Su demacrado reflejó no dejaba ver el verdadero estado de miseria en el que se encontraba interiormente. Nada parecía poder aplacar su suplicio porque sabía muy bien que en cualquier momento la bestia se liberaría ante el simple estímulo de una emoción tan humana como la furia.

Clavó la mirada en el espejo, tratando de ir más allá de sus ojos y alcanzar a ese ser que dormía dentro de él. Ya no podía seguir dándose el lujo de tener la esperanza de solucionarlo, el costo era muy alto y tras sopesarlo se dio cuenta que ya no temía ante la idea de la muerte.

―Ni tú, ni yo, ni nadie... ―susurró al ponerse el cañón de la pistola en la sien, nadie lo pararía, la decisión ya estaba tomada.