Dois: ¿Qué clase de mujer soy?
—¿Ya me van a decir de qué diablos hablan? —les cuestiono, evidentemente molesta.
David y Chester se miran entre ellos, indecisos sobre decirme o no lo que sea que esté pasando.
—Sasha...
—¡Hablen ya, carajo!
—Aún no llegan Josías y Wendel —me hace saber Chester, quien se ve muy apenado por lo que no quiere decir—. Quedamos en esperarlos para hablarte al respecto.
Suelto un gruñido.
—¡No! ¡Tienen que hablar ahora!
David, espantado, corre hacia mí y me abraza. Ambos nos sentamos en el sofá y él se quita su sudadera para tendérmela.
—Ten. Se ven tus... —Dirige su mirada debajo de mi barbilla.
Sigo su mirada y entonces lo comprendo. Qué vergüenza. Me puse la blusa pero estuve tan enfocada en reconocer este lugar que olvidé abotonarla; todo este tiempo ambos estuvieron viéndome los senos.
—No tengas pena, son preciosos —susurra David en mi oído, dedicándome una mirada pícara.
Lo observo con detenimiento y lo analizo. Una parte de mí supone que al amanecer desnuda en su habitación quizá dormí con él y por culpa de la borrachera lo olvidé, pero no sé, algo no cuadra. Aunque por lo que acaba de decir ahora pareciera conocer mis pechos a la perfección.
—¡¿Me quieren explicar qué rayos hago aquí y por qué amanecí desnuda en tu cuarto?! —vocifero, refiriéndome a David.
David y Chester vuelven a mirarse, extrañados.
—¿Tú? ¿Desnuda? —preguntan, al unísono.
—¡Sí!
—Haber, Sasha, ¿de qué carajos estás hablando? —inquiere David.
En su cara puedo percibir un toque de confusión. ¿Realmente no sabe de qué hablo o solo está haciéndose el idiota?
—Desperté esta mañana sola en tu cuarto. Con botellas de cerveza, condones y MI ropa por todos lados —espeto, obviando la situación al señalarles mi aspecto—. Desnuda, ¿okay? ¡Amanecí desnuda! La tarjeta de memoria de mi cámara no está, mi celular tampoco y no recuerdo nada. ¿Me acosté con alguien ayer?
Chester niega con la cabeza y David me ve con enojo.
—Por el bien de ese imbécil espero que no.
—¿Disculpa? —digo, ofendida.
¿Desde cuándo él decide con quien me acuesto o no?
—Olvídalo, esto es grave —le dice David a Chester—. Eso quiere decir que alguien de esta fiesta lo hizo y tomó esas fotos justo aquí, en nuestras narices.
Espera, ¿qué?
—¿De qué fotos hablan? —quiero saber.
David me ignora y sigue hablando.
—Ches, tienes que conseguirme una lista de todos los invitados y revisar las cámaras de vigilancia. Sé que eso no es fácil porque fueron demasiadas personas las que asistieron pero...
Chester alza la mano y lo interrumpe.
—Eu entendo, irmão, a família é primeiro.
David asiente y Chester se aleja de nosotros, desapareciendo en el pasillo. En cuanto él se marcha David se gira para estar cara a cara conmigo; no tengo idea de qué pasa, pero no puedo evitar sentirme preocupada, tengo un mal presentimiento.
—Dav...
—Tranquila —dice él, acariciándome el dorso de la mano para que me serene un poco—. Sé que dije que esperaría a que llegaran los demás pero prefiero que lo hablemos a solas.
Me incorporo al mismo tiempo que él y me conduce a su cuarto.
—No creo que sea buena idea entrar ahí.
—Lo sé, pero no hay otro lugar en el apartamento donde tengamos la misma privacidad.
Asiento a regañadientes y dejo que me arrastre dentro.
