Capítulo 125. Lo que tengo es fe
Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 125.
Lo que tengo es fe
A media tarde de ese día, la enfermera de guardia entró en la habitación ocupada por Verónica Selvaggio como parte de su ronda, para revisar que la joven estuviera bien y no ocupara nada. Al ingresar, sin embargo, se encontró con las luces del cuarto apagadas, y a la joven rubia plácidamente dormida. La enfermera encendió las luces, para luego ingresar con paso silencioso y aproximarse a la camilla. El respaldo estaba levantado en un ángulo de cuarentaicinco grados, y Verónica estaba recostada bocarriba, con sus ojos cerrados y su cabeza presionada contra la almohada. Su respiración era lenta y relajada. No se había movido siquiera un poco cuando encendió las luces.
Era destacable que pudiera dormir tan profundamente, considerando sus heridas. Los medicamentos para el dolor que le estaban suministrando debían estar haciendo buen efecto.
Los platos de la última comida que le habían llevado estaban casi limpios, y colocados ordenadamente sobre la mesita plegable de la camilla. Su apetito igualmente parecía estar bien. Y en realidad, no había dado ni un sólo problema desde que fue bajada a cuarto. Hacía todo lo que le decían, tomaba todos los medicamentos que le daban sin chistar, y ni siquiera se quejaba de dolor o molestia. Y era en verdad un amor; amable y gentil, y muy platicadora con todas.
«Ojalá tuviéramos más pacientes así por aquí» pensó la enfermera.
Retiró los platos de la mesita, y plegó está a un lado, cuidando no hacer demasiado ruido. Hizo justo después una revisión rápidamente del suero; todo parecía estar bien.
También había estado progresando bastante favorable de sus heridas. Los doctores pensaban que podría ser dada de alta pronto, aunque Thorn Industries directamente había pagado para mantenerla cómoda y segura en esa habitación todo el tiempo que fuera necesario. Dudaba que fueran tan serviciales con todos sus empleados, así que esa chica debía ser alguien importante; o al menos importante para alguien dentro de esa empresa.
Tan sigilosa como entró, la enfermera se retiró, apagando de nuevo las luces antes de salir. Todo esto de nuevo con cuidado de no perturbar su sueño pacífico.
Sin embargo, lo que ignoraba era que la joven en la camilla en realidad no dormía; al menos no de un modo convencional o que ella pudiera entender. Y un segundo justo luego de que saliera, los parpados de Verónica se abrieron de par en par, revelando detrás de estos uno ojos nublados que casi parecían totalmente blancos. Estos estaban fijos en el techo sobre ella, cubierto con la oscuridad de la habitación. Sin embargo, ella no miraba ese techo en realidad en esos momentos.
— — — —
La mente de Verónica en realidad estaba en esos momentos muy lejos de su cuerpo recostado en aquella habitación de hospital. En realidad, sus ojos y oídos estaban fijos en aquella sala de reuniones oculta debajo del Club Campestre San Aquiles a las afueras de Chicago, en donde los Diez Apóstoles de la Hermandad de los Discípulos de la Guardia celebraban su reunión de emergencia. Ninguno de ellos era consciente de su presencia ahí, ni siquiera Adrián, y ella así lo prefería. Así que desde un rincón de aquella sala, como una simple sombra en la pared, se limitó a simplemente ser una espectadora silenciosa.
Luego de recitado su juramento, los Apóstoles debían pasar cuanto antes al asunto importante que los había reunido en ese sitio. Todos, los presentes y los conectados en video llamada, ya conocían dicho asunto, o al menos se les había compartido una vaga noción sobre éste. Aun así, Adrián no se anduvo con rodeos, y en cuanto llegó su momento pasó a explicarlo de la forma más clara y resumida posible, alto para que todos pudieran oírlo.
—Como ya han de haber sido informados, dos noches atrás un grupo armado, bajo las órdenes del Departamento de Investigación Científica, realizó un ataque al pent-house del edificio Monarch en Beverly Hills, en el cual Damien se había estado alojando las últimas semanas. El operativo fue realizado explícitamente con la intención de someterlo y aprehenderlo, bajo la sospecha de ser lo que ellos nombran un Usuario Psíquico altamente peligroso para la seguridad nacional. Dicho operativo lamentablemente fue exitoso, y ahora el Salvador se encuentra, hasta donde sabemos, bajo custodia del DIC.
»Lo ocurrido con exactitud en aquel sitio sigue siendo algo difuso, y de momento sólo contamos con la declaración de una sola testigo, la Srta. Verónica Selvaggio. Para los que no la conozcan, es una discípula de Ann, que trabaja en estos momentos como interna en Thorn Industries. La Srta. Selvaggio había estado recientemente asistiendo a Damien durante su estadía en Los Ángeles, y le tocó estar presente al menos durante la primera parte del ataque. Les haré llegar un resumen detallado de lo que la Srta. Selvaggio nos dijo si lo requieren, pero para el propósito de esta reunión hay dos cosas claves que debemos saber: la primera, hubo dos personas que ingresaron al pent-house antes de la llegada de los hombres del DIC, ambas sin identificar, y una de ellas en específico logró causarle un gran daño al Salvador. Y la segunda es que, derivado quizás de este daño antes mencionado, los soldados del DIC lograron someter a Damien y llevárselo.
