Capítulo 84. Quizás era demasiado
Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 84.
Quizás era demasiado
El personal científico instalado en el Nido solía trabajar turnos de doce horas, con una hora de descanso cada cuatro. Dormían y comían dentro de las instalaciones, sin ningún tipo de contacto con el exterior, durante tres semanas seguidas incluyendo fines de semana. Luego de esas tres semanas, se les daba una de descanso, en donde se les permitía salir y volver a sus casas (con las medidas de seguridad pertinentes). No todos tomaban esa semana libre al mismo tiempo, por lo que siempre había el número necesario en guardia para que ninguno de los proyectos se detuviese.
Los elementos militares apostados para la protección de la base se manejaban de una forma diferente, aunque en general también solían mantenerse aislados por un tiempo similar, salvo que se les asignara una misión de campo. Pero su propia disciplina y entrenamiento les hacía más sencillo adaptarse a dicho ritmo, al menos en la teoría.
Pero el personal científico no era militar; algunos como Lisa Mathews, eran prácticamente civiles en toda la extensión de la palabra. Y para ellos, en un inicio se volvía más complicado adaptarse a ese ritmo. Lisa ya había participado en proyectos gubernamentales antes, pero ninguno con el nivel de excesiva seguridad que éste tenía. Estuvo pasando un mal rato al inicio por el hecho de que le hubieran retirado del todo su celular y su computadora personal. Pero lo que más resintió fue no poder salir a correr, algo que acostumbraba hacer cada mañana antes del trabajo. Además de buscar mantenerse en forma, lo hacía también como un método para a aclarar su mente y lograr pensar mejor en algún problema que tenía atorado. Y en esos momentos el Lote Diez era un gran problema atorado que simplemente no fluía. Y las estrictas normas de seguridad del Nido no le daban la posibilidad de siquiera salir a que le diera la luz del sol, menos salir a correr.
Bajo esas condiciones, la bioquímica se veía limitada a usar el gimnasio ubicado dentro de la base para uso del personal, aunque sólo le sacara provecho a las caminadoras. Al inicio no le gustaba; no lo sentía igual a como era correr en el parque cerca de su edificio. Pero con el pasar de los días fue tomándole un poco el gusto; era mejor que nada, o que sus piernas se atrofiaran por tanto tiempo sentada (o parada según fuera el caso).
Esa mañana, un par de días antes de que se cumpliera su primera semana ahí, se levantó muy temprano como todas las mañanas y bajó al gimnasio. Le gustaba ir muy temprano porque había menos gente, y así se sentía más cómoda. Aquella mañana se encontró sólo con otros tres, dispersas en puntos separados, y cada quien enfocado en su respectivo ejercicio. Ella caminó directo a una de las caminadoras al fondo. Cada una tenía incluso una pantalla vertical instalada al frente, en donde podías proyectar algo que te gustara; como una vista del campo, sendero en el bosque, o algún paisaje urbano que te hiciera imaginarte que no estabas tan encerrado como definitivamente lo estabas. O si lo preferías, podías colocar alguno de los programas o películas autorizadas, o algún noticiero. Lisa solía dejar dicha pantalla apagada. En su lugar, los últimos días aprovechaba esos momentos para escuchar sus notas grabadas, y ver si acaso con la mente más despejada podía ocurrírsele algo que no hubiera visto antes.
Y realmente ocupaba que se le ocurriera algo; lo que fuera.
Los primeros dos días los dedicó de lleno, casi 48 horas seguidas, a estudiar toda la información que le habían proporcionado sobre el Lote Diez y sus versiones anteriores, incluyendo las notas de los químicos anteriores que estuvieron experimentando con él los últimos años. Después de eso, comenzó a realizar variaciones del Lote Diez para aplicarlo en algunos ratones de prueba; algunos sanos, otros con lesiones cerebrales supuestamente iguales o similares a Gorrión Blanco. Lisa no tenía idea de dónde sacaban ratones con lesiones cerebrales, y prefería no preguntarlo; y la gente que se los suministraba lo agradecía.
Los resultados, hasta ese momento, habían sido desastrosos.
Esa mañana, mientras corría en la caminadora, se colocó sus audífonos, conectó estos a su grabadora digital (proporcionada ahí mismo) y reprodujo las notas que había grabado el día anterior al final de su jornada; llena de frustración, y algo de enojo consigo misma.
«...el mayor reto que se ha representado en las pruebas, es la amplia gama de resultados obtenidos —pronunciaba su propia voz en la grabación—. A pesar de que el Lote Diez se supone debe tener una mayor estabilidad con respecto a sus versiones anteriores, cada sujeto al que se le administra reacciona de una forma diferente, y hasta el momento ninguna ha sido enteramente favorable; por no decir que todas las pruebas han sido horribles fracasos... El resultado más recurrente es un lapso de temporal lucidez, seguido de una hemorragia cerebral masiva, y posteriormente la muerte. Pero también se han presentado ataques epilépticos, fallos cardiacos, y un inusual estado de rabia que deriva en la automutilación de los sujetos; nunca había visto a ratones hacer tal cosa. En cualquier caso, todos estos resultados también culminan en el fallecimiento del sujeto de pruebas.»
«He considerado seriamente que los ratones no son los sujetos adecuados. He estudiado detenidamente las notas del Dr. Wanless y los que lo sucedieron, y todos parecen concordar en que la clave para obtener el resultado deseado es una composición única y específica en el cerebro del sujeto al que se le administra. Una composición que es casi seguro afirmar que ningún ratón tendrá. Y la opción de administrarlo en individuos humanos al azar como se hizo en los 60's, es una posibilidad que ni siquiera quiero pronunciar en voz alta en este sitio. Lamentablemente, el único sujeto disponible que podría tener esta química exacta que se ocupa, es justamente Gorrión Blanco. Pero administrarle el Lote Diez sin siquiera haber obtenido un resultado favorable, sería jugar a la ruleta rusa con la vida de esa chica...»
—Si es que a eso se le puede llamar vida —pronunció despacio, como una respuesta a su yo del pasado.
«Por otro lado —prosiguió narrando la grabación—, pese a los resultados finales tan agresivos y desfavorables en los ratones, según el Dr. Takashiro sí se detecta una cierta reconstrucción en el tejido cerebral de aquellos con lesiones. Esto él lo describe como una mutación acelerada; como un cáncer que se multiplica violentamente. Y según su teoría, el cerebro sencillamente no es capaz de soportar tal agresividad y se apaga por todo el esfuerzo que conlleva. Y por lo que he visto, me inclino a pensar que en efecto él tiene razón en parte. Pero por esto mismo, mis esfuerzos en estos momentos están encaminados a encontrar un inhibidor; alguna sustancia que logre mitigar la agresividad de los efectos que el químico tiene sobre el cuerpo del sujeto, y hacerlo más tolerable para éste. Pero dicha sustancia se me ha escapado hasta ahora. Y aunque he detectado una disminución en la velocidad y agresividad de cómo el Lote Diez ataca al cuerpo de los ratones, al final el resultado siempre termina siendo el mismo.»