Una vez en el interior la habitación está tal cual la recordaba: desordenada, sucia y apestosa a sudor. David me invita a sentarme sobre la cama y él me imita, aunque francamente no me siento segura de estar aquí.
—Es incómodo, ¿sabes?
David pone cara de que no entiende de qué hablo.
—¿A qué te refieres?
—Si tú y yo... ya sabes.
—¿Eh?
—Si tú y yo tuvimos sexo es raro estar aquí —completo, un poco apenada.
David suelta una carcajada nerviosa.
—No pasó eso, Sasha, puedes estar tranquila —musita él, riendo.
Dejo salir un suspiro de alivio.
—No llegamos a tanto al menos.
Abro los ojos, perpleja. Inmediatamente puedo sentir a mis mejillas colorarse de la vergüenza.
—¿Qué?
David vuelve a reír. Parece disfrutar mi desconcierto.
—Después de beber varios shots. —Hace hincapié en "varios" —. Te pusiste muy ebria. He de admitir que me siento muy halagado de que entre tantos hombres me hayas elegido a mí para copular pero...
—¡David! —lo reprocho. Está yéndose por las ramas, y es raro.
—Okay, okay. —Vuelve a reír. Lo fuerzo a detener su risa lanzándole una mirada de desaprobación—. Me pediste que viniéramos aquí supuestamente por tu cargador. La verdad es que no entendí mucho esa parte pero aun así accedí.
Pongo una mano sobre mi frente y la froto para destensarme un poco. Desearía que la tierra me tragara.
—Llegamos aquí y me besaste. No entendí que era una treta hasta entonces pero igual no me opuse, ¿quién rechazaría los besos de tremenda princesa?
Me sonrojo. ¿En serio hice todo eso?
—Y cuando la situación se prestó para pasar a segunda base solo... me detuve —dice, desviando la mirada. No sé si estoy loca o no pero me parece notar un ligero tono lastimero en su voz—. Si alguna vez tú y yo tenemos sexo quiero que sea con ambos en nuestros cinco sentidos, y obviamente porque lo deseamos. Haberme acostado contigo estando ebria habría sido una manera de abusar de ti; no estabas lo suficientemente coherente como para consentir el acto, ¿sabes? No soy esa clase de hombre. Aunque claro, mi amiguito me odió por eso. Lo siento —explica, agachando la cabeza para hablarle a su entrepierna.
Más allá del hecho de que es raro que le hable a su pene, me hace sentir mejor saber que nada pasó. No en esa situación, al menos. Estoy enamorada de David desde hace muchísimo tiempo pero... no me gustaría que nuestro primer encuentro fuera de esa forma. Sería una lástima haber olvidado algo como eso.
—No sabes cuánto lo aprecio. Te lo agradezco mucho —sonrío.
—Oye, no me agradezcas, es lo mínimo que nosotros los hombres podemos hacer. Además, si fuera a tener sexo contigo no querría olvidarlo jamás.
Desvío la mirada y siento como me ruborizo de nuevo. No quiero que verme como tomatito sea mi pan de cada día.
—En fin —añade él, suspirando—. Te recosté en la cama, te arropé y me fui de aquí. Por eso me sacó mucho de onda la forma en la que me miraste cuando dijiste que amaneciste desnuda... te juro que cuando me fui estabas completamente vestida. Yo me cercioré de eso. Quizá mi error fue no haber cerrado mi cuarto con llave.
De repente sus ojos se agrandan, amenazando con salirse de sus órbitas.
—¿Y si alguien te...?
No había querido pensarlo. Por la forma en que desperté tendría sentido, pero no quiero ni imaginarlo.
—David, ¡no! Por dios, ¡no!
—Lo siento, no quería perturbarte —se lamenta—, pero debemos corroborarlo. Si alguien te hizo algo te juro que...
Impido que siga hablando antes de que empiece a perder los estribos.
—Si eso te tranquiliza me iré a hacer los exámenes pero...
—¡Yo te acompañaré! Ni creas que irás tú sola.