»John ha intentado obtener la mayor información posible sobre su localización y estado actual. Hasta donde hemos podido averiguar, lo llevaron a una base de investigación fuertemente protegida conocida coloquialmente como El Nido, ubicada en una zona boscosa y apartada en el centro de Maine. Y al parecer desde esa noche, y hasta el día de hoy, lo mantienen totalmente inconsciente usando una droga especial. No sabemos qué intenciones tienen con él, ni cuál es su estado de salud tras el ataque que recibió. Pero sea lo que sea, el tiempo que tenemos para actuar es limitado. Lo que vayamos a hacer, tenemos que decidirlo y ejecutarlo cuanto antes. Por ello la premura de esta reunión. Lo que decidamos hacer aquí y ahora podría cambiar el rumbo que nuestra Hermandad ha seguido hasta el día de hoy. Podría también cambiar el plan que se tenía previsto desde el inicio para Damien, pues es innegable que su fachada ha sido comprometida. Es por eso que necesitamos decidirlo entre los Diez, ahora mismo.
Hizo una pausa, contemplando en silencio los rostros de sus nueve camaradas. Todos lo observaban serios, pensativos, y claro un poco preocupados.
—¿Alguna pregunta o duda que deseen aclarar hasta aquí? —inquirió Adrián con firmeza.
—Sí, yo —masculló Paul, alzando una mano para hacerse notar—. Creo que lo que todos quisiéramos saber a estas alturas es... ¿cómo es que algo como esto pasó? Yo no lo entiendo, y me parece que mi sentir es compartido. —Se giró hacia el resto, y aunque ninguno dijo nada, en las miradas de varios se hizo evidente el apoyo al cuestionamiento—. Se supone que hemos construido cientos de redes de protección para evitar que algo como esto le ocurriera a cualquiera de nosotros, en especial al Salvador. ¿Cómo es que terminó tan expuesto de esta forma? ¿Dónde falló nuestra protección? O, más bien, ¿quién falló tan estrepitosamente?
De alguna u otra forma, todos supieron que la atención de todos se centró en Ann al instante. Ésta se mantuvo serena, respirando lentamente, mientras fuera del alcance de la cámara su uñas casi rasgaban el descansabrazos de la silla en la que se encontraba.
Ann no sólo era la presidente de Thorn Industries, además de la tía y tutora legal de Damien; era la Apóstol asignada a su protección y crianza, un puesto de enorme relevancia en el Plan. Y si el chico había terminado en un peligro como el que describían, era inevitable preguntarse dónde estaba su cuidadora en el momento en el que esto pasó.
—Eso no es lo importante ahora... —indicó Adrián con firmeza, siendo casi de inmediato interrumpido por Pavel Minsky desde su posición en la video llamada.
—A mí me parece que es bastante importante —pronunció con un tono que intentaba parecer calmado pese a su marcado y fuerte acento ruso—. El Salvador ha caído en manos de una jodida agencia de seguridad, poniendo en riesgo no sólo su fachada, sino la de toda la Hermandad, sin mencionar de poner en peligro al Gran Plan por completo. Éste es un error imperdonable, y alguien tiene que pagar por él. O varios, si es que hay más de un culpable.
—Dejémonos de tonterías y seamos claros —soltó Ann de pronto, claramente defensiva—. Si hay algo que quieran decir, tengan el valor suficiente para decirlo de frente.
—Si gustas confesar algo, querida Ann —añadió Pavel con tono elocuente—, creo que todos estaremos más que encantados de escucharte.
—¿Confesar? ¿Quieren que confiese algo? —musitó Ann, a una milésima de soltarse riendo—. Les diré lo que tengo que confesar. Todo este teatro es típico de todos ustedes. Se sienten muy seguros y cómodos sentados en sus pequeños tronos, apartados de la línea de fuego y mirando a otro lado cuando las cosas se complican, sólo para alzar la mano y señalar cuando se trata de culpar a alguien más. Ninguno tiene ni la menor idea de lo que está pasando aquí. Ninguno conoce realmente a Damien; la mayoría ni siquiera se ha atrevido a conocerlo en persona y verlo de frente, por el simple miedo que les provoca su sola mención. Pero yo lo he visto a los ojos día a día en los últimos años. Lo he visto crecer, lo he visto madurar y evolucionar. Lo conozco mucho mejor que cualquiera de ustedes, y puedo decirles algo con total seguridad: Damien no es un arma que puedas desenvainar cuando te dé la gana, ni una bestia que puedas encerrar para liberarla sólo cuando la necesitas, ni una joya valiosa que puedes guardar y esconder para mantenerla a salvo. Damien es una fuerza con un potencial de destrucción y cambio imparable, más allá de lo que cualquiera en esta reunión podría llegar a entender; quizás más allá del entendimiento de cualquier ser pensante en la historia. Pero por encima de todo eso, Damien es sólo un muchacho de diecisiete años; rebelde y obstinado como cualquier otro, luchando por encontrar cuál es su verdadero lugar. Y en vez de ayudarlo con todas estas inquietudes, no hicimos más exacerbarlas. Hemos sido todos nosotros, incluyéndome a mí, responsables de que decidiera hacer todo esto que ha estado haciendo. Le ocultamos cosas, le mentimos, lo aislamos, le decimos qué hacer y qué decir, y todo eso solamente pidiéndole que tuviera confianza en lo que nosotros le ordenamos, sin cuestionar...
—Le pedimos que tuviera fe —le corrigió Lyons tajantemente—. Fe en que todo lo que hacemos cumplirá a un bien mayor, a un Gran Plan que se debe seguir. La fe es el motor que ha movido a esta Hermandad desde sus raíces...
—Entonces quizás debimos habernos esforzado más para ser dignos de esa fe —sentenció Ann con dureza—. Debimos ser abiertos desde un inicio con él, decirle todo lo que sabíamos, contestarle todas las preguntas que podíamos. De esa forma no se hubiera apartado de nosotros, no hubiera hecho las locuras que hizo, y no estaríamos ahora en esta horrible situación.
