Reto 2: El color de la oscuridad
Jueza: park_joonie
Lazzarus
Para la mayoría, esa palabra no significa más que un nombre, pero para mí, es mucho más que eso. Es un mensaje, un código que solo pocos entendemos y que tiene un solo significado: masacre.
Leo el mensaje de nuevo en mi teléfono y lo repito una y otra vez, con la esperanza de que sea tan solo una mala jugada de mi cerebro debido al exceso de trabajo. Pero no importa cuantas veces lo vea, es imposible negar que este caso no acabará más que en sangre.
—¿Estás segura de esto, pequeña detective? —pregunta Dominic, mirándome fijamente con sus profundos ojos color avellana. Esta impecable, con uno de los trajes en tono azul marino que siempre lleva, su cabello bien peinado y su costoso reloj luciendo en su muñeca derecha, en la misma mano con la que sostiene su teléfono con el mismo mensaje en su pantalla—. Sé que este no es tu estilo.
Es cierto, no lo es. Hacer esto sería dejar de lado toda la moral y ética que juré proteger cuando me convertí en agente del FBI. Pero en cuanto entré en el departamento de crímenes mayores hace un par de años, me dí cuenta que el mundo es cruel y egoísta, y que a menudo hay que usar los mismos sucios trucos de los enemigos si queremos salvar a las víctimas de sus crímenes, o al menos, vengarlas. Así que sí, estoy segura.
—No es bueno para mi reputación que me llames así —contesto, evadiendo su pregunta—. Vas a hacer que los demás dejen de respetarme, pequeño mafioso.
—Tampoco me conviene que te dirijas a mí por ese apodo —contraataca, levantando ligeramente las comisuras de sus labios—, pero nunca te pediría que dejes de llamarme así.
Veo la tristeza y el dolor cruzar sus ojos, pero también una leve chispa de deseo. Si alguien me hubiera dicho hace algunos meses que haría equipo con el jefe de la mafia italiana para atrapar a un grupo de traficantes de personas, no lo hubiera creído. El bien y el mal luchando juntos para enfrentar a un monstruo peor. Si mis superiores de enteraran de esto, no solo me costaría mi trabajo y mi placa, sino también me arriesgaría a ir a juicio y terminar en prisión. Mi antigua yo jamás se habría arriesgado a eso, pero cuando ví lo que le hacían a las víctimas, me dí cuenta que no podía darme la vuelta y dejarlos atrás. Y si el FBI no se va a involucrar, yo lo haré, sin importar el precio.
—Te veré esta noche, Dominic —digo, guardando mi teléfono y levantándome de la mesa de la cafetería en la que estábamos tomando un café, mientras esperábamos alguna noticia del resto de nuestros aliados—. Hoy por fin podrás vengar a tu hermana.
Su mirada se endurece, y todo el dolor nubla su expresión. Una persona como él, dedicada al tráfico de sustancias ilegales y armas, y acostumbrado a la tortura y el asesinato, jamás habría ayudado en este caso por su buen corazón y sus ganas de ayudar a las personas. La única forma en la que él se metería con un grupo rival, sería la ambición por el poder o la venganza, y esta última es la más fuerte de todas.
Su hermana fue secuestrada, vendida y asesinada. Y él está ansioso por dejar correr la sangre de aquellos que le hicieron daño, y hoy por fin lo hará. Mi deber me dice que todavía estoy a tiempo de avisar a la policía y hacer que arresten a los culpables, pero jamás le haría eso a Dominic. No hay garantía de que la mafia encargada del tráfico no esté sobornando a los altos mandos a cambio de inmunidad, y si es así, el sistema de justicia no será suficiente para detenerlos. Y no podemos arriesgarnos a que eso ocurra.
—No deberías ir, Julieta —dice, aún sentado en la mesa, viendo fijamente la taza frente a él—. Será peligroso y puedes meterte en problemas si te descubren.
—Tengo que llegar hasta el final —digo, justo cuando otro mensaje llega a mi teléfono, con la dirección en donde se llevará a cabo el atraco—. Sacrifiqué mucho para llegar hasta aquí y no me voy a detener justo cuando está a punto de terminar. No es mi estilo.
Una pequeña sonrisa se forma en sus labios, y es una de las pocas expresiones sinceras que le he visto desde que lo conozco. Me gusta pensar que soy la única afortunada que puede ver el lado amable que tanto trata de esconder de los demás.
—Te veré esta noche, pequeño mafioso.
—No puedo esperar, pequeña detective.
Le doy un ligero apretón a su hombro, esperando transmitirle que tiene todo mi apoyo, pase lo que pase hoy. Salgo de la cafetería, y me dirijo a mi auto, consiente de que este será mi último caso. Aún si logro salir con vida de la tormenta que se avecina, entregaré mi placa y dejaré toda esta vida atrás. He visto la peor cara de la humanidad, y no me creo capaz de volver a enfrentarme a la maldad que existe allá afuera.
Conduzco durante horas sin rumbo fijo, simplemente para perder el tiempo y hacer que la noche se acerque más rápido. Me detengo por gasolina y algo de comida justo cuando el cielo se está tiñendo de tonos naranjas, y cuando solo quedan un par de horas para que todo se venga abajo, tomo mi teléfono y llamo a Víctor.
Él contesta al tercer timbre, con la voz firme que siempre he escuchado de él, pero que, sin embargo, sé que no siempre fue así. Hubo un tiempo en donde su voz era suave y gentil, el tiempo antes de haber perdido a su hija.
—La encontré —digo, antes de que tenga la oportunidad de preguntarme porque he estado actuando tan raro últimamente.
—¿Qué?
