Encierro
–Vamos Fernando, acompañame -dijo guiándome por el pasillo.
***
–Un día más entre estas paredes, estoy harto, todo por sus estúpidas ideas preconcebidas.
–Como leí alguna vez; “Todo cuanto lleva el necio en el pecho, lo traduce a la cara y lo expresa la palabra. En cambio, el sabio tiene dos lenguas, una para decir la verdad y otra para decir cosas que consideran convenientes según el momento”. Fui demasiado necio, debí callar lo que sabía que no querían escuchar, y ahora estoy aquí.
–Apresado en esta blanca habitación.
–Perdiendo mi lucidez…
***
–Ja, ja, ja…
–¡Libertad! ¡Malditos! ¡Abajo la opresión!
***
–¡¿ Dónde estás?! ¿Bebé? –Preguntaba una voz lastimosa –Responde, no volveré a dejarte sola…
***
–Hola, guapo –llamó seductora a través de una rendija–, entra aquí, vamos a divertirnos…
***
–¡Se acerca, nos devorará a todos! –Exclamaba desesperado– ¡Nadie sobrevivirá!
***
–Bueno, Fernando, supongo que escuchaste a tus nuevos vecinos –dijo mi guía, deteniéndose, con una sonrisa perturbadora en su rostro.
–Lo olvidaba –dijo caminando hacia mi espala y comprobando el cierre de mi camisa–, bien apretado –concluyó–. No podemos permitir que te lastimes.
Me empujó al interior de la blanca y diminuta habitación.
–Bienvenido a Grant Asylum –exclamó cerrando la puerta–, tu nuevo hogar.
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