—Sólo intentas tapar con palabras elocuentes la verdad innegable de que fuiste incapaz de controlar al Anticristo —le acusó Tsukiji Otomi con fiereza en su voz—. Se te confió su seguridad y crianza, y el que lo tuvieras siempre de nuestro lado, y fallaste en cada una de esas tareas. Fallaste como tía, como madre, y como Apóstol.
—¿Piensas que harías un mejor trabajo, Tsukiji? —ironizó Ann—. ¿Por qué no lo intentas? Ven, hazte su protectora, cuídalo, edúcalo y mantenlo "siempre de tu lado". Veamos qué cualidades maternales tienes para demostrar.
Antes de que Tsukiji pudiera responder algo, Pavel volvió a intervenir.
—Ese es justo tu problema, Ann. Siempre has querido ver a ese chico como tu hijo, pero no lo es, y nunca lo será. Y es justo esa visión de madre protectora la que ha impedido que puedas controlarlo, y se haya desatado todo este caos...
—¡Suficiente! —resonó con poderío la voz de Adrián, seguida justo después por ensordecedor retumbar de su mano contra la superficie de la mesa, que por algún motivo rugió también en las paredes de la sala como si se tratara de un relámpago.
Todo intento de cualquiera de los otros por decir algo, fue acallado de golpe. Y una vez que los ecos de la voz y el golpe de Adrián se asentaron, todo el sitio se sumió en un profundo y expectante silencio.
Adrián aguardó unos momentos, y observó a todos para asegurarse de que tenía su atención, pero también para darse el tiempo de darle forma a las palabras en su cabeza. Sin embargo, antes de poder decir cualquier cosa más, una nueva voz, que hasta el momento había permanecido callada, se hizo notar desde los altavoces de la pantalla.
—La creencia de que cualquiera entre nosotros es capaz de controlar al Anticristo, es una mera ilusión —escucharon todos como mascullaba con calma Amelia Moyez. Su rostro se mostraba totalmente estoico, inmutable ante las discusiones que se suscitaban ante ella—. La Sra. Thorn bien lo dijo: estamos hablando de una fuerza de destrucción y cambio que no podemos contener, mucho menos controlar. Y en algún punto de nuestro largo camino, nos olvidamos de esto, junto con cuál es nuestro propósito aquí. Nos hemos olvidado que nuestra misión es cuidar, enseñar y apoyar al muchacho en su propio camino hacia la grandeza absoluta. Y en especial, hemos olvidado que somos nosotros los que le servimos, y no al revés. Si el Salvador está en peligro en estos momentos, es porque todos aquí le fallamos.
Las palabras de Amelia eran severas, pero a la vez frías, y calaban tanto como las de una madre que, más que molesta, se percibía decepcionada, lo que te obligaba a bajar la mirada y guardar silencio. Era curiosa la influencia que la persona adecuada, en el momento adecuado, podía llegar a tener entre los que la rodeaban. De todas formas, Adrián agradeció esa intervención de su parte, tan acertada como siempre, para apaciguar lo poco del fuego que podría haber quedado. Aunque, todos sabían que no por eso se había extinguido.
Una vez que todo volvió a la calma, Adrián habló al fin.
—Si tanto quieren señalar culpables, o incluso cambiar algunos de los rostros en esta mesa, se hará solamente hasta que el Salvador esté fuera de peligro. Hasta entonces, debemos enfocarnos en decidir cuál será nuestro plan de acción para que esto ocurra, y en nada más. Y el próximo que desvíe la conversación de este único propósito, responderá a mí aquí y ahora. ¿Ha quedado claro?
De nuevo silencio, aunque éste por sí sólo bastaba para responder su cuestionamiento.
Quien rompió el silencio fue de nuevo Tsukiji, aunque en su voz se percibía vacilación.
—Cuando mencionas "decidir nuestro plan de acción", ¿de qué estamos hablando, Adrián? ¿Qué es lo que deseas que decidamos aquí y ahora con exactitud?
—¿No es obvio? —musitó Adrián con impaciencia—. La estrategia que habremos de tomar para rescatar al Salvador de las manos de sus captores.
—¿Te refieres acaso a... sacarlo a la fuerza de esa base militar que mencionaste? —cuestionó Paul Buher, esbozando una media sonrisa incómoda—. ¿Cómo lanzar un ataque con hombres armados, bombas, helicópteros y todo eso...?
—No nos precipitemos —se apresuró Pavel Minsky a decir, antes de que alguien más dijera algo—. Opino que debemos discutir todas las opciones posibles primero. ¿Hay algún medio más diplomático por el que podamos actuar?
—Bueno, creo que esa sería más tu área, Sally —indicó Paul, virándose hacia la senadora sentada a su lado—. ¿Hay algo que podrías hacer desde tu posición que pudiera ayudarnos?
Sally Steel entornó los ojos, y adoptó una postura pensativa.
—Hasta donde sé, el estatuto legal del DIC es un poco ambiguo. No está claro a quién responde directamente; si a la CIA, a la NSA, o al Secretario de Defensa directamente. Pero cualquiera de esos tres caminos pudiera ser una opción para intervenir en nombre de la familia Thorn, expresando su preocupación por el bienestar de su hijo. Y si no, yo tengo una muy buena relación con Lucas Sinclair, actual director del DIC. Quizás pudiera hablar con él y convencerlo de que todo esto es sólo un malentendido...
