le contó aquella mentira para protegerlo de la verdad.
—Mis papás biológicos también fueron asesinados— compartió Taeju con él —A mí la gente del orfanato me contó lo mismo que a ti, que había sido un accidente, pero hace unos meses se lo pregunté a mis padres y ellos me dijeron la verdad.
—Al menos los tuyos no te han mentido...
—Porque tengo dieciséis años, tú eras mucho más pequeño, ¿verdad? Sé que te sientes dolido, pero cualquier padre querría proteger la infancia de su hijo.
—¿Y por qué han adoptado a Yeji noona si su papá es un asesino?— replicó molestó —Dices que querían protegerme, pero él mató a mis papás biológicos. No tiene sentido. Ella no debería ser mi hermana...
El cabreo que se pilló Junggi al escuchar esas palabras fue monumental. Si su hermano tenía esa clase de pensamientos, se debía a lo que habían dicho esos hombres.
—¿Sabes lo que pasó en realidad?— Junggi alzó la voz para hacerse oír, pero no le habló en un tono brusco, sino tranquilo y pausado —¡Nuestros padres conocieron a Yeji en el orfanato y decidieron adoptarla, pero ella no quiso irse de allí sin ti! ¡Yeji te estuvo protegiendo durante meses, desde que viniste a este mundo se encargó de ti! ¡No quería abandonarte y cuando una familia se la llevaba, se portaba mal para volver al orfanato contigo! ¡La única razón por la que Yeji aceptó quedarse con nosotros, fue porque nuestros padres accedieron a adoptarte a ti! ¡Yeji te ha considerado su hermano desde que naciste!
Taeju notó como la expresión de Jjin iba cambiando.
—¡El padre de Yeji también mató a su madre, también le arrebató a la persona que más quería! ¡Yeji no tiene la culpa de lo que hizo ese hombre, ella es otra víctima! ¡De hecho, el padre de Yeji también iba a matarla a ella, fue el tío Koo el que os salvó a los dos!
Taeju conocía la historia porque Junggi la había compartido con él. Jjin, en cambio, se quedó tan conmocionado que por un breve instante no pudo ni parpadear.
—¡Todavía eres un niño, es lógico que nuestros padres se guarden un secreto tan horrible como ese! ¡Eso no quiere decir que nunca te vayan a contar la verdad!
Las lágrimas comenzaron a fluir como un río por las mejillas del chiquillo. Los hombres del parque se habían expresado de una forma tan fría, que le dieron a entender que sus padres no lo querían porque habían adoptado a una muchacha, cuya sangre era la misma que la del asesino de sus padres biológicos. Y en ese momento, en el que Jjin se sintió desbordado por el dolor, el resentimiento, la confusión y la traición, llegó a la errónea conclusión de que su hermana se metía con él porque lo odiaba igual que su padre había odiado a los suyos.
Jjin se sentía culpable por haber pensado mal de su familia y estaba avergonzado de lo injusto que había sido con su hermana. Junggi se puso de puntillas, impulsado por las ganas de abrazarlo, pero como no podía, fue Taeju quien lo estrechó entre sus brazos.
—Tranquilo, ya pasó.
—Pero... Pero me he equivocado...
—Tienes once años, te vas a equivocar tantas veces que tus padres se van a quedar tan pelados como dos ratas topo.
En lugar de calmar su llanto, el chiquillo lloró con más fuerza.
—¡¿Taeju, a ti qué te pasa?!— lo regañó Junggi desde abajo —¡Así no ayudas!
Taeju quería ser simpático, pero la broma le había salido mal. Jjin, al fin y al cabo, era solo un niño que creía haber cometido un error imperdonable.
—Nadie se va a enfadar contigo. Tu familia te quiere y lo único que desean es que vuelvas a casa con ellos— le dijo mientras acariciaba su espalda —Si te quedas aquí, tus padres se pondrán muy tristes. ¿Y qué harán tus hermanos? Todos te necesitan, Jjin.
El llanto del pequeño comenzó a cesar entre los brazos de su primo.
—¿Te parece bien si bajamos ahora?
—Es que...
—No tengas miedo— Taeju lo notó contrariado —Tu hermano no está enfadado contigo, solo quiere darte un abrazo.
—Taeju hyung...— Jjin lo miró avergonzado —Cuando subí estaba muy enfadado, pero después ya no pude bajar... Está muy alto y me da miedo...
—Para eso he venido yo, para ayudar a mi primo favorito a ponerse a salvo— dijo con una enorme sonrisa —Quiero que te agarres bien y que cierres los ojos todo lo fuerte que puedas. Te prometo que en unos pocos minutos estaremos en tierra firme.
Taeju se dio la vuelta con tanta facilidad que parecía un gimnasta sobre una barra. Jjin sabía cómo debía sujetarse por las clases de supervivencia y procedió ante la nerviosa mirada de su hermano.