—Okay, irás conmigo, pero antes tienes que decirme qué es eso que debías hablar conmigo a solas.
David se lleva una mano a la nuca y la rasca con nerviosismo.
—Ah, eso...
Arqueo las cejas, expectante.
—Sigo esperando, eh. ¿Qué estás ocultándome, David Gallagher?
—Bueno, tienes que prometerme que tomarás las cosas con calma.
Respiro profundo. Lo que sea que vaya a decirme, puedo soportarlo. Sí, claro que podré soportarlo.
—Está bien, lo prometo.
—Bueno, es un tema delicado pero te juro que los chicos y yo hallaremos a los responsables de lo que te hicieron, ¿okay? Tienes que confiar en que...
Justo cuando está a punto de decírmelo, alguien abre la puerta abruptamente y lo interrumpe. Maldigo en mis adentros.
—Oigan, quieren...
David y yo miramos a Chester con molestia por cometer semejante indiscreción.
—Ow, lo siento, no tenía idea de que...
—¿Qué sucede, Ches? —le pregunta David, fingiendo una sonrisa.
—Wendel se muere de hambre y nos propuso ir a desayunar a las hamburguesas. Todos somos pésimos cocinando y créeme, no es al único que le rugen las tripas.
En cuanto Chester menciona la palabra hambre mi estómago ruge. Estaba tan preocupada que había olvidado cuan hambrienta me sentía.
—¿Qué dices, princesa? ¿Vamos a desayunar y después hablamos de todo esto?
No concluir el tema sigue preocupándome, pero aun así accedo. Ya habrá tiempo de sobra para charlar.
🎸🎸🎸
Los cinco nos bajamos del auto. Josías venía al lado mío y, mientras termino de acomodarme la ropa y el cabello, puedo notar una mirada extraña de su parte.
Lo observo de reojo y es así que me doy cuenta de que está viéndome el trasero. Lo ofensivo es que ni siquiera se molesta en disimularlo. Me doy vuelta para ver si así se detiene pero en el momento en que ve que estoy distraída empieza a comerse mis senos con la mirada.
—¿Tienes algún problema? —lo interrogo, procurando sonar firme y segura.
Josías aparta la mirada de mis pechos y es entonces que por fin me ve directo a los ojos.
—¿Qué? No, para nada.
Rápidamente se aleja de mí y se adentra en el restaurante junto con Chester y Wendel. David se espera conmigo a que termine de ordenar mis cosas.
—Por cierto, ¿sabes dónde está mi teléfono?
David no parece querer decirlo pero de todos modos lo hace.
—Yo lo tengo —responde.
—¿Qué? ¿Por qué? Estuve buscándolo todo este tiempo.
—Lo siento, pero tenía que quitártelo, no quería que vieras.
—¿Que viera qué? —reclamo.
—El...
No pudo terminar su oración porque un grupo de chicos se acerca hacia nosotros.
—Oye, qué onda con lo rica que estás, eh. Me gustas mucho, mami. ¿Cuánto cobras por un privadito?
No puedo negar que oír a ese idiota decir semejantes cosas me descoloca. ¿Con qué derecho se atreve a decirme cosas como esas?
—¿Qué diablos te pasa, imbécil? ¿Cómo te atreves a faltarme al respeto?
El sujeto se echa a reír y sus amigos estúpidos lo secundan.
—Ay, por favor, no intentes hacerte la digna con nosotros. Sabemos perfectamente la clase de mujer que eres.
—¿La clase de mujer que soy? —vocifero, harta de su patanería—. ¿Quién te crees que eres como para determinar "qué clase de mujer soy"?
El maldito vuelve a burlarse, esta vez a carcajadas que atraen la atención de las personas del estacionamiento. Oírlo reírse de mí de esa manera hace que me hierva la sangre; quiero romperle la boca. Volteo a ver a David para ver si comparte la idea pero parece estar tan sorprendido como yo. No sabe qué decir, pero también detecto en él algo de pena, ¿acaso le da vergüenza que lo vean conmigo?
