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Ser un gato


Él quería ser un gato. Eso pensaba mientras veía cómo la tarde daba paso a la noche, con la cabeza apoyada en el escritorio y sin ganas de seguir con el trabajo para la universidad. Su gata, Cleo, dormía felizmente sobre la cama. Si fuera un gato no tendría preocupaciones, ni responsabilidades, ni tantas cosas que hacer. Un gato hacía lo que quisiera, tenía libertad; dormir, comer, jugar, explorar. Era una buena vida, según el chico. Muchas veces habían comentado entre amigos lo bien que estaría poder convertirse en el animal que quisieran, cumpliendo esas fantasías.

Abrió la ventana para dejar entrar el aire fresco y despejarse. Los sonidos de la ciudad, esa ciudad suya tan mágica, llegaban perfectamente a sus oídos. Y dejó un momento que su imaginación volara, olvidándose de los trabajos y cosas por hacer, de todo lo que se le amontonaba; se imaginó siendo un gato. Saldría por esa misma ventana, subiría al tejado, tendría esa maravillosa agilidad que tienen los felinos, sutiles en sus movimientos. Podría bajar al patio o ir de tejado en tejado, explorando, sin límites. De balcón en balcón, de casa en casa. Por callejones y callejuelas, sin mucho peligro; solamente el de ser un gato. Podría observar la vida nocturna de la ciudad, siendo un espectador silencioso. 

De pronto, era un gato. Sin darse cuenta, había pasado de estar apoyado en el marco de la ventana con los codos, a estar sentado sobre él, con cuatro patas sedosas. Era un gato, de pelaje pardo y oscuro, liso y suave, de orejas atentas a los cien sonidos que captaban, bigotes sensibles, olfato delicado, cola enroscada sobre sus patas.

«¡Wow!», exclamó para sí. Pero sonó un «¡miau!», de perfecta entonación felina. Estaba maravillado con lo que acababa de suceder. Y sus ojos relampaguearon, viendo todas las posibilidades que se abrían ante él, la quimera hecha realidad. Sin dudarlo un momento, salió por la ventana.

Saboreó lentamente las nuevas sensaciones que lo embargaban, la percepción agudizada de cada cosa. El tacto de sus patas sobre el muro de piedra. El olor a comida que llegaba desde lejos a su olfato. El sonido de la ciudad, bullente, viva, llena de coches y gente. El ladrido de algún perro. Y sobretodo la abrumadora sensación de que podía hacer lo que quisiera, ir a donde se le antojara; esa relativa libertad de la que gozan los gatos.

Tras bajar a la calle y deambular, se encontró con un grupo de tres gatos callejeros. Como tantos gatos callejeros que había en la ciudad; abandonados, nacidos en las calles, mendigando comida y buscando en los basureros, encontrando refugio en rincones, creando manadas, viviendo una vida bajo sus propias reglas. Muchos de ellos presentaban el deterioro de una vida dura; pelaje sucio, heridas y parásitos, muescas en las orejas. Algunos eran tuertos, otros tenían una oreja, otros cojeaban. Todos sobrevivían.

En ese momento, mientras estaba con aquellos gatos, apareció alguien acercándose. Una chica que caminaba absorta en su propia mente, cuando vio al gato y se detuvo; los otros tres gatos se retiraron, intimidados, a una distancia prudencial. Él sabía que no le iban a hacer nada, por lo que se quedó en el mismo sitio. Muchas veces había sido él mismo el chico que se paraba al ver un gato por la calle.

—Hola michino —habló la chica, con ese tono dulce hacia un animal, ofreciéndole una sonrisa tierna.

Con parsimonia acercó su mano y acarició ligeramente su cabeza y cuello. 

—Eres precioso. ¿Sabes? Me encantaría ser un gato. 

El chico la miró a los ojos; esos ojos gatunos contra unos ojos perfectamente humanos. De alguna forma supo que la chica y él tenían más cosas en común de lo que podría parecer. La miró profundo en los ojos, sin parpadear. Y mientras la chica lo miraba a él, solo veía a un gato; un gato de los que veía por la calle y la enamoraban, a los que casualmente acariciaba o hablaba. Y pensaba en cómo sería ser un gato, la vida gatuna. 

¿Y si se convirtiera en humano en aquel momento? Él sabía que podía volver a su forma original si quería. Podría hacerlo en ese instante. Revelarse ante la chica y hablar. Descubriendo que él también era un chico que deseaba convertirse en gato. Pero no lo hizo. Se mantuvo siendo un gato de pelaje pardo y ojos fascinadores, escudado en esa piel, y cuya timidez o prudencia le impidieron cambiarlo. 

Así fue como se cruzaron los caminos. El del chico que se había convertido en gato, compartiendo un momento con ella, la chica que acariciaba a los gatos de la calle y deseaba ser uno. Sin saber todas las cosas en común que tenían. Sin saber ella que el gato que tenía delante era un chico. Sin saber él nada más de ella. 

—Me encantaría volver a verte —dijo, poniendo detrás de su oreja un corto mechón de pelo castaño. Tras volver a rozarle el pelaje con los dedos y dedicarle una sonrisa, la chica se incorporó y dio media vuelta. Empezó a caminar, girando la cabeza varias veces para contemplar al animal que extrañamente la había fascinado, como si hubiera algo más detrás de él.

Y él quedó sentado en la calle, como una estatua, viendo a la chica alejarse lentamente, volviendo la mirada hacia atrás para observarlo, hasta que tuvo que girar en una esquina. Desapareciendo. Sabía que nunca más la vería. 

—Miau —maulló al aire. 

Aquel precioso gato anduvo por las calles, cruzando patios y portales, callejeando por callejuelas, colándose por mil sitios, escurriéndose como una sombra. Discreta, sigilosa y elegante. En su camino de vuelta a casa. 

La noche ya era cerrada cuando subió por una tapia hasta la ventana abierta de su habitación. Contra la luz cálida del interior se enmarcó la silueta de un gato nocturno, entrando como un fantasma.

Dentro de su habitación, familiar y acogedora, llena de todo lo que le gustaba, el gato se convirtió en chico. Volvió a sentir el suelo bajo sus dos pies; a percibir las cosas como un humano. Y una inmensa sonrisa apareció en su rostro iluminado. 

Cleo seguía durmiendo en su cama; apenas abrió sus ojos gatunos cuando el chico fue a acariciarla. 



***
nota:

¡¡FELICIDADES A _Euphaganax_!!

Esto se puede considerar un ¿relato regalo de cumpleaños?

Me he inspirado en una conversación que tuvimos una vez, hablando de que nos gustaría ser gatos. ¿Quién no quisiera?

Podría haber hecho algo mejor, perdón, pero precisamente cuando tenía que escribir voy y caigo enferma. So, llevo casi una semana agonizando--. Pero he conseguido terminarlo a tiempo, con un par de sesiones de escritura bajo presión :D.

Espero que te/os haya gustado este relato de gatos, dejadme vuestras opiniones en comentarios <3

Muy feliz cumpleaños al Nicoro, y quien no lo haya hecho que vaya a leerlo, es un crack (trust me).

Gracias y nos vemos en unos cuantos eones :3

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