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🥃Prólogo🥃

Simplemente no era justo. Ese era el pensamiento de todos los presentes mientras veían bajar el ataúd, era demasiado joven, con mucha vida por delante, prácticamente un niño.

Nico ni siquiera sabía qué hacer, estaba incómodo bajo las capas de su traje, bajo las miradas de los presentes, aunque ya debía estar acostumbrado a sentirse como si estuviese bajo la lente de un microscopio.

La gente daba el pésame y miraban a la familia con lástima, era una gran pérdida, irreparable, Lila, su madre, estaba desecha, lloraba como si hubiese perdido a su único hijo, una gran suerte que el segundo estuviese acostumbrado a ser invisible.

Una vez todos se fueron, Nico se quedó en su auto y encendió un cigarro, debía ser evidente que evitaba a su madre, uno nunca sabría como podría reaccionar si viera a su hijo muerto caminando por la casa como si nada.

No. Esa no era una buena idea.

Unos metros más lejos un hombre iba entrando al cementerio con un paso más lento de lo normal, se notaba a leguas que evitaba llegar a su destino, no quería ver cómo había terminado aunque era obvio, lo sabía, sólo trataba de engañarse a sí mismo por más tiempo.

Dolía demasiado aceptarlo.

Sus piernas se sentían más pesadas a medida que se acercaba, sólo de recordar se le cerraba la garganta y humedecían los ojos, era un completo desastre, él era el causante, gracias a él se había quedado solo otra vez.

Jordan se detuvo al llegar a la lápida, la piedra esculpida tenía un diseño ostentoso, prolijo, algo que la persona en cuestión odiaría por completo, pero sólo era obra de una madre dolida. Con un suspiro se agachó y acarició el nombre revestido de dorado, sus dedos temblaron, el dolor era tanto que no sabía qué hacer o decir para que disminuyera.

Dejó el ramo de rosas blancas sobre la tierra recién removida y cerró los ojos. Era demasiado, no podía creer que no podría verlo de nuevo, amaba a ese hombre de mil maneras distintas, como nunca había amado a nadie, así que sólo podía ver la situación como si el destino estuviese burlándose de él una vez más.

Él era lo único que le quedaba en el mundo.

—¿Qué haces aquí? —Jordan apretó la mandíbula tratando de ignorar a Nico, hablar con él haría las cosas mucho más difíciles—. ¿No me escuchaste?

Decidiendo por fin reaccionar a la voz de Nico se puso de pie y giró para poder verlo. Nico estaba igual que siempre, fuerte y alto, ojos verdes, pelo negro y corto, tan estoico que si no fuese por los ojos enrojecidos y furiosos los demás ni siquiera notarían que estaba sufriendo, vestía un traje de dos piezas.

—Nico, sólo vine a visitarlo, quería… —Nico lo agarró del cuello de la camisa y lo zarandeó con rudeza.

—¿Crees que tienes algún derecho a venir? Por tu culpa se marchó, es por ti que está ahí.

—Necesitaba despedirme —murmuró. Jordan lo dijo más para sí mismo que para él, Nico no lo pasó por alto, se carcajeó y lo empujó, la risa se escuchaba quebrada, carente de diversión, sólo era un ruido roto, estaba tan devastado como él, probablemente más.

—Luego de que lo arrancaste de su familia, de mí —especificó—, no te mereces nada, no mereces estar en paz contigo mismo.

Jordan apretó la mandíbula, tenía parte de la razón, pero eso de su familia no lo iba a dejar pasar.

—¿Su familia, te refieres a tu obsesionada y loca madre, y a ti que lo único que hacías con él era pelear? No me hagas reír.

—¿Por qué crees que peleábamos? —escupió Nico con furia.

—Adivinaré, también mi culpa.

Nico dejó salir un gruñido completamente desesperado.

—Espero que sufras aún más, no me das lástima y espero que cada vez que me veas recuerdes que tan feliz te hizo y que no lo volverás a tener nunca más.

—Yo no quería que pasara algo como esto.

—No debiste enredarte con él entonces, todos sabemos que eres como un maldito gato negro, sólo das mala suerte y terminaste arrastrándolo a esto.

—Nico…

Nico lo fulminó con la mirada importándole poco sus sentimientos, sólo era capaz de ver su dolor y no le sorprendía, a su entender todos eran así, sólo se preocupaban por ellos mismos.

—Vete al infierno y no vengas de nuevo por aquí, no necesita tus malditas flores.

Nico se retiró dejándolo completamente sólo, Jordan se arrodilló frente a la lápida y lloriqueó.

—Lo siento, tu hermano tiene razón, esto es mi culpa, debí alejarme de ti cuando tuve oportunidad.

No es como si él lo hubiese permitido, nunca cedió ante cosas absurdas como la mala suerte, Nico no estaba equivocado cuando lo comparó con un jodido gato negro. Cada vez que alguien se acercaba a él salían dañados, sus padres, sus ex-novios y el maldito punto de quiebre era cuando le decían que lo amaban.

Luego de una confesión nunca pasó nada bueno, hasta ahora nunca le había dicho las palabras a alguien hasta que llegó él.

Murió debido a su estupidez.

Jordan no pensaba enamorarse de nuevo, no es como si pudiese reemplazarlo de alguna forma.

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