Jueza: EstrellaOlivera4

—Yo los declaro marido y mujer.

Las palabras que temí escuchar durante tanto tiempo ahora están haciendo eco en la sala en donde nos encontramos. Un lugar que debería estar lleno de risas y alegría, ahora está completamente conmocionado y en silencio. Nadie se atreve a hablar, ni siquiera moverse, y si pudieran, estoy segura que también dejarían de respirar. Ninguno de los invitados quiere estar aquí, ya sea porque ya sufrieron el mismo destino que nosotros o lo sufrirán muy pronto. Y me atrevería a decir que entre todos los presentes, nosotros los novios, somos los más desdichados.

El hombre frente a mí levanta mi velo, dejándome ver mejor sus facciones, su cabello oscuro y sus ojos de un verde opaco, que me recuerdan tanto a las hojas de los árboles a punto de empezar a marchitarse, justo como nuestro amor, mucho antes de comenzar. Una banda de oro resalta en su dedo anular, tanto como lo hace en el mío. Una cadena elegante y sobretodo un recordatorio de aquello que nos ata el uno al otro.

Conozco a este sujeto tanto como él me conoce a mí: nada. No sé su nombre, en que trabaja o que le gusta hacer en su tiempo libre. Desconozco si es tan joven como parece o si solo se mantiene bien conservado. No sé como será nuestro matrimonio, pero el terror al futuro que nos espera se vuelve más grande, mientras más se acerca para depositar un áspero beso en mis labios.

Ninguno de los dos quiere esto, pero esto es lo que obtenemos. Un castigo que no nos corresponde solo para evitar que la humanidad se acerque más a su extinción. En un mundo en donde la tasa de natalidad ha bajado a niveles alarmantes, y cada vez hay más ancianos que niños, los gobiernos nos obligan a nosotros los jóvenes y fértiles, ha casarnos y procrear para evitar que nuestra especie se extinga, como si la crueldad humana fuera algo que valiera la pena salvar.

Mi nuevo y desconocido marido toma mi mano y nos conduce a la salida del salón. Veo rostros consternados en cada lugar al que dirijo mi vista, tristeza, impotencia, y resignación. No hay nadie con vida en esta tierra que aún recuerde como fue la última boda por amor. Pasó hace tanto tiempo que se siente incluso irreal, una historia que solo podría pasar en los cuentos de hadas. En vez de que la sociedad avance hacia el futuro, retrocedemos hasta el tiempo en donde los matrimonios por conveniencia eran el pan de cada día. Solo que esta vez no es el dinero ni el poder o la sangre lo que promueven esas uniones, sino la capacidad de traer a más humanos a esta tierra, como si la sola idea de que la mayor plaga del planeta desaparezca fuera impensable.

Así son nuestras vidas ahora. Apenas cumples la mayoría de edad, pasarás las siguientes semanas en laboratorios en donde analizarán cada parte de ti, aunque por lo que he visto, la genética es lo que más les interesa. Si tienes suerte, tardarán algunos meses en encontrar a una persona que se adapte perfectamente a ti. Pueden llamarlo ciencia, tecnología, o de cualquier otra manera que no haga resaltar su falta de ética, pero al final, solo puede ser considerado un acto egoísta.

Si hoy nos quitan la libertad de casarnos con quién queramos, ¿qué más nos arrebatarán mañana?

El camino hacia el que tendré que llamar hogar, pero que en realidad será mi nueva prisión, ocurre en completo silencio. Mi esposo se limita a mirar por la ventana, perdido en sus propios pensamientos. Aún no sé si es una buena persona o si es solo un monstruo disfrazado de humano. Una hora no es suficiente para juzgar a alguien, así que tendré que arreglármelas para descubrir lo antes posible si la persona a mi lado está tan indignado con esta situación como yo, si le da igual, o si esta de acuerdo con toda esta locura.

No aguanto más la sensación sofocante que me provoca la duda, así que me arranco el velo del cabello, sin importarme traer varios mechones conmigo. Observo con cuidado el anillo en mi dedo. Las bodas son meras formalidades, una forma que usa el gobierno para convencernos de que no son unos insensibles que usan a las personas como peones.

No tardamos en llegar a nuestro destino, ubicado en una zona bastante tranquila, en donde todas las casas tienen el mismo diseño, los mismos colores y estoy segura de que también el mismo sentimiento de impotencia dentro de ellas.

Salimos del auto, y nos adentramos dentro de la estructura de madera. Ambos sabemos lo que pasará a continuación. No tenemos elección, por mucho que queramos evitarlo. Los científicos dentro de esos laboratorios saben con certeza que podemos procrear, y si no lo hacemos, supongo que el castigo debe ser demasiado grande si nadie se ha atrevido a desafiarlos.

Las películas que tanto disfrutaba ver en mi adolescencia llegan a mi mente. Distopías en donde la protagonista lucha contra el sistema, por su vida y su libertad. Quizá algún día, alguien se atreverá a preferir su libertad en lugar de la extinción, su decisión en lugar de la de los demás, sus principios y valores sobre los de la sociedad. Puede que en un futuro, alguien lo suficientemente valiente se plantee ponerles un alto, acabar con las cadenas invisibles que tenemos que arrastrar cada día, pero esa no seré yo, o al menos no hoy.

Los dos entramos en la habitación, con cada uno de nuestros pasos llenos de dudas. Me repito que esto es lo debe de pasar, pero nada logra convencerme de que sea lo correcto. Imagino a nuestros futuros hijos, y la vida que tendremos, y en lugar de sentir felicidad y emoción, siento decepción y miedo.

El mundo está jodido, y tal vez debería desaparecer antes de que empeore aún más. Ahora están los matrimonios arreglados, pero si las cosas siguen empeorando, ¿hasta donde más serán capaces de llegar para evitar la extinción de la humanidad? Espero jamás tener la respuesta a esa pregunta.

Respiro, y tratando de despejar mi mente, me resigno a mi destino.

Editorial: BookPromotionO