Mil y un finales

La siguiente historia es una adaptación de mi microrrelato original ¿Y vivieron felices?

Le mordí los labios aún húmedos por el alcohol y sentí en ellos el ácido de sus palabras, en contraste con el dulce San Francisco que me estaba tomando. Había tocando fondo, y no precisamente el de nuestras copas. Me miró a los ojos y, antes de decir nada, apartó la vista hacía la barra. Sonreí ante la visión de nuestra historia como un cuento; uno tremebundo, dantesco y sobretodo, corto. Nos quisimos tantísimo que se consumió como una cerilla vieja, tan rápido prendió como se quedó sin aire. Agarré el bolsito que reposaba en mi regazo y de él saqué el dinero justo para pagar por la bebida. No le daría ni una excusa para volver. Un rápido beso con sabor a frutas y un casto adiós fue lo que quedó de ese “nosotros”.

"Sara" le oí decir a mi espalda. Me encendí de ira y deseo e hice oídos sordos. Si volvía la vista atrás correría hacia él, olvidaría todo lo que me había dicho y le suplicaría. Me arrodillaría en el suelo pegajoso por todos los vasos colmados sobre él y le pediría que no se fuera. Así que caminé, agarrando con fuerza mi bolsito y me fuí. 

"¡Sara!". Todo el mundo insistía en buscarme el día en que más perdida me encontraba. Incluso Hank. En contraste al sabor agridulce del adiós ese "Hola" me escocía en la lengua, así que lo dejé ir. Iba de traje y colgaba de su enorme mano un maletín de cuero oscuro. Entre los perfumes de la urbe me llegó su esencia y comprendí que ya había cerrado un libro, era hora de la siguiente lectura. Agradecí a las películas románticas sus "consejos para ligar". Todas esas frases empalagosas y poco afortunadas me rondaban, acechando, amenazando con dejarme en ridículo. Por suerte mi héroe en traje y corbata dió el primer paso. "¿Tomamos una copa?" me preguntó, a lo que yo respondí: "Tengo el coche aquí al lado, podemos ir a mi casa". Nos subimos a la carroza tirada por 150 caballos negros azabache y así, querido diario, descubrí lo que pasa en el castillo después del "vivieron felices y comieron perdices". Nada llena más un corazón roto que la ilusión de un nuevo amor fugaz.