Capítulo 26. Plan de Acción
Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 26.
Plan de Acción
—No sirvo para ser psiquiatra —masculló Matilda como un lamento al teléfono, mientras pasaba sus dedos por su cabello de forma nerviosa; Eleven la escuchaba atenta en la línea—. Podre tener la inteligencia, la memoria y los conocimientos... pero no tengo esa frialdad emocional que se necesita para no tomarse de manera personal cada caso. Me digo a mí misma que no debo hacerlo, pero simplemente...
Matilda respiró lento, intentando tranquilizarse. No era el tipo de personas que perdía la compostura con frecuencia, y ese acto violento en la cafetería ya se había sido suficiente hacia ese terreno.
Luego de un pequeño tramo de silencio, escuchó de nuevo la voz de Eleven resonar por la bocina de su teléfono. Ella sonaba mucho más calmada y serena; siempre era tan inalterable, al menos desde su punto de vista.
—Cuando me dijiste por primera vez que querías ayudar activamente en la Fundación, yo no deseaba una psiquiatra, sino a ti, Matilda. Esa falta de frialdad emocional que describes, es justo por lo que siempre serás la mejor para tenderles la mano a estos niños. No has hecho nada incorrecto, ni con Carrie, ni con Samara, ni con ningún otro. Las cosas a veces simplemente no pasan como deseamos, y no es nuestra culpa.
Matilda suspiró pesadamente. Se sentó derecha en la banca, y pasó los dedos de su mano libre por la comisura de sus ojos. No había rastros tangibles de lágrimas, a pesar de que las había sentido en un determinado momento.
—Gracias por eso —musitó despacio—. Y gracias también por salvarme la vida en ese hospital. Fuiste tú, ¿cierto?
La pregunta era una simple formalidad, pues estaba segura de que había sido ella; aún en medio de toda esa confusión y miedo, lo pudo sentir.
—No quiero que pienses que te estaba espiando —respondió Jane con tono relajado.
—Aunque lo hubieras estado haciendo... gracias —susurró Matilda despacio, sintiéndose realmente honesta, sobre todo en ese pequeño "gracias" al final.
A kilómetros de ahí, Eleven igualmente hacía su propio esfuerzo por mantenerse calmada ante el recordatorio de su exitoso "rescate", que sólo ella y Mike sabían de momento no había sido de hecho tan exitoso.
—No me gusta que estemos peleadas, Matilda Linda —susurró, procurando sonar lo más casual posible—. Especialmente por un simple malentendido.
—No estoy peleada contigo, sólo... —Matilda caviló unos instantes qué responder, pero no fue capaz de hilar las frases de manera coherente. Se tomó un momento para contemplar el cielo sobre ella, que ya era más oscuro que rojizo para esos momentos; incluso ya se podían apreciar las estrellas más brillantes—. Dicen que la genialidad inevitablemente siempre vendrá acompañada de su dosis de egocentrismo y orgullo propio. Yo siempre pensé que era la excepción a ello, hasta que lentamente se hizo una realidad sin que me diera cuenta siquiera. —Una pequeña risilla irónica se escapó de sus labios—. Empezando por el hecho de que me acabo de llamar "genio" a mí misma, ¿cierto?
Eleven igualmente rio un poco, aunque recuperó rápidamente su postura más seria.
—Nunca fue mi intención atacar tu orgullo, si a eso te refieres —le indicó con solemnidad—. Cómo dije hace un momento, a veces las cosas no pasan como deseamos, o sencillamente nos sobrepasan. Y cuando esos momentos llegan, no hay nada de malo en recibir ayuda de alguien más.
—Sí, mi madre me dijo algo parecido en una ocasión —señaló pensativa, haciendo memoria de aquello de lo que estaban hablando aquella tarde, justo antes de que viera por primera vez a Carrie White...
No, no podía seguir permitiendo que su mente divagara en esa dirección y se perdiera de nuevo en ello. Carrie White era parte del pasado, lo importante era el lugar y situación en el que se encontraba en ese preciso momento.