El tipejo aprovecha mi distracción para acercarse más de la cuenta a mi cuerpo, invadiendo mi espacio personal. Toca mis pechos e intenta meter la mano dentro de mi pantalón; sentirlo manosearme así, tan deliberadamente, hace que entre en shock. Me quedo rígida, incapaz de reaccionar. La gente que está divisándonos a lo lejos me mira con reprobación porque interpretan mi quietud como algo permisivo.
Creen que me gusta. Creen que gozo lo que este bastardo me está haciendo.
—¡Aléjate de ella, infeliz! —David reacciona más rápido que yo y toma impulso desde donde está para empujar al tipo y quitármelo de encima.
El sujeto cae al piso pero no dura ni dos minutos ahí, se levanta tan pronto como cayó. Estoy consciente de lo que está sucediendo pero siento que al mismo tiempo soy ajena a la situación; incapaz de mover un dedo, como pan tieso de días. Tampoco puedo hablar, mi garganta está seca y mi lengua parece estar pegada a mi paladar.
¿Qué demonios está ocurriendo?
—Vámonos, chicos. —Los demás hombres circundan al que me atacó y después todos juntos me dedican la misma mirada: lasciva, irrespetuosa, como si quisieran desvestirme con los ojos.
—¡Lárguense ya! —les grita David, tomándome por los hombros. Me acerca a su pecho y puedo sentir como su brazo fuerte y grande me rodea por encima.
Se siente tan cálido...
—Estas putas de ahora no agradecen que las hagamos famosas —escupe de nuevo, mostrándose muy enfadado—. ¡Si no quieres que los hombres te deseen no subas fotos así! ¡Date a respetar, perra!
Me levanta el dedo medio y luego este y su bola de amigos idiotas se aleja. Las personas chismosas a nuestro alrededor ven sus celulares y luego alzan sus vistas, dirigiéndolas directamente a mí.
Los hombres me sonríen de forma ladina, morbosa... y las mujeres, puedo sentir su odio, su asco. No entiendo que carajos está ocurriendo.
—¿Fotos? ¿Qué fotos? —Mi voz sale débil, en un susurro apenas audible. David sí logra oírme y me sostiene justo a tiempo porque estuve a punto de caer de la impresión. La cabeza me da vueltas y veo todo borroso.
—Tus fotos, princesa. —David hace una pausa para tragar saliva. Lo que sea que vaya a decir no quiere que salga de su boca.
Su silencio me quema. Además de no entender el que él, precisamente él, decida guardar silencio la forma en que todos los presentes me miran eriza cada filamento de mi piel.
—¿Fotos? ¿Qué fotos? ¡Por favor dime que pasa! ¡No entiendo nada! —Alzo la voz, desesperada.
David me carga en sus brazos y me lleva hasta el auto. Una vez sentada en el asiento trasero él acaricia mis mejillas con dulzura y posa sus hermosos ojos verdes sobre los míos:
—Alguien publicó fotos tuyas en la red, Sasha. Fotos... sin ropa.
*・゜゚・*.。.*・
¡Qué onda! El otro capítulo quedó en incógnita y lamento mucho haberlos hecho esperar 🤣 en este pasó igual jajajaja pero al menos ya abrimos la temática principal.
En fin, ¿qué opinamos? Obviamente gran parte de esto es ficción pero miles de mujeres al día sí deben lidiar con el linchamiento digital, por lo que, a pesar de plantearlo como ficción aquí, allá afuera, en el mundo, es una realidad. Quise tocar un tema así de sensible, espero hacerlo bien y cumplir sus expectativas y las mías propias.
Trataré de subirles un capítulo semanal. ¿Les gustaría que nuestro día de actualización fuera los sábados?
Con amor, besos perrunos y saludos angelicales,
Nactaly.
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