«Si tengo que señalar algún motivo en específico de este actual fracaso, tendría que ser mi aún desconocimiento de exactamente porqué el Lote Diez actúa de maneras tan distintas en los diferentes sujetos, o porqué lo hace de una forma tan violenta. Mi teoría recae en el único elemento del Lote Diez que desconozco del todo, y que fue agregado según las notas por un químico de nombre Serpentine, apenas unos meses atrás, y que es el mayor diferenciador entre el Lote Nueve y el Lote Diez. Todas las notas se refieren a él simplemente como el compuesto VPX-01. Todo parece indicar, según mis pruebas, que este compuesto es el encargado de hacer que el Lote Diez se distribuya con rapidez y agresividad en el cuerpo del sujeto, y tenga estos resultados tanto favorables como destructivos. Nadie aquí me puede o quiere decir algo sobre qué es el VPX-01, o quién es este Dr. Serpentine. Pero me gustaría al menos tener una charla con él, y que me explicara qué demonios es esa cosa. Quizás así pudiera descubrir...»
Un sonido tosco a sus espaldas la hizo sobresaltarse, y perder el ritmo de su trote hasta casi caerse de la banda. Puso pausa a la caminadora, y poco después también a la grabación. Sólo hasta que se detuvo se dio cuenta de lo agitada que se encontraba; su mente estaba tan exhorta en su propia voz que sus piernas se habían estado moviendo prácticamente solas.
Se bajó de la banda y se apoyó en sus rodillas para recobrar el aliento. Miró de reojo hacia donde aquel sonido había surgido, y su origen se volvió evidente. Una pesada pesa de dos manos estaba en el suelo; al parecer lo que había oído era el sonido de ésta cayendo al suelo. Y la persona que la había estado levantando estaba de pie delante, también inclinado intentando recuperar las energías, de seguro luego de algunas repeticiones con la pesa. Reconoció a aquel hombre rubio con peinado militar casi rapado. Era el Sargento Schur, el Jefe de Seguridad del Nido; a quien el Dr. Shepherd se refería jocosamente como "Frankie." Usaba una camiseta negra sin mangas que dejaba a la vista sus brazos musculosos y parte de sus pectorales, y unos pantalones deportivos azules.
La presencia de aquel hombre la dejó un poco extrañada. Lisa lo había conocido en su primer día ahí, y se lo había cruzado un par de veces en los pasillos y ascensores en esos días. Pero nunca lo había visto ahí en el gimnasio; no a la hora en que ella iba, al menos. Y por un momento le entró la extraña idea de que la estaba espiando, y ésta se acrecentó cuando Frankie alzó sus ojos azules en su dirección, haciendo que ella rápidamente se virara de nuevo a la caminadora para recoger su grabadora y audífonos. Un segundo después consideró que quizás estaba exagerando, y sólo la había volteado a ver precisamente porque ella lo miraba a él. Pero ya era tarde para arrepentirse, así que tomó sus cosas y se dirigió de regreso a los ascensores para ir a su habitación a darse una ducha rápida. Al pasar a un lado de Frankie, por el rabillo del ojo notó que había tomado ahora dos pesas, una en cada mano, y las subía y bajaba sin prestarle atención durante su huida.
Quizá, en efecto, había exagerado.
En general su trato con las demás personas en ese sitio se había limitado casi principalmente al Dr. Shepherd y al Dr. Takashiro, y sólo muy poco al resto del equipo científico enfocado en otros proyectos. Del Sargento Schur prácticamente no sabía nada, aunque en esas pocas veces que lo había visto le pareció una persona muy seria (tal vez en extremo), rígida y, sobre todo, muy paciente para mantenerse sereno ante el trato un poco más pesado por parte del Dr. Shepherd. Era difícil decir si ambos se agradaban, o todo lo contrario. Pero como fuera, le había provocado cierta incomodidad el verlo ahí tan cerca de ella. ¿Realmente había sido una coincidencia casual?, ¿o estaba ahí por otro motivo?
Mientras bajaba en el elevador al nivel donde estaban los cuartos, intentó despejar su mente de todos esos pensamientos que no venían al caso. Ya tenía suficientes preocupaciones externas a su trabajo, como para sumarle ahora una paranoia que no tenía razón de ser.
Algo que no comentaba en sus grabaciones por el riesgo de que alguien las escuchara (cosa que estaba casi segura terminaría ocurriendo) es como toda esa situación le causaba un cierto conflicto. De entrada, todos ahí hablaban con bastante naturalidad de los UP's o Usuarios Psíquicos, como si fuera lo más normal del mundo; y pareciera que para ellos en efecto así lo era. Y de lo poco que le habían dicho de Gorrión Blanco, decían que ella era en realidad uno muy poderoso. No le decían qué era lo que se suponía podía hacer, o cómo fue que terminó así, pero algunos recalcaban aquello casi con miedo.
No estaba segura de cómo hubiera tomado todo eso la Lisa de unas semanas atrás. Si al haber llegado ahí le platicaran todo esa verborrea sobre personas con poderes psíquicos y químicos casi mágicos, posiblemente hubiera creído que le estaban tomando el pelo. O, quizás, sencillamente se hubiera limitado a hacer su trabajo, y a ocultar su escepticismo en silencio.
Pero justo antes de su viaje, Cody hizo lo que hizo, mostrándole aquel extraordinario "truco de magia", a reserva de pensar en algún nombre mejor.
Si no hubiera visto aquello con sus propios ojos, no sería capaz de creer que existieran personas capaces de hacer ese tipo de cosas. ¿Era sólo una coincidencia que justo después de que Cody le revelara eso terminara trabajando en ese sitio? ¿Sabían esas personas sobre Cody? Y si no lo sabían ya... ¿qué harían si lo descubrían?
Lisa aún no comprendía del todo cuál era la misión exacta del DIC. Por su sólo nombre pareciera que su único fin es la investigación científica; pero, ¿con qué fin exactamente? Y no podía pasar por alto que había más soldados en esa base que científicos. ¿Cazaban acaso a personas con ese tipo de habilidades? ¿Había otros como Gorrión Blanco en ese sitio? ¿O celdas escondidas en alguno de esos tantos niveles a los que no tenía acceso? La sola idea de que involucrarse en eso pusiera de alguna forma en peligro a Cody, le punzaba el pecho.
Las cosas con él no habían estado bien, y aún no sabía qué pensar de eso que le mostró. Pero de lo que estaba segura era que no deseaba que le pasara nada malo. Y fuera lo que fuera que el DIC realmente hiciera, decidió que lo mejor era no comentar, o siquiera pensar, en lo absoluto en Cody. Todo ese trabajo ya era suficientemente complicado como para que su mente se distrajera en ello. Ya hablaría y arreglaría las cosas con él cuando volviera; que si eso seguía así, posiblemente fuera más pronto de lo esperado.