—Lo entiendo, y me disculpo por mi actitud infantil, Eleven —declaró con firmeza—. Entiendo que quieras asegurarte en hacer lo mejor para Samara al igual que yo. Pero... ¿enserio? —El escepticismo en la voz de Matilda se volvió bastante marcado por unos instantes—. ¿Demonios y fantasmas? ¿En verdad crees en todo eso? ¿O crees que algo de eso realmente tiene que ver con lo que le ocurre a Samara?
Matilda la pudo escuchar suspirar profundamente al otro lado de la línea. En su primera video llamada, le había dicho que no era un tema apropiado para hablar por ese tipo de medios; sin embargo, evidentemente ya no le quedaba de otra, dadas las circunstancias.
—Escucha —dijo Eleven con un voz suave y calmada, aunque un poco fría—, tú conoces mi historia, sobre cómo nací y cómo fui criada y entrenada desde niña para usar mis poderes, ¿correcto?
—Sí —respondió Matilda, un tanto insegura.
—Pues bueno, hay una parte de esa historia que no conoces, o no del todo. Cole llama a estos seres como demonios y fantasmas porque su creencia y su crianza así hicieron que los identificara. Si no te sientes cómoda con esos términos, no tienes que usarlos. Pero hay algo que yo te puedo asegurar, con completa convicción y conocimiento, y es que sí existen otros mundos; mundos diferentes, y a la vez muy parecidos, a éste en el que vivimos. Decenas, quizás cientos. Y en estos mundos habitan criaturas muy diferentes a cualquier otra persona, planta o animal que hayas conocido. La mayoría de las veces están muy, muy apartados de nosotros, y no tienen interacción alguna con nuestro mundo. Pero en otras, son capaces de entrar y crear desastres como no puedes imaginarte. Y la influencia y el daño que pueden causar a las personas, es imposible de dimensionar.
Matilda escuchaba todo con mucha, mucha atención. La manera tan calmada y segura en la que decía todo eso, la tenía más que intrigada. No había en su tono o palabras algo que se abriera a la posibilidad de que estuviera bromeando, o que estuviera intentando decir otra cosa diferente a lo literal.
—¿Son fantasmas o demonios?, quien sabe —prosiguió Eleven—. Yo sólo los conozco con un nombre: monstruos, monstruos bastante reales, y que he tenido que enfrentar desde que era una niña. Yo poseo una sensibilidad especial a este tipo de criaturas, y mi habilidad de poder ver y sentir lo que ocurre en otras partes, puede también en ocasiones atravesar a estos otros mundos sin que yo lo quiera, y crear un nexo entre ambas realidades. Hay otros con esta misma sensibilidad como la mía... pero la de Cole es excepcional —eso último lo había señalado recalcadamente—. La manera en la que él pude conectar, percibir, e incluso controlar estas energías y planos, es increíble. Es la mejor ayuda que puedes tener para este tipo de fenómenos, incluso mejor que la mía.
La cabeza de Matilda daba vueltas, pero se las arreglaba para ir acomodando cada dato de información como los libros de un estante, identificando qué de todo ello era lo más importante para colocarlo justo a la altura de su rostro y así poder leer mejor su título. Pero, ¿qué era lo importante con esa conversación?, ¿en qué debería de enfocarse? ¿En los otros mundos, sus monstruos o que el tal Cole Sear al parecer era un experto certificado en todo ello por la misma Eleven? Ni siquiera era capaz de aceptar del todo que eso era real.
—¿Por qué nunca había oído hablar sobre eso? —Cuestionó Matilda, un poco a la defensiva.
—Creo que Cole se los dijo hace un rato, ¿no es cierto? —señaló Eleven—. No son temas que cualquiera pueda manejar. Saber que hay personas con habilidades que pueden ser mal usadas y causar un gran daño, es ya bastante aterrador. Saber que además existen criaturas sin la menor pizca de moralidad o escrúpulos que pueden hacer las mismas cosas, o incluso peores... bueno, es un tema que prefiero manejarlo de forma más discreta. Espero me comprendas.
Claro, la clásica táctica de ocultarles información a las personas que no son capaces de comprenderla, para evitar su pánico y confusión. Estaba confundida, pero aún no en pánico.
