Cuando me apunte a la acampada no me imaginé que acabaría así, 30 adolescentes hormonados sin,monitores, atrapados en unas instalaciones laberínticas en mitad de la nada, en medio de una ventisca y sin cobertura. Genial. No sabemos cuánto podría durar pero teniendo en cuenta que casi no nos queda comida después de un día atrapados y que es probable que se nos vaya la luz en cualquier momento por la nieve además de que en la puerta hay 15 cm de nieve acumulada, no me extrañaría que alguien entrara en pánico.

Estaba solo en una habitación apartada en la tercera y última planta, mirando si venía alguien y haciendo señales con la linterna por si alguien nos veía. En la habitación de al lado estaba Marina, que junto a Jorge, intentaba hacer funcionar una vieja radio que nos habíamos encontrado pero por ahora no habían conseguido nada.

La noche fue cayendo y sentía como se me entumecen los dedos, estaba apunto de dormirme cuando oí un grito de la habitación de al lado. Fui corriendo asustado, pensando que había pasado algo, pero cuando entre Marina y Jorge estaban saltando de alegría mientras de la radio solo salían interferencia.

-¿Qué ha pasado?

- ¡Viene a por nosotros! Mañana por la mañana estarán aquí -contestó Jorge que por la alegría también vino a abrazarme.

Cuando bajamos y se lo dijimos a los demás prácticamente montaron una fiesta. Nos comimos la comida que quedaba y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente vinieron nuestros monitores en 6 todoterrenos de 7 plazas junto a algunos guardas forestales y nos sacaron de allí. Una cosa se nos quedó clara a todos, no volveríamos a hacer una excursión en medio de la nada cuando haya previsión de nieve.