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Capítulo 151. Una pesadilla hecha de realidad

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 151.
Una pesadilla hecha de realidad

El reloj del buró a un lado de la cama marcaba que era ya para ese momento cerca de la media noche. La lluvia de afuera no había mitigado ni un poco, y las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el cristal de la ventana. La habitación se encontraba a una agradable media luz, sólo alumbrada por la lámpara de noche en el mismo buró.

Lisa tenía su mejilla recostada contra el pecho desnudo de su novio; sus ojos abiertos contemplando su piel alumbrada por la luz anaranjada de la lámpara, mientras hacía sobre ésta pequeños círculos con un dedo. Él a su vez la tenía envuelta con un brazo que la mantenía muy cerca de él, casi como si temiera que se alejara si le daba la oportunidad; un sentimiento que ella misma había sentido a la inversa, incluso en ese instante. Sus cuerpos se encontraban cubiertos únicamente de sus cinturas para abajo por las sábanas de un impecable color blanco.

Era la tercera vez que Cody y ella hacían el amor; cada una había sido justo en esa misma cama. No llevaban mucho tiempo como pareja, y en otras circunstancias no se hubiera atrevido a abrirse de tal medida hacia un chico, y menos tan rápido. Siempre había sido muy cuidadosa y reservada en el pasado; algunos dirían que quizás demasiado. Y eso quizás la llevó a tener problemas en sus relaciones pasadas, pero al mismo tiempo también le ayudó a sortear muchas posibles decepciones.

Pero con Cody todo era diferente. Con él las cosas simplemente parecían suceder, fluyendo como la corriente de un río, y ella estaba más que contenta de dejarse llevar por dicha corriente. Nunca se lo había dicho directamente, pero desde su primera conversación en aquella fiesta en donde su profesor los presentó, ella había sentido una fuerte conexión que la llevó de inmediato a sentirse muy cómoda en su presencia. Y no tardó casi nada en sentir que podía ser ella misma con él; decirle y compartirle cualquier cosa...

Hubiera deseado, sin embargo, saber que él se sentía de la misma forma.

Sintió de pronto como la mano de Cody bajaba repentinamente por su espalda, provocándole unas agradables cosquillas.

—¿Te desperté? —preguntó Lisa despacio, susurrando con sus labios pegados a la piel de su pecho.

—No, no estaba dormido en realidad —respondió Cody, sin ningún rastro de sueño en su voz. Esto no le extrañó; ya para ese punto tenía claro que él deliberadamente nunca dormía en su presencia—. ¿Y tú?

—Tampoco. Sólo pensaba.

—¿En qué? —preguntó Cody, percibiéndose de hecho bastante interesado—. Bueno, si puedes decírmelo.

—Nada importante —murmuró Lisa, encogiéndose de hombros—. En el futuro, creo.

Cody dejó escapar una repentina risilla irónica.

—Eso suena bastante importante.

—¿Tú crees? —le respondió ella con tono burlón.

Lisa se alzó y se giró un poco, cruzando sus brazos sobre el pecho de Cody, y apoyando su barbilla sobre estos para poder mirarlo directamente al rostro.

—¿Qué deseas tú para el futuro? —soltó de pronto, tomando vívidamente por sorpresa al joven profesor.

—Wow, ¿ya entramos en el terreno de las preguntas complicadas?

—Tranquilo, no te estoy preguntando si quieres casarte conmigo ni nada —exclamó Lisa entre risas—. Aunque mi padre sí me lo preguntó el otro día.

—¿Si acaso estaba en nuestros planes casarnos? —inquirió Cody, dubitativo, a lo que ella le respondió asintiendo—. ¿No le parece un poco pronto?

—Es un hombre práctico que no se anda con rodeos. Pero eso no importa ahora. ¿Qué respondes? ¿Qué deseas para el futuro?

Cody colocó una mano atrás de su cabeza y fijó su mirada en el techo. Mientras reflexionaba en su respuesta, volvió a recorrer lentamente sus dedos por la espalda de Lisa, provocándole de nuevo esas agradables cosquillas, pero intentando que su reacción no se volviera tan evidente.

—No lo sé —respondió tras un rato—. Pero puedo decir con seguridad que estoy muy feliz con cómo son las cosas en este momento.

Lisa sonrió, en parte divertida por la respuesta, en parte un tanto conmovida.

—¿Hablas de tu trabajo, tu casa, tus amigos y tu novia? ¿O de este preciso momento de tiempo en el que nos encontramos?

—Ambas opciones son bastantes buenas —contestó Cody con tono divertido, girándose de nuevo a mirarla—. Y, ¿qué hay de ti? ¿Qué deseas tú para el futuro?

Lisa esbozó una amplia sonrisa, que no le hizo justicia a todas las emociones que remolineaban en su pecho tras escucharlo hacerle esa pregunta.

Volvió a recostar la cabeza sobre el hombro de su novio, y se acurrucó cómodamente a su lado, pegándose a su costado y rodeando su cuerpo con un brazo. Cerró los ojos, intentando visualizar en su mente la imagen que intentaba evocar. Y entonces le compartió su larga y detallada respuesta...

* * * *

El estruendo provocado por el cohete lanzado por Marsh se asentó, y poco después lo hizo también el polvo levantado. Más de la mitad del pasillo quedó sepultado en los escombros del techo, debajo de los cuales se asomaban las piernas y brazos de algunos de los hombres al mando del Tte. Marsh, que habían tenido la mala suerte de estar justo debajo del punto en el que el cohete se estrelló.

Marsh se paró firme al final del pasillo, observando aquel panorama con indolencia, mientras con una mano se limpiaba el polvo de sus ropas. La explosión le había volado además el cigarrillo de su boca, por lo que no perdió mucho tiempo en sacar otro de su cajetilla y colocarlo en sus labios. A su alrededor se fueron agrupando los miembros de su equipo que seguían de pie e intactos; en esos momentos apenas unos cinco o seis hombres.

—Busquen a la bruja y al ilusionista, y asegúrense de que estén muertos —ordenó con abrumadora calma, mientras encendía su cigarrillo nuevo.

—Señor, algunos de nuestros hombres están sepultados también en los escombros —le informó alarmado uno de los soldados de pie a su lado.

—Preocúpense por eso después —ladró Marsh con severidad—. Nuestra prioridad es acabar con los objetivos. ¡No pierdan tiempo!

Los soldados acataron la orden sin chistar, y comenzaron a avanzar entre los escombros con armas en mano, en dirección a donde se suponía que habían estado Gorrión Blanco, Cody y el Sgto. Schur.

Desde el otro extremo del pasillo, Lisa se asomaba por la esquina, alarmada por el escenario tan catastrófico que se cernía a unos cuantos metros de ella. Su cuerpo temblaba de miedo, y su mente era un revoltijo que no le permitía resolver cuál debía ser su siguiente acción. Sin embargo, Lucy parecía tenerlo bastante claro.