—¿Estás listo?— preguntó cuando lo alzó a caballito —Tienes que sujetarte muy bien, pero no vayas a agarrarte de mi cuello.
—Hyung...
—¿Sí?
—¿De verdad soy tu primo favorito?— preguntó ilusionado —¿No lo es mi hermano?
—Tu hermano no es mi primo... Él es... Es mi mejor amigo.
La respuesta le sacó una gran sonrisa. Para él, Taeju era su primo favorito desde que tenía uso de razón. Le encantaba pasar tiempo con él y aunque quería a todos sus primos, con Taeju tenía más afinidad.
Junggi comenzó a caminar de un lado a otro mientras su novio descendía con su hermano a cuestas. Habían tenido entrenamientos con sacos de arena, por lo que su peso no suponía un problema para alguien como Taeju, y aun así, le preocupaba que alguno de los dos pudiera salir herido.
Afortunadamente, Taeju logró ponerlo a salvo sin un solo rasguño. Cuando Jjin se bajó de la espalda de su primo, Junggi lo abrazó emocionado.
—Lo siento mucho, hyung...
—Solo importa que estés bien, solo importa eso...
El pequeño volvió a sollozar y Junggi se quebró con él. Lo había pasado fatal, nunca en toda su vida había sentido tanto miedo, ni siquiera cuando Hyungsik se lo llevó al bosque, aunque claro, de aquello solo le quedaba un vago recuerdo.
Taeju estaba muy feliz por haber sido de ayuda. Le tenía mucho cariño a Jjin y verlo abrazado a Junggi, lo puso muy contento.
—Tenemos que volver a casa, todos están muy preocupados por ti.
—Hyung, tengo que hacer pis...
Junggi lo llevó de la mano para que tuviera privacidad detrás de la morera blanca. No pasaron ni quince segundos cuando Taeju lo vio regresar sin su hermano. Estaba caminando tranquilamente, pero de un momento a otro comenzó a correr hacia él, se le echó encima y lo besó en los labios.
—¿Qué haces?— susurró Taeju mirando hacia el árbol —Tu hermano podría vernos.
—Gracias por recuperarlo, eres mi héroe.
Taeju se rindió ante su mirada. Brillaba tanto y su sonrisa era tan dulce, que al final cedió ante la tentación y cuando Junggi trató de apartarse, lo agarró de la muñeca, lo giró y lo besó apasionadamente.
—¿Qué haces?— susurró Junggi pícaramente —Mi hermano podría vernos.
—Estás jugando con fuego, Jun.
—Suerte que sea piscis.
Cuando Jjin volvió con ellos, estaban hablando con la misma complicidad de siempre. El pequeño frotó las manos sobre la tierra, se las sacudió y caminó hacia su hermano. Como no tenía agua para lavárselas, le pareció la mejor alternativa.
Junggi notó que su hermano estaba muy cansado. Había pasado muchas horas sobre un árbol y seguramente no había pegado ojo en toda la noche. Por eso se agachó y le pidió que subiera a su espalda, para llevarlo hasta casa a caballito.
Mientras caminaban por el bosque, Taeju se fijó en que Jjin no apartaba la vista de él. En un principio no le pareció raro, los niños solían hacerlo mucho, pero algo en su mirada le resultó extraño.
—¿Necesitas algo?
—¿Por qué has besado a mi hermano?
La pregunta del niño no sonó a reproche, fue bastante inocente y aun así, a Taeju le dio mucha vergüenza.
—Porque nos queremos mucho— explicó Junggi en un tono risueño —¿Te parece mal que esté enamorado de él?
—¿Puedo seguir jugando con Taeju hyung?— preguntó con la inocencia más pura —Si puedo seguir jugando con hyung, entonces no me parece mal.
—Entre tú y yo no va a cambiar nada— lo tranquilizó Taeju —Tenemos que probar tus espadas de madera, ¿recuerdas?
Jjin lo miró con ojos cándidos, lo que dibujó una cálida sonrisa en el rostro de su primo.
—¿Puedes guardarnos el secreto?— pidió Junggi —No queremos que nadie se entere todavía. Podría haber problemas, ¿entiendes?
—Si hay problemas, yo os defenderé.
A Junggi y Taeju se les escapó una risa muy tierna. Jjin no entendía mucho sobre relaciones, pero lo habían ayudado y no se habían enfadado con él, por eso quería protegerlos a ambos.
—¡Jjin!
A Junggi no le dio tiempo de bajar a su hermano, Jimin se lo quitó de encima y lo abrazó como si no lo hubiera visto en años. Yoongi se unió al abrazo segundos después, besando al benjamín de la familia en varias partes del rostro.
