Contemplaba el mar, como la luna se reflejaba en sus tranquilas aguas, y el olor a sal lo inundaba todo. Ella deseaba regresar a él.  Pero era consciente de que iba a morir, de que todo terminaría al amanecer. Puesto que su príncipe se casó con otra.

Entonces, sus hermanas aparecieron, le suplicaron que matará al príncipe para regresar al mar, para volver con su familia. Que la sangre de éste le devolvería su cola de sirena.

Ella cogió la daga, y se presentó en la habitación de su amor, del hombre por quién había dejado todo. Estaba allí durmiendo plácidamente junto a su nueva esposa. La ira se apoderó de ella, y los apuñalo una y otra vez sin piedad. Ella no moriría por ellos, no dejaría que su existencia se apagará.

Miró la hoja del cuchillo ensangrentada, manchada de la esencia del príncipe.

«Al menos, permanecerás conmigo para siempre» Pensó a la vez que su lengua lamía el filo enrojecido, notando el sabor a oxido en su boca. En ese momento, algo en la pequeña sirenita despertó, transformándose en lo que era ahora. Un ser sediento de sangre.

Y ya habían pasado 200 años desde entonces.