—No puedo decir que entiendo, o siquiera creo, en todo lo que me dices —declaró Matilda tajantemente—. Pero, supongamos por un momento que es así... ¿Qué viste en este caso que te hizo pensar que podría haber algo como eso involucrado? La habilidad de Samara es extraña, pero no lo suficiente para considerarla "demoníaca". ¿Qué viste que yo no?
—Te lo dije antes, ¿recuerdas? No es lo que vi, sino lo que no vi. —Esa frase tan enigmática de nuevo no hizo mucho efecto en alivianar el estado de ánimo de la castaña—. Hay algo en esta niña que le hace falta, Matilda. Algo que perdió, o que quizás nunca tuvo. No sé decirte con seguridad qué es, pero me causa una sensación bastante incómoda, que sólo puedo comparar a la que he sentido al tener de frente a una de estas criaturas de las que te hablo.
—¿Crees acaso que está poseída por uno de esos monstruos o algo así? —Ironizó Matilda.
—No sería tan raro, lo he visto antes; incluso un muy buen amigo nuestro sufrió por ello cuando éramos niños.
—¿Hablas enserio? —Inquirió Matilda, incrédula.
—Claro que sí. Pero no sé si se trate de eso. Por eso quiero que dejes que Cole la revise y pueda determinar mejor qué es lo que sucede, si aceptas ahora sí trabajar con él.
Matilda guardó silencio, un pequeño silencio reflexivo.
—Supongo que mi disculpa anterior carecería de sentido si me niego —respondió tras esos segundos de cavilación, aunque no sonaba precisamente convencida—. ¿Qué haremos a continuación, entonces?
—Eso lo discutiremos en un segundo, cuando Cole y Cody estén ahí contigo.
Matilda tuvo el impulso inconsciente de cuestionarle a qué se refería, pero unos segundos después se daría cuenta de lo necio que resultaría eso. Las puertas que daban al patio se abrieron, y los pasos de dos personas se hicieron notar entre toda la calma. Matilda se giró sobre su hombro, y ahí los vio acercarse a ambos: Cody del lado derecho, Cole del izquierdo, y éste último sujetando otro vaso con café en él.
La psiquiatra se mantuvo apacible en la banca mientras se le acercaban.
—Vengo en son de paz —declaró Cole fervientemente, alzando sus manos en señal de rendición de una forma un tanto cómica—. ¿Café?
Le extendió en ese momento el café que traía en su mano. Matilda sólo lo miró unos segundos con expresión neutral.
—No gracias.
—Vamos, es la única de los tres que puede beber esta cosa —señaló el Detective con tono burlón. No del todo convencida, pero sí resignada, extendió su mano y tomó el vaso de café con su mano libre; sólo para tenerlo cerca.
—Eleven nos llamó y dijo que te viniéramos a buscar aquí —indicó Cody a continuación.
—Sí, lo supuse —les respondió no del todo animada.
—¿No tienes algo que decir, Matilda? —Escuchó en ese momento que Eleven murmuraba en el teléfono, aún pegado contra su oreja.
Matilda respiró lentamente, y cerró sus ojos unos segundo intentando mentalizarse. Apartó el teléfono de su oído un poco y miró a Cole, aunque no directamente.
—Lo siento —masculló con gran esfuerzo, como si se estuviera arrancando algo doloroso incrustado en la piel—. Mi reacción fue exagerada e infantil.
—Descuide, Doctora —le respondió Cole con una sonrisa casual, sin darle aparentemente mucha importancia al tono casi forzado de su disculpa—. La mía no se quedó atrás. Y, si le soy sincero, muchas veces la mejor forma de empezar una buena amistad es con un buen golpe, aunque sea psíquico. —Extendió su mano hacia ella de nuevo en forma de saludo, similar a como lo había hecho unas horas atrás en aquella cafetería de Portland—. ¿Amigos?
Matilda contempló su mano en silencio por un rato, y por un segundo Cody, y el propio Cole, pensaron que de nuevo rechazaría el tomársela. Para su sorpresa, luego de unos momentos pasó su teléfono de su mano derecha a la izquierda y estrechó la mano que le ofrecían, aunque no muy efusivamente.