Jjin no pudo contener las lágrimas ante las preguntas que le hicieron. ¿Estás bien, bichito? ¿Estás herido? ¿Te has hecho daño? ¿Dónde te duele? Ni Yoongi ni Jimin le recriminaron nada. A pesar del miedo que habían pasado, solo priorizaron su bienestar.
Junggi se colocó al lado de su novio mientras sus padres le daban de beber a su hermano. Suavemente, rozó sus dedos con los de Taeju, un jugueteó que fue correspondido por él. Yoongi y Jimin no lo notaron porque estaban centrados en Jjin, pero cuando aparecieron Taehyung y Jungkook, la joven pareja cortó el contacto.
El alivio que sintieron los padres de Taeju cuando lo vieron entre los brazos de Yoongi y Jimin, no se podía describir con palabras. Después de llegar a la conclusión de que Jjin se estaba escondiendo deliberadamente, Jungkook compartió sus sospechas y los cuatro pusieron rumbo hacia la zona con mayor densidad de árboles de la isla.
—Taeju, Junggi, ¿estáis bien?— se interesó Taehyung y cuando se lo confirmaron, continuó con la siguiente pregunta —¿Dónde lo habéis encontrado?
—Estaba subido a un árbol y no podía bajar— Junggi agarró a Taeju de los brazos —Ha sido todo gracias a él. Tai lo ha encontrado y lo ha bajado sin ningún rasguño.
Taeju se sonrojó cuando todas las miradas se dirigieron a él. Las de sus padres estaban cargadas de orgullo, mientras que las de sus tíos transmitían agradecimiento.
—Enhorabuena, Tabi, has resuelto tu primer caso— le dijo Jungkook tras despeinarlo —¡¿Ves como en comisaría está tu sitio?! Tengo muchas ganas de empezar a trabajar contigo.
Taehyung y Junggi no sabían que Taeju iba a formarse como policía, aunque tras oír ese comentario les quedó bastante claro. El muchacho se dispuso a darles una explicación, pero no llegó a hacerlo porque Jimin le dio un tremendo abrazo.
—Gracias por encontrar a nuestro hijo.
Taeju negó con la cabeza, quitándole importancia a lo que había hecho. Incluso cuando Yoongi lo abrazó y le dio las gracias, recalcando una vez más lo importante que había sido para recuperar a Jjin sano y salvo, no pudo hacer otra cosa que sentirse cohibido.
Mientras Yoongi y Jimin hablaban con Taeju, Taehyung y Jungkook abrazaron a Jjin. El chiquillo se disculpó con ellos igual que había hecho con sus padres, aunque en esta ocasión fue capaz de contener las lágrimas.
De camino a casa, Yoongi y Jimin no le reclamaron nada, ni siquiera le preguntaron qué había ocurrido. Solo querían darle un baño y una comida caliente para que pudiera descansar. El niño agradeció la comprensión de sus padres, sobre todo porque estaba agotado. Yoongi se lo llevó en brazos mientras Jungkook se encargaba de avisar a los demás de su aparición.
Yeji y Sohee seguían sentadas en la entrada cuando Jjin entró por la puerta. Las niñas lo abrazaron entre gritos de alegría y aunque el pequeño se había tranquilizado, volvió a romper en llanto en cuanto las vio.
—Siento haberte llamado champiñón... Te quiero, Jinnie.
Entre los brazos de Yeji, Jjin lloró más fuerte que nunca. Había dudado del amor de su hermana cuando estaba presente en cada beso, abrazo y palabra. Por eso, lo único que salió de su boca, una y otra vez, fue un sincero te quiero y gracias.
Después de acostar al pequeño, Junggi les explicó a sus padres lo que había ocurrido. Por la tarde, la pareja decidió tener una conversación con Jjin y averiguar quiénes eran esos hombres. Unas horas después, tras conocer la identidad de los individuos, Yoongi y Jimin fueron a hablar con ellos.
Los responsables, dos hermanos de treinta años que se dedicaban a destilar alcohol, habían estado bebiendo cuando Jjin los oyó. Tras enterarse de lo ocurrido, se arrodillaron e inclinaron delante de ellos y se disculparon de corazón. Como su arrepentimiento fue sincero, el incidente quedó zanjado, aunque Yoongi y Jimin nunca lo olvidaron.
Menos mal que ninguno de los personajes padece del corazón. ¡Menudo susto nos ha dado Jjin! ¿Qué os ha parecido el capítulo? Jungkook como padre es adorable, ¿verdad? ¿Y cómo veis la relación de Junggi y Taeju? Espero que os haya gustado. Como me he tomado un tiempo, lo he hecho más largo de lo habitual. 💜
¿Cómo habéis iniciado el año? Espero que todo os vaya bien. Yo estoy impaciente por mañana, por fin sale la colaboración de nuestro Jiminie. 🥺 Tengo muchas ganas de escuchar su voz. Seguro que la canción estará genial. Dadle mucho apoyo a VIBE! 💜 Hasta la próxima~
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