Insano
–Hola Luis.
Escuché a mi amada.
–Buenos días dormilón –repitió zarandeándome.
–Ya estoy, ya me desperté –respondí abriendo mis ojos con una sonrisa. –Te extrañaba –dije acariciándola.
–Lo sé, soy inolvidable –dijo sacándome la lengua.
–Lo eres –suspiré.
Ella se limitó a mirarme sonrojada.
–Hacía bastante que no nos veíamos –dijo acariciándome la mejilla.
–Sí, dos años –respondí.
–Sé que has estado bien –dijo pinchándome las costillas– me alegra mucho.
–Hago lo que puedo –respondí un poco incómodo.
–No te preocupes, estoy muy orgullosa de ti –exclamó frotándome la cabeza.
–Gracias, necesitaba oírlo.
–¡Luis! –Llamó mi madre tras la puerta– ¡Ah, ya estás despierto! –exclamó entrando en mi cuarto.
–Síp –respondí mirándola para que se diera cuenta de nuestro pequeño código.
–Sí, claro, tocar la puerta, no importa –resolvió– sólo vine a darte esto.
Puso un pequeño frasco y un vaso de agua en mis manos y salió como si nada.
–Bueno, bébetela –me indicó mi acompañante.
Siguiendo sus palabras tomé una de las capsulas del frasco. Justo cuando terminé se abalanzó sobre mí en un abrazo.
–Te voy a querer siempre –dijo besándome.
Cerré mis ojos y lagrimas comenzaron a nacer, sabiendo que cuando los abriera volverías a desaparecer.
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