Bañada y vestida, Lisa subió a la cafetería para comer su desayuno. La cocina del Nido era... aceptable. No era precisamente un restaurante cinco estrellas, pero al menos tenía variedad y la comida no sabía insípida. Si la gente tenía que pasar tres semanas sólo comiendo de ese sitio, era de agradecer que al menos supiera bien.
Terminado su desayuno, se dirigió a la habitación de Gorrión Blanco. Le habían instalado ahí mismo un área en la que pudiera realizar sus pruebas. Así estaría cerca del Dr. Takashiro para que él realizara la validación de los resultados. Y claro, también podía estar cerca de la propia Gorrión Blanco por si necesitaba alguna muestra o lectura de ella. Estaban un poco apretados, pero en general Lisa no solía ocupar mucho espacio para trabajar.
Esa mañana, al ingresar al cuarto con la tarjeta electrónica que le habían proporcionado, se sorprendió al ver que Gorrión Blanco y el Dr. Takashiro no eran los únicos ahí. Sentado en la silla de Lisa, y al parecer leyendo algunos de los expedientes que había dejado sobre su escritorio el día anterior, se encontraba el Dr. Shepherd. Cuando la puerta se abrió, el hombre de piel oscura giró su cabeza en su dirección y sonrió; aunque no tan efusivamente como de costumbre.
—Ah, señorita Mathews; a usted estaba buscando —murmuró jocosamente, dejando de nuevo el expediente sobre el escritorio—. Quería comunicarle que ya ha acabado con nuestra dotación de ratones de laboratorio para todo el año.
Russel debió ver la incertidumbre y preocupación reflejada en su rostro, pues casi de inmediato su sonrisa se ensanchó, dándole un vistazo de sus dientes blancos.
—Es broma —le indicó—. Pero con un poco de realidad.
Dirigió entonces sus manos hacia el pequeño bocadillo que había dejado sobre el escritorio. Era otro de sus yogurts en vaso, similar al que comía la primera vez que Lisa y él se conocieron, aunque éste tenía ahora algo de cereal revuelto con el yogurt.
Por su parte, el Dr. Takashiro miraba de nuevo un partido de béisbol por la televisión, mientras bebía zumo de naranja de una pajilla. Al principio Lisa lo había juzgado bastante mal por esa costumbre de ponerse a ver televisión ahí. Pero eso fue hasta que supo que durante todo el tiempo que el neurólogo estaba ahí en la base, no podía separarse de ese cuarto más de unos cuantos minutos, que solía usar para ir al baño y a veces comer en la cafetería. Así que Lisa decidió ser algo permisiva, aunque de vez en cuando tuviera que pedirle que bajara el volumen.
—Veo por sus últimas notas que aún no ha obtenido un resultado favorable, ¿cierto? —Comentó Russel, apuntando con su cuchara de plástico hacia el expediente que acababa de dejar.
Lisa se cuestionó un poco si acaso tenía derecho a enojarse o no porque ese hombre leyera sus papeles, pero decidió no hacer barullo de más por eso.
—Estoy teniendo progresos —respondió con normalidad, aproximándosele.
—¿Descartando cosas que no funcionan? —Señaló Russel con burla, provocando un ligero ceño fruncido en Lisa como señal de molestia—. Lo siento, sólo quería aligerar el ambiente. ¿Cuál cree que es el problema?
Lisa respiró lentamente por la nariz, intentando calmar cualquier rastro de nervios que pudiera ser evidente en su semblante. Haber oído sus notas un rato atrás le ayudó a ya tener una respuesta en mente.
—En términos simples, yo diría que el culpable es el VPX-01 —declaró con la mayor firmeza posible—. Su efecto es demasiado para los ratones de pruebas. Ataca todas las células del sistema nervioso con la agresividad de un cáncer en cuestión de minutos. Un simple ratón no tiene posibilidad de soportar tal golpe.
—¿Y cree que con un humano sea diferente? —le cuestionó Russel tajante, y Lisa vaciló antes de dar su respuesta.
—No lo sé... Pero si las notas de los estudios anteriores son ciertas, lo más probable es que si se le administrara a la persona incorrecta... bueno, quizás termine igual que los ratones. O quizás peor.
—Entiendo —asintió Russel, poniéndose de pie rápidamente—. Lamentablemente, todo eso era algo que ya sabíamos desde antes de que usted llegara, señorita Mathews.
Aquello sonó claramente como una acusación, casi una queja, que dejó a Lisa helada. El semblante siempre afable y bromista del Dr. Shepherd cambió drásticamente, a uno mucho más... sombrío. Incluso considerando que al tiempo que la miraba de esa forma, comía de su yogurt con cereal con bastante naturalidad.
De pronto, en el pequeño silencio que se formó entre ambos resonó una voz, proveniente de la radio sujeta al cinturón del Jefe de Investigación.
—Dr. Shepherd —pronunció la voz de una mujer, pero Russel la ignoró por completo y en su lugar siguió con su atención fija en la bioquímica delante de él.
—Debo confesar, señorita Mathews, que estoy un poco decepcionado —sentenció Russel con severidad—. Por su currículo y recomendaciones, esperaba de su parte una visión diferente del problema.
—Bueno, sólo llevo menos de una semana aquí —se defendió Lisa—, y me está pidiendo que corrija el trabajo de una decena de químicos más viejos y experimentados que yo, y que han jugueteado con este químico por al menos cuatro décadas.
—Dr. Shepherd —repitió la misma voz en la radio, pero de nuevo no le hizo caso.
—Si se cree incapaz de llevar a buen término este proyecto, supongo que será mejor no postergarlo más y que vuelva casa —soltó Russel de pronto, casi como una amenaza.
—Espere, yo no estoy renunciado. Yo sé que la clave es buscar algún inhibidor correcto para que el químico no actúe de forma tan agresiva. Sólo necesito encontrarlo.
—¿Y le parece que tenemos el tiempo de ir recorriendo la tabla periódica, casilla por casilla, para ver cuál le funciona?
—Con todo respeto, no es necesario que me hable de esa forma, señor. Si tan sólo me explicaran más claramente la naturaleza del VPX-01, quizás ya podría haber pensado en alguna alternativa.
—Ya le dije muchas veces que...
—¡Dr. Shepherd! —gritó ahora con bastante más fuerza la persona en la radio, haciéndose notar por encima de las voces aguerridas de Lisa y Russel.
—¡Con un demonio!, ¡¿qué?! —Exclamó el científico, tomando la radio.
—El capitán McCarthy pide que venga a verlo enseguida —le comunicó la voz en la radio, bastante más calmada que él.
Russel resopló, molesto.
—Ahora no, estoy muy ocupado.
