Drabble creado para la segunda edición del 30 minutos Rock del CDLF.

Acorde: besos de buenos días.

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Le tomó la mano, delgada, huesuda, arrugada por los años, y entrelazó sus dedos con los de él.

Pese al tiempo transcurrido, aún seguía sintiendo un cosquilleo en el estómago cuando lo hacía. Parecía increíble, pero así era.

Una vida juntos, una larga y feliz vida juntos.

Por supuesto no había estado exenta de dificultades, errores, pérdidas, separaciones, sufrimiento y dolor. Pero podía decir, al echar la vista atrás, que el balance era muy positivo.

A nivel individual había logrado objetivos, alcanzado metas y cumplido sueños, pero, los que más valoraba, eran los que habían conseguido juntos. Los logros compartidos.

Y no solo los deportivos, que habían sido numerosos y sorprendentes (como haber formado parte de la selección nacional de voleibol de Japón, por ejemplo), sino esos otros que, a ojos ajenos, podían no significar nada o ser simplemente considerados como una parte más de la vida, pero que él atesoraba como verdaderos triunfos, pues sabía lo que habían pasado hasta llegar a ellos y, al recordarlos, le hacían brotar una sonrisa: la primera vez que cocinaron una cena para los amigos en su nuevo apartamento, el primer viaje —accidentado viaje, a decir verdad— que hicieron como pareja, la adopción de «boketin», como habían bautizado a su pequeño gato persa (el primer animal que no había huido de Kageyama), su estúpida declaración de amor en medio de una discusión y ese primer beso arrebatado de los labios, que le había dado para callarlo.

¡Había tanto donde elegir!

Logros compartidos y momentos maravillosos que inundaban sus ya vetustas memorias.

Pero, si tenía que quedarse con algún momento, elegiría siempre el que estaba viviendo en ese instante: el despertar a su lado, en la misma cama, bajo las mismas sabanas, entrelazando sus dedos y a punto de robar su primer beso del día.

Se giró con lentitud en la cama y, con su mano libre, acarició el rostro de Kageyama, suave, ligero, para no despertarle con su roce. Acercó sus labios a los de él y cerró los ojos un instante.

De pronto sintió un beso sobre los suyos y abrió los párpados sorprendido. La sonrisa a escasos centímetros de su rostro le hizo sonreír también.

—Buenos días, Shōyō —susurró con la voz aún velada por el sueño—. Hoy te gané el primer beso.

Hinata le dio otro beso como respuesta.

—Buenos días, mi amor.

Ya no le importaba perder, porque se sentía tremendamente dichoso de, pese a todo, poder estar aún a su lado.