—Encontré a tu hija —digo, recordando el rostro que vi de ella en las fotos que recopilamos durante nuestra investigación—. Está viva. No puedo decirte quien la secuestró o donde está. Pero te prometo que la llevaré a casa. Solo que, incluso después de haberla recuperado, no podrás preguntarme como fue que la encontré.
Hay silencio al otro lado de la línea, y me preocupa que la noticia haya sido demasiado para él. Víctor fue mi tutor cuando entré en el FBI y le tomé mucho cariño, trabajábamos en la misma división hasta que su hija desapareció hace un par de años, y él pidió su cambio al área de personas desaparecidas. No esperaba que mi caso estuviera relacionado con él, pero me alegra que fuera así. Fue una de las razones que me impidieron abandonarlo todo cuando las cosas empezaron a ir mal.
—Gracias —dice con voz ahogada.
Cuelgo el teléfono después de escuchar los primeros sollozos. A él le importa tanto recuperar a su hija, que no le importará el hecho de que hice alianzas con la mafia con tal de detener a los malditos que se ganan la vida acosta de otros.
Con más determinación de la que he tenido en toda mi vida, arranco de nuevo el auto y me dirijo a la ubicación indicada. Me estaciono a unas cuantas cuadras de un bar, que al parecer ha sido el punto de venta de personas desde hace tanto tiempo, que no puedo creer que nadie lo haya notado antes.
No me sorprende encontrar a Dominic justo en la entrada, con su mano derecha escondida en el bolso de su abrigo.
—¿Estás listo? —pregunto, sacando lentamente mi arma del bolsillo de mis pantalones.
Él toma mi mano libre y le da un suave apretón. Su mirada me dice más de lo que podría decir con palabras. Los hombres a su cargo ya están rodeando todo el lugar, y hay más personas infiltradas dentro. Sin soltar mi mano, nos conduce a la entrada del bar, y antes de que el guardia pueda detenernos, Dominic le dispara. La sangre ya no es capaz de sorprenderme y la brutalidad del hombre a mi lado no me provoca más que admiración. Esta mal, lo sé. Pero no puedo evitar sentir lo que siento.
Ambos nos adentramos al lugar, y de inmediato nos invade el olor a alcohol y suciedad, pero no nos importa. Desenfundamos nuestras armas y disparamos al mismo tiempo que ellos nos disparan a nosotros. Sabemos que las personas secuestradas se encuentran retenidas en el sótano, por lo que Dominic destinó a un grupo de sus hombres a rescatarlos mientras el tiroteo sirve de distracción.
Jamás imaginé que estaría disparando para matar, cuando mi propósito sería arrestar. Pero esto es una guerra, y si no atacas primero, mueres.
Una serie de balas pasa peligrosamente cerca de nosotros, y Dominic me envuelve en sus brazos y me tira al suelo antes de que nos alcancen. El caos llena todo el lugar, gritos, súplicas y más muerte de la que puedo procesar. Veo sangre por todas partes, en el suelo, en mi ropa, en mi piel. No sé si es mía, del hombre que esta poniendo mi protección antes que su venganza o de nuestros enemigos. Quizá sea de todos.
Juraría que este enfrentamiento ha durado horas, pero cuando termina y veo la hora en mi teléfono, me percato que han pasado apenas unos minutos. Hay personas muertas en cada rincón del bar, la mayoría implicados en el tráfico de personas, aunque también algunos de los nuestros.
Dominic me mira de pies a cabeza, asegurándose de que no esté herida. No lo estoy y él tampoco, pero no podemos seguir negando el dolor tan grande creciendo en nuestros corazones, así que, en medio del desastre, acerco su rostro al mío y lo beso, como si fuéramos a morir si no lo hacemos.
—Creí que nunca lo harías, pequeña detective —dice, con la sonrisa más grande que le visto nunca. Ha vengado a su hermana, ha rescatado a muchas personas hoy, y como no hay más cabos sueltos que resolver, somos libres para aceptar los sentimientos que tanto nos hemos esforzado por ocultar.
Un amor prohibido, incluso oscuro y siniestro, pero también uno muy dulce.
—Ya no seré detective por mucho tiempo —admito, contándole por primera vez mis planes de alejarme de toda la oscuridad del bajo mundo, tal vez de toda, excepto de él.
—Para mí siempre lo serás —dice, besando mi frente mientras nos saca del lugar.
Cuando todos estamos fuera, sus hombre se encargan de incendiar el lugar para borrar cualquier evidencia, mientras que otros llevan a las víctimas a un lugar seguro. Dominic es un hombre de palabra, y sé que se asegurará de que encuentren el camino a casa, incluyendo la hija de Víctor.
—¿Y ahora qué? —pregunto, con la sensación de incertidumbre en mi pecho.
—No soy una buena persona —admite, tomándome de las manos mientras el fuego arrasa con todo detrás nuestro—. Pero te prometo que jamás he tocado a nadie que no se lo haya ganado. Y si decides estar a mi lado, te protegeré de todo, y ambos también los protegeremos a ellos —dice, observando a los sobrevivientes.
Sé lo que está pensando. Apuesto a que desearía que su hermana estuviera entre ellos, para poder llevarla a casa. Y el hecho de que no sea así le parte el corazón.
Tomo su rostro entre mis manos y hago que sus ojos se enfoquen en los míos.
—Ella estaría muy orgullosa de ti.
Él asiente, besándome nuevamente. Amo la seguridad que siento al estar en sus brazos, y ahora sé, que no toda la oscuridad es mala.
Con nuestras manos aún unidas, vemos como el fuego lo consume todo. Quizá esta no será la última vez que tengamos que intervenir en un caso así, pero mientras estemos juntos, siento que podremos con todo.
Editorial: BookPromotionO
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