04 = Cita | Romeolette
Era un día común en la escuela, y Amaya estaba sentada en su escritorio, absorta en un libro mientras esperaba que la maestra explicara el nuevo proyecto grupal.
Las palabras sobre el tablero indicaban "Ciencia y Tecnología", un tema que siempre le había intrigado, pero que sabía que algunos de sus compañeros detestaban.
— ¡Espero que no sea difícil! — comentó Connor, sentado a su lado, mientras se estiraba en su asiento.
— Seguramente solo será algo de investigación — respondió la castaña sin apartar la vista de su libro, intentando sonar relajada. Aunque sabía que algunos proyectos requerían bastante tiempo y esfuerzo.
La maestra empezó a hablar, explicando que el proyecto sería en parejas y que cada grupo debía realizar un experimento simple y escribir un reporte detallado de los resultados.
— ¡Es hora de asignar a los equipos! — exclamó la maestra, levantando la mirada hacia la clase.
Amaya esperó con ansias saber con quién trabajaría, deseando que fuera alguien que compartiera su pasión por aprender.
Sin embargo, su corazón dio un vuelco cuando escuchó su nombre emparejado con alguien inesperado.
— Amaya... tú trabajarás con... ¡Romeo!—
El salón quedó en silencio. Romeo, el niño genio conocido por sus inventos a menudo peligrosos y secretamente por sus travesuras nocturnas, levantó la cabeza con una sonrisa burlona.
— ¿Qué? — murmuró Connor desde su asiento. — ¿Romeo?
La de lentes parpadeó, sorprendida. No era ningún secreto que aquel inventor, en su tiempo fuera de la escuela, solía hacerles la vida imposible como héroes.
Aunque sabía que debían mantener sus identidades en secreto, la idea de trabajar tan de cerca con él la ponía nerviosa.
Al final de la clase, Amaya se acercó a Romeo, quien estaba revisando una especie de dispositivo en su mochila.
— Supongo que somos compañeros, ¿verdad? — dijo con una sonrisa educada.
Romeo levantó la vista, con una expresión pensativa.
— Supongo. Aunque no entiendo por qué tendríamos que trabajar juntos. Ya tengo ideas más que suficientes para llevarme todo el crédito — dijo, con ese tono arrogante que lo caracterizaba.
La chica frunció el ceño, pero decidió no discutir — Escucha, podemos hacer un buen equipo si colaboramos. ¿Por qué no intentamos hacer algo errh...cool? — sugirió ella, tratando de encontrar un punto medio.
Romeo la observó por unos momentos, evaluando su propuesta. — Está bien. Pero yo me encargaré de los experimentos. Tú solo tendrás que escribir lo que yo diga—
Amaya suspiró. Sabía que trabajar con él no iba a ser fácil, pero no quería rendirse tan rápido.
Después de la escuela, se reunieron en el laboratorio de ciencias para comenzar a planear su experimento. Romeo, por supuesto, trajo su propio equipo: un conjunto de herramientas y aparatos que parecían sacados directamente de su guarida secreta.
— ¿Qué es todo esto? — preguntó Amaya, arqueando una ceja mientras miraba los artefactos.
— Ah, solo algunos inventos que he estado perfeccionando — respondió con desdén, como si fuera lo más obvio del mundo.
— Pero el proyecto tiene que ser simple... — intentó decir la castaña, recordando las instrucciones de la maestra.
Romeo la interrumpió — Simple es aburrido. Si vamos a hacer esto, lo haremos bien — dijo con una sonrisa maliciosa.
Amaya decidió que lo mejor sería dejarlo seguir con sus ideas, al menos por un rato.
Lo observó mientras él ajustaba cables, calibraba instrumentos y murmuraba fórmulas complicadas para sí mismo.
A pesar de todo, no podía negar que el pelinegro era brillante. Su capacidad para comprender la ciencia iba más allá de lo que los libros de texto escolares enseñaban.
— Está bien, ¿y cuál es tu plan? — preguntó finalmente, resignada a participar en lo que Romeo estuviera tramando.
El chico le explicó que quería realizar un experimento sobre la energía cinética utilizando un pequeño cohete que él mismo había diseñado. Amaya tomó notas mientras él hablaba, intentando mantenerse al día con las complejas explicaciones.
Durante horas, trabajaron juntos en el laboratorio, discutiendo, ajustando parámetros y probando teorías. Al principio, Amaya se sentía frustrada con la actitud de Romeo, quien parecía no querer escuchar ninguna de sus sugerencias. Pero, a medida que pasaba el tiempo, comenzó a notar algo diferente en él.
El villano nocturno estaba completamente inmerso en el proyecto, pero cada vez que ella ofrecía una observación válida, él la consideraba seriamente, aunque de mala gana.
— Quizás... si ajustamos el ángulo de lanzamiento... — sugirió, mirando el cohete.
Romeo hizo una pausa y la miró con un destello de interés — ¿Cómo lo sabes? — preguntó, sorprendido de que Amaya pudiera entender algo tan técnico.
— Leí sobre eso en un libro de física — respondió ella, encogiéndose de hombros. — Podría funcionar mejor si lo intentamos.—
El pelinegro la miró por un momento, luego asintió lentamente.
— Está bien, hagámoslo a tu manera — dijo, y Amaya no pudo evitar sentir una pequeña victoria.
Después de varios intentos y algunos ajustes más, finalmente lograron que el cohete despegara con éxito. Amaya sonrió con satisfacción mientras tomaba notas detalladas sobre el experimento, y por primera vez desde que comenzó el proyecto, Romeo no tenía una respuesta sarcástica.
Cuando terminaron, se sentaron en el borde de una de las mesas del laboratorio, ambos exhaustos pero satisfechos con su trabajo.
— No estuvo tan mal, ¿verdad? — comentó Amaya, rompiendo el silencio.
Romeo se cruzó de brazos y resopló, aunque sin el usual tono altanero — Supongo que no. Aunque todavía creo que podríamos haber hecho algo más impresionante si me hubieras dejado hacer todo a mi manera—
La de lentes rodó los ojos, pero sonrió.
— A veces, menos es más.—
Hubo una pausa, y entonces, Romeo habló de manera inusual.
— Oye, Amaya... — comenzó, rascándose la nuca de manera incómoda. — Después de todo esto... ¿te gustaría... no sé... ir a tomar un helado o algo?—
Amaya lo miró, sorprendida. No era la invitación que esperaba, y definitivamente no esperaba que viniera de Romeo. A pesar de lo extraño que parecía, no pudo evitar sentir una extraña curiosidad.
— ¿Estás... invitándome a salir? — preguntó, con una sonrisa divertida.
Romeo miró hacia otro lado, visiblemente nervioso.
— ¡No lo llames así! Es solo... y-ya sabes... una pausa después de tanto trabajo.—
Amaya sonrió, divertida por su actitud.
— Está bien, Romeo. Acepto. Vamos por ese helado.—
Salieron del lugar de reunión y caminaron juntos hacia la heladería local. Aunque al principio hubo cierta incomodidad, pronto empezaron a conversar sobre otros temas, incluso riendo en algunos momentos.
Amaya se sorprendió de lo fácil que era hablar con Romeo fuera de su faceta de villano.
A medida que la tarde avanzaba, ambos se dieron cuenta de que, a pesar de sus diferencias, había algo entre ellos que hacía que su conexión fuera única.
Tal vez, después de todo, Romeo no era tan malo como parecía.
Amor de Nerds- JAJSJJA
¿Qué ship debería ser el siguiente día? ;3
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