—Tenemos que irnos antes de que noten que seguimos aquí —le susurró despacio cerca su oído, jalándola además de un brazo para alejarla de la vista de los hombres en el pasillo.

—¿Irnos? —masculló Lisa, aturdida—. Pero, ¿y dejarlos ahí solos? ¿No hay nada que tú puedas hacer para ayudarlos? También eres un UP, ¿o no?

—Si con eso te refieres a que tengo poderes, pues sí. Pero ninguno de ellos sirve para pelear, mucho menos con hombres armados. En estas circunstancias soy tan débil e inútil como tú.

—Pero Cody... —susurró Lisa dubitativa, volteando a ver por reflejo de nuevo hacia el pasillo, pero Lucy la volvió a jalar para que mirara hacia ella antes de que lo hiciera.

—No hay nada que puedas hacer por él —sentenció Lucy con dureza—. Vámonos, y quizás una vez que estemos afuera podríamos hacer algo para ayudarlos.

La mentira fue más que evidente en sus palabras; no había logrado ni un poco ocultarla. Ambas sabían muy bien que si ellas dos lograban salir vivas de ese sitio y dejaban a Cody y a los otros atrás, eso sería igual a dejarlos para que murieran.

Lisa se debatió internamente sobre qué hacer. La propuesta de Lucy era la más lógica, y la que cualquier soldado y científico señalaría como la mejor. Sin embargo, ella no se sentía como ninguna de las dos cosas en esos momentos. Si hubiera sido en cualquier otra circunstancia, con cualquier otra persona, de seguro lo hubiera hecho sin chistar demasiado. Pero... era Cody; su Cody. La sola idea de abandonarlo de esa forma, en especial luego de que él había ido hasta ahí justo por ella...

Nadie tendría por qué hacer una elección tan difícil, y menos con tan poco tiempo para pensarlo. Pues en cuanto los hombres en el pasillo notaran su presencia, o alguien más viniera por donde habían llegado, sus oportunidades de escapar desaparecerían.

Sin embargo, antes de que pudiera tomar cualquier decisión, tanto Lucy como ella escucharon una pequeña conmoción en el pasillo, que irremediablemente jaló su atención.

Los escombros en el punto al que los hombres armados se aproximaban comenzaron a moverse, colocándolos en alerta. Pero antes de que cualquiera pudiera reaccionar, los escombros se alzaron y volaron directo hacia ello, golpeando y derribando con fuerza a dos de ellos.

De aquel sitio, Gorrión Blanco comenzó a alzarse lentamente, con una mano alzada hacia el frente, y su brazo herido colgando de un lado. Detrás de ella, Cody y Francis parecían también estar bien, o al menos lo mejor que podían estar. Antes de ser aplastados por los escombros, Gorrión Blanco había logrado usar su telequinesis para proteger a los tres, pero no sin salir ilesos. Cody tenía un fuerte golpe en la cabeza, que le había abierto una herida y dibujado una larga mancha roja por su frente y ojo. Francis, por su parte, yacía boca abajo en el suelo, al parecer ya totalmente inmovilizado por la gravedad de la herida en su costado, empeorada aún más por esa sacudida. Y Gorrión Blanco, ciertamente el disparo de su hombro no había mejorado tampoco con aquello, y ahora incluso levantar su brazo derecho le resultaba horriblemente doloroso. Lo bueno era que en realidad no necesitaba los brazos para usar sus poderes.

Usando su telequinesis, empujó tanto a Cody como a Francis hacia el extremo contrario del pasillo, haciendo que sus cuerpos se deslizaran por el suelo en dirección a Lisa y Lucy. Al mismo tiempo, al lado contrario lanzó más de esos escombros como proyectiles contra los atacantes, incluido uno muy grande que casi aplastó uno de ellos, y eso le dio oportunidad para también huir, aunque fuera casi renqueando.

Lisa y Lucy tomaron a Cody y Francis en cuanto estuvieron cerca de ellas, y los jalaron para ponerlos a cubierto.

—Dios mío, tu cabeza —señaló Lisa alarmada, mirando la sangre en el rostro de Cody.

—¿Se ve tan mal? —masculló el profesor, tomándose incluso la molestia de ponerle un tinte de humor a sus palabras.

Al no contar con nada mejor a la mano, Lisa tomó un extremo de su bata blanca, y lo presionó contra la cabeza de Cody. Éste respingó un poco ante la sacudida de dolor que le causó el contacto, pero resistió. La tela blanca de la bata no tardó en irse impregnando de rojo, pero por suerte no demasiado.

—Eso fue una locura —le reprendió Lisa con ligera molestia—. Eran diez hombres armados, y tú sólo un profesor de escuela que los atacó con mariposas.

—Es lo que puedo crear más rápido sin pensarlo mucho, pero podría haber hecho algo más espectacular —declaró Cody, de nuevo con algo de diversión en su tono, que Lisa no compartió en lo absoluto—. Lo siento. Todo esto es una mierda, ¿cierto?

—Tú lo has dicho —suspiró Lisa con pesar.

Gorrión Blanco llegó hacia donde se ocultaban un segundo después. Se apoyó contra la pared para evitar caer, y aferró firmemente su mano izquierda contra su hombro herido.

—¿Estás bien? —preguntó Lisa en voz baja, aun sabiendo que era una pregunta tonta; sólo mirarla era suficiente para saber la respuesta.

Gorrión Blanco respiró, intentando serenarse, y se volvió a parar derecha lo mejor que pudo.

—Hay que irnos —les indicó con voz dura.

—Es lo que les he dicho desde el inicio —rezongó Lucy con irritación, ganándose un par de miradas de desaprobación de parte de Cody y Lisa.

—Sargento, ¿puede caminar? —preguntó Gorrión Blanco, preocupada, viendo al militar sentado en el suelo a sus pies.

—Lo dudo —respondió Francis; su voz se escuchaba apagada, pero seguía habiendo fuerza en ella. Intentó levantarse, aún a pesar de que era obvio que cada movimiento le causaba un intenso espasmo de dolor, quedando claro rápidamente que no podría hacerlo por su cuenta—. Váyanse, yo intentaré distraerlos.

—De acuerdo —dijo Lucy, más que dispuesta a tomarle la palabra.

—¡No! —exclamó Gorrión Blanco con ímpetu—. Ustedes dos llévenlo, por favor —murmuró casi suplicando, mirando a Lisa y Lucy, que eran las que claramente estaban más intactas de todos ellos.

—¿Dos mujeres pequeñas cargando a un hombrezote como éste? —rezongó Lucy—. No hablarás en serio...

—Cierra la boca, ¿quieres? —le reprendió Lisa con severidad. Sin dudarlo mucho más, se apartó un poco de Cody para agacharse a lado del Sgto. Schur, e intentar entonces ayudarlo a ponerse de pie pasando uno de los brazos de él por sus hombros—. Ven y ayúdame —exclamó con molestia, mirando a Lucy. Ésta resopló, y más resignada que otra cosa se agachó al otro lado del hombre herido.

Francis se encontraba al parecer bastante débil como para oponer resistencia, y en su lugar intentó cooperar lo mejor posible para no ser una carga tan pesada para las dos chicas.

—¡Muévanse! —escucharon como vociferaba la voz de Marsh desde el pasillo—. ¡No dejen que ninguno se escape! ¡¿Qué esperan?!

Esos gritos, acompañados de los inminentes pasos que se aproximaban en su dirección, fue lo que les bastó para apurar su escape.

—¡Avancen! Yo voy detrás de ustedes —les indicó Gorrión Blanco, caminando en efecto detrás de ellos, pero con su atención puesta en la dirección de la que venían Marsh y los otros, y con sus poderes más que listos para repeler lo que viniera.

El grupo comenzó a avanzar, Lucy y Lisa al frente ayudando a Francis; Cody detrás de ellas, con un ojo puesto en el camino, y otro más a sus espaldas, en donde venía Gorrión Blanco, aunque algunos pasos más detrás.

Cody se maldijo por dentro, debido a la enorme impotencia que sentía. Estaban heridos, cansados, perdidos y en absoluta desventaja para ese punto. No sabían cuántos más de esos atacantes había por la base, y ni siquiera tenían claro en qué dirección tenían que ir.

«Si tan sólo fuera más fuerte, si tan sólo pudiera hacer más...»

A sus espaldas, escuchó como los disparos comenzaban a suscitarse, haciendo que todos se detuvieran un instante. Ninguna bala de sus perseguidores los alcanzó, pues Gorrión Blanco aún tenía las energías suficientes para desviarlas.

—¡No se detengan! —les gritó la joven con voz de mando, sin mirarlos pues toda su atención estaba fija en la tarea de repeler.

El grupo reanudó su marcha, lo más rápido que les fue posible. Avanzaron más y más por el pasillo, en la dirección que habían llegado. Al final del pasillo vislumbraron la misma sala amplia y abierta por la habían pasado hace un momento. Pero no alcanzaron a llegar tan lejos.

Estando a un par de metros del final del pasillo, su andar fue cortado de pronto cuando escucharon nuevos pasos aproximándose, pero ahora justo en esa dirección. Y un instante después, vieron con espanto como otro grupo de hombres, todos vestidos de negro y armados, aparecía justo delante de ellos, cortándoles el camino.

Todos pararon en seco, y miraron a aquel nuevo grupo con sus ojos bien abiertos, llenos de asombro y miedo. Igual no les dieron mucha oportunidad de procesar por completo lo que ocurría, pues de inmediato los hombres alzaron sus armas en su dirección, y jalaron los gatillos de sus rifles sin la menor vacilación.

El estruendo de los disparos a sólo unos cuántos metros de ello resonó en el pasillo entero. Francis, a pesar de su estado, intentó reaccionar antes del primer disparo, y jalar a las dos chicas con él hacia el suelo para cubrirlas. Sin embargo, en su debilidad su movimiento fue torpe, y sólo logró precipitarse al suelo con una de ella. La otra, por otro lado, quedó de pie a medio camino al suelo, justo al frente de los inminentes disparos, totalmente a la merced de estos...

Las balas atravesaron por completo su cuerpo una detrás de otra, brotando por su espalda, creado en un segundo grotescos agujeros en su alguna vez impecable bata blanca. Cody, detrás de ella, sólo pudo observar aquello con intenso e inmovilizador horror...

—¡¡Lisa!! —gritó el profesor con voz desgarrada, un instante antes de que una de esas balas que había brotado de la espalda de su novia le diera a él justo en el brazo, lanzándolo hacia atrás.

Para cuando los disparos cesaron, ambos se precipitaban juntos al piso.

— — — —

Mabel no sabía qué era lo que la tenía más sorprendida: encontrar a su amiga perdida justo en ese sitio, su lamentable estado, o el hecho de que pudiera reconocerla aún pese a éste. Estaba horriblemente delgada, sólo sostenida en pie por las gruesas correas en sus extremidades. Su cabello oscuro estaba considerablemente más largo que la última vez que la había visto, aunque se veía débil y sucio. Pero estaba segura de que era ella; era Annie la Mandiles, su compañera y hermana del Nudo Verdadero.

Pero, ¿entonces no había muerto junto con el Diésel y el Sucio? ¿Cómo es que había llegado hasta ese lugar? Y lo más importante... ¿por qué se encontraba en ese estado tan lamentable?

Y entonces logró sobreponerse lo suficiente a su impresión inicial, para así darse cuenta de una verdad que estaba pasando por alto: no podía ser una coincidencia que Annie estuviera ahí, justo en el mismo sitio y en la misma sala a donde esa paleta la había enviado. Ella sabía que Annie estaba ahí, sabía que ese ataque ocurriría; lo sabía todo...

¿Quién era en realidad la tal Verónica? ¿A qué clase de juego estaba jugando en el cual ella claramente era sólo una pieza más? Y, lo más importante, ¿contra quién jugaba...?

Mabel se quedó profundamente ensimismada por todos aquellos pensamientos, y esto no pasó desapercibido para Russel. Aprovechando su momento de distracción, se sobrepuso lo mejor que pudo a su miedo, para así intentar salvar a sus subordinados.

—¡Pronto! —exclamó con fuerza, llamando la atención de los demás miembros del equipo científico—. ¡Salgan!, ¡salgan de aquí ahora! —les insistió, señalando con sus manos hacia la puerta.

Los tres hombres y las dos mujeres vacilaron unos instantes, pero en cuanto pudieron reaccionar, corrieron despavoridos hacia la puerta. Si al menos uno de ellos lograba salvarse, Russel podría estar en paz.

Lamentablemente, su deseo no se cumplió.

Antes de que cualquiera de ellos pudiera poner un pie afuera de la sala, Mabel se giró con asombrosa rapidez hacia ellos, con sus armas en mano. Y sin el menor miramiento jaló el gatillo de ambas. Las balas volaron una detrás de otra, acribillándolos frente al mero marco de la puerta. Atravesaron sus batas blancas por la espalda, llenándolas de agujeros, y uno a uno fueron desplomándose al suelo, incluso unos encima de otros.

—¡No! —exclamó Russel, horrorizado. Los cuerpos de los cinco yacieron a unos cuantos metros de él, y sus batas blancas se fueron impregnando poco a poco de rojo.

La imagen de su equipo muerto y manchando el suelo de sangre fue demasiado para Shepherd; su cuerpo ya no pudo soportarlo más, y de inmediato se inclinó sobre sí, vomitando con fuerza en una esquina lo poco que le quedaba en el estómago. Respiró agitado, con sus manos apoyadas contra sus rodillas, y su rostro perlado por el sudor que lo cubría.

Escuchó entonces los pasos pesados y contundentes aproximándose en su dirección. Al alzar la mirada, notó a Mabel que se aproximaba presurosa a su encuentro, y el cañón de su arma apuntando directo hacia él. Pero lo más aterrador fue por lejos la furia casi asesina que se había apoderado de su semblante entero.

—¡¿Qué le hicieron?! —le gritó exigiendo una respuesta inmediata, y con su dedo más que listo para presionar una vez más el gatillo, importándole muy poco la instrucción que le habían dado de sacarlo de ahí con vida.

—La... la hemos mantenido con vida —fue lo único que Russel pudo responder de momento, y por supuesto no fue suficiente para calmarla.

—Desgraciados... malditos... ¡bastardos! —exclamó Mabel con fuerza, mientras se aproximaba beligerante hacia Russel. Éste retrocedió tembloroso, hasta que su espalda quedó contra la pared, y la verdadera no tuvo reparó en pegar el cañón de su arma contra su cuello, estando a nada de encajárselo a través de su piel.

Russel cerró sus ojos con fuerzas, esperando tembloroso el disparo que al fin terminaría con él, y en parte deseándolo. Aunque lo cierto era que la mayoría de su ser seguía aferrado al deseo de salir con vida, convenciéndose de que aún había mucho trabajo por hacer.

El dedo de Mabel se mantuvo firme contra el gatillo, ansioso por presionarlo y dejar salir la ráfaga de muerte que ese sujeto, y todos en esa base, se merecían. Por suerte para Russel, la verdadera logró al final sobreponerse a toda su ira, y jalar su arma rápidamente hacia un lado, haciendo que en su lugar los tres disparos que salieron del cañón agujeraran las baldosas del suelo. Russel cayó al piso de sentón en cuanto sus piernas no lograron sujetarlo más, temblando y sollozando. Mabel miró además con desagrado como había mojado sus pantalones.

Esa apariencia patética le ayudó a mitigar su enojo lo suficiente para recordar que aquello ante ella no era más que un paleto cualquiera; nada que mereciera dejar salir su coraje más de la cuenta.

—Sácala de ahí, ¡ahora! —le ordenó con voz beligerante.

Russel tuvo problemas para sobreponerse a la impresión, y ella tuvo que ayudarlo a pararse, a costa de empujones y jaloneos. El científico avanzó tambaleándose hacia una de las computadoras, y con dedos temblorosos comenzó a introducir los comandos necesarios para hacer justo lo que le habían ordenado. Tras unos segundos de tortuosa espera, Mabel miró como el tubo de cristal que rodeaba a Annie se elevaba y se ocultaba en el techo, dejando ninguna obstrucción entre ellos y la mujer en la camilla.

—Desátala —ordenó a continuación, levantando a Russel de su silla de un tirón de su brazo.

Russel se aproximó hacia la plataforma elevada donde reposaba la camilla de Annie, y activando una palanca ésta comenzó a cambiar su posición hasta quedar por completo de forma horizontal. Le retiró entonces las correas de sus brazos y piernas, dejándola libre, aunque la mujer permaneció recostada, inmóvil y con sus ojos cerrados. Apenas y respiraba.

Mabel se aproximó apresurada a la camilla, e hizo a Russel a un lado con algo de violencia, para poder pararse a lado del cuerpo de su amiga.

—Annie, ¿me escuchas? —le susurró despacio, tomándola con delicadeza entre sus brazos para levantarla. Notó en ese momento lo anormalmente ligero que se sentía su cuerpo. También se percató de los tubos que tenía conectados a sus brazos, y que de inmediato retiró de un jalón. El dolor que le causó esto pareció ser suficiente para que Annie reaccionara, o al menos soltara un quejido al aire y se estremeciera—. Reacciona, cariño, por favor. Dime algo.

Los párpados de Annie se abrieron muy lentamente, como si le pesaran una tonelada. Sus ojos se veían nebulosos, y se enfocaron cómo pudieron en la persona que la sujetaba. Su mente confusa y nublada por los medicamentos y el cansancio, no logró enfocar por completo su rostro. Pero la calidez con la que la sujetaba, y la que acompañaba además sus palabras, sí le resultó bastante familiar de alguna forma.

—¿Rose...? —susurró la Mandiles con un hilo de voz apenas apreciable.

—No, Annie. Soy Mabel, la Doncella. Mírame, por favor.

La tomó de su rostro con una mano y la obligó a girar por completo en su dirección. Los pesados párpados de Annie se abrieron una vez más, se volvieron a cerrar, y luego lo hicieron una segunda vez. Su visión borrosa y confusa se fue aclarando a duras penas, hasta poder apreciar escuetamente las facciones de su compañera.

—¿Mabel...? —susurró despacio, claramente desconcertada—. ¿Al fin estoy muerta...?

—No, cariño —respondió la Doncella, negando frenética con la cabeza—. Estás viva; ambas lo estamos. Te sacaré de aquí, ¿de acuerdo? Sólo resiste un poco más.

Si acaso Annie comprendió lo que le dijo, no dio seña alguna de ello, ni tampoco dijo nada como respuesta. Solamente volvió a dejar que sus ojos se cerraran, y se sumió de nuevo en ese doloroso pero reconfortante letargo.

Mabel la recostó con cuidado de regreso en la camilla.

—Si es por ella por quien viniste, sólo tómala y vete —dejó salir Russel, desde su posición a un costado de la habitación.

—Nada de eso, doctor —sentenció Mabel con severidad—. Ya lo dije: tú vendrá conmigo. Y nos llevaremos todo eso con nosotros.

Al decir eso último, apuntó con su rifle directo hacia uno de los armarios refrigerados con puertas de cristal templado, colocado contra la pared de un lado. El sitio en donde almacenaban las muestras del Lote Diez, y del VPX-01 en su estado puro que extraían de Annie. Russel se puso lívido al escuchar tal orden.

—¿El químico...? —titubeó en voz baja—. ¿Cómo sabes de eso?

—No le interesa —le respondió con dureza—. Meta todo lo que quepa ahí, rápido —añadió justo después, señalando ahora a una de las cajas transportadoras apiladas a un costado del refrigerador—. Y en cuanto lo haga, nos iremos de aquí; los tres.

— — — —

Gorrión Blanco había hecho para esos momentos retroceder a Marsh y a sus hombres de regreso al cubierto del pasillo, y por un momento se sintió vencedora. No fue consciente de lo que ocurría justo a sus espaldas, hasta que a sus oídos llegaron de golpe los estruendos de aquellos nuevos disparos, acompañados del desesperado grito de Cody. Se giró rápidamente sobre su hombro al momento justo para ver cómo el cuerpo de la Dra. Mathews se desplomaba de espaldas al suelo, al igual que el de su novio. A unos metros de ellos, el Sgto. Schur yacía también tirado, cubriendo con su cuerpo a la otra mujer. El nuevo grupo de atacantes se aproximaba a ellos, listos para terminar el trabajo de forma limpia.

—No —susurró despacio con un pequeño hilo de voz. Sin embargo, lo que comenzó como una pequeña chispa, fue creciendo de un segundo a otro como una enorme flama—. ¡¡No!! —gritó con más fuerza, y al instante todos aquellos hombres armados salieron disparados en la dirección contraria a gran velocidad, empujados por un choque de energía provocado por su telequinesis.

Con el camino un poco más despejado, Gorrión Blanco corrió presurosa hacia ellos, pero se detuvo en seco a unos pasos de Lisa, horrorizada ante lo que vio.

Los ojos desorbitados y perdidos de la bioquímica contemplaban atónita el techo blanco sobre ella. Pequeñas lágrimas comenzaron a recorrerle las mejillas, mientras su pecho subía y bajaba con desesperación, intentando jalar aire a su cuerpo. Cada respiración, cada pequeño movimiento, voluntario o no, se traducía en un agudo y punzante dolor en alguna parte de su cuerpo. Una sensación fría no tardó en acompañar al dolor, pero era extraña; venía de dentro de ella y se abría paso hacia afuera, y no al revés.

Cinco balas le habían atravesado en el torso, a la altura de su vientre y pecho; una más le había dado en el brazo derecho, otra en el muslo izquierdo y una más en la pantorrilla derecha. La sangre comenzó a formar un charco en el suelo debajo de ella, haciéndose más y más grande con los segundos. Ella, por supuesto, no lograba ser consciente de esto, o al menos no a tal detalle. Pero no lo necesitaba para comprender la gravedad de lo que había ocurrido, y el irremediable fin al que se aceraba con cada dolorosa inhalación.

Y era por eso, y no por el dolor, por lo que lloraba.

—Lisa... —masculló Cody despacio, su voz un tanto opacada por el dolor de su brazo herido, y por ello siendo incapaz de exteriorizar la gran angustia que lo invadía en ese momento.

Ni siquiera hizo el intento de pararse; sólo se arrastró por el suelo ayudado de su brazo sano, aproximándose hacia ella con ferviente desesperación. Se sentó a su lado, y la tomó con cuidado en entre sus brazos, alzándola un poco. El cuello de Lisa colgó hacia atrás sin mucha oposición, y su mirada siguió fija en el techo, como si no le fuera posible ordenarle a su cuerpo hacer cualquier otra cosa.

—Lisa, Lisa, ¿me escuchas? —masculló Cody, su voz impregnada de pánico. La sostuvo fuerte contra sí, y recorrió sus dedos por sus mejillas, limpiándole las lágrimas. Sus ropas se impregnaron rápidamente de su sangre, pero ni siquiera lo notó—. Vas a estar bien, ¿sí? Var a estar bien. Te sacaré de aquí en un momento. Yo te salvaré... yo...

Lisa no reaccionó en lo absoluto a sus palabras; no se movió, y mucho menos dijo algo. Sólo siguió mirando al techo, y respirando agitadamente, aunque cada segundo un poco menos.

Gorrión Blanco contempló atónita aquella escena. Percibió por completo la desesperación en las palabras de Cody, y el miedo impregnado en los ojos de Lisa. Y la sangre... toda esa sangre pintando el piso bajo sus pies. Sangre roja... roja... Todo era rojo. Todo a su alrededor se impregnó de rojo.

Desde ambos flancos, los atacantes se recuperaban y se preparaban para volver al ataque. Pero ella seguía con su atención fija en Lisa, en la Dra. Mathews... en su amiga.

Algo en el semblante de Gorrión Blanco, o en toda su postura entera, cambió por completo en ese momento. Algo brotó desde lo más hondo de su ser, y se abrió paso entre las capas de confusión y miedo. Y ese algo nubló por completo cualquier pensamiento, cualquier dolor, y cualquier duda. Todo lo que existía en su mente en esos momentos se transformó en ira, enojo, y odio... Sentimientos que le resultaron no sólo conocidos sino, de cierta forma, reconfortantes.

Los soldados se pararon a cada lado del pasillo, y apuntaron sus armas directo hacia ella.

—¡Gorrión Blanco! —gritó Francis desde donde yacía para advertirle. Ella sólo lo captó como una voz lejana e inentendible, pero eso no importaba. Ella ya se había dado cuenta de la amenaza; de hecho, era de lo único que se daba cuenta por completo.

—¡Disparen! —ordenó con ímpetu la voz de Marsh, y todos abrieron fuego al instante. Las balas volaron directo hacia Gorrión Blanco, pero éstas no la tocaron. De hecho, todas y cada una se detuvieron en el aire antes de hacerlo, algunas incluso a escasos centímetros de su cuerpo, como si una barrera invisible la rodeara. Los proyectiles de plomo se quedaron suspendidos en torno a ella como pequeños insectos.

Los soldados observaron aquello con asombro, pero no por mucho tiempo, pues al instante siguiente que dejaron de disparar, Gorrión Blanco giró su rostro iracundo hacia ellos, y las balas salieron disparadas en su contra con increíble fuerza. Los proyectiles lograron golpear a algunos de ellos, y aunque no iban con la misma fuerza de haber sido disparadas por un arma de fuego, ciertamente logró herirlos un poco.

Pero no se detuvo ahí. La joven avanzó con paso firme hacia ellos, alimentada por la ira que la consumía. Esto la hizo sobreponerse a cualquier debilidad y dolor, incluida la herida de su brazo. Su cuerpo físico en realidad no era más que un vehículo insignificante de lo que se guardaba en el interior de su ser y que ahora tomaba por completo el control; y ella no lo detendría en lo absoluto.

—Gorrión Blanco, ¡no! —pronunció Francis alarmado, pero ella no lo escuchó.

La muchacha se lanzó con todo en contra de los atacantes, y estos abrieron fuego de nuevo sin dudarlo. Las balas se desviaban hacia todos lados, algunas incluso de regreso hacia la persona que la había lanzado. En un momento, uno de los soldados sintió como su cuerpo entero era apresado por aquella extraña energía que emanaba de la joven mujer, como si hubiera sido fuertemente atado con cadenas. Imponente, sintió como sus pies se separaban del suelo, y su cuerpo era elevado en el aire, para luego ser sacudido de un lado a otro, golpeándose contra sus demás compañeros con fuerza, derribando a varios de ellos, mientras que otros lo lograron esquivar a duras penas.

El soldado apresado, mareado y golpeado, fue jalado al frente, elevado en el aire con rapidez hasta estrellarse contra el techo, y luego de nuevo hacia abajo hasta precipitarse contra el suelo, golpeándose fuertemente el cuerpo entero, pero en especial su cara que se cubrió de sangre tras ese primer impacto. Pero no fue el único, pues comenzó en ese momento a subir y bajar, repetidas veces, chocando una y otra vez contra el piso, y en cada uno de esos choques dejando una mancha roja más grande. Todo ante la mirada fría de Gorrión Blanco, y la de espanto de los demás soldados, incluido el Tte. Marsh.

Para cuando terminó con él, el cuerpo del soldado era más una plasta de huesos rotos y carne magullada, misma que Gorrión Blanco lanzó como un proyectil en contra del resto, derribando a uno de ellos al suelo. No tardó mucho en aprisionar ahora a otro más, y estrellarlo de espaldas contra un muro, y luego contra el otro como si fuera una pelota.

Esto bastó para que al menos uno saliera lo suficiente de su estupor.

—¡¿Qué están haciendo?! —gritó Marsh—. ¡Mátenla maldita sea!

Los soldados se sobrepusieron, y comenzaron a disparar de nuevo. Gorrión Blanco colocó al hombre que tenía sujeto con sus poderes justo delante de ella para usarlo como escudo, y las balas terminaron acribillándolo a él. Luego lo volvió a lanzar hacia sus compañeros, y siguió avanzado hacia ellos, desviando balas, azotándolos contra el piso, las paredes y el techo. Incluso algunos decidieron optar por atacarla de frente y ya no disparar, pero terminaron siendo empujados hacia un lado ante el mero pensamiento de la joven, y como mínimo rompiéndose un hueso.

En algún momento, una de las balas que desvió dirigida a su pecho, subió en ángulo ascendente rozando un costado superior de su cabeza, e hiriéndola. Gorrión Blanco gimió, retrocedió, y llevó una mano a esa área. Por un segundo los soldados pensaron que había sido una herida más grave, pero ese alivio se esfumó cuando retiró su mano y los miró de nuevo. La sangre bajó por su rostro, manchándolo de rojo. Pero seguía de pie, y eso era lo más preocupante.

Gorrión Blanco soltó en ese momento un intenso grito, similar al rugido de una bestia, y al menos tres de ellos fueron ahora las marionetas sin hilo que les tocó bailar a su merced.

Francis y Lucy observaban atónitos desde el suelo todo aquel grotesco espectáculo. Para la rastreadora, tal despliegue de violencia utilizando la telequinesis era algo totalmente nuevo, y la tenía profundamente aterrada. Para Francis, sin embargo, aquello era casi un Déjà vu de lo que había presenciado en aquel quirófano, el día en que Gorrión Blanco despertó. La indiferencia en su mirada mientras acababa con la vida de todas esas personas, la brutalidad con la que los rompía con tan sólo desearlo... Esa era justo el arma asesina que el Dir. Sinclair tanto ambicionaba controlar, sin entender que había fuerzas en ese mundo que simplemente no se podían controlar.

Pero Francis había aprendido en su tiempo conviviendo, que esa muchacha era más que eso. Más que una UP, más que una asesina, más que Gorrión Blanco, e incluso más que la infame Carrie White. En el fondo, era sólo una joven de corazón puro y noble que deseaba ser buena... pero el mundo entero se lo impidió desde el mero día de su nacimiento. Y esa sangrienta demostración que hacía en esos momentos, no era más que el inevitable resultado de todo el daño que le habían hecho en su vida; y eso los incluía a ellos mismos.

Uno a uno, los soldados fueron cayendo ante la aplastadora ira de Gorrión Blanco. El último de ellos, más empujado por el miedo que otra cosa, intentó lanzarse hacia ella con cuchillo en mano, al tiempo que gritaba con todas sus fuerzas. No logró acercarse demasiado a ella, antes de que Gorrión Blanco lo empujara con fuerza hacia un lado, estrellándolo contra el muro. Teniendo una mano alzada hacia él, empujó aún más cuerpo, aprisionándolo contra éste. El cuchillo que sostenía en su mano fue arrancado de sus dedos, y comenzó a flotar en el aire delante de él. El hombre miró aterrorizado como el arma se posicionaba justo frente a su rostro. Y antes de que pudiera volver a gritar, el cuchillo se precipitó hacia el frente como un proyectil, encajándose entre sus ojos hasta la empuñadura.

El cuerpo sin vida del soldado se precipitó al piso una vez que Gorrión Blanco lo liberó, uniéndose al resto de cadáveres que cubrían el suelo del pasillo.

—Dios mío —susurró Lucy, incrédula, cubriéndose la boca con ambas manos. Francis no tuvo nada más que agregar a su exclamación.

Y, sin embargo, no había terminado aún.

Gorrión Blanco se giró rápidamente hacia el extremo contrario del pasillo, en donde aún quedaba alguien de pie. Marsh se encontraba con su espalda totalmente pegada contra la pared, sus ojos desorbitados mirándola con horror, su rostro pálido como nieve, y su mano temblorosa sujetaba su pistola delante de él. Hacía ya un rato que había vaciado su cartucho, y por más que presionaba el gatillo una y otra vez, nada salía del cañón.

Gorrión Blanco comenzó entonces a caminar con paso firme hacia él.

—¡No te me acerques! —exclamó Marsh con alarma, y presionó el gatillo de su arma con aún más rapidez. Parecía tan perdido que no parecía poder darse cuenta de lo inútil que era.

Con un simplemente movimiento de la cabeza de Gorrión Blanco, el arma salió disparada de los dedos de Marsh, y voló como bólido hacia un lado. Luego, la muchacha alzó su mano izquierda hacia él, y Marsh sintió igual como había ocurrido con sus hombres, como esa energía invisible lo aprisionaba, lo separaba del muro y lo jalaba hacia Gorrión Blanco, sus pies arrastrándose por el suelo, hasta quedar justo delante de ella.

Ella lo miró fijamente, su semblante convertido en una máscara de odio absoluto.

—Tú... nos traicionaste —masculló Gorrión Blanco con voz rasposa—. Tú... provocaste todo esto...

—No sabes nada, niña idiota —exclamó Marsh, desafiante, siendo su boca la única parte de su cuerpo que era capaz de mover—. Tu lealtad está con las personas equivocadas. Yo le sirvo a un poder mucho mayor que esta insu...

No pudo decir nada más, pues en ese momento sintió como su garganta era apretada, como comprimida por dos grandes y fuertes tenazas. De su boca sólo surgieron inentendibles quejidos de dolor, y sus ojos se abrieron muy grandes, llenos de confusión y miedo. Seguía sin poder mover ni un sólo dedo, mientras sentía cómo se iba ahogando poco a poco. Todo ante la letal mirada de esa chiquilla.

—¡Cállate! —espetó Gorrión Blanco, iracunda—. ¡No quiero oírte! Vas a morir, todos ustedes van a morir... Esto es lo que... lo que...

Y de pronto, ella tampoco fue capaz de completar su frase, aunque por un motivo muy distinto. En su cabeza, de pronto comenzó a resultar complicado darle forma a las palabras que deseaba usar, y sus ideas se fueron nublando, al mismo tiempo que lo hacía su vista. Comenzó a ver borroso, y todo su cuerpo le hormigueaba

—No... —susurró despacio, aunque no tenía seguro si acaso lo había dicho realmente.

Su nariz había comenzado a sangrar de nuevo, pero también lo hizo su ojo izquierdo, derramándose por su mejilla como una lágrima roja. El brazo que tenía alzado hacia Marsh cayó precipitadamente al ya no poder sostenerlo debido a la debilidad que la invadió, y el dolor de su hombro volvió de golpe, incapaz ahora de seguirlo ignorando.

Marsh fue liberado de su poder, y al no ser sostenido por éste se precipitó al suelo. Comenzó a toser con fuerza, al tiempo que intentaba jalar desesperadamente aire de regreso a sus pulmones. Gorrión Blanco no tardó en seguirle en el piso, cayendo primero de rodillas contra éste. Se quedó unos segundos en esa posición, mirando perdida la nada misma. Luego sus ojos se fueron hacia atrás, y su cuerpo se derrumbó entero hacia un costado, totalmente inconsciente.

La sangre siguió brotando de su nariz y ojo.

Francis observó atónito como Gorrión Blanco caía al suelo, inmóvil. Por reflejo hizo un primer intento de ponerse en pie, pero el dolor agudo de su herida lo hizo caer de sentón al suelo casi al instante.

—¿Qué le pasó? —masculló Lucy a su lado, exaltada.

Francis lo sabía: era lo mismo que le había ocurrido hace unos momentos en el otro pasillo, e igual en aquel pent-house de Los Ángeles. El uso excesivo de sus poderes, resultaba irremediablemente en eso. Y ese día, y en especial en esa última oleada de ira, había abusado de estos más que nunca desde que despertó.

—Corre... —susurró Francis de pronto, despacio. Lucy se giró a verlo, sin comprender—. ¡Corre! —le gritó con más fuerza, incluso empujándola con un brazo lejos de ella—. ¡Vete ahora!

Lucy se hizo hacia atrás por reflejo ante su grito, ayudada además por el empujón. Cayó sentada al suelo, y lo observó un instante, desconcertada. Pero en cuanto le fue posible, se forzó a pararse con la intención de irse, justo como le había indicado.

Francis fijó su atención de nuevo a donde Gorrión Blanco yacía inconsciente. Marsh comenzaba a incorporarse de nuevo, al parecer ya recuperado tras estar a unos cuantos segundos de que le destrozaran la garganta. Parecía aún aturdido, pero no lo suficiente para no tomar la iniciativa.

—Maldita peste —escupió Marsh con molestia, ya parado. Sin miramiento alguno, jaló su pie hacia atrás, y lo estampó con fuerza contra el costado de Gorrión Blanco. El cuerpo de la joven rodó por el suelo sin oposición tras esa fuerte patada, quedando boca abajo contra el piso. Siguió además sin dar seña alguna de consciencia—. Definitivamente no podemos dejar a ninguno de ustedes con vida...

Marsh se agachó a lado del cuerpo de uno de sus soldados caídos, tomando el rifle de éste. Jaló el seguro, dejó escapar el casquillo en la recamara, y apuntó el cañón hacia el cuerpo inerte de la UP, listo para llenarlo de agujeros de los pies a la cabeza.

Para ese punto, sin embargo, Francis se las había arreglado para ponerse de pie, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano para que el dolor de su herida no lo contuviera. Y antes de que Marsh pudiera disparar, se lanzó en su contra, tacleándolo con el cuerpo entero, provocando que ambos cayeran al piso. El rifle se escapó de las manos del teniente, deslizándose por el suelo lejos de él. Francis se le colocó encima, intentando someterlo, pero se encontraba demasiado débil. Marsh le dio un codazo con fuerza a un costado de su cabeza para quitárselo de encima, y aún en el suelo extendió una pierna hacia el sargento, plantándole una fuerte patada justo en su costado herido.

Francis ni siquiera fue capaz de gritar por el dolor. Sólo se retorció en el suelo, agarrándose fuertemente el vientre, que comenzó a sangrar abundantemente una vez más. Marsh se paró de nuevo, y comenzó a patearlo repetidas veces con cizaña.

—¡Debiste haber aceptado mi propuesta desde el maldito inicio!, ¡alemán estúpido! —gritó Marsh entre pisotón y pisotón—. ¡Ahora muere como el insecto patético que eres...!

Luego de recibir varios golpes sin defenderse, Francis logró sujetar su pie justo antes de que lo volviera a tocar, y de un fuerte jalón lo derribó de espaldas. Luego se arrastró con rapidez hacia él antes de que pudiera incorporarse, dándole un fuerte puñetazo en la cara. Lamentablemente éste no fue tan fuerte como para dejarlo inconsciente, y Marsh no tardó en regresárselo.

Lucy apenas se había alejado unos pasos, cuando por mero reflejo se detuvo y centró su atención en Francis y en el otro hombre. Ambos comenzaron a forcejar en el suelo, pero era claro para ella quién tenía la desventaja.

Algo más captó su atención de pronto: un quejido ahogado, seguido un chillido:

—No, Lisa... por favor...

Lucy se giró a mirar a Cody, que seguía sentado en el suelo, con la ensangrentada Lisa entre sus brazos. Pareció totalmente ajeno a todo lo que había ocurrido a su alrededor los últimos minutos; desde la matanza que Gorrión Blanco había provocado, pasando por el desvanecimiento de ésta, hasta el combate que continuaba a unos cuantos metros de él. Todo lo que ocupaba su mente era el rostro moribundo de Lisa, pálido, con sus ojos nublados, y un hilo rojo de sangre que resbalaba de la comisura de su boca.

—Mírame, mírame, mi amor —insistía Cody con desesperación, mientras intentaba acomodar el cuello de Lisa para que lograra voltear su rostro hacia él, pero sin mucho éxito—. ¡Yo también te amo, Lisa! —gritó con voz desagarrada, en cuanto cayó en cuenta de que él no le había dicho lo mismo cuando ella se lo dijo en la sala de interrogatorios—. Te amo, te amo con todo mis ser... Por favor, resiste...

Lisa siguió sin reaccionar, y desde su posición Lucy tenía claro que no lo haría. Se apresuró entonces hacia su compañero.

—Cody, tenemos que irnos —insistió Lucy, tomando al muchacho de un brazo para jalarlo y obligarlo a pararse, pero éste no se movió—. Maldita sea, Cody... ¡hazme caso!

Él no la escuchó; seguía igual o más ensimismado y desconectado de todo lo que lo rodeaba.

De pronto, notó como los ojos llorosos de Lisa se movían. Fue apenas un poco, pero lo suficiente para que estos se fijaran en su rostro, y supo que lo estaba mirando.

—Lisa —pronunció Cody, esbozando una amplia y esperanzada sonrisa.

Ella abrió apenas un poco los labios para intentar decir algo, pero de ellos sólo brotó otro de esos dolorosos quejidos, que no lograron tomar la forma de ninguna palabra clara. Su mano derecha se alzó un poco, agitándose ligeramente en el aire, quizás en un vago intento de alcanzar el rostro de Cody. Una lágrima más se escapó de su ojo derecho, resbalando por su mejilla hasta precipitarse al suelo.

La mano que había alzado se dejó caer de golpe un instante después, y su cabeza quedó colgada hacia un lado, con su rostro inerte mirando hacia la nada. Los sonidos de dolor de su boca, los movimientos de su pecho mientras intentaba jalar aire con desesperación... todo se detuvo de un segundo a otro.

—¿Lisa? —masculló Cody, despacio. Volvió a intentar girar su rostro hacia él, pero aunque lo hiciera sus ojos ya no lo miraban; ya no miraban nada en lo absoluto—. No, no, no... —repitió varias veces, exasperado.

Lucy se quedó lívida a su lado, observando también el semblante apagado de la joven bioquímica. En ella no existió duda alguna.

—Cody —masculló despacio, su voz al límite del llanto—. Tenemos que irnos. Por favor, párate y...

—¡No! —gritó Cody de pronto con gran fuerza, incluso espantando tanto a Lucy y que se hizo rápidamente hacia atrás—. ¡¡No!! ¡¡No!! ¡¡No!! —soltó con aún más desgarradora potencia al aire, mientras aferraba con todas sus fuerzas el cuerpo de Lisa contra él.

Y entonces, algo en su interior simplemente se rompió. Su mente, su ser, todo lo que era Cody Hobson simplemente se apagó, como se apaga la luz con un interruptor, dejando que la habitación sea gobernada únicamente por la oscuridad. Y eso mismo que se ocultaba en su interior, eso mismo que había sentido en el bosque que tomaba el control, surgió de nuevo de lo más profundo de su inconsciencia, y se apoderó enteramente de todo.

La diferencia es que en ese momento, similar a como le había ocurrido a Gorrión Blanco en aquel ataque de ira, Cody tampoco hizo absolutamente nada para detener que aquello, fuera lo que fuera, hiciera lo que le diera en gana...

—¡¡NOOOO!! —dejó escapar al aire, y su voz resonó con tanta potencia en el pasillo entero, que todos sintieron como incluso el suelo debajo de ellos se estremecía.

Marsh para ese momento tenía a Francis sometido en el suelo, con su puño alzado listo para propinarle otro más de una serie de golpes en la cara. Sin embargo, se detuvo en cuanto escuchó aquel grito, que asemejaba más a un extraño rugido chillantes, y el temblor de las paredes y el suelo a su alrededor. Se giró entonces en la dirección en donde yacían Cody y Lisa, sólo para ser testigo de algo que simplemente no fue capaz de comprender.

Las paredes, el techo y el piso comenzaron a tornarse opacos, como si los comenzara a cubrir una extraña capa de polvo o moho surgida de la nada. Largas grietas se abrieron de la nada en el concreto, y de estas aberturas comenzaron a surgir virutas oscuras como nieve negra, que comenzaron a cubrir poco a poco el aire. Sonidos extraños comenzaron a brotar también de las grietas; siseos chillantes, miles de ellos. Eran como cascabeles combinados con aullidos de animales, muy difíciles de describir.

—¿Qué es esto? —susurró Marsh azorado.

La respuesta inmediata que recibiría, sería aún más extraña y grotesca. Algo comenzó a abrirse paso por las grietas; algo grande, y eran decenas de ellas.

Marsh se puso de pie rápidamente, y retrocedió con aprensión. Francis, se intentó sentar, y contempló también tan bizarro escenario. Lucy se había alejado varios pasos de Cody, hasta quedar prácticamente en el umbral del pasillo.

Los tres miraron entonces con asombro como esas cosas salían de los agujeros de las paredes, y ocupaban rápidamente el espacio del pasillo. Eran alrededor de cinco, pero había más en las grietas esperando su turno para salir. Eran criaturas opacas, deformes, con muchas patas, cuerpos alargados, alas transparentes, y ojos grandes y negros... Parecían insectos gigantes, pero de formas que simplemente no parecían tener sentido; similares, quizás, a como un niño dibujaría torpemente a una polilla...

—Santo Cielo... —fue lo único que Lucy pudo pronunciar, atónita y aterrada ante lo que veían sus ojos.

Una de esas criaturas se paró con todas sus patas en el suelo, y se giró directo hacia Marsh. Fijó sus grandes y brillantes ojos redondos y negros en él, y entonces abrió lo que al parecer era algún tipo de boca, muy, muy grande, adornada con cientos de afilados colmillos como ganchos. Y dejó escapar un desgarrador chillido que perforó los oídos de los tres espectadores mudos.

Y un instante después, se lanzó volando con notable velocidad, directo como una flecha hacia donde Marsh se encontraba parado.

—¡¿Qué es esa co...?! —fue lo único que el teniente alcanzó a exclamar, antes de que aquella criatura atrapara su cabeza entera en el interior de su fauces, y la arrancara de tajo de su cuerpo. La sangre brotó con un chorro de su cuello cercenado, y su cuerpo no tardó en precipitarse al piso, inerte.

Lucy soltó un chillido agudo al ver tan horripilante escena. Su chillido fue seguido de otros cientos más que fueron brotando de las bocas de más de esas criaturas insectiles, similares al que había soltado el primero. Todas comenzaron a batir sus alas, a elevarse en el aire, y comenzar a abrirse paso, incluso atravesando puertas y paredes en el proceso.

Lucy se tiró al suelo, cubriéndose su cabeza con ambas manos. Las criaturas pasaron sobre ella, al parecer sin prestarle mayor atención, y siguieron de largo en su recorrido. Alzó su cabeza sólo un poco hacia atrás. Alcanzó a ver a Cody, fuertemente aferrado a Lisa, con su rostro pegado al pecho de ésta, totalmente inmóvil, e indiferente ante el despliegue de horror que revoloteaba a su alrededor.

Más criaturas iguales a las anteriores se abrían paso por las grietas, listas para invadir toda esa base. Lucy supo de inmediato lo que estaba presenciado: era una pesadilla, una pesadilla de Cody, materializándose en su mundo. La peor de todas...

No necesitó de más para ponerse de pie, y obligar a sus piernas a moverse y salir corriendo despavorida, sin ningún rumbo en específico. Los sonidos de las criaturas a sus espaldas, no tardaron en ser acompañados con el estruendo de algunos disparos a lo lejos.

FIN DEL CAPÍTULO 151

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