Capítulo 17. Su nuevo mejor amigo
Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 17.
Su nuevo mejor amigo
Cinco patrullas acudieron al llamado del Detective Robert Vázquez por refuerzos tras un tiroteo en el Providence Medical Center, y las cinco terminarían llegando tarde. Tráfico, choques, atropellos, e incluso un poster de luz caído cubriendo el camino, fueron las diferentes explicaciones que los oficiales tuvieron que dar para justificar su tardanza. "Es como si algo no quisiera que llegáramos", había comentado uno de ellos con tono irónico, aunque no estaba del todo listo para afirmar que aquello era sólo un decir.
Por el contrario, y si eso no era ya de por sí bastante extraño, el camino que tomó la ambulancia robada por la tiradora y secuestradora se encontró totalmente despejado y libre. No fue así sin embargo para el par de patrullas que intentaron seguirle el paso, y que terminaron siendo embestidas en el cruce de una avenida por un enorme camión de carga al que los frenos le fallaron. Una vez más, parecía que "algo" estaba jugando a favor de la fugitiva.
Boletinaron la ambulancia, alertaron a todas las jefaturas, se colocaron retenes y se comenzó a detener a cuanta ambulancia cumpliera con la descripción. Uno esperaría que una ambulancia robada conducida por una niña llamaría de inmediato la atención y debería de ser fácil de localizar. Sin embargo, pasadas dos horas, no había aún ninguna noticia. Y mientras más tiempo pasaba, el rastro de la sospechosa se hacía más frío.
¿Cómo era todo eso posible?, los policías para ese momento comenzaban a dejar de cuestionárselo; nada en todo ello parecía "posible", y sin embargo ahí estaba ante sus ojos: uno de los suyos muerto, otro más con dos disparos, un guardia en estado crítico, una niña secuestrada, y todo eso perpetrado por alguien a quien todos los testigos describían como "una simple niña de nueve años". Pero, ¿cómo podría "una simple niña" haber hecho todo eso?
Luego de su llegada, los oficiales escoltaron a Cody a la sala de espera, y le indicaron que aguardara sentado en una silla y no se moviera; un oficial se quedó de pie en la puerta, y aunque no dijeron directamente que estaba ahí para cuidarlo, eso era fácil de suponer. Matilda fue llevada de momento a que le trataran la mordida de su tobillo, y le revisaran su presión pues al encontrarla se veía aún bastante agitada y pálida. Batallaron en encontrar un médico que pudiera ayudarlos, pues todos se encontraban fuera de sus puestos luego de lo ocurrido y tardaron en recuperar el ritmo. Tanto de la herida como de la presión salió bien. Cuando cuestionó del paradero de los perros que la habían atacado, le informaron que no encontraron a ningún perro en todo el hospital, y eso a ella, sin embargo, no pareció sorprenderle. Si no fuera por la mordida que ella misma podía ver en y sentir en su propia pierna, quizás dudaría siquiera de haberlos vistos realmente.
Luego de tratarla, la escoltaron a la misma sala de espera en la que tenían a Cody y le indicaron que también se sentara. De mala gana, aunque en silencio, se sentó en la silla a lado de su compañero. El oficial de la puerta permaneció en su lugar, sin quitarles los ojos de encima.
—¿Estamos bajo arresto, acaso? —murmuró la psiquiatra con sarcasmo.
—Eso quisieran, de seguro —añadió Cody, algo más tranquilo pero igual notoriamente cansado—. ¿Cuánto tiempo más nos van a tener aquí sin siquiera interrogarnos?
Matilda no respondió nada; en parte porque no tenía una respuesta a esa pregunta, y en parte porque aún no estaba con los ánimos adecuados para entablar una conversación. Lo ocurrido en aquella sala de emergencias, lo que vio, sintió y escuchó... Instintivamente llevó sus manos a su cuello, esperando tocar con la yema de sus dedos alguna marca de herida o presión en su piel, mas no había ninguna. Su cuello se encontraba totalmente intacto. Y aun así, no podía quitarse la sensación de aquella mano invisible cortándole la respiración hasta el límite de la asfixia.
El pequeño sonido de un mensaje recibido en un celular la hizo sobresaltarse de pronto, dándose sólo hasta ese momento cuenta de lo ensimismada que se había quedado en su propia cabeza. Creyó que había sido el suyo, pero Cody fue quien sacó primero su teléfono de su bolsillo y lo revisó. Se quedó viendo unos largos segundos la pantalla en silencio, y luego apagó el teléfono, guardándolo casi de inmediato y sin la menor intención visible de querer responder.
—¿Qué ocurre? —Le cuestionó Matilda casi in pensarlo, y olvidándose por unos segundo de sus pocos deseos de hablar en estos momentos. Cody se viró hacia ella, le echó una mirada rápida a través sus anteojos, y luego se recargó por completo contra su respaldo y se cruzó de brazos.
—No, nada... es sólo un pequeño asunto que dejé pendiente en Seattle.
—Creí que habías perdido permiso —inquirió la castaña, algo confundida. Cody negó con su cabeza.
—No es de trabajo, es... —cortó él mismo sus palabras, y luego divagó un rato sobre qué decir con exactitud—. No importa, no tengo cabeza para eso en estos momentos.
Matilda no tenía intención alguna de insistirle, y no lo hizo. Ella entendía muy bien la parte de "no tener cabeza para eso en estos momentos". Sin embargo, el que Cody no quisiera hablar de su misterioso asunto pendiente, no significaba que no quisiera hablar de nada.
—¿Cómo sigues? —le cuestionó muy despacio, como si temiera que su guardia los escuchara.
—Mi tobillo ya no me duele —le respondió Matilda con normalidad.
—No me refiero a eso —susurró Cody aún más despacio. Miró sobre su hombro al oficial, y luego volvió a susurrar—. ¿Qué fue lo que te hizo esa niña exactamente? ¿De qué clase habilidad estamos hablando?
Matilda suspiró con cansancio, y recorrió su nuca con su mano derecha, intentando apaciguar un pequeño rastro de dolor que se había acumulado en esa área. Suponía que era justo decirle a Cody todo lo que podía, que en realidad no era mucho. Estaba metido en todo ese embrollo gracias a ella después de todo; de no ser por su petición de acompañarla, estaría en esos momentos tranquilamente terminando sus clases del día. Lo menos que podía hacer era informarle.
—No fue ella, fue alguien más —declaró con firmeza, igualmente lo suficientemente despacio—. No sé quién era ni qué hizo exactamente, pero fue la sensación más horripilante que he experimentado en mi vida. Sentía como me succionaba la vida como si fuera sólo aire. Creí realmente que moriría...
Su voz tembló un poco para el final de sus palabras, de una forma que no era para nada común en ella, y que a Cody dejó bastante sorprendido.
—¿Había alguien más con ella entonces? —Preguntó dudoso.
—No físicamente. Fue un ataque a distancia, de eso estoy segura.
—¿Cómo? —Exclamó Cody pasmado, subiendo la voz de más sin darse cuenta—. Pero no puede ser, las protecciones psíquicas que Eleven nos colocó...
—No sirvieron para nada —sentenció Matilda con dureza, interrumpiéndolo—. Ese individuo las atravesó como si fuera una simple neblina ligera. Ni siquiera sabía que era posible causarle tanto daño a otra persona sin siquiera estar cerca de ella... fue... no sé ni cómo describirlo... sólo dame un segundo...
Una sensación de nauseas le subió por la garganta al estar recordando aquel momento. Llevó una mano a su boca y se la cubrió con sus dedos, al tiempo que respiraba lentamente y con profundidad para aliviar la sensación. Su cuerpo entero estaba más afectado por eso que por la mordida en su tobillo, pese a que esto otro no había dejado ninguna marca física visible.
—¿Pudiste ver o sentir algo de él? —preguntó Cody, aparentemente nervioso por el rumbo que había tomado la conversación.
Matilda siguió respirando un poco más, antes de poder recuperar por completo la compostura y centrar sus pensamientos en la pregunta. ¿Si había visto algo?; sí... o más bien, tal vez.
—Vi algo, pero no sé si era real o no —masculló reservada—. Parecía joven, de menos de veinte, quizás. Y tenía unos ojos azules fríos... muy fríos. Físicamente no era atemorizante, pero... Dios, fue tan horrible tenerlo ante mí de esta forma.
—¿Cómo lo alejaste?
—Yo no lo hice. Fue...
Antes de que pudiera terminar, vio por el rabillo del ojo que la puerta de la sala se abría, y alguien entraba justo después. Era un hombre alto, bastante alto; de seguro cerca de los dos metros. Era algo larguirucho, aunque de hombros anchos. Piel blanca, cabeza cuadrada de facciones duras, con corte casi al ras a los lados, estilo militar. Vestía traje azul pardo con camisa gris y corbata azul con rayas blancas. Pese a su complexión y apariencia algo imponente, tenía una sonrisa bastante jovial en los sus labios, y su caminar se podría incluso describir como simpático. Los miró a ambos y se les aproximó, sentándose en una silla justo delante de ellos; soltó un pequeño quejido, más de alivio que de dolor, al hacerlo.
Antes de decir cualquier cosa, hecho un vistazo rápido a los apuntes en la pequeña libreta de hojas blancas a raya que traía en su mano derecha.
—Ustedes son la Dra. Honey y el señor Hobson, ¿cierto? —murmuró con una voz grave, pero bastante armoniosa. Justo después despegó los ojos de la libreta y los miró expectante de sus respuestas, aunque éstas se limitaron a apenas un ligero asentimiento de sus cabezas—. Lamento que los tuvieran aquí esperando tanto tiempo, pero todo es un caos allá afuera como ya han de haber visto ustedes mismos. Soy el Detective Malone. Mi compañero, el Detective Vázquez, me informó que ustedes podrían tener información importante sobre lo sucedido, y especialmente sobre la sospechosa.
—Pues le informó mal —se apresuró Cody a responder—. No sabemos nada de todo esto, y mucho menos quién era esa niña.
—Entiendo —mencionó Malone ensanchando más su sonrisa—, pero Robert puede ser algo testarudo; no me dejará en paz si acaso se me ocurre dejarlos ir sin interrogarlos siquiera.
—¿Cómo sigue? —Preguntó Matilda de pronto, sinceramente interesada.
—Está bien, ya lo trataron y creo que ahora está descansando.
Matilda cruzó sus manos sobre sus piernas y desvió la mirada hacia otro lado. Una vez que pasó todo, y mientras esperaba que un doctor le atendiera, le había entrado la duda de qué había ocurrido con él luego de que lo dejó en el suelo. Se preguntaba si hubiera sido mejor quedarse a ayudarlo, en lugar de ir tras aquella niña. Ahora le aliviaba un poco saber que se encontraba bien, y también se sentía menos culpable.
—Bien —prosiguió Malone—, si podrían decirme con exactitud qué hacían aquí en el Hospital...
La puerta de la sala se abrió abruptamente y con algo de violencia, tomando pos sorpresa incluso al otro oficial que vigilaba, y que instintivamente llevó su mano hacia su pistola. Se calmó, al menos un poco, al ver de quién se trataba. Matilda y Cody podían verlo de frente, pero Malone tuvo que girarse sobre su hombro para hacerlo.
—Oh, santo Dios —exclamó el policía totalmente incrédulo. Con un brazo sujeto a un cabestrillo, el otro apoyado en un bastón inglés, y una cara de los mil demonios, Robert Vázquez se les aproximó lo más rápido que su condición le permitía. Además del cabestrillo y la muleta, tenía un venda sobre su ceja derecha, en dónde le había rozado una bala, y su tobillo derecho se encontraba ventado, y procuraba no apoyar demasiado dicho pie.
Parecía una escena bastante irreal, la cual ninguno de los tres parecía poder interpretar por completo.
—Parece que está mucho mejor de lo que dijo —murmuró Cody.
—O quizás es mucho más testarudo de lo que dijo —añadió Matilda al comentario.
Malone se paró de su silla y se aproximó hacia el recién llegado, interponiendo su enorme cuerpo en el camino.
—Vázquez, ¿qué rayos haces aquí? —le cuestionó entre confundido y acusador.
—Mi trabajo —le respondió el hombre latino de forma cortante, y se dispuso a sacarle la vuelta aunque tuviera que maniobrar con su muleta, su hombro y su tobillo herido; Malone no tuvo más remedio que abrirle el paso, con tal de que no terminará cayendo al suelo y haciéndose más daño del que ya tenía.
—Te dieron dos disparos —señaló Malone casi como una recriminación—. ¿Te crees Sylvester Stallone o algo así? Deberías estar descansando. ¿Te dijeron al menos que podías levantarte de tu camilla?
Vázquez no le respondió, e incluso parecía conscientemente procurar ignorarlo. Se aproximó hacia las sillas y se dejó en la misma delante de Matilda y Cody que Malone había ocupado unos momentos atrás; este último se limitó a permanecer de pie y observar todo en silencio, con los brazos cruzados.
Robert inclinó su cuerpo hacia el frente, y clavo sus ojos oscuros bien fijos en los dos individuos delante de él. Había tanta fiereza en dichos ojos que casi parecía que estuviera viendo el rostro del asesino de su propio padre directamente. A Cody esa postura lo puso algo nervioso, pero Matilda se quedó apacible; de formas más intimidantes la habían visto en el pasado.
—Basta de juegos, ustedes dos —soltó Vázquez con voz dura y tan belicosa que fácilmente podría confundirse con una amenaza... si es que acaso no lo era realmente—. Ya estoy muy harto de esto. Quiero que me digan toda la verdad, ahora mismo.
—Vázquez, por favor... —Intervino Malone queriendo calmarlo, pero abruptamente alzó su muleta y la señaló con ella, quizás en un no tan discreto intento de decirle: "guarda silencio y no te metas".
—Díganme quién era la niña que me disparó, porqué se llevó a la niña Sullivan, y dónde están en estos momentos. ¡Ahora!
La voz de Vázquez se alzó de golpe con tal poderío que incluso los otros dos policías se pusieron nerviosos. Siempre había tenido fama de tener un carácter bastante duro y recio, y eso era en parte lo que lo hacía un muy buen policía. Pero en esa ocasión se veía diferente. Parecía estar gravemente afectado por lo sucedido, o incluso haber perdido un poco la razón. Quizás le habían dado medicamentos y estos lo estaban inquietando de algún modo. Fuera lo que fuera, parecía fuera de sí; el sólo hecho de que estuviera ahí, aún malherido, era un indicador bastante preocupante de ello.
—Esto es ridículo —espetó Cody, más confiado—. Ya les dijimos todo: no tenemos idea de quién era esa niña o porqué se llevó a Lily Sullivan. Nosotros estábamos de hecho con usted cuando se oyó el disparo, ¿recuerda?
Vázquez soltó una risa irónica, y luego aspiró con fuerza por su nariz. Instintivamente intentó llevar su mano a su nariz para tallársela, pero el dolor de hombro lastimado lo detuvo.
—Ustedes llegan contando una serie de extrañas historias sobre Lily Sullivan, y unas horas más tarde ocurre esta... locura; ¿y esperan qué crea que fue coincidencia?
Matilda y Cody guardaron silencio. ¿Era una coincidencia?, ciertamente si les hubiera tocado ver la situación desde el otro lado, difícilmente lo creerían tampoco. Pero tenía que ser así, ¿no? ¿Qué los había llevado a ese sitio en primer lugar? La llamada de Doug, la noticia posterior de su muerte, y lo que Matilda había sentido al tocar su fotografía. ¿Algo de ello tenía algo que ver con lo ocurrido?, no veían como de momento. Y además estaba el tema del río y lo ocurrido a la señorita Jenkins. ¿Acaso también todo eso había ocurrido por coincidencia? ¿O quizás todos habían sido hechos que de alguna u otra forma estuvieron moviendo las fichas de dominó para que cayeran justo en esa posición? Y claro, también todo podría ser obra de alguien... o algo...
Una bastante movida canción pop, de al menos diez años atrás, comenzó a sonar de pronto y con bastante fuerza entre el silencio incómodo que se había formado entre los cuatro. Malone de inmediato comenzó a tantear los bolsillos de su saco y su pantalón hasta que encontró el pequeño teléfono móvil, que se veía aún más pequeño en sus grandes manos. Miró la pantalla, teniendo que alejarla un poco para apreciarla mejor, y después de un par de segundos contestó apurado.
—¿Sí?, aquí Malone —dijo solmene al teléfono—. ¿Señor Comisionado...? Sí, señor... No... aguarde...
Rápidamente comenzó a caminar hacia la salida con el teléfono pegado a su oído. El uniformado en la puerta se permitió abrírsela para que pasara, y él le agradeció con un discreto gesto de su cabeza.
En todo ese lapso de tiempo, Vázquez no desvió su mirada de sus dos sospechosos ni un sólo segundo; ni la canción movida, ni la aparente llamada del Comisionado, lo hicieron distraerse. Luego que Malone se fue, Vázquez sólo se permitió mirar sobre su hombro a la puerta fugazmente para cerciorarse de que Malone realmente se había ido y el otro policía estaba a una distancia aceptable.
Se volvió a inclinar hacia el frente, pero ahora su atención absoluta se había centrado en Matilda y nada más en ella.
—¿Cómo lo hizo?, ¿eh? —soltó de golpe de manera pendenciera, aunque lo suficientemente bajo como para que el policía de la puerta no lo oyera.
Matilda no se mutó.
—¿Qué cosa? —respondió con un sarcasmo tan marcado que obviamente sólo hizo enfadar aún más al hombre ante ella.
—Usted sabe muy bien de qué hablo. El truco de la bala, ¿cómo lo hizo? Esa bala se dirigía directo a mi cara, y se detuvo en el aire sola. La vi flotar frente a mis ojos y luego desplomarse como si nada. ¿Cómo lo hizo?
Cody miró confundido a su compañera. Él no había sido informado aún de nada de ello, aún. ¿Acaso Matilda había usado sus habilidades para detener una bala? Ni siquiera sabía que era capaz de hacer eso, o que era posible siquiera.
La voz de Vázquez estaba cargada de exigencia, pero Matilda percibió de inmediato el deseo añadido a esas palabras. Cómo Eleven le había dicho, la gente por lo general no quiere saber la verdad: quiere saber la posible verdad que encaje en su modos de pensar y ver el mundo. Él no quería que le dijera la verdad sobre como había hecho aquello; quería que le dijera que todo había sido falso, un truco de sombras y espejos, que todo lo que había visto tenía una explicación bastante razonable. Eso era lo que quería creer, y eso era lo que esperaba que ella le dijera.
Pero Matilda en esos momentos no se sentía de ánimos para casi nada, y eso incluía ser complaciente con ese sujeto.
—¿Cómo cree usted? —Contestó la psiquiatra, encogiéndose de hombros—. ¿Realmente cree que fue un "truco"?
El rostro de Vázquez se puso totalmente rojo de la ira, y sólo hasta ese momento Matilda fue consciente de que su actitud no era propia de su profesión. El hombre ante ella había pasado por una experiencia más que traumática. No sólo había estado a punto de perder la vida, sino que además había visto algo que simplemente le resultaba imposible de entender. Su mente debía estar casi hecha pedazos, intentando tomarle un sentido a todo eso, y que ella de alguna forma le ayudara a hacerlo.
Escucharon la puerta de la sala abrirse. Supusieron que era el Detective Malone volviendo luego de terminar su llamada, así que ninguno de molestó en voltear siquiera.
Matilda respiró hondo, intentó calmarse, y entonces su voz adoptó una postura mucho más serena.
—Escuche, se encuentra alterado —musitó cautelosa—. No es fácil digerir por lo que pasó, incluso para un policía experimentado como usted. Intente calmarse y entonces hablaremos de esto...
Instintivamente acercó su mano hacia la de Vázquez con la intención de tomarla, y esperando que el contacto físico le ayudara a aterrizar, a procesar que ese momento y lugar eran reales, al igual que ella. Sin embargo, el policía apartó su mano antes de que pudiera rozarla siquiera, y la miró fijamente con aprehensión.
El policía de la entrada se encontraba discutiendo con alguien, al parecer con la persona que había abierto la puerta, pero sólo Cody lo notó, aunque sólo de reojo. Dicha persona, aun contra las negativas del policía, comenzó a avanzar hacia ellos.
—No quiero calmarme —declaró Vázquez secamente—. Si saben cualquier cosa sobre qué demonios ocurrió aquí, más les vale que lo digan, ahora mismo. O les juro que los voy a encerrar a ambos en este instante.
—¿Bajo qué cargos, si se puede saber? —Cuestionó una nueva voz, introduciéndose en la plática. Las tres personas sentadas se giraron al mismo tiempo para ver parado a su lado a un hombre desconocido que los miraba sonriente con una mano en su cintura y la otra sujeta a la agarradera de una enorme maleta negra de ruedas—. Porque desde aquí pareciera que al departamento de policía de Portland le hace falta un par de pláticas sobre acoso policial y arresto injustificado.
Aquel individuo hablaba con tono jovial, y hasta algo burlón. Era de estatura media, piel blanca, cabello rubio corto y ojos astutos azul grisáceo. Su complexión era media, ni delgado ni muy fornido, pero se apreciaba en forma. Usaba un traje de pantalón y saco gris de corte casual, con una camisa blanca debajo y una corbata azul atada a su cuello con un nudo que se veía algo improvisado y apurado.
—De hecho, asistí a uno de esos hace un año —añadió el recién llegado con todo de broma—, y fue bastante ilustrativo...
Sus palabras se interrumpieron cuando el policía de la puerta se le aproximó a tomarlo del brazo y sacarlo de ahí, pero Vázquez le indicó con un ademán de su mano sana que lo dejara.
—¿Quién es usted? —Cuestionó Vázquez con tono algo violento, e hizo el ademán de querer levantarse de su asiento.
—Por favor, no se levante, no se levante —le indicó el extraño, extendiendo sus manos hacia él; de todas formas un pequeño dolor punzante en su hombro hizo que desistiera de su intento y permaneciera sentado. El hombre de cabellos rubios se zafó de un tirón del agarre del policía, y entonces pudo sacar su billetera del pantalón, y de ésta una tarjeta de presentación que extendió hacia Vázquez—. Detective Cole Sear de la Unidad de Homicidios de Filadelfia. Disculpe que no muestre mi placa, pero no estoy precisamente en servicio en estos momentos.
Robert tomó la tarjeta algo dudoso, y la sostuvo con sus dedos delante de su rostro. Ésta tenía su nombre completo y medios de contactos, similar a las mismas que él mismo usaba para dárselas a los testigos y víctimas y así pudieran comunicarse con él directamente, una práctica usual entre detectives de la policía. Traía además su número de placa, así que era bastante sencillo verificar si era un policía real o no.
—Usted debe de ser el Detective Vázquez —prosiguió Cole con el mismo tono que antes—. Los oficiales de allá afuera dijeron que usted está a cargo de todo este horrible incidente. Bastante admirable ver que se esté encargando de esto luego de dos disparos, más lo de su frente.
—Gracias —respondió Vázquez, más como compromiso que con un sentimiento real—. ¿Qué asunto tiene la policía de Filadelfia con esto? ¿Y cómo es que llegó tan rápido?
—Ninguno en realidad, y no lo hice —comentó Cole, encogiéndose de hombros—. De hecho es una coincidencia que esté aquí. Sólo vine de vacaciones unos días, y a reunirme con viejos amigos —se giró entones hacia los otros dos, señalándolos a ambos—, Matilda y... y...
Su mirada se fijó en el profesor de anteojos, y éste lo miró casi con la misma confusión.
—¿Cody? —murmuró el acompañante de Matilda luego de unos incómodos segundos.
—¡Claro!, Cody —exclamó Cole con ímpetu, chocando después sus manos entre sí—. ¿Cómo estás, viejo?
Extendió entonces su puño contra el brazo de Cody, dándole un pequeño golpe en él, que aparentemente fue más fuerte de lo que aparentaba pues casi de inmediato Cody alzó su mano para tocarse el área golpeada.
—¿Conoce a estos dos? —inquirió Vázquez, desconfiado.
—Claro que sí. O, bueno, son algo así como amigos de una amiga, una amiga muy importante que no quiere que se metan en más problemas de los que ya están —Matilda y Cody se miraron el uno al otro en cuanto escucharon esa afirmación; ambos pensaron casi al mismo tiempo en la misma "amiga importante" a la que podría estarse refiriendo—. Y acabo de bajarme de un vuelo bastante largo, con una escala de hora y media en Minneapolis. Así que de policía a policía, si pudiera dejarlos en paz y permitir que nos vayamos a comer algo decente, se lo agradecería muchísimo.
Terminó su comentario con discreto guiño de su ojo; aunque, en realidad, no fue de hecho tan discreto.
El uniformado miró a Vázquez, esperando alguna instrucción. Éste caviló uno momentos. Si realmente conocía a eso dos, podía servir como una pieza más de este nebuloso rompecabezas, y por ello con un movimiento de su cabeza le indicó que lo dejara. Éste se retiró de nuevo a su posición, pero no le apartó los ojos de encima ni un momento.
—Eso no va a pasar —le indicó Vázquez con seriedad—. Estos dos están involucrados de alguna forma en un tiroteo y en la muerte de un oficial de policía. Sólo dejarán este sitio sobre mi cadáver.
—¿En base a qué saca esas conclusiones? —bufó Cole, despreocupado—. ¿Qué evidencia tiene para sostenerlo?
—¿Eres realmente un policía? ¿O eres su abogado?
—Puedo ser ambas, sin problema. ¿O necesitamos realmente llamar a un abogado para resolver esto?
Ambos Detectives se miraron el uno al otro, como si estuvieran en algún tipo de competencia de miradas. Matilda y Cody continuaron en silencio, como habían optado por permanecer durante toda esa conversación.
—¿Sabe usted acaso a qué vinieron estos dos aquí? —cuestionó Vázquez, inquisitivamente—. ¿Sabe las historias que vinieron a contarnos?
—Puedo hacerme una idea —volteó a ver de reojo a ambos, y casi de inmediato se giró de nuevo hacia Vázquez—. Pero creo que no es ilegal contar historias, sean inventadas o reales, ¿no?
—Lo que es ilegal es ser cómplice de un secuestro y homicidio. Usted igualmente podría serlo.
—¿Yo? —Soltó Cole entonces una carcajada despreocupada—. Como dije, yo acabo de bajarme de mi avión, y si puse la atención correcta en mi clase de Investigación 1, me parece que eso es muy fácil de verificar. Y de manera personal respondo por estos dos y le aseguro que tampoco tienen nada que ver con nada de lo ocurrido aquí.
—¿Y se supone que tengo que creer en su palabra? Hace unos minutos ni siquiera recordaba sus nombres...
Malone había entrado a la sala en estos momentos, y se dirigió de inmediato hacia Vázquez; su rostro se veía alarmado y preocupado. Lo que sea que hubiera hablado en esa larga llamada, al parecer lo había afectado un poco.
—Vázquez —murmuró Malone muy despacio, cerca el oído de su compañero; parecía no querer que las demás personas presentes lo escucharan—. Tenemos que dejarlos ir.
—¿Qué? —Soltó el Detective herido, lo suficientemente alto para ser oído por Matilda y los demás—. ¿De qué demonios estás hablando, Malone?
—Me habló el Comisionado en persona, y me aseguró que estos dos individuos no tienen nada que ver con esto. Que vienen en representación de una organización muy respetada, y su directora se contactó con él para responder por ellos.
—¿Su directora? ¿Y quién rayos es su directora?
A la mente de Vázquez vino las palabras que ese supuesto detective mencionó hace unos momentos, sobre una "amiga importante". Echó un vistazo a Cole, y éste lo miraba a la vez con una expresión complacida.
—¿Ocurre algo, Detective Vázquez? —Le cuestionó el hombre de Filadelfia. El rostro de Vázquez una vez más se puso rojo, y lo ignoró por completo para centrarse en su compañero.
—Dijeron que representan a una organización que ayuda a supuesta gente psíquica —masculló con un tono lastimero, con el enojo acumulándose en su garganta—; ¿Qué clase de organización muy respetada puede ser esa?
—No tengo idea. Le insistí mucho que tú estabas convencido de podían saber algo, pero no me hizo caso.
—Esto es estúpido —soltó con bastante fuerza, y entonces comenzó a intentar levantarse con rapidez, sin importarle el dolor. Malone intentó detenerlo, pero no se dejó. Se paró como le fue posible y se dirigió a paso pausado hacia la entrada para salir de ese lugar. Los demás lo vieron en silencio hasta que se fue.
Malone suspiró y pasó su mano por su cabello cortó. Luego se giró hacia los otros y les sonrió un tanto forzado.
—Esperen por favor sólo unos minutos más. Les tomaremos su declaración, y luego de eso pueden irse. Se los agradezco.
Antes de que alguno le respondiera, se dirigió directo a la puerta a paso apresurado. Habló con el policía en la puerta, y evidentemente le notificó que ya podía retirarse, pues un segundo después ambos salieron uno detrás del otro.
Matilda y Cody se veían realmente confundidos.
—¿Qué pasó? —Cuestionó Cody.
—Lo que pasó es que Eleven acaba de quitarles de encima a esos dos —señaló Cole con astucia.
Los ojos de Cody se abrieron como platos.
—¿Eleven sabía qué estábamos aquí?
Cole bufó, irónico.
—¿Qué si Eleven sabía que estaban aquí? —se giró entonces hacia Matilda, mientras señalaba a Cody con su dedo pulgar—. ¿Está bromeando o es nuevo? Por supuesto que sabía que estaban aquí. Siempre lo sabe, ¿o no?
Cody se puso colorado, en parte por pena y en parte por molestia tras ese comentario.
—¿Quién demonios eres? —Cuestionó Matila sin rodeos, notándosele bastante desconfiada de ese individuo.
—¿No me escuchaste hace un momento? —Respondió Cole, sarcástico—. Soy detective de homicidio, y su nuevo mejor amigo al parecer. —Se dejó caer entonces en la silla delante de ellos, la misma en la que Vázquez había estado sentado unos minutos atrás. Apoyó sus brazos contra los respaldos de las sillas laterales, en una pose cómoda y despreocupada—. Y también soy un chico de la Fundación, al igual que ustedes. Eleven me envió a ayudarlos con el caso de la niña en Salem, pero iba bajando de mi avión cuando me llamó y me pidió que viniera a echarles una mano con este otro asunto también.
Matilda se sobresaltó ligeramente, y su rostro se llenó de un apenas apreciable asombro.
—¿Tú eres a quién iba a mandar? ¿La persona con... otro tipo de experiencia?
Cole arqueó una ceja, intrigado por esa extraña descripción.
—¿Otro tipo de experiencia? No sé de eso, pero sí, soy quien viene a ayudarla, Doctora.
—Nunca había oído de ti —señaló Cody, algo incrédulo.
—¿Y conoces a todos los niños de la Fundación, acaso?
—A la mayoría, sí.
Cole no se esperaba esa respuesta. Se encogió de hombros y luego cruzó su pierna derecha sobre la izquierda.
—No me paró mucho en las reuniones y aniversarios —comenzó a explicar—, porque... bueno, no suelo relacionarme mucho con las personas en general. Soy de amistades algo... peculiares. Además, mi trabajo, como han de suponer, es bastante extenuante. Aun así, cuando Eleven me pide ayuda con este tipo de casos, siempre intento hacerme un tiempo para ella.
Tanto Cody como Matilda, pero más eta última, no parecían muy convencidos con esa explicación. Sin embargo, tampoco tenían un motivo para suponer que no era quien afirmaba ser. Conocía a Eleven, sabía del caso en Salem, y todo ello concordaba con lo último que su directora le había informado a Matilda. Pero lo que acababa de vivir hace apenas un par de horas atrás, sumado a la propia incomodidad que le causaba el tema de que Eleven fuera a enviar a alguien más a ayudarla por no considerarla lo suficiente capaz, la hacían sentirse bastante paranoica e incrédula.
Cole se inclinó de pronto al enfrente, y miró con bastante atención a ambos.
—Pero igual me puse a investigar mucho sobre ustedes —esa afirmación tomó sorpresa a ambos—. Bueno, más sobre ti —señaló entonces a Matilda, y después se volvió para enfocarse en Cody—. Eleven no estaba segura de qué tanta ayuda te habían pedido, así que no sabía si te conocería o no. Pero igual no encontré mucho. Tres familias adoptivas, eres maestro de secundaria... y básicamente eso es todo. Ni siquiera se me ocurrió preguntarle a alguien cual era tú... ya sabes, habilidad.
Cody guardó silencio. Ese "es todo" estaba algo lejos de la realidad. Había bastante de su vida que aparentemente ese buen detective no había encontrado, y eso, de momento, estaba mejor así.
Una vez que terminó con Cody, Cole se giró y enfocó su completa atención en Matilda.
—Tú, por otro lado, eres toda una película ambulante, Matilda —declaró con una sonrisa divertida.
—Dra. Honey, para ti —masculló Matilda cortante, tanto que incluso Cody pareció extrañarse de eso.
—Huy, de acuerdo, Doctora —murmuró Cole, soltando una risa burlona. Parecía el tipo de persona que no se tomaba nada enserio. ¿O era acaso el tipo e imagen que intentaba proyectar a los demás?
Se hizo de nuevo hacia atrás, apoyándose en su asiento y se cruzó de piernas.
—Bien, Eleven me contó un poco sobre lo ocurrido, pero creo que no tiene todos los detalles. ¿Por qué no me cuentan ustedes el resto?
—No necesitamos ayuda, gracias —Respondió Matilda tajantemente.
—¿Qué dices? —Exclamó Cody, incrédulo—. Yo creo que sí la necesitamos. La situación es bastante seria, Matilda. Un hombre murió, y no sabemos nada de quien te atacó.
Matilda no respondió nada. Hizo una mueca de molestia con los labios, y se viró hacia otro lado.
—Detectó algo de hostilidad aquí, Doctora —indicó Cole, ironizando un poco—. ¿No le simpatizo? Si ni siquiera me conoce todavía.
Matilda se volteó de golpe hacia él, propinándole una mirada tan dura y afilada, que bien podría haberse sentido como un disparo.
—Bien, chistosito. ¿Quieres saber qué pasó? Te lo diré.
De manera resumida, Matilda le contó sobre Doug y su muerte, así como Lily Sullivan y las sospechas que tenían sobre ella. De ahí siguió con el disparo que escucharon, y todo lo referente a ello que la policía les había contado. Siguió con la extraña niña armada que secuestró a Lily, hirió al Detective Vázquez, y a la cual estuvo a punto de detener... hasta que "eso" ocurrió. Terminó su relato explicándole sobre el extraño ataque que había sufrido, y el misterioso perpetrador de éste. Algunas de las cosas que le contó eran parte de lo que Eleven le había comunicado, pero hubo un par que no, y esas lo dejaron más impresionado de lo que esperaba.
—Vaya... —exclamó unos segundos después de que Matilda terminara de hablar—. Se ven aburridos en apariencia, pero al parecer saben causar desastre a dónde van.
—Claro que no —explicó Cody con alarma—. Nosotros no tuvimos nada que ver con esto. Sólo estábamos aquí para ver a la niña Sullivan, y ni siquiera logramos eso. No sabemos quién era esa otra niña... o quién fue el atacante de Matilda.
—¿Tú sí? —cuestionó Matilda, con sarcasmo en su voz. Cole sólo sonrió.
—No... pero creo que sé en donde podríamos averiguar algo de información al respecto.
Sin más, se puso de pie casi de un brinco, y se dirigió a paso apresurado hacia la puerta. Matilda y Cody se quedaron en sus asientos, mirándolo confundidos. Al notar que no lo seguían, Cole se detuvo a medio camino y se viró hacia ellos de nuevo.
—¿Vienen o qué?
—Nos dijeron que aguardáramos aquí —indicó Cody, algo dudoso.
—¿Y siempre haces lo que te dice un oficial de policía?
—Normalmente...
—Anda, yo los cuido —mencionó juguetón, rematando con un guiño de su ojo derecho.
Cole continuó hacia la salida, ya sin importarle si ellos venían con él o no. Cody miró a Matilda, en busca de su opinión.
—¿Qué debemos de hacer?
Matilda suspiró pesadamente, y se puso de pie.
—Si Eleven confía tanto en él, quiero ver porqué.
—Oye, ¿qué pasa exactamente entre Eleven y tú? —Cuestionó Cody, imitándola y también parándose. La actitud de Matilda hacia Eleven se había mostrad bastante extraña desde el día en que la vio en Seattle.
—Nada, nada... sólo terminemos con esto.
Matilda comenzó a andar apresurada hacia a puerta, y Cody no tuvo mayor remedio que seguirla, en silencio.
— — — —
Cole no sabía a dónde ir en un inicio, pero luego de entablar conversación con un par de oficiales, estos lograron decirle el sitio exacto, aunque posiblemente no fueron del todo conscientes de eso. Matilda y Cody no entendían porque quería ir a ese sitio, o qué esperaba ver que los otros policías no. Y él por su lado no les explicaba nada, como si tratara de mantener el misterio.
Subieron por el elevador hacia el piso que les habían señalado. En el pasillo que buscaban, sin embargo, vieron a un policía haciendo guardia frente a una línea policial amarilla; lo más seguro era que estaba ahí para cuidar que nadie se acercara. Los tres se quedaron ocultos en una equina como insulsos delincuentes.
—¿Y ahora qué? —Cuestionó Matilda—. ¿Usarás tu encanto también con él?
—No creo ser lo suficientemente encantador —respondió Cole con elocuencia—. ¿Alguna de sus habilidades ayudaría a crear una distracción?
—¿Distracción?, ¿para la policía? ¿Enserio? —Masculló la mujer castaña con molestia—. ¿En verdad eres policía? Ni siquiera nos has dicho a qué quieres ir ahí.
—Ya les dije, para recabar información sobre la sospechosa.
—La policía ya revisó todo ahí. ¿Qué esperas ver? Eres sólo un hablador.
—Si me ayudan a llegar hasta ese sitio, se los mostraré.
Matilda suspiró con frustración y entonces se alejó un poco de ellos con sus manos alzadas.
—Yo no voy a participar. Mis días de usar mis habilidades para travesuras infantiles fueron hace mucho tiempo atrás.
—Sí, algo escuché de eso —comentó Cole en voz baja, confundiendo un poco a la psiquiatra. Su atención se centró ahora en Cody—. ¿Qué hay de ti? ¿Hay algo que puedas hacer para darme una mano aquí?
Cody vaciló. Miró a Matilda y a Cole respectivamente, indeciso sobre qué hacer. Matilda sólo se encogió de hombros, y con su mirada le indicaba indirectamente que hiciera lo que mejor le pareciera; como si eso fuera sencillo.
El profesor de biología se retiró sus anteojos, y centró su mirada en el pasillo. Se quedó en silencio, un muy profundo silencio. Parecía tan concentrado en lo que fuera que estuviera haciendo, que parecía no estar pestañeando... o incluso respirando. Cole estaba por preguntar qué estaba haciendo, cuando de pronto escuchó una risilla resonando por el pasillo. Alzó su mirada al frente, y pudo ver como pasaba corriendo rápidamente delante de ellos lo que parecía ser una niña o un niño, y se alejó riendo y corriendo hacia dónde estaba el policía.
Cole se asomó. El policía se puso en alerta al ver al niño que corría hacia él, y luego se detenía a un par de metros, mirándolo fijamente con una amplia sonrisa.
—Oye, no puedes estar aquí —le indicó el oficial, pero la única respuesta del niño fue salir corriendo hacia otro pasillo y perderse de su vista—. Oye, aguarda.
El policía se dirigió detrás de él con apuro, y en unos segundos ya no lo veían, ni tampoco escuchaban. Cole y Matilda se quedaron viendo a Cody, esperando a que reaccionara de alguna forma. Eso pasó cerca de un minuto después, en el que dio una larga inhalación, y justo después se colocó de nuevo sus anteojos.
—Eso lo mantendrá ocupado un par de minutos —Les indicó, serio.
—Impresionante, eres un ilusionista —señaló Cole, dándole una palmada en la espalda—. Bien hecho, pero no tenías que hacer que nosotros también los viéramos sólo para lucirte.
Cody lo miró de reojo y con una mano se acomodó de nuevos sus anteojos, luego de que esos se movieron tras su palmada en la espalda.
—No lo hice, y no soy un Ilusionista —le indicó cortante, y entonces comenzó a caminar hacia donde se dirigían antes de que intentara hacerle alguna otra pregunta. Cole se vio confundido y curioso, pero prefirió no presionar más de lo debido.
Los tres avanzaron hacia la línea policial y se pararon justo delante de ella. Desde esa posición, Cody y Matilda pudieron ver con claridad la horripilante escena que su "nuevo mejor amigo" insistía tanto en querer ver...
FIN DEL CAPÍTULO 17
NOTAS DEL AUTOR:
—El Detecive Malone, así como Vázquez, es un personaje original de mi creación, aunque está basado en el contexto de la película de Case 39, mas no es un personaje que haya aparecido directa o indirectamente en ella.
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