—Colegas, mejor dicho —aclaró con voz enturbiada. Cole, por su lado, se encogió de hombros con conformidad.
—Es un progreso.
—Lo mismo digo —añadió Cody con alivio.
—Bien hecho, Matilda —felicitó la voz de Eleven en el teléfono, un segundo después de que se soltaran las manos—. Ahora, ponme en altavoz.
Matilda obedeció y de inmediato encendió el altavoz del teléfono y lo colocó acostado frente a ella. Cody y Cole rodearon la banca y se colocaron de pie frente a ella para poder escuchar mejor, y que Eleven también los oyera a ellos.
—Han tenido un día muy pesado, muchachos —comenzó a murmurar la voz de su mentora en el teléfono—, y lo que menos quiero es entretenerlos y que no descansen lo que se merecen.
—Descuida, Eleven —comentó Cody con entusiasmo en su voz, posiblemente por el hecho de escuchar de nuevo a Eleven luego de un largo tiempo—. Y gracias por sacarnos de ese problema con la policía.
—Era lo menos que podía hacer. Y yo debo agradecerte a ti por todo tu apoyo, Cody, pese a que nada de esto hubiera sido un caso que la Fundación te solicitara directamente.
Cody rio un poco y sus mejillas se ruborizaron, aunque apenas y esto era apreciable por la poca luz que los iluminaba en esos momentos.
—Yo estoy siempre dispuesto a ayudar en lo que pueda —declaró el profesor con tono firme.
—Yo sé que sí, muchacho. Pero bueno, es hora de marcar nuestro plan de acción —el tono de Eleven cambió drásticamente de jovial y despreocupado, a uno mucho más serio—. Tenemos varios puntos que tratar, y el primero es Lily Sullivan.
Matilda cerró por reflejo los ojos, y puso una mueca similar a como si le hubiera venido de pronto una pequeña punzada estomacal. Pudo ver de inmediato que el momento de los abrazos, los besos y los "todos nos queremos" había pasado, y era el turno de los regaños; de hecho ese tono en la voz de Eleven, era claramente su voz de regaño, por qué en efecto, tenía una... y bastante aterradora.
Eleven prosiguió.
—Si Lucy no me hubiera informado de tu repentina petición de información, Matilda, jamás me hubiera enterado de este caso nuevo, del cuál no se me solicitó evaluación previa para determinar si debíamos intervenir en él o no.
—Fue algo repentino y de último momento, y decidí actuar rápido —se intentó justificar la psiquiatra, ligeramente a la defensiva—. Además, no tenía intención de que esto fuera un caso tratado por la Fundación...
Eleven le interrumpió abruptamente con autoridad:
—Pues se volvió uno en el momento en el que involucraste a Cody y a Lucy, y en el que se presentaron como tal ante esas personas.
Matilda y Cody se miraron el uno al otro como si hubieran sido los cómplices de una travesura, y los acabaran de sorprender en el acto.
—Yo fui quien decidió hacer eso, Eleven —se apresuró Cody a aclarar—. Matilda no tuvo que ver...
—No, no me defiendas, Cody —intervino Matilda, solemne—. Eleven tiene razón. Lo siento de nuevo; deje que mi... orgullo lastimado no me permitiera reaccionar como era debido.
—¿También eso fue por mí, entonces? —Comentó Cole con ironía, ganándose una mirada nada agradable por parte de la castaña.
—Tu intención fue la correcta, Matilda —señaló Eleven—. En vista de la información que Lucy te consiguió, hay bastante para suponer que esta niña no sólo tiene el Resplandor, sino que ha hecho un mal uso de él desde temprana edad.
—Pero no pudimos verificarlo con seguridad, pues ni siquiera pudimos ver a la niña antes de lo ocurrido —concluyó Cody, encogiéndose de hombros.
—Lo que me lleva a segundo punto. El secuestro de esta niña y nuestra presencia en ese sitio, fueron hechos que ocurrieron por mero azar. Sin embargo, lo que menos nos conviene es que nos sigan ligando directamente con este hecho. Para bien o para mal, esto llamará bastante la atención y muy probablemente no de la que nos gustaría. —Hubo una pequeña, pero profunda, pausa reflexiva al otro lado de la línea—. Además de que es evidente que su secuestradora tenía un... aliado bastante peligroso cuidándola.
La respiración de Matilda se cortó un poco, pero en esa ocasión su reacción fue un tanto más diluida que las anteriores. Evidentemente su mente comenzaba a digerir lo sucedido poco a poco
—Así que —Eleven concluyó—, si alguno pensaba involucrarse de manera activa en la búsqueda, le pediré que desista de ello y se lo dejen a las autoridades.
—Con todo respeto —comentó Cole de pronto, dando un paso al frente—, pero la policía convencional quizás pueda seguirle la pista a la tal Leena Klammer, pero ese otro individuo del que hablan creo que será otra historia.
—Si obtenemos una foto de Lily Sullivan, alguno de los rastreadores podría saber en dónde está —propuso Cody a continuación—, y le podríamos pasar el dato a la policía...
—No lo recomiendo —sentenció Matilda con frialdad, un segundo antes de que la propia Eleven lo hiciera—. Yo toqué una foto de ella anoche, y... fue algo que no le recomendaría hacer a nadie, especialmente a alguien con una sensibilidad mayor a la mía como Lucy o los otros rastreadores. Sin mencionar a ese otro individuo...
Era una preocupación que compartían tanto Matilda como Eleven. Se volvió muy obvio en ese momento que ninguna protección mental bastaría para protegerse de ese sujeto, quien quiera que fuera. Si cualquiera de los miembros de la Fundación hacia el intento de rastrearlo por ese medio, aquello sólo podía terminar en un desastroso resultado.
"Cuando miras al abismo, éste te mira de regreso"; nunca esa frase había tenido tanto sentido, incluso casi literal, como en ese momento.
—Pero no podemos simplemente dejar esto así como así —comentó Matilda con más seguridad—. Si hay alguien tan poderoso allá afuera secuestrando niños que resplandecen, no podemos ocultarnos bajo la mesa.
—No es tu caso, Matilda —enunció Eleven con voz seca—. Tú estás ahí en Oregón por la niña Morgan, ¿lo olvidas?
Matilda guardó silencio, pues no tenía realmente algo con que objetarlo. Era cierto, Samara era quien la había llevado a ese sitio; no Lily Sullivan, no Doug Ames, y definitivamente no Leena Klammer. Ese mismo día, por haberse ido e ignorado sus obligaciones con Samara, algo horrible había ocurrido, algo con lo que tendría que lidiar a partir del día siguiente.
—Yo me encargaré de intentar dar con la identidad de este individuo —informó Eleven—, sin exponer a nadie más a él de manera deliberada, obvio. Pero ustedes deben tener cuidado; especialmente tú, Matilda, pues te vio y es probable que ya sepa quién eres. ¿Hay algo que puedas decirme de él que nos facilite descubrirlo?
Matilda se inclinó al frente, sin soltar su teléfono en altavoz, y miró pensativa al suelo mientras buscaba como responder a esa pregunta.
—No sé si lo que vi era real siquiera... pero me pareció que era un chico, joven, de diecisiete o dieciocho, de ojos azules y cabello negro. Era apuesto, pero... abrumadoramente aterrador. ¿Tú no pudiste ver algo más de él?
De nuevo, un silencio... corto, pero bastante denso.
—No, me temo que no —les respondió tras un rato con voz neutra—. Me mencionó un nombre: Abra; me pareció que creyó que era esa persona, por lo que quizás sea alguien que también resplandece. ¿A alguien le resulta familiar?
Los tres se miraron entre ellos, ninguno con alguna idea que proponer.
—No, no lo creo —respondió Cole, exteriorizando el pensamiento de los otros dos.
—No importa. Veré qué podemos hacer al respecto, pero de momento es mejor no involucrarnos más con todo eso. Matilda y Cole, deben dejar a un lado sus diferencias iniciales y concentrarse en el caso de Samara Morgan.
—Yo estoy más que dispuesto a hacerlo —señaló Cole con tono burlón, mirando entonces de reojo a Matilda—, si la Dra. Honey acepta mi ayuda.
Matilda lo miró de reojo también, inexpresiva.
—Será algo interesante de ver —murmuró la psiquiatra, no precisamente muy emocionada con la idea.
—Yo también deseo hablar un día con ella como habíamos quedado —intervino Cody en la conversación—. Quiero... saber un poco más sobre lo que puede hacer.
Y era cierto, sobre todo luego de lo que había visto en esa habitación, y tras todo lo que Cole les había dicho sobre fantasmas y demonio, todo un mundo nuevo sobre el Resplandor que él ignoraba por completo. Esa niña era un misterio, sin duda... un misterio que lo aterraba, pero al mismo tiempo fascinaba un poco.
—Pero ya falté un día a clases, así que tendría que ser hasta el sábado, si acaso.
—Lo arreglaré —asintió Matilda—. Gracias, Cody.
—Bien, me agrada cuando todos se llevan bien —comentó un poco risueña Eleven al teléfono—. Dicho esto, creo que sería todo de mi parte. Pero antes de despedirnos... Cole, ¿puedo hablar un minuto contigo a solas?
Las miradas de Matilda y Cody se clavó instintivamente en Cole, quien parecía igual de confundido que ambos sobre esa petición tan repentina.
—Descuiden —ironizó el policía —, de seguro sólo me quiere regañar por lo de hace un momento. ¿Me permite?
Matilda, un poco de mala gana, extendió su teléfono hacia él, resignada.
—No sé qué tanta vida le quede en realidad.
Cole tomó el teléfono entre sus dedos, le quito el altavoz y se alejó unos cuantos pasos de ellos con el teléfono en su oído; "puedo hablar contigo a solas" definitivamente era una forma amistosa de decir que quería decirle algo que los demás no necesitaban, o no debían escuchar. Eso no hacía muchas maravillas en aliviar esa sensación de exclusión que tan agobiaba a Matilda, pero que había prometido manejar mejor.
—¿Ya te encuentras mejor? —Le preguntó Cody, aprovechando que ya estaban un poco más solos.
Matilda suspiró.
—Más tranquila, sí. ¿Mejor?, eso es relativo.
Ambos miraron en silencio a Cole hablando lo suficientemente alejado como para que ninguno lo escuchara con claridad. Al menos ninguno de ellos podía leer la mente, así que realmente podían tener privacidad en una situación así.
—No me vas a regañar de verdad, ¿o sí? —Bromeó Cole una vez que ya estuvo en la posición correcta.
—Debería hacerlo —respondió Eleven con voz gélida—. ¿Sabías lo que causarías si mencionabas a Carrie White?
—No del todo. Sólo pensé que si tenía cosas dentro, era mejor que las sacara todas de una vez.
—¿Ahora tú eres el psiquiatra? —Su tono era claramente de reproche, aunque casi de inmediato le siguió una pequeña risa burlona—. Te lo dije, ¿no es cierto? Nunca has conocido a alguien como ella antes.
—Definitivamente no. —Se giró ligeramente para ver sobre su hombro a sus dos acompañantes, aunque más concretamente a la mujer sentada en la banca—. Es aún más impresionante de lo que tú y los demás me comentaron. Y también más hermosa...
—No te sugiero ir por ese camino —sentenció Eleven con algo de dureza.
—Hey, no estoy insinuando nada, sólo comento una verdad muy evidente. Además, es obvio que no somos nada compatibles, ¿cierto?
Eleven sólo respondió a su pregunta con un largo suspiro que dejó abierto a su interpretación.
—Pero no era de eso de lo que quería hablarte —aclaró—. Es sobre el individuo que atacó a Matilda. No quería decirlo con ella escuchando, pues aún sigue muy alterada... pero realmente no es alguien ordinario, incluso para los estándares de los que son como nosotros. —Guardó silencio unos momentos, un frío silencio—. Te seré sincera... me aterró...
—¿De verdad? —Murmuró Cole sorprendido de escuchar tal afirmación—. Eso es bastante inusual viniendo de ti. ¿Tan poderoso era?
—No sé si esa sea la palabra adecuada. Pero me exigió cada gramo de fuerza el poder repelerlo, y no estoy segura si podré hacerlo de nuevo si la situación se repite.
Si Cole no estaba intrigado antes, ahora realmente lo estaba. Por todo lo que había escuchado suponía que era alguien de gran poder... ¿pero tanto incluso como para preocupar a Eleven? Entendía porque no quería que Matilda y Cody la escucharan... pero ahora se preguntaba si él hubiera preferido haberse quedado en la misma ignorancia que ellos.
Eleven continuó.
—Mi sentido común me dice que intentar descubrir quién es y para qué quiere a esa niña, es jugar con fuego, y que deberíamos dejar las cosas como están.
—Lo entiendo —murmuró Cole, despacio—. Es una situación inusual, normalmente todos siempre te ven como alguien invencible. Pero, ¿es realmente eso lo que no quieres que la doctora escuche? ¿O se trata de algo más? —Eleven calló—. ¿Sentiste también algo... inusual en él? ¿Algo como con esta niña?
De nuevo, unos instantes de silencio que causaron un poco de ansiedad en el Detective.
—No lo sé... —murmuró la señora Wheeler tras unos instantes—. Sólo ten cuidado, ¿sí? Y protege a Matilda a cualquier costo.
—Lo haré. —Soltó entonces una pequeña risilla... que no supo bien si era divertida o nerviosa—. Realmente es tu favorita, ¿verdad?
—Yo no tengo favoritos —respondió Eleven de inmediato, casi ofendida por la insinuación—. Seguiremos en contacto, ¿de acuerdo?
—Muy bien, te informaré de cualquier cosa que vea.
Una vez que Eleven colgó, Cole se tomó unos momentos antes de volver con los otros dos. Sujetó el celular entre sus dedos, y miró un rato pensativo hacia el resto del patio de recreo. Desde aquel día en que recibió esa fortuita llamada de Eleven, hasta ese momento, con esa pequeña conversación que acababan de sostener, las cosas parecían irse complicando cada vez más y más... Una asesina con cuerpo de niña, otra más que podría estar siendo poseída por un demonio, y un individuo con habilidades tan incomprensibles que podían rivalizar con Eleven... o, incluso superarla... ¿En qué se había metido? ¿Sería muy tarde para volver a Filadelfia?
Pasó su mano por sus cabellos rubios y cortos, e intentó recuperar la compostura lo mejor posible. No tenía que ver su propio rostro para saber que éste de seguro se encontraba aterrado; incluso podía sentir su mano temblarle un poco, pero no podía dejar que esa sensación le dominara. Se giró de nuevo hacia sus nuevos amigos, con una amplia y reluciente sonrisa llena de confianza. Caminó hacia ellos con paso seguro, y se paró frente a Matilda para extenderle de nuevo su teléfono.
—Aquí tiene, Doctora —le señaló con normalidad. Matilda tomó el teléfono de regreso, y antes de que se le ocurriera preguntarle de qué hablaron, el detective se apresuró a chocar las palmas de su mano, creando un sonoro "clap", y luego se adelantó para hablar primero—. Entonces, creo que ya ha sido mucho ajetreo por un día. Será mejor ir a descansar, ¿no creen?
Matilda lo miró fijamente con expresión suspicaz, pero Cole no se mutó.
—Sí, será mejor que ambos se vayan a descansar —comentó la castaña, al parecer dispuesta a dejar dicho tema así, lo que provocó alivio en Cole.
—Yo pediré un transporte a Seattle, antes de que se haga más tarde —indicó Cody, quien de inmediato sacó su propio teléfono.
Matilda soltó un pequeño quejido en ese momento, y chocó su palma derecha contra su frente.
—Cody, lo siento tanto —exclamó con preocupación, poniéndose de pie rápidamente—. Yo debía llevarte de regreso... pero le prometí a Samara que pasaría la noche aquí por si me necesitaba.
—Oye, descuida —se apresuró Cody a responderle, sonriéndole despreocupado—. Yo puedo pedir un auto. Saldrá un poco caro, pero...
—No, no —masculló la psiquiatra rápidamente—. Nada de eso, yo te llevo y luego volveré.
—¿Hasta Seattle? —Mustió Cole, escéptico—. Volvería en la madrugada, Doctora. No puedo permitir que haga eso. ¿Por qué no te quedas esta noche en Salem, Cody?, te saldrá casi lo mismo posiblemente.
Cody miró a Cole unos momentos, y luego bajó su mirada pensativo. Ambos notaron como sus dedos delgados rodeaban su teléfono con un poco de fuerza.
—No puedo... —susurró despacio, casi como si le doliera algo—. Necesito ciertas cosas para poder dormir bien, que no traje conmigo. Y no puedo dormir en un hotel; demasiadas personas cerca. Necesito volver a mi casa, lo siento.
Cole lo miró sin comprender, pero Matilda sí lo hacía, o al menos se podía dar una idea de a qué se refería. Cody tenía absoluto control de su habilidad mientras estaba despierto. Sin embargo, esto no era así cuando dormía, pues tendía a salirse de control especialmente cuando tenía alguna pesadilla fuerte. Ella nunca había visto directamente lo que ocurría en esos momentos, pero decían que podía afectar el espacio a su alrededor de formas inimaginables, y peligrosas para cualquiera que estuviera cerca. Eleven le había enseñado a controlarlo la mayoría del tiempo, pero no era una garantía de éxito. Por ello vivía solo, en una casa un poco apartada de cualquier vecino, y cuando era necesario tomaba ciertos medicamentos para dormir que inhibían sus sueños. Procuraba no tomarlos pues dichos medicamentos podían tener efectos secundarios desagradables en él. Pero ese había sido un día agitado... o al menos más agitado que la mayoría de sus días, de seguro.
Cody notó como Matilda lo miraba con preocupación, por lo que se apresuró a sonreír y hablar despreocupadamente
—Pero descuiden, no soy un niño —exclamó—. Te veré el sábado, ¿de acuerdo?
—Gracias, Cody —murmuró Matilda, y se atrevió a darle un pequeño abrazo de despedida—. Y disculpa por meterte en todo esto.
—Lo hago con mucho gusto —le respondió el profesor despacio, regresándole el abrazo.
Tras separarse, Cody se dirigió al interior del edificio para hacer su llamada.
—Yo también puedo quedarme aquí si me necesita —comentó Cole mientras miraba como Cody se alejaba caminando—. Tengo una reservación en Salem, pero puedo llamar para decir que me esperen hasta mañana.
—¿Enserio haría eso? —murmuró aprensiva, volteándose hacia él con los brazos cruzados. Antes de decir algo que resultara más hiriente, como quizás un "¿enserio cree que podría necesitarlo para algo?", respiró hondo por su nariz y pensó mejor las cosas. Era mejor llevar la fiesta en paz de ahí en adelante, al menos lo más posible—. No, descuide. Tuvo un largo vuelo y no se ha detenido ni un segundo desde que aterrizó. Vaya a Salem, aproveche el vehículo que va a pedir Cody para que lo deje de paso. Mañana hablamos.
—Cómo usted ordene, jefa —respondió Cole, haciéndole una burlona seña militar que a Matilda no hizo gracia—. Descanse, doctora.
Matilda le sonrió de forma forzada y lo despidió con un asentimiento de su cabeza. Cole se alejó al edificio para alcanzar a Cody, y cuando al fin estuvo sola se permitió sentarse un segundo de nuevo en la banca.
Resopló con cansancio. Ella también ocupaba descansar, pero una sala de espera no sonaba al lugar ideal. Pero así era el trabajo. Tendría que dormir, y mañana lidiaría con demonios, fantasmas y quizás algunos duendes si tenía suerte.
Tomó de nuevo su teléfono e intentó encenderlo. Para su sorpresa, una vez más no encendía. No respondió de ninguna forma, tal y como estaba antes de la llamada. Incrédula, recordó que había bromeado diciendo que Eleven ahora reparaba teléfonos a distancia, pero quizás no era tanto una broma después de todo.
Quizás era cierto; había cosas del Resplandor, y de la propia Eleven, que ni siquiera ella conocía aún.
FIN DEL CAPÍTULO 26
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro