Regalo de Invierno
–¿Te consideras un verdadero amante del invierno? –preguntó Laura repentinamente.
–Sabes que sí –respondí sin titubeos. –¿A qué viene eso? –Interrogué.
–Solo quería confirmarlo –dijo sonriéndome pícaramente tras la pantalla. –No olvides que te estaré esperando más tarde.
–Claro, cómo voy a olvidarlo, siempre cuento hasta los segundos que faltan para vernos –dije zalamero.
–Vale, vale –repitió sonrojada–, solo te lo recordaba.
–No era necesario, no te preocupes que ahí estaré.
–Bueno, nos vemos luego, tengo algunas cosas que hacer.
–Hasta horita… Te Quiero –dije lanzándole un beso.
–Te Quiero –respondió devolviéndome el beso virtual. –Te tengo un regalo especial –susurró junto a la pantalla y colgó la videollamada.
–Ay, Laurita –exclamé al vacío– qué estarás planeando –me pregunté–. Bueno, solo tengo que esperar un poco.
Guardé el móvil en mi bolsillo y salí de mi habitación.
–¡Buenos días mi cielo! –exclamó mi mamá apenas verme.
–Buenos días mamá –saludé abrazándola y besándole la mejilla.
–¿Qué planes tienes para hoy?
–Nada especial, iré a pasear por el parque y luego veré a Laura –respondí caminando hacia el refri y miré a ver que encontraba.
–Nada especial, eh, con esa sonrisa que traes grabada, ni qué no te encantara pasear por el parque y más hoy que comenzará a nevar –dijo cerrando el refri delante de mi cara y dándome una taza con chocolate caliente.
–Gracias –dije apoyando mi cadera a la meseta de la cocina y tomando el primer sorbo de chocolate. –¡Qué delicia!– pensé.
–Tengo algo para ti –dijo dándose la vuelta y tomando una caja envuelta en papel regalo–, llegó esta mañana, te lo envía la abuela.
–Oh, qué bien –exclamé y puse rápidamente la taza sobre la meseta y tomé la caja de regalo para abrirlo en cuestión de segundos–. ¡Cool! –exclamé contemplando la chulísima bufanda azul tejida a mano, definitivamente por mi abuela.
–Combina con tus ojos –dijo mi mamá, tomando la bufanda y colocándola alrededor de mi cuello–. Te queda muy bien –agregó besándome la frente.
–Lo sé –dije haciéndome el chulo–, todo los regalos de la abuela quedan bien –sonreí.
–Bueno, me voy al trabajo, pórtate bien.
–Siempre –respondí poniendo los ojos en blanco mientras mi madre caminaba rumbo a la salida.
Retomé el chocolate, ya no tan caliente, y me fui a ver la tv. No hay nada mejor que ver una peli bajo la colcha mientras se bebe chocolate.
Luego de un rato haciendo zapping me decidí a salir, así tendré tiempo de disfrutar del clima.
–Que bien– dije exhalando al abrir la puerta.
Me fascina el hormigueo que siente mi cuerpo cuando entra en contacto con el frío, es adictivo. Me encanta el invierno; saber que todos los molestos insectos del verano desaparecerán, el convertir a la farola frente a la ventana en mi mayor aliada para perderme contemplando el caer de la nieve nocturna antes de dormir. El verano está bien, pero cómo no amar las maravillas del invierno.
Divagando entre mis pensamientos mientras andaba llegué al parque central del pueblo. Todo está teñido de blanco y yo sintiendo intoxicantes escalofríos al ver los montones de nieve virgen, controlando el deseo de dejarme caer sobre ella.
Caminé hacia mi sendero favorito, el más solitario y pacífico, sintiendo la nieve crujir bajo mis pies a cada paso que doy.
Al llegar a mi rincón, como nombré a este pequeño claro en mis días de infancia, me sorprendí al ver un muñeco de nieve bastante simpático y empecé a sonreír al reconocer el gorro que llevaba en la cabeza.
–¿Qué tramas Laurita?¿Dónde estás? –pregunté mirando a mi alrededor.
Al no recibir respuesta devolví mi mirada al simpático muñeco y vi una nota en el pliegue del gorro.
«Te estoy esperando en ¡¡¡nuestro!!! rincón»
–Ay, Laurita, tú y tu manía de hacerme recorrer todo el parque –pensé.
–Es cierto que “nuestro rincón” es más espacioso, igual de solitario y tiene la enorme ventaja de ser dónde nos conocimos hace ya tantos años pero me gusta “mí rincón” y, además, pudiste esperarme aquí ya que estabas –murmuraba mientras atravesaba el parque.
Al andar pude disfrutar del silencio, ya comenzaba a atardecer y no son muchos los que pasean por aquí a estas horas.
–Llevo horas esperándote –dijo Laura apenas escuchó mis pasos acercarse.
–¿Cómo supiste qué era yo? –pregunté entrando al claro en el que pude verla tendida en el suelo poniendo toda su energía en hacer un ángel en la nieve.
–Sólo lo supe –dijo continuando en el suelo–. Vamos úneteme que un angelito solo se aburrirá.
–OK –acepté dejándome caer justo a su lado.
Mientras batía mis brazos y piernas comencé a juntar una bola de nieve en mi mano y…
–¡No lo creo! –proclamó Laura trepándose sobre mi y sosteniendo mis manos. –¿De verdad, creías que el mismo truco te funcionaría siempre?
–Nada pierdo por intentar –dije abriendo mis palmas y soltando la bola de nieve.
–Buen chico –me alabó Laura.
–Me merezco una recompensa –dije con una sonrisa coqueta.
–Mmm, déjame pensarlo –dijo luciendo pensativa, presionando sus caderas sobre las mías, mientras con una mano sostenía mis muñecas y bajaba la otra hasta mi pecho–. Me gusta tu bufanda –dijo mordiéndose el labio inferior mientras me la quitaba.
–Resalta mis ojos ¿cierto? –enfaticé guiñándole.
–Bastante –confirmó usando la bufanda para atar mis manos, inclinándose hacia delante de modo que sus pechos cubrían mi rostro.
–¿Ya estoy en el paraíso?¿Acaso este es mi regalo especial? –pregunté dejando que se notara el éxtasis en mi vos.
Laura terminó de atar mis manos y volvió a su posición a horcajadas presionando sobre mí, deslizando lentamente sus labios hacia los míos…
–Apenas estoy iniciando tu regalo de invierno –susurró fusionando nuestro aliento…
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