—Eso no servirá —intervino Lyons con pesadez—. El que el DIC se enfrascara tan decididamente a efectuar este operativo en contra Damien, fue en un inicio justo por una vendetta personal de Lucas Sinclair. Una amiga muy cercana de él fue una de las afectadas directamente por las acciones recientes del muchacho, y fue por dicho acto que volvió a estar en su mira. No lo soltará tan fácil. Además, si eligiéramos irnos por el lado más "diplomático" como han dicho, habría que responder bastantes preguntas incómodas. Hasta ahora el DIC sólo considera a Damien un Usuario Psíquico peligroso más, que casualmente pertenece a una familia rica y poderosa. Pero cualquier acción para intervenir a su favor despertará las sospechas de que se trata de algo más.
—¿Y que un comando armado penetre a la fuerza a una base militar para sacarlo no despertará muchas más sospechas? —señaló Paul con ironía—. No seamos ingenuos. No habrá forma de que el chico pueda volver a recuperar su fachada anterior y seguir con el plan original que teníamos para él luego de esto. Y cualquier acción que hagamos para remediarlo, nos expondrá también a todos nosotros.
—Es verdad —escucharon de pronto que pronunciaba la voz grave y apagada de Conrad Cox, haciéndose notar por primera vez en la discusión, e inevitablemente jalando la atención de todos—. Quizás sea prudente considerar sobre la mesa alguna otra medida para solventar los daños.
—¿De qué medida estás hablando exactamente? —cuestionó Ann, un tanto perturbada por el tono sombrío con el que había pronunciado aquello.
Conrad guardó silencio unos momentos, antes de dejar salir sin más su sugerencia.
—Según lo que se dice, si el Anticristo muere, su alma simplemente volverá a reencarnar. ¿No es así? —soltó su pregunta al aire, sin esperar realmente alguna respuesta—. Si la identidad y el cuerpo de Damien Thorn han sido comprometidos, quizás lo más prudente sería eliminarlo, y empezar de nuevo.
—¿Qué cosa? —exclamó Ann, claramente alarmada, por no decir furiosa, por lo que acababa de escuchar—. ¿Estás sugiriendo acaso matarlo? No estás hablando en serio.
—Si te detienes a pensarlo, es la solución más práctica —explicó Conrad con abrumadora calma—. Y en especial, la que menos nos expondría. Tengo a mi alcance un catálogo variado de venenos efectivos, muchos de ellos desconocidos e indetectable para las agencias de seguridad de Estados Unidos. El lugar de realizar un ataque con decenas de hombres, sólo necesitaríamos infiltrar a uno que pudiera acercársele lo suficiente al muchacho. Si sigue dormido, sería mucho más sencillo administrar el veneno, y sería indoloro para él.
—No puedo creer lo que estoy escuchando —musitó Ann, indignada—. Después de lo que la Sra. Moyez acababa de decirnos de que nuestra misión es justamente protegerlo, ¿estás seriamente considerando el asesinarlo? ¿Deshacernos del Salvador para quitarnos un problema de encima...?
—No confunda las cosas, Sra. Thorn —intervino Amelia repentinamente—. Nosotros no somos servidores de Damien Thorn; somos servidores del Anticristo, tenga el nombre y rostro que tenga. Y nuestra labor, y el destino que el Salvador debe cumplir, son mucho más grandes que un sólo cuerpo de carne y hueso.
Ann se quedó atónita, incapaz de creer lo que escuchaba. Su atención de fijó en la imagen de Adrián en la pantalla, esperando que dijera cualquier cosa para apaciguar esa locura. Sin embargo, el Apóstol Supremo no decía nada. De hecho, por la expresión reflexiva de su rostro, parecía incluso estar sopesando la posibilidad, y eso la hizo sentir enferma.
—Sin embargo —añadió Amelia repentinamente con tono más moderado—, aunque nos sentáramos a considerar esta posibilidad seriamente, todos sabemos que no hay nada en este mundo que pueda matar al Anticristo... salvo quizás las Dagas de Megido.
Un ligero rastro de tensión recorrió el rostro de Ann ante esa repentina mención, pero intentó disimularlo.
—Si es que queremos realmente creer esas viejas habladurías —señaló Pavel, risueño—. Valdría la pena al menos intentarlo, ¿no creen?
—Si la historia de las Dagas de Megido le parecen "viejas habladurías", Sr. Minsky, entonces podríamos decir lo mismo de todo en lo que creemos, incluida la posible reencarnación del Anticristo bajo la que se sustenta esta idea —sentenció Amelia con una fría dureza que dejó a Pavel sin habla—. Si están dispuestos a intentar un movimiento tan arriesgado, deberán estar dispuesto a correr con las consecuencias que éste pudiera traer. Tanto si tienen éxito, como si no...
Todos se tomaron un momento para meditar en dichas consecuencias. Si tenían éxito, perdían a su Anticristo, aferrados sólo a la fe de que rencarnaría, y en la idea de que podrían dar con él de nuevo, y antes de que sus enemigos lo hicieran. Y si no tenían éxito, ya fuera porque en verdad les resultara imposible matarlo o no pudiera acercársele lo suficiente, tendrían ahora que tener fe en que el Salvador entendería sus acciones, y no desataría su ira sobre ellos por siquiera considerar dicho plan.
Ciertamente, todo se trataba de fe; siempre la fe.
—Entonces no hay opciones, ¿eh? —indicó Paul, apoyándose por completo contra su silla—. O nos exponemos sacándolo por la fuerza, o nos exponemos intentando intervenir por los medios sugeridos por Sally, o nos exponemos intentando eliminarlo. Y claro, está la posibilidad de dejarlo a la merced de esta gente, sin saber qué desgracia podría traernos eso a la larga. Pero lo importante es que, en cualquiera de los casos, nuestra Hermandad, nuestro Anticristo y nuestra misión quedan arruinadas. ¿Les parece un buen resumen?
Volteó a mirar a todos los otros, como si esperara genuinamente escuchar sus opiniones. Pero, por supuesto, nadie dijo nada; nadie, excepto...
—Quizás no tenga que ser así —indicó la voz de Daniel Neff, desquebrajando el silencio con un corte limpio y suave. El mayor había permanecido en silencio durante casi toda la conversación, sólo sentado ahí en su silla, escuchando con su mirada agachada, y tamborileando sus dedos sobre la superficie de la mesa—. Hay una forma en la que podríamos rescatar al Salvador, y de paso eliminar cualquier sospecha que pudiera haber caído sobre él, o sobre nosotros.
—No me digas —masculló Pavel con tono irónico—. ¿Y cuál es esa solución mágica que sólo hasta ahora se te ha ocurrido compartirnos, amigo Neff?
El mayor alzó su mirada, contemplando en silencio al hombre ruso en la pantalla por unos instantes. Se giró entonces por toda la sala, hasta centrar su atención en Adrián al otro extremo de la mesa.
—Eliminar al DIC —soltó de pronto con total normalidad, encogiéndose de hombros.
—¿Qué? —soltó Paul, acompañado además de una risa—. ¿Eliminar a toda una agencia del gobierno? ¿Y eso es más sencillo que sólo entrar a una base y sacar al muchacho?
—No dije que fuera sencillo —aclaró Neff, parándose de su silla—. Y en realidad, no lo será en lo absoluto, y requerirá de varios pasos; algunos más delicados que otros. Pero sí es posible. Aunque quizás la palabra "eliminar" no sea la más adecuada. Más bien esto sería más cercano a tomar el control de dicha organización, hasta que todos sus recursos queden por complejo bajo nuestro poder, y ya no representen una amenaza para nosotros, ni para el Anticristo.
Los demás Apóstoles se observaron en silencio, perplejos pero ciertamente interesados. Incluso Ann que tenía sus reservas con respecto a las intenciones de Daniel, tras haber escuchado las posturas de todos los otros, estaba dispuesta a aceptar cualquier alternativa.
—Te escuchamos, Neff —indicó Adrián, extendiendo una mano hacia él—. ¿Qué es lo que tienes en mente?
El mayor se paró derecho, se acomodó sutilmente su uniforme y comenzó entonces a caminar alrededor de la mesa mientras hablaba, quizás en un intento de concentrarse mejor al hablar.
—Lo primero que tienen que saber es que tenemos varios puntos a nuestro favor en estos momentos —señaló con voz propia de un militar hablándole a sus subordinados, o quizás más un maestro a sus alumnos—. El DIC no sólo no sabe aún la verdadera identidad de Damien, sino que además las personas dentro de dicha organización que saben siquiera que el chico que aprehendieron es el joven heredero de la familia Thorn, o por qué se le buscó en primer lugar, es reducido. Y la gran mayoría de estos están ahí mismo, en el Nido.
—¿Y tú cómo sabes eso? —cuestionó Lyons con incredulidad, pero Neff lo ignoró y continuó con su explicación.
—Sin embargo, no podemos confiarnos en que esto duré así por mucho tiempo, así que es importante actuar. Ese ataque a la base del Nido del que tanto han estado hablado durante su plática, deberá suceder, y lo antes posible. Pero mientras su fin principal será en efecto rescatar a Damien y ponerlo a salvo, tendrá que cumplir también con el fin secundario de eliminar a todos y cada uno de los elementos del DIC reunidos en ese sitio... incluido el Dir. Sinclair y su círculo cercano.
—¿Estás loco? —espetó Lyons, casi sonando espantado—. Con problema y podríamos reunir a los hombres suficientes entre las fuerzas de Armitage para hacer una extracción rápida, no se diga combatir contra todos los cientos de soldados apostados en esa base y todas sus defensas.
La Hermandad había dedicado mucho tiempo y dinero en armarse de su propio ejército privado, bajo la fachada de empresas militares de defensa como la de Armitage, que Lyons dirigía directamente. Entre estas filas contaban con miles de hombres entrenados, varios de ellos con experiencia en combates reales por todo el mundo; Kurt y los demás guardaespaldas que acompañaban a Damien eran parte de estos. Todos eran, por supuestos, seguidores leales del Anticristo, o al menos lo suficientemente preparados para obedecer sin cuestionar. Su intención era que fueran la fuerza de ataque y protección del Anticristo cuando fuera el momento requerido.
Sin embargo, desplegar a dichas fuerzas era justo lo que a muchos les preocupaba, pues era muy posible que ligaran a dichos atacantes con Armitage de una u otra forma. Además, muchos de sus operativos estaban dispersos en varios puntos del mundo. Y previendo que la posibilidad de un ataque directo se tomaría en consideración, Lyons ya había revisado los elementos que tenían disponibles en el territorio para uso inmediato. La cantidad era... notoria, pero temía que no suficientes para tomar una base militar entera por su cuenta, menos realizar algo como lo que Neff describía.
Pero el mayor era también muy consciente de esto. Y, por supuesto, no estaba hablando sólo por hablar.
—Los hombres de Armitage serán cruciales para esto, en efecto —indicó Neff—. Pero no podrán hacerlo ellos solos. Es por ello que el ataque al Nido deberá ser en dos frentes: un ataque externo, y un ataque interno.
Aquella última mención captó principalmente la atención de todos los presentes. ¿Una ataque "interno"?
—Tengo a algunos de mis discípulos infiltrados entre las fuerzas del DIC —informó Neff de pronto, tomando por sorpresa a todos los presentes por igual—. Varios de ellos se encuentran en el Nido, y son los que he me han estado informando del estado actual de Damien.
—¿Qué cosa? —exclamó Lyons, atónito—. ¿Tienes a gente infiltrada dentro del Nido? —cuestionó con voz grave, con un dejo de enojo dejándose notar entre sus palabras—. ¿Acaso sabías de antemano que esto iba a pasar?
—No cuándo con exactitud —aclaró el Mayor Neff.
—¿Pero no podrías acaso haber hecho algo para evitarlo? —inquirió Tsukiji, más curiosa que molesta.
—No sin comprometer el trabajo que hemos estado realizado. Durante años, he dedicado mucho esfuerzo en preparar e infiltrar a elementos de confianza en cada una de las agencias de seguridad, militares y de inteligencia de este país, con el fin de tener ojos y oídos en cada una, y poder contar con un apoyo interno cuando fuera necesario. Tanto ha sido esta labor, que al día de hoy, nuestra red de influencia se extiende mucho más allá de lo que pueden imaginarse. Estos elementos, como han de suponer, son un bien muy valiosos que podría sernos de utilidad a futuro, cuando el momento llegue. Por tal motivo, no podía simplemente arriesgarlos por cualquier motivo.
—La seguridad del Anticristo no es "cualquier motivo" —exclamó Ann, algo irritada pero más moderada que Lyons.
—Si en el momento hubiera visto alguna forma de evitar lo sucedido sin arriesgarnos, les aseguro que lo hubiera hecho —aclaró Neff, notándose bastante sereno pese a los cuestionamientos—. Pero quizás la única explicación que valga es que fui cobarde. Yo también le fallé a Damien, como todos ustedes.
Agachó su mirada con pesar al comentar aquellas palabras, en un acto de culpabilidad que a algunos les resultaba un tanto falso. E inevitablemente por la mente de varios, incluidos Ann, Lyons, Adrián, o incluso el propio Paul, cruzó una idea que tomaba bastante peso: ¿había acaso dejado que esto ocurriera apropósito? ¿Quería que justamente llegaran a ese punto en donde, al parecer, el único que podía sacarlos de ese embrollo era él...?
—Por eso ahora estoy dispuesto a arriesgarme para remediarlo —sentenció el mayor con firmeza, alzando de nuevo su mirada—. Activaré a todos los operativos que tengo infiltrados en el Nido al mismo tiempo, para que realicen un ataque desde adentro, desactiven las defensas de la base, y así los hombres de Lyons podrán realizar su ataque simultáneo. Una vez que Damien esté a salvo, ambas fuerzas conjuntas realizarán una limpieza del sitio. Nadie saldrá con vida de esa base, salvo nuestros propios elementos. Nadie sabrá lo que realmente pasó, y nadie sabrá siquiera que Damien estuvo alguna vez ahí.
—Pero es que... ¿acaso tienes suficientes infiltrados en el DIC como para realizar un ataque como ese? —masculló Lyons, bastante escéptico—. ¿De cuántos elementos estamos hablando?
Neff lo observó en silencio, su rostro de roca totalmente inmutable y carente de cualquier reacción evidente.
—Bastantes —fue la corta respuesta del mayor—. Tras el incidente con Mark Thorn de hace cinco años que disparó las alertas del DIC por primera vez, preví que pudieran volverse un problema a futuro, en especial si los poderes del Salvador comenzaban a volverse más grandes, y más evidentes. Así que puse principal énfasis en introducir elementos en dicha organización. Al parecer, mi previsión fue acertada.
«Esto es inaudito». Los labios de Lyons se movieron, aunque no emitió sonido alguno.
¿Había estado haciendo todo eso por su cuenta sin decírselo a nadie más? ¿Cuántos otros discípulos tenía bajo su mano en posiciones de poder y que no les había informado? ¿Qué más acciones había realizado a sus espaldas? Lyons, y de paso también Ann, no podían evitar sentirse totalmente incrédulos de que todo hubiera sido solamente por buenas intenciones. Era justo ese tipo de acciones las que los tenían preocupados, y demostraban también el peso e influencia que Daniel Neff poseía en esa mesa, sin que todos fueran por completo conscientes de eso.
—Suponiendo que tuvieras razón —exclamó Pavel desde el monitor, con algo de recelo—. Supongamos que pudieran hacer su ataque conjunto, por dentro y por fuera, sacar al muchacho de esa base y matar a todos los testigos... ¿Y luego qué? Algo como esto sin lugar a duda sería investigado hasta por debajo de la última piedra para encontrar a los culpables.
—En efecto —asintió Neff, girándose hacia la pantalla—. Es por eso que además de nuestros infiltrados, la segunda clave para el éxito de esto es tener un chivo expiatorio.
—¿Y lo tenemos? —cuestionó Paul, curioso.
—Sí —respondió Neff sin vacilación alguna—. Su nombre es Charlene McGee, una poderosa Usuaria Psíquica buscada por el DIC desde hace décadas, incluso desde los tiempos del primer DIC disuelto en los ochentas. Está acusada de un sinfín de actos en su contra, y todos dentro de la organización saben de ella, así como que ha pasado años buscando la ubicación del Nido. Y, para nuestra suerte, ella fue también aprehendida esa misma noche, y en estos momentos está también recluida en el Nido.
—Mucha coincidencia —musitó Lyons, aprensivo.
—No del todo —señaló Neff—. Parece ser que ella había estado tras Damien días previos al ataque, y estaba presente en el pent-house cuando los hombres del DIC arribaron. De hecho, es probable que haya sido la persona responsable de la explosión, y del daño que Damien sufrió como mencionó Adrián al inicio. Como sea que haya sido, podremos usar esto a nuestro favor. Haremos que los hombres de Armitage se hagan pasar por un grupo radical opositor al DIC, que es bien sabido que Charlene McGee ha tenido contacto con varios de ellos a lo largo de los años. Y su misión aparente sería justamente liberarla a ella, y de esa forma serían los únicos responsables del ataque. Está de más decir que la clave de esto será también la eliminación de esta persona, para atar cualquier cabo suelto.
—¿Matar a alguien que fue capaz de lastimar al Salvado? —cuestionó Tsukiji con moderada preocupación.
—Según me han informado, el Dir. Sinclair la tiene en estos momentos cautiva en una celda hecha especialmente para ella. Será fácil llegar a ella y eliminarla sin correr riesgo.
—Así de simple —musitó Lyons con sarcasmo—. Es demasiado arriesgado. Cualquier error y nos expondremos por completo.
—Cualquiera de las medidas propuestas en esta mesa implica un riesgo. Yo sólo les propongo una que también es arriesgada, pero el resultado favorable sería recuperar al Anticristo, y cuidar la fachada tanto de éste como de la Hermandad.
—Sí, pero hay un problema —señaló Sally—. Bueno, varios problemas, pero hay uno que me preocupa en especial. ¿Qué pasa si la investigación que el DIC ejecute posterior al ataque no sigue la teoría de su chivo expiatorio? ¿O si en efecto su investigación de alguna forma los lleva hacia Armitage, a los traidores dentro de su organización, y por consiguiente a nosotros? ¿Tus infiltrados podrán encaminar la investigación hacia esa dirección?
—Es una duda válida —secundó Paul—. Especialmente si tu intención es también eliminar al director actual de la agencia, e ignoramos a quién van a poner en su lugar.
—No es así —declaró Neff con firmeza, confundiendo un poco a sus oyentes—. No dejaremos el nombramiento del nuevo director del DIC al azar. Una vez Damien esté asegurado, y Lucas Sinclair y su círculo cercano eliminados, la siguiente parte de este plan implicará colocar a uno de nosotros como el nuevo dirigente de la agencia; yo, específicamente.
—¿Tú? —exclamó Ann con asombro, casi sin darse cuenta; las palabras prácticamente se habían escapado solas de su boca—. ¿Quieres ser el nuevo director del DIC?
—Sería la forma más segura de que su investigación vaya en la dirección que deseamos —puntualizó Neff—. Además de también asegurarnos de que no vuelvan a ser un problema en el futuro, y tendríamos además a nuestra disposición sus recursos, que nos podrían ser útiles. Este es un movimiento que estaba planeado a mediano plazo, pero la situación nos fuerza a actuar cuánto antes. He reunido las influencias suficientes para hacer esto posible, y con el apoyo de Sally y sus contactos, dicho movimiento podría consolidarse sin problema.
Neff hizo una pausa, contempló a cada uno de los rostros que lo miraban, y por último añadió:
—Ésta es la alternativa que les ofrezco. Y, si me permiten decirlo, es a mi parecer la mejor que tenemos. Y como dije en un inicio, si queremos que tenga éxito es necesario comenzar a movernos hoy mismo si es posible. Así que la vacilación para decidirse no es una opción.
Miró entonces de nuevo a cada uno, esperando que alguno expresara alguna duda o inquietud con respecto a todo lo que les acababa de recitar. Nadie dijo nada, aunque eso no implicaba que dichas inquietudes no existieran. Sin embargo, la mayoría estaba de acuerdo en su afirmación de que, al menos de momento, era la mejor opción que tenían. Aun así, la atención de todos se centró especialmente en Adrián, a la espera de que él dijera algo.
El Apóstol Supremo fue consciente de las expectativas puestas en él, pero no fue capaz de dar alguna respuesta inmediata. Tenía sus reservas, aunque no precisamente hacia el plan propuesto, sino a la forma en el que éste había salido a la luz. Era obvio que Neff no había pensado todo esto en sólo unos minutos; todo esto ya lo tenía planeado con bastante anticipación. Y aun así se quedó ahí sentado, observando cómo todos discutían y se peleaban, riéndose por dentro de todos ellos. Incluso ahora, mientras estaba de pie en el extremo contrario de la mesa, mirándolo fijamente con su expresión estoica e inmutable, Adrián sentía que se burlaba de él.
¿En verdad había dejado que Damien fuera capturado, sin avisarles ni hacer nada para evitarlo, justo para llegar a este momento como el héroe? Y estaba seguro de que no dudaría en hacérselo saber a Damien cuando estuviera a salvo, junto con el dato de que todos los otros no tenían idea de qué hacer, e incluso habían considerado envenenarlo.
«Maldita rata» pensó Adrián con una ira reprimida, que lo único que dejó que la exterioriza fue su puño derecho bajo la mesa, apretándose con fuerza hasta casi lastimarse la palma. Pero por más molestia que le causara, tampoco podía negar que su plan era el mejor que tenían disponible.
—¿En verdad puedes hacer que todo lo que dices ocurra, Daniel? —le cuestionó Adrián con cierta severidad.
—Estoy seguro de que es posible lograrlo —respondió Neff sin vacilación—. No sugeriría tomar este camino si no estuviera convencido.
—¿Y estás dispuesto a afrontar tú las consecuencias del fracaso, si ocurriese? —añadió Adrián de pronto, tomando a todos un poco desprevenidos—. ¿Tanto ante nosotros como ante el Salvador?
El entrecejo de Neff se arrugó ligeramente, mostrando por primera vez lo más cercano a una reacción en su rostro. Mas ésta no era precisamente de enojo o sorpresa, sino más bien algo más cercano a sentirse sumamente intrigado. Y tras unos segundos de aparente cavilación, respondió:
—Estoy dispuesto. Pero como he dicho, la clave del éxito será la colaboración entre todos nosotros, y el actuar rápido.
—Estoy de acuerdo —asintió Adrián—. ¿Hay alguien que se oponga a ejecutar el plan propuesto por Daniel?
La atención vagó entre los demás presentes, pero de nuevo ninguno dijo nada, otorgando su vehemencia con su sólo silencio.
—Bien —masculló Adrián, virándose de nuevo hacia Neff—, entonces Lyons y tú pónganse manos a la obra cuánto antes. Quiero que esto se lleve a cabo antes de Acción de Gracias, mientras todos nuestros objetivos estén reunidos en el mismo lugar.
—Sí, por supuesto —murmuró Lyons despacio, sin demasiada convicción.
—El resto, gracias por atender a nuestro llamado. Estense lo más fuera del radar que puedan hasta que esto se resuelva, pero alerta para cualquier cambio. Y si todo sale bien, nuestra próxima noticia será que el Salvador ha vuelto a salvo con nosotros.
—Espero que así sea —comentó Pavel con amargura antes de cortar la comunicación.
—Ganbatte Kudasai, mis hermanos —se despidió Tsukiji justo después, inclinando su cuerpo un poco hacia el frente, cortando justo después.
Conrad y Amelia les siguieron, sin pronunciar ninguna gran despedida. Ann se quedó un rato más, mirando fijamente a la cámara como si quisiera decir algo más. Sin embargo, lo que fuera no podría decirlo en presencia de esas otras personas, así que decidió también irse sin más.
—Comenzaré los preparativos de mi parte —indicó Neff mientras avanzaba hacia su silla para recoger su abrigo, para luego dirigirse hacia las escaleras—. Te contactaré en unas horas para afinar los demás detalles, Lyons.
John se limitó sólo a hacer un ademán de su mano como respuesta mientras el militar se alejaba, no muy claro si era algún tipo de gesto de despedida en realidad. Neff subió con paso firme los escalones de acero, haciendo que sus pesadas botas resonaran contra cada uno.
—Supongo que no querrás jugar esos hoyos después de todo, ¿verdad? —comentó Paul hacia Lyons con sorna, parándose de su silla. La mirada seria del hombre de barba blanca lo decía todo.
—Gracias por tu gran apoyo —masculló Lyons con molestia—. ¿Qué pensabas al incitar la discordia de esa forma?
—Oye, alguien tiene que ser la persona que diga lo que otros no se atrevan —contestó Paul con indiferencia, encogiéndose de hombros—. Y como bien dijo Adrián, puede que algunos cambios tengan que venir. Pero lo discutiremos una vez que el Salvador esté a salvo, ¿de acuerdo?
Culminó su comentario con uno de sus coquetos y molestos guiños de ojo.
—¿Compartes el ascensor conmigo, Sally? —preguntó el gerente de Thorn Industries mientras se dirigía a la salida.
—Definitivamente —respondió la senadora rápidamente, tomando su celular justo después y poniéndose de pie—. John, Adrián... si ocupan cualquier cosa en lo que pueda ayudarlos.
—Eres muy amable, Sally. Gracias —comentó Adrián en voz baja, sin mirarla. Si bien es cierto que no adoptó ninguna postura antagónica durante la discusión, el mantenerse tan neutral y poco participativa tampoco era algo que le hubiera servido de ayuda al Apóstol Supremo. Y aunque las palabras de Adrián sonaban en efecto amables, ciertamente ese disgusto era palpable por debajo de éstas.
Sally lo percibió, así que prefirió no decir nada más. Sólo asintió una vez como despedida y se si dirigió al elevador con Paul.
Una vez que ambos se fueron y sólo quedaron Adrián y John, éste último acercó su silla al primero, y a pesar de estar solos le susurró despacio como si temiera que alguien más los oyera.
—Este imbécil nos va a joder —murmuró Lyons, provocando involuntariamente una sonrisa en los labios de Adrián. Era inusual escuchar a su viejo amigo hablar con tan poca propiedad—. Se las va a arreglar para salir de todo esto como el héroe que salvo al Anticristo, y dejarnos a nosotros como los inútiles que no pudieron cuidar de él. Y se está encargando de dejarlo claro desde este mismo momento.
—No me dices nada de lo que no me haya dado cuenta yo mismo —soltó Adrián con pesadez—. Pero no tenemos otra opción. Lo primero es recuperar a Damien, y luego preocuparnos por el resto.
—Esto no me agrada —masculló Lyons, sonando muy cercano a una maldición—. Nos arriesgaremos enormemente para salvar a ese mocoso desagradecido, que muy seguramente ni siquiera aprenderá ni una lección de todo esto.
—Yo no estaría tan seguro —señaló Adrián con calma—. Olvidas que antes de que todo esto ocurriera él ya había accedido a volver a Chicago. Creo que ya estaba a un paso de recapacitar, y es probable que esta experiencia sí le deje una enseñanza de lo que puede pasar si hace las cosas sin pensar. Y que, al menos de momento, es mucho mejor para él contar con nosotros que estar en nuestra contra.
Lyons soltó un quejido bajo que bien podría haber sido un vago intento de risa.
—Tienes demasiada confianza en ese muchacho.
—No, amigo —le corrigió Adrián, mirándolo de soslayo—. Como tú bien dijiste hace un rato, lo que tengo es fe...
FIN DEL CAPÍTULO 125
Notas del Autor:
—Y el plan de la Hermandad se ha puesto en marcha, con sus respectivos problemas. Pero como pueden prever, las cosas se pondrán peligrosas más pronto que tarde. Espero que el capítulo no haya sido demasiado pesado, pero creo que los siguientes serán un poco más tranquilos (de cierta forma). Así que nos vemos muy pronto, si todo sale bien.
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