Y justo cuando estaba por apagar el radio y dejar para después cualquier cosa que el capitán quisiera, la mujer, que muy seguramente era su secretaria, se apresuró a explicar:
—El director Sinclair viene para acá y pidió hablar con ambos.
El aire entero de la habitación cambió ante esa noticia. Lisa observó en silencio al Dr. Shepherd, un tanto perpleja. Incluso Takashiro, que durante gran parte de la plática se había mantenido más interesado en su partido que en su argumentación, giró por completo su cabeza hacia ellos, expectante.
Russel, por su lado, guardó silencio unos momentos, mientras sujetaba la radio enfrente de él, y sus dedos se apretaban un poco contra el dispositivo.
—Grandioso —murmuró con notable desagrado—. Grandioso, grandioso... —repitió dos veces más, antes de activar el botón para poder volver a hablar—. Dígale que voy para allá.
Dicho eso, ahora sí apagó la radio y se la colocó de nuevo en el cinturón.
—El tiempo se nos acabó, señorita Mathews —le indicó con voz apagada, mientras se acababa rápidamente lo poco que quedaba de su yogurt.
—¿Cómo?, ¿a qué se refiere? —Preguntó Lisa, confundida, pero Russel siguió más concentrado en su yogurt y sólo murmulló:
—Se le depositará su pago por los días trabajados, más un pequeño extra, y podrá irse a casa mañana temprano si todo sale bien. Gracias por todo.
Una vez que raspó los últimos rastros de yogurt del recipiente de plástico, lo tiró rápidamente en el bote de basura a un lado del escritorio, y se encaminó a la puerta.
—Espere, ¿por qué? —Exclamó Lisa, aún confundida, pero ahora de nuevo molesta—. Ya le dije que no me he rendido.
—Y yo le dije que se acabó el tiempo, ¿no me oyó? —Soltó Russel algo desesperado, girándose hacia ella. Luego miró unos momentos hacia Gorrión Blanco, igual de quieta como lo había estado los últimos cuatro años, y suspiró con pesadez—. No se sienta mal. Quizás era demasiado para cualquiera de nosotros.
Cabizbajo, se aproximó a la puerta, pasó su tarjeta electrónica por el lector para que se abriera, y salió al pasillo perdiéndose de su vista.
Lisa estaba confundida. ¿A qué había venido todo eso? Estaban discutiendo, pero no como para tomar la decisión de despedirla tan repentinamente. ¿Y esa forma en la que había visto a Gorrión Blanco antes de irse? No, algo más pasaba ahí, y era a causa de esa llamada que había recibido. ¿Por qué la visita de ese tal director lo había alterado tanto?
Se viró hacia el Dr. Takashiro, y notó que éste había comenzado a recolectar cosas de su escritorio y comenzar a guardarlas en su maletín.
—¿Qué hace? —Preguntó Lisa, extrañada.
—Si se acaba el proyecto, yo también me iré de aquí pronto —informó el neurólogo, un tanto indiferente.
—Pero, ¿por qué terminarlo tan pronto? Si apenas comenzamos.
Joe Takashiro siguió guardando sus cosas, sin prestarle mucha atención a sus quejas.
A pesar de que habían sido prácticamente compañeros de laboratorio esos días, sus pláticas habían sido escasas, y en general cada quién se enfocaba en lo suyo y sólo interactuaban cuando lo necesitaban. Aunque Lisa quisiera echarle toda la culpa a él al respecto, ella sabía que igualmente había colaborado a que las cosas fueran de esa manera. Después de todo, nunca había sido precisamente muy buena haciendo amigos en sus lugares de trabajo; buenos compañero sí, pero nunca amigos.
Pero ahora necesitaba cruzar un poco la línea del compañerismo, pues quería (y necesitaba) saber qué estaba pasando. Y tenía el presentimiento de que el Dr. Takashiro lo sabía; o al menos más que ella.
—Dr. Takashiro —susurró cautelosa mientras se le aproximaba por un costado—. ¿Por qué el Dr. Shepherd reaccionó sí? ¿Quién es el director Sinclair?
—El director en jefe de todo esto, querida —murmuró Takashiro con desdén, señalando con sus manos a su alrededor—. El que aprueba que te paguen o no, y muchas cosas más.
«Es decir, ¿el jefe del Dr. Shepherd y el director de la base?», se preguntó Lisa a sí misma, pero la respuesta era obvia. Lo que no era tan obvio, era porqué Russel había reaccionado de esa forma.
—Y, ¿por qué el escuchar que venía puso al Dr. Shepherd en ese estado? —Preguntó directamente.
—No estoy en libertad de decirlo —respondió Takashiro, encogiéndose de hombros—. Además, ya lo oíste; se acabó. Cómo él bien dijo, era demasiado para alguien como tú.
—¿Para alguien como yo en qué sentido? —Musitó Lisa, con notoria molestia—. ¿Una mujer? ¿O demasiado joven...?
—No conviertas esto en un escándalo mayor. Sólo dejarlo así, que será lo mejor; para ti, para mí, y para la chica.
—¿La chica? —Susurró Lisa despacio, y giró entonces lentamente su mirada hacia la camilla en el cuarto, y su constante ocupante—. ¿Habla de Gorrión Blanco? ¿Qué le pasará a ella cuando nos vayamos?
El Dr. Takashiro suspiró con cansancio. Dejó unos momentos lo que hacía, y se retiró sus lentes, tallándose sus ojos. Pareció debatirse un poco sobre si responderle o no; o, quizás, más bien decidiendo qué decir y de qué forma, para no decir algo de lo que se fuera a arrepentir.
Tras unos segundos, el neurólogo se colocó de nuevo sus anteojos y se giró hacia ella con seriedad.
—Escucha, Russel ha estado cuatro años buscando la forma de despertarla, ¿bien? Y traerte aquí para que trabajaras con el Lote Diez, fue la última oportunidad que el director le dio para lograrlo. Y ya que no tuviste éxito, pues...
Takashiro dejó que sus palabras quedaran flotando, y Lisa sacara su propia conclusión.
—¿La desconectarán? —Musitó Lisa con asombro.
—No sólo eso. Según me dijo Russel una vez, primero le abrirán la cabeza, estudiarán su cerebro, sacarán toda la información que pueda sobre su composición, y luego le extirparán su pituitaria para hacer un estudio más detallado. Y en base a lo que saquen de todo eso, creo que su intención es crear el nuevo Lote Once.
—¿Qué cosa? —Exclamó Lisa casi horrorizada; quizás un poco más por la absoluta normalidad y frialdad que el doctor había usado para describir aquello, que por el acto en sí—. ¿Tienen el permiso o derecho de hacer tal cosa?
Takashiro soltó una risa sarcástica, no muy disimulada.
—¿Enserio crees que eso importa aquí?
—¡Pues debería! —Respondió Lisa alzando de más la voz—. Si ella no donó su cuerpo a la ciencia, no deberían de disponer de él de esa forma; no es ético. ¿Acaso no tiene tutores legales o alguien que debería consultarse para tal decisión?
El doctor la miró fijamente, y alzó un poco su ceja derecha.
—Qué extraño —murmuró de pronto, como si fuera más un comentario al aire que para ella—. Tenía entendido que te habían elegido porque eras obedientes y no hacías preguntas. Ahora no pareces ni un poco como te habían descrito.
Lisa se ruborizó un poco ante tal comentario. ¿Esa era la imagen que todos tenían de ella ahí?, ¿qué era sólo una hormiga obediente que hacía lo que le decían y no hacía preguntas? Tenía el vago recuerdo de haber escuchado un comentario parecido de parte el Dr. Shepherd, pero no pensaba que seriamente la habían elegido por eso, o que hubiera sido al menos un factor en la decisión.
Pero, a pesar de su reacción adversa, cabía preguntarse: ¿lo era en realidad?
Habiendo crecido dentro de una familia de militares, era hasta cierto punto absurdo fingir que no había algo de cierto. Y quizás en sus otros proyectos de una envergadura similar al de ese, se había comportado precisamente como el Dr. Takashiro describía. Pero entonces, ¿por qué su reacción en esos momentos era tan diferente?
¿Era porque le escandalizaba el hecho de que fueran a desconectar a la chica? Nunca había estado particularmente peleada con la opción de dejar ir a una persona, especialmente cuando los doctores ya no daban mayor esperanza médica en su recuperación, tal y como el Dr. Takashiro le había indicado en cuanto la conoció. Además de que no conocía a esa chica; ni siquiera sabía su nombre.
¿Era porque ella estaba segura que con un poco más de tiempo podría encontrar la forma de curarla? Si era honesta consigo misma, había grandes posibilidades de que aunque estuviera un año entero ahí trabajando, quizás no lograra el resultado deseado. Pero al menos a Lisa le hubiera gustado llegar el punto de poder afirmar con total seguridad que no había nada que se pudiera hacer, y quizás eso le causaba frustración. Pues irse en ese mismo momento, bajo esas circunstancias, era básicamente retirarse con un fracaso, que encima no estuvo en sus manos.
¿Era acaso por Cody...? Al ser esa niña quizás como él, ¿había algo que le hacía no ser del todo objetiva en lo que respectaba a que le desconectaran sin siquiera darle la oportunidad de tratar de salvarla? Quizás era pensarlo demasiado, pero en efecto en más de una ocasión había hecho una comparación entre Gorrión Blanco y su novio, preguntándose qué haría si fuera él quien estuviera en lugar de la chica; y eso lo hacía sentirse más molesta con él, por haberle metido esa maldita confusión justo antes de comenzar ese proyecto.
Sería tan cómodo simplemente culpar a Cody de ese desastre, pero ella sabía que eso sería prácticamente negación de su parte.
Lisa respiró lentamente, recuperó su compostura, y entonces contestó lo más calmada que pudo.
—Solamente no me parece correcto que traten la cabeza de la pobre chica como caja de arena, especialmente sin su consentimiento o el de su familia. Suponía que vivía en un país libre que respetaba esas cosas.
Lisa notó como Takashiro rodaba un poco sus ojos con ironía, pero al final optaba por no responderle nada a ese último comentario.
—Si te sirve de consuelo —pronunció Takashiro—, esa chica no era una santa en lo absoluto. Algunos dirían que se merecía terminar así, o peor.
En entrecejo de Lisa se arrugó un poco, intrigada por esa inusual observación.
—¿Usted sabe quién es ella? —Preguntó vacilante. Takashiro, por su lado, reaccionó un poco sobresaltado, como si no hubiera sido consciente en un inicio de lo que había dicho, y se arrepintiera en el momento.
—Ya hablé demasiado —declaró con firmeza, terminando al fin de cerrar su maletín—. Además, sin importar quien fuera antes, no era que realmente quedara mucho de ella ahí —explicó señalando con su maletín hacia la camilla—. Incluso si por un milagro la hubieras hecho despertar, sólo Dios sabe cuál hubiera sido su estado. A veces es mejor simplemente acelerar las cosas y no esperar tanto, y que así el paciente no sufra más de lo necesario.
Lisa pareció lista para darle algún contraargumento, o quizás seguirle insistiendo con la identidad real de Gorrión Blanco. Sin embargo, lo que fuera a decir se quedó en el aire, pues casi de inmediato su rostro se tornó reflexivo, y su entrecejo volvió a arrugarse.
—¿Acelerar? —Murmuró despacio como un pensamiento en voz alta—. Acelerar... —repitió un vez más, mientras caminaba unos pasos hacia su escritorio. Takashiro la observó en silencio, maletín en mano.
Lisa se paró delante de su área de trabajo, mirando el expediente que Russel leía justo cuando ella entró, en donde venían las notas de las últimas pruebas. Se podía ver también algunos frascos y tubos, con muestras de sangre y, por supuesto, del Lote Diez. Y más a la izquierda, había una plancha despejada y alumbrada luces brillantes, en donde solía inyectarle las muestras de prueba a los ratones. El área estaba completamente limpia y reluciente, pero el día anterior sangre y rastros de ratón se habían esparcidos por toda esa superficie.
Varias ideas cruzaron la cabeza de Lisa, enfocadas principalmente en eso último que el Dr. Takashiro había dicho: "A veces es mejor simplemente acelerar las cosas y no esperar tanto, y que así el paciente no sufra más de lo necesario." Él obviamente hablaba de terminar con la vida de un paciente cuando no había esperanza, en lugar de prolongar su sufrimiento. Pero en ese momento, Lisa estaba extendiendo dicho pensamiento a lo que se prestaba justo delante de sus ojos.
—El Lote Diez actúa de manera agresiva en el cuerpo de los sujetos —le murmuró despacio al neurólogo, aunque era claro que esas palabras eran más para sí misma—; tanto que sus cuerpos no logran resistir lo suficiente antes de que termine de hacer efecto en ellos. Sus cuerpos y mentes terminan fallando primero. Pero —se viró entonces de lleno hacia Takashiro, alzando un dedo hacia él—, según las notas, en los individuos en los que el Lote Seis y las versiones siguientes sí funcionaron, fue porque su pituitaria excretaba un químico similar al que dichas versiones usaban como base, y que en el Lote Diez fue remplazado por el VPX-01. La lógica te diría que este químico sería como un inhibidor natural, y por eso no les afecta tan agresivamente. Pero... ¿Y si es lo contrario?
Takashiro pareció un poco perplejo, pero casi sin pensarlo musitó:
—¿Un... acelerador?
—Exacto —exclamó Lisa, efusiva—. ¿Qué tal si lo que provoca que el químico pueda reaccionar bien en algunos sujetos, es de hecho que en sus cebreros reacciona mucho más rápido? Tan rápido que sus cuerpos pasan por el cambio casi al instante, y por eso no lo resienten tanto. Si es así, yo y todos los otros lo hemos estado haciendo mal. Intentamos hacer que la reacción fuera más lenta, cuando debimos haber buscado que fuera más rápida. Y en el caso del Lote Diez, eso se lograría fácil usando una dosis mayor del VPX-01.
Takashiro guardó silencio, pensativo. La idea pareció tenerlo tan intrigado, que casi sin pensarlo colocó de regreso su maletín sobre su escritorio, y ahí lo dejó.
—Podría funcionar —señaló el neurólogo—, o matar más rápido a los ratones.
Lisa comenzó a caminar de un lado a otro haciendo números y planificación en su cabeza.
—Necesito al menos un resultado favorable; sólo uno para convencer al Dr. Shepherd y al director de que el experimento aún no ha fracasado.
Decidida en el camino a tomar, se apresuró al teléfono instalado en el escritorio, y se apresuró a marcar a la extensión correspondiente para que le trajeran más ratones.
—Tendrías que hacerlo antes de que entren o salgan de esa reunión —indicó Takashiro, apuntando con su dedo hacia el reloj en la pared—. Si el helicóptero del director Sinclair viene llegando, tendrás máximo unos... veinte minutos. ¿Lo harás en ese tiempo?
—En diez si no me interrumpe —le indicó Lisa tajante, provocando una reacción de sorpresa en el doctor—. Hola —espetó una vez que le respondieron en el teléfono—, habla Lisa Mathews de la sala médica 5016. Necesito diez... no, veinte ratones para Gorrión Blanco. Igual que las veces pasadas, cincuenta y cincuenta. Y de prisa, por favor.
Sin esperar a que le dieran una respuesta, Lisa colgó el teléfono y se puso manos a la obra para ir avanzando en la preparación de cinco versiones del Lote Diez, cada una con una dosis diferente del misterioso VPX-01.
— — — —
Mientras Lisa se enfocaba en realizar ese último y desesperado experimento, varios niveles por encima de su cabeza el helicóptero negro que transportaba a Lucas Sinclair se aproximaba al mismo helipuerto por el que ella misma había llegado hace unos días. En la plataforma, lo aguardaba paciente un grupo de soldados del cuerpo de seguridad de la base, incluido el sargento Schur; ya vestido con su uniforme y botas, en contraste con la ropa deportiva del gimnasio que portaba más temprano.
Cuando el helicóptero descendió por completo y la puerta de un costado se abrió, se asomó por ella la figura del director Sinclair, ataviado con un traje negro, abrigo gris, y unas gafas oscuras. Al verlo, Frankie y sus soldados se pararon firmes como señal de respeto.
—Director Sinclair, bienvenido —murmuró Frankie estoico, a lo que Lucas simplemente respondió con un pequeño asentimiento de su cabeza, mientras caminaba directo a los ascensores. Frankie y los otros lo siguieron, aunque sólo el sargento y otros dos lo acompañaron al interior.
—¿Shepherd y McCarthy ya están enterados de que estoy aquí? —Preguntó Lucas secamente.
—Sí señor. Lo esperan en la sala de juntas. El capitán Albertsen, el señor Douglas, y la agente Cullen ya están también en línea esperándolo.
—Bien —murmuró Lucas despacio, pero su tono no reflejaba para nada el sentimiento de dicha palabra.
La sala de juntas principal del Nido era una habitación alargada, con una mesa rectangular con asientos suficientes para veinte personas. En la pared de un lado había varios monitores que se usaban para proyectar datos o, como en ese caso, realizar videollamadas. Cuatro de esos monitores estaban siendo usados en esos momentos; tres de ellos ocupados por los rostros serios de tres personas, y el cuarto mostrando la toma amplia de los tres ocupantes presentes en la sala: el director Sinclair sentado en la cabecera, y el capitán McCarthy y el Dr. Shepherd sentados a su zurda.
Lucas había llegado directo al grano en cuanto cruzó las puertas de la sala, sin siquiera molestarse en dar un saludo debido a los participantes de la reunión. Tenía varios temas que quería tratar de inmediato, siendo el primero de ellos el que más irritación le causaba en estos momentos: el expediente de Damien Thorn de Chicago, y su estatus actual en la clasificación de F.
Luego de haber tenido esa pequeña charla con Terry, se dedicó de lleno a echar un ojo al expediente completo del chico, además de todas las notas e información que los analistas e investigadores extrajeron durante su monitoreo del sujeto. Y lo que leyó, sencillamente lo dejó boquiabierto. «¿Cómo es posible que hayan puesto este expediente en F sin más investigación de fondo?», pensó atónito y a la vez indignado. Y fue con ese mismo cuestionamiento que entró a esa sala de juntas.
—No veo mayor misterio aquí —respondió desde uno de los monitores Adam Douglas, investigador en jefe encargado de toda el área de inteligencia del DIC; esto incluía el uso y mantenimiento de Halcón, así como la dirección de los investigadores y analistas de información. Era el hombre de cabellos negros teñidos y un viejo traje gris; quizás el mismo que usaba en la llamada anterior en la casa de Lucas. En su computadora personal, Douglas realizaba su propia revisión del mismo expediente que Lucas llevaba consigo impreso—. Todo indica que se realizó la investigación tal y como se debe, y no se encontró ninguna anormalidad de interés en las muertes de los familiares de este chico. Todas fueron simples accidentes.
—¿Accidentes? —Exclamó Lucas, incrédulo al escuchar tal argumento—. ¿Llama accidente a que su padre, un respetado embajador de carrera intachable, haya sido acribillado por la policía cuando intentaba apuñalarlo?
—¿Ahora vamos a acusar de UP a cualquier niño que crezca en una familia disfuncional? —Comentó Douglas con tono de mofa, atreviéndose incluso a soltar una pequeña risa sarcástica. La mirada fría y dura de Lucas le hizo ver que no compartía en lo más mínimo su humor, por lo que lentamente retiró cualquier rastro de sonrisa su rostro.
—¿De qué familia disfuncional me está hablando? —Cuestionó Lucas tajante, casi como una reprimenda—. Porque no de los Thorn, ¿o sí? ¿Ha visto al menos el repertorio de integrantes de esta familia? —Abrió entonces el expediente, comenzando a sacar de éste los perfiles de varias personas, y prácticamente arrojándolos a la mesa—. Estamos hablando de políticos, empresarios, filántropos, fomentadores del arte y buenas causas, por no mencionar amigos íntimos de presidentes y reyes. Una familia ejemplar en toda la extensión de la palabra, llena de buenas personas; hasta que comenzaron a caer uno a uno como moscas, y todo desde que este niño llegó a sus vidas. Literalmente toda su familia de sangre está muerta, Douglas. ¿Todos eran unos disfuncionales?, ¿esa es la conclusión experta de mi jefe de inteligencia?
Douglas guardó silencio, agachando un poco su cabeza. Los demás igualmente se quedaron callados, no queriendo intervenir a favor o en contra del investigador en jefe. Pero Lucas aún no había terminado con él
—Y no sólo su familia, señor Douglas. —Comenzó entonces a sacar del mismo expediente varios reportes impresos y a colocarlos también sobre la mesa. Pero estos ya no eran en el formato del DIC; algunos parecían incluso sacados directamente de páginas de internet—. Encontré al menos trece muertes más que pueden relacionarse directa o indirectamente a este chico: incendios, atropellos, decapitaciones... su niñera se ahorcó en su propio cumpleaños, por todos los cielos.
Ese último reporte lo arrojó con bastante más molestia que los otros, terminando después azotando todo el grueso expediente con fuerza contra la mesa, haciéndola retumbar tan fuerte que pareciera que incluso los que estaban en videollamada pudieron sentirlo. El reporte de la supuesta niñera terminó deslizándose por la mesa cerca de Russel, por lo que éste, curioso, extendió su mano para alcanzarlo y echarle un vistazo. Mientras tanto, Lucas prosiguió, enfocando toda su aparente ira aún en Douglas.
—Y adivine qué: ninguno de sus analistas hace mención alguna de estos casos, en ningún reporte. Ni siquiera como nota al pie. Mientras que yo saqué todo esto navegando unas tres horas Google; en Google, señor Douglas. ¿Necesita acaso el Director en Jefe ir para allá y enseñarles a su gente como hacer su trabajo? ¿Cómo se les pudo pasar todo esto? Me hace cuestionarme qué otras cosas han dejado pasar sin que nos demos cuenta.
El tono de Lucas iba subiendo más y más, poniendo más nerviosos a todos, en especial al receptor directo de todos esos cuestionamientos.
Mientras tanto, Russel siguió revisando por encima el reporte de la niñera muerta. Era bastante usual que una muerte provocada por algún UP fuera a veces escondida como un accidente o suicidio. Algunos poseían una capacidad tan increíble, y podían llegar a influir tanto en la mente de algunas personas, que podían casi literalmente empujarlos a que ellos mismos se suicidaran. Y todo eso sin llamar en lo más mínimo la atención hacia sí mismos. Si este chico era quien había atacado a Jane Wheeler, como claramente el director Sinclair estaba sospechando, que fuera capaz de hacer algo como eso era totalmente plausible.
Sin embargo, a Russel le saltó casi de inmediato el momento en el que el suceso de la niñera había ocurrido. En reporte en su mano decía que todo había ocurrido en la fiesta de cumpleaños número cinco del niño...
Cinco años era una edad relativamente temprana para que las habilidades psíquicas se presentaran en un individuo. Conocía de casos excepcionales que había sido a los seis o siete, pero todos habían sido pequeños destellos muy lejos de la escala que se ocuparía para obligar a alguien a colgarse de la forma que el reporte describía. El único caso de similar nivel a una edad como esa, era quizás el de Charlie McGee. Sin embargo, ella era prácticamente una anomalía científica; un milagro en un millón que el Lote Seis, ni sus versiones posteriores, pudieron volver a replicar.
Aunque en efecto el caso McGee hacía que la teoría de que el niño de cinco años hubiera sido el causante no fuera del todo imposible, sí era bastante improbable. Russel se sintió tentado a alzar la mano y hacer notar ese punto, pero prefirió mantenerse al margen un poco más. Presentía que en un rato más le tocaría a él responder preguntas.
Luego de un rato, Douglas se aclaró su garganta y pareció tomar al fin el valor para responder con la mayor firmeza que le era posible.
—Con todo respeto, señor —musitó Douglas—, no me parece correcto que cuestione de esa forma mi trabajo, y sobre todo el de mi equipo. Estoy más que seguro que todo en este caso se hizo según los procedimientos establecidos, como siempre se ha hecho. Y además, estos hechos que describe no son evidencia de nada concreto. Nada de esto implica directamente que el chico tuviera algo que ver. Son muertes extrañas, sí. Pero todas pueden ser de alguna forma explicadas...
El sonido de la mano de Lucas azotando contra la mesa resonó con fuerza, no sólo cortando las palabras de Douglas si no también haciendo que todos saltaran un poco en sus sillas.
—¡¿Qué son novatos en esto?! —Espetó el director, molesto—. ¿Qué no han aprendido a ver más allá de la superficie de las cosas? ¿Qué no han entendido que es justo debajo de esas "explicaciones razonables" donde se esconden las acciones de estos individuos?
Lucas observó atentamente a Douglas esperando algún tipo de respuesta de su parte, que no vino. Tras unos segundos, respiró hondo por su nariz, se recargó contra el respaldo de su silla y se acomodó su corbata.
—Ya no quiero seguir discutiendo esto —señaló en voz más baja, pero no por ello menos severa—. Lo que sea que haya pasado, en este justo momento no es relevante. Lo que me importa es que Terry Wheeler identificó a este chico, Damien Thorn, como el atacante de su madre. Y aun no siendo un analista, puedo ver que hay bastante para sospechar de AFP's no identificados entorno a él. Así que ordeno que se pase su expediente de regreso a E, y autorizo de inmediato una revisión exhaustiva de toda la información pertinente de este chico. Además de una investigación de todas estas muertes y accidentes relacionados con él, y una imagen completa de todo lo que haya hecho en los últimos cinco años. Si una cámara lo captó picándose la nariz, quiero esa maldita captura en el expediente.
—Nunca hemos regresado un expediente de F a E en todos estos años —declaró Douglas, casi ofendido por tal instrucción—. ¿Y lo haremos ahora sólo por los desvaríos de una niña?
—Pues en estos momentos, confío más en esa niña que en usted y en sus analistas, señor Douglas.
—¿Por qué? No es su madre...
—¡Porque yo lo digo! —Exclamó Lucas alzando de nuevo su voz—. Ya tiene sus órdenes, así que apártese de mi vista de una vez. Quiero ver un avance de la investigación a más tardar hoy a las diez de la noche, así que dese prisa.
Antes de Douglas tuviera la iniciativa de decir algo más para defenderse, Lucas presionó el control táctil con el que se controlaba la videollamada, y en dos toques desconectó a Douglas y su imagen en el monitor quedó remplazada por el fondo azul con el logo del DIC en el centro. Russel habría sentido un poco de pena por el pobre de Adam Douglas, sino fuera porque aquello último le había parecido de hecho un poco divertido; aunque de seguro Douglas no compartía su sentir.
Lucas se tomó un momento para cerrar los ojos y respirar lentamente, intentando calmarse antes de proseguir.
—Agente Cullen —comentó una vez que estuvo listo, enfocando su atención en la mujer de cabello rubio y rostro duro en la pantalla inferior derecha—. Antes de proseguir con el tema en cuestión, ¿tiene alguna novedad sobre la búsqueda de Leena Klammer y las otras dos?
La mujer se sentó derecha en su silla, y miró firme hacia la cámara de su computadora. Ruby Cullen dirigía a la mayoría de los agentes de campo del DIC, encargados de la limpieza y el control de daños, así como el manejo de la información y el rastreo más discreto de sospechosos y fugitivos. Los últimos días habían sido muy ocupados para ellos, teniendo que moverse por Washington, Oregón, y ahora California, siguiendo el rastro de los últimos acontecimientos.
—Cómo le comenté hace poco, no ha habido otro avistamiento de Klammer, o las dos niñas que la acompañan, desde el incidente del motel en Eugene —indicó Cullen con tono estoico—. El caso ya tiene el interés de todas las autoridades locales y estatales, pero nos hemos encargado de tomar la jurisdicción de cada escena usando nuestra identificación federal, para así mantenerlos alejados lo más posible. Tanto hacia ellos como a la prensa, hemos podido mantener cualquier AFP fuera de la información oficial, y todo ha sido catalogado simplemente como las acciones descarriadas de esa mujer. Y cómo habíamos platicado, de momento nuestra atención sigue puesta aquí en Los Ángeles. Por la ruta que llevaban, estamos casi seguros de que éste era su destino. Esto se sustenta con el descubrimiento de que Leena Klammer vivía en un viejo departamento al sur de la ciudad. Lo hemos tenido vigilado, pero no se ha parado por ahí aún. Sin embargo, tenemos vigiladas las salidas y entradas de la ciudad las veinticuatros horas. Si están aquí, las atraparemos.
—Terry me dijo que Damien Thorn está en Los Ángeles —indicó Lucas justo después—. Si es así, es muy probable que Leena Klammer se dirigiera justamente a verlo a él. No esperemos a ver si Douglas y su equipo nos confirman su localización, que ya vimos lo que pasa si nos atenemos a ellos. —Aquel comentario lleno de desdén volvió a causar una sensación de incomodidad en los demás—. Así que usted que está ahí, haga que sus agentes confirmen su ubicación, y que no le quiten los ojos de encima. Si tiene cualquier contacto con Leena Klammer o alguna de las otras dos niñas, quiero que me lo notifiquen de inmediato. Y que abran sus ojos también para localizar a Charlie McGee, pues al parecer es probable que ella también ande por ahí.
—¿McGee está aquí en Los Ángeles? —Exclamó Cullen, sorprendida y a la vez fascinada.
—Se los dije, ¿recuerdan? Que este ataque a Jane la haría reaccionar, y así fue. Y si todo lo que me dijo Terry es cierto, estará ahí también pisándole los talones a Thorn. Así que sean precavidos y discretos para no poner a ninguno en alerta. Sólo intenten ubicarlos y vigílenlos hasta recibir nuevas órdenes.
—Sí, señor —respondió Cullen, notándosele no tan convencida.
—Director Sinclair —intervino en ese momento la tercera persona en la videollamada, el capitán Jules Albertsen, encargado de toda la división militar y de asalto del DIC—. Es importante señalar en ese punto que, si este chico del que nos habla es el que buscamos, y además Charlie McGee está involucrada... podríamos ocupar a todo un batallón para apresar a ambos. Y creo que a nadie aquí le emociona la idea de convertir el centro de Los Ángeles en zona de guerra.
Los escuadrones de Albertsen intervenían justamente como una fuerza de asalto, tanto de eliminación como captura, cuando la situación así lo ameritaba. Y, como bien lo había señalado, claramente esa parecía que sería una de esas situaciones. Pero Lucas esperaba para esos momentos poder contar con una alternativa diferente a mandar a mil hombres armados de Albertsen a marcar ley marcial en una de las principales ciudades del país. Ese era el tipo de cosas que una organización como la suya intentaba evitar lo más posible.
—Estoy consciente de lo que eso implicaría, capitán —asintió Lucas—. Y por eso estoy aquí, para ver si podemos prescindir de ese batallón. Dr. Shepherd —pronunció con fuerza, y giró en ese momento su mirada justo hacia Russel. El científico pudo intuir de inmediato hacia dónde se encaminaba eso—. Gorrión Blanco; ¿algún progreso que reportar?
Russel suspiró, entre resignado y cansado. Había estado bastante callado y apartado durante toda esa reunión, y todos sabían que aquello era algo inusual en él. Quizás en el fondo esperaba que todo terminara sin que tuvieran realmente que hablar de Gorrión Blanco. Pero él sabía que aquello era una esperanza casi infantil.
Se talló un poco su cabeza rapada con una mano, y se dispuso a responder lo mejor que podía. Sin embargo, antes de que dijera algo, la agente Cullen intervino, un tanto exasperada.
—Con todo respeto, ¿ese es su plan alterno, señor? —Soltó la mujer rubia—. En lugar de mandar a nuestros escuadrones, ¿quiere arrojar contra los dos sospechosos a una niña con el poder de destruir a toda una ciudad? Si es así, permítame corregir al capitán Albertsen: no convertiremos a Los Ángeles en zona guerra, sino más bien en un cráter humeante.
—Cuida tu tono, Cullen —le reprendió Lucas, aunque logrando mantener bastante bien la calma en comparación con cómo había reaccionado con Douglas—. Conozco bien las reservas de algunos de ustedes, y les recuerdo que ya fueron discutidas en su momento. Desde hace tiempo sabíamos que necesitábamos a un elemento capaz de hacerle frente a amenazas como McGee. Y si hay una posibilidad de que Carrie White pueda ser ese elemento, la usaremos.
—Pero es una locura —añadió Cullen justo después—. Aunque fueran capaces de despertar a esa chica, no hay garantía de que podamos hacer que trabaje con nosotros. Especialmente en tan poco tiempo.
—Ustedes ocúpense de sus obligaciones, y dejen que sea la división científica la que se preocupe por eso —indicó el director con firmeza, señalando con su mano a McCarthy y a Russel, pero especialmente a éste último—. ¿Entonces, Dr. Shepherd? ¿Algún progreso con Gorrión Blanco sí o no?
Russel guardó silencio unos momentos. Sus manos juntas sobre la mesa, y sus pulgares moviéndose nerviosos entre ellos.
FIN DEL CAPÍTULO 84
Notas del Autor:
Antes de que alguien diga algo, debo pedir disculpas por este capítulo, porque estoy seguro que dije bastantes tonterías sin sentido en lo que respecta a los diálogos más... "científicos" de éste. Así que me disculpo. Al menos podemos concordar que tanto Ojos de Fuego como Stranger Things tienen un poco de ciencia ficción en sus respectivas tramas, así que nos abre un poco la puerta a decir y hacer algunas cosas de este tipo de vez en cuando. ¿No...? Bueno, ténganme paciencia.
Creo que muchos pueden ver qué es lo que se viene dentro de poco. Y si no, quédense al pendiente a los siguientes capítulos.
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