Reto 6: Vivan los novios
Jueza: MinMillys
El lugar está lleno de música, tan ruidosa y caótica, que es difícil distinguir la letra de la canción a excepción de los coros que todo el mundo parece saber. Las paredes blancas, que al principio de la boda se veían tan pulcras, ahora se pierden entre las luces de colores que bailan por todo el salón, junto con las personas que se mueven de un lado a otro al son del sonido que sale de las bocinas. Docenas de trajes elegantes y vestidos de todos los colores se juntan en un grito eufórico de alegría, mientras beben el contenido de sus copas y disfrutan de la que quizá, sea la fiesta más grande del año. Hay arreglos florales por todas partes, mesas con manteles color hueso y un gran arco de flores bajo el que estamos parados.
—¡Y oficialmente, yo los declaro marido y mujer! —grita Tom, eufórico. Tratando de que su voz se escuche por encima de la ruidosa música que nos rodea—. ¡Vivan los novios!
Él está todo echo un desastre. El elegante traje que vestía antes de la boda, ahora está irreconocible. Ha perdido el saco, el chaleco y uno de sus zapatos en alguna parte del salón. Su camisa esta desabotonada, mostrando unos firmes músculos detrás de ella. Y su corbata ahora esta atada a su alborotada cabellera dorada, como si de una corona se tratase.
Se ve increíblemente terrible, y borracho, por supuesto. Pero no importa. No puede importarme si yo luzco tan mal o incluso peor que él.
Una gran carcajada sale de mis labios de manera descontrolada. Tal vez sea por el alcohol que está corriendo de manera desenfrenada por mis venas, la emoción del caluroso momento, mi vestido todo desaliñado en concordancia con mis pies descalzos, la maraña de nudos que se extienden por mi cabello rubio cenizo —que por el humo del lugar, a tomado un tono grisáceo oscuro en las puntas— o el peso de todos mis problemas. Pero ahora todo me da risa, incluyendo el discurso de mi amigo, que hasta hace unas horas sonaba tan serio y lleno de sentido y que ahora solo está repleto de una electrificante y extraña sensación que recorre todo mi cuerpo.
Suelto un grito de alegría, levantando mi trago número 7 —o al menos, ese fue el último trago que recuerdo haber contado— después de eso, perdí la cuenta de cuantas veces más volví a rellenar la fina copa de cristal, que ahora luce tan borrosa, que dudo si es solo una o si son más jugueteando entre mis dedos.
—¡Ahora puedes besar a la novia! —vuelve a gritar, antes de perder el equilibrio y caer de espaldas, arrastrando con él a unas cuantas personas que bailaban alrededor.
Debería preocuparme. Debería ir y ayudarlo a levantarse. Pero como buena amiga, solo vuelvo a sorber de mi copa y río por lo gracioso de la caída.
—Ya lo escuchaste —dice una voz masculina a mi lado. No está gritando, pero aún así puedo escucharlo con claridad, apesar del sonido ensordecedor de la pista de baile.
El hombre se acerca a mí y pone sus manos en mis mejillas. Es alto. Demasiado alto. Fácilmente es una o dos cabezas más alto que yo. Su cabello negro y rizado es alumbrado por los cientos de rayos de colores que adornan el salón. Está oscuro, así que no logro distinguir si su piel está bronceada o si solo es un efecto de mi alterada mente.
Conozco a este chico, pero no puedo recordar su nombre. De hecho, él se ve tan mal que tampoco creo que pueda recordar como se llama. Pero eso no le impide seguir acercándose. Su aliento apesta a vodka y a menta, pero no me alejo. Solo me dejo guiar por la estridente música y los gritos de emoción de los demás.
Y antes de poder ser consiente de algo más que de su presencia, ambos unimos nuestros labios con los del otro —o mejor dicho, los fusionamos—, besos intensos, uno tras otro, llenos de una atracción tan fuerte, que no puedo evitar morder el labio inferior del chico, a lo que el suelta un gemido de placer, mientras me mira tan intensamente, que creo poder ver galaxias en sus oscuros ojos.
Estoy tan embelesada por él, que paso mis brazos sobre sus hombros y sin querer, derramo el resto de mi bebida en su camisa. Pero eso no hace que se detenga. El líquido embriagante empapa cada centímetro de su espalda y pecho, marcando más sus facciones. Puedo sentir como el frío recorre su cuerpo tanto como el recorre mis labios.
Nos separamos a regañadientes para tomar aire, entre jadeos y risas, mientras los demás a nuestro alrededor sueltan vítores y gritos alegres.
Pero la atención en nosotros no dura mucho, ya que los verdaderos protagonistas se acerca a nosotros, rodeados de personas y recibiendo felicitaciones por su boda.
—¿Qué le pasó a Tom? —grita Sonia sobre el sonido de la música. Ella también está demasiado alegre. Sospecho que más por la botella de ron que sostiene, que por el hecho de que está es su boda.
Su vestido blanco presenta claras rupturas en las partes en donde lo estuvo pisando mientras bailaba. Su velo ahora forma una tormenta en su cabello y su corona ahora se encuentra en la cabeza de su prometido —o desde hace unas horas, su esposo—, quien también está tan alegre, que una persona dormida en medio de la pista no representa ninguna clase de problema para él.
Me encojo de hombros mostrando mi mayor sonrisa. Quiero decirles que Tom, nuestro recto amigo y juez del registro civil, el mismo acaba de oficiar su boda, bailo tanto como tomo alcohol, resultando en que cayera en un sueño tan profundo que puedo escucharlo roncar, aún con todo el alboroto alrededor. Pero no lo hago, solo río de la misma manera que hice con los tragos anteriores, y que por cierto, ahora no tengo.
Le ofrezco mi copa a Sandra y ella, ignorando a nuestro dormilón amigo y con una alegría eufórica, la llena de nuevo y la levanta en el aire para después lanzar un grito fiestero.
Todos la seguimos. Y ella y se vuelve a su nuevo esposo para besarlo, entre alcohol y música.
Vuelvo a beber de la copa, está vez acabándome todo de un solo trago. Siento como el alcohol arde fervientemente en mi garganta y a su vez, envía un sinfín de estímulos por todos mis nervios.
Me vuelvo hacia el misterioso chico y ambos hacemos un dueto cantando "I gotta felling", mientras brincamos y bailamos desfrenadamente en la pista, moviendo nuestros brazos y cabezas al son de la canción. Entre risas, tragos y emoción.
Una idea se asoma en mi cabeza.
La ceremonia de boda de mi amiga fue hace algunas horas, entonces, ¿por qué Tom volvió a repetir su discurso? ¿por qué me besé con el apuesto joven cuando él dijo que besara a la novia?, ¿por qué hay hojas y plumas regadas alrededor de la mesa a nuestro lado? ¿por qué algunas de ellas están firmadas?
Lo pienso por un momento que dura tan solo un par de segundos.
—¿Qué importa? —grito, más para mi misma que para los demás.
El chico sacude su cabeza con una confusión cautivadora y me devuelve tantas sonrisas como su rostro le permite.
Ahora soy yo la que me acerco a él y pongo mis manos sobre su pecho.
—That tonight's gonna be a good night —canto a centímetros de su boca.
—That tonight's gonna be a good night—me sigue sin siquiera dudarlo.
Si, está noche, será una buena noche.
Editorial: